Querido hermano, oro para que te vaya bien en todos tus asuntos y goces de buena salud, así como prosperas espiritualmente (3 Juan 1.2).
Ahora que has leído sobre los cinco Esenciales de parte del pastor Warren, los médicos, y el experto en ejercicio, quizá te estés preguntando si este plan realmente puede funcionar para ti. Puede que estés frustrado porque otros programas no han funcionado en el pasado. Independientemente de cuál sea tu punto de partida, hay una gran esperanza de cambio. Miles de personas en todo el mundo han experimentado éxito, disfrutando de una nueva vida sana.
Dee Eastman es una de ellas. Aunque su travesía está sembrada de altibajos —momentos de gran gozo y momentos de tremendo dolor— Dee ha aplicado los principios prácticos de los cinco Esenciales. Ha creado nuevos patrones que perdurarán, formas de responder a la vida que reducen el estrés en vez de crearlo. El plan Daniel se ha convertido en su práctica diaria, y estamos convencidos de que puede ser igual para ti.
La vida tiene retos para todos, y la travesía de Dee no ha sido una excepción. Su primera hija nació con graves anomalías genéticas y tuvo que pasar por varias operaciones. Sin embargo, después de cuatro cortos meses, su bebé murió. En un instante, la esperanza y los sueños de una familia fueron robados. Dee batalló para entender por qué Dios permitió esta pérdida en su vida.
A pesar del tremendo dolor y las preguntas sin responder, Dee y su esposo siguieron adelante con su sueño de formar una familia. Al cabo de un año llegó un niño sano, y dos años después una niña sana. Poco tiempo después, una sorpresa única llamó a su puerta. ¡Dee estaba embarazada de trillizas idénticas!
Saltando de gozo por la noticia, no tenían ni idea de cómo manejarían a cinco niños, todos ellos por debajo de los cinco años de edad. El embarazo fue complicado, y las niñas nacieron prematuras, a las veintiocho semanas. Dee se enteró de que dos de las trillizas tenían parálisis cerebral, y los médicos dijeron que una de las hijas probablemente nunca caminaría.
En los años siguientes, en el afán de volver a un estilo de vida normal, Dee intentó ajustarse a los problemas médicos de las niñas y las crecientes necesidades de su familia. Pero al estar cargando con tanto dolor por la pérdida y con tanto que manejar, su salud comenzó a sufrir. El estrés emocional era demasiado. Hundiéndose en la depresión, desarrolló síndrome de colon irritable. El estrés se amontonaba.
Dee consultó a una amiga, y fue entonces cuando comenzó el proceso de sanidad. Experimentó de primera mano el poder de la amistad. La Biblia habla sobre esto en Mateo 18.20: «Porque donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos».
Esa amistad le llevó a un pequeño grupo que la animaba a compartir sinceramente sus problemas. Adoptar el Esencial de la Amistad a la vez que comenzaba a tener auténtica comunión se convirtió en el primer paso para Dee. «Tenía que aprender a recibir, en lugar de ser siempre una dadora. Tenía que aprender a hablar sobre las dificultades en mi vida, en lugar de mantenerlas escondidas». Este transformador concepto es algo que el pastor Rick a menudo enseña: estamos tan enfermos como nuestros secretos. Para sanar, debemos compartir nuestras luchas y estar dispuestos a recibir ayuda.
La comunidad de Dee la empujó hacia adelante:
Había escondido mi enojo y mi decepción por todas las dificultades que Dios había permitido en mi vida, pero decidí abrirme y comenzar a lidiar con mis sentimientos uno a uno. Me di cuenta de que había puesto a Dios en una pequeña caja y que esa caja necesitaba romperse. Necesitaba aceptar el misterio de quién es él y confiar en él, a pesar de que algunas de mis preguntas no fueron contestadas. Tomé la decisión de reenfocarme en él, estar tranquila en su presencia, y meditar en sus promesas. He aprendido a vivir con intención, y a darme cuenta de que en medio del estrés y las dificultades, Dios todavía puede estar en el centro.
Una forma en la que Dee trabajaba en esto era reflexionando a propósito en las cosas buenas de su vida. Tenía un diario en el que derramaba sus sentimientos, y finalmente se enfocó en la gratitud, incluso mientras la vida le ponía obstáculos y dificultades. «Esto se ha convertido en una decisión que tomo a cada momento, y todo se resume en cómo manejo mis pensamientos a cada día. Proverbios 4.23 dice: “Cuida tu mente más que nada en el mundo, porque ella es fuente de vida”» (DHH).
Con la ayuda de un doctor en medicina, un nuevo plan de alimentación, y un deseo de moverse y recuperar la fuerza física, Dee continuó progresando. Paso a paso y con consejos prácticos, su salud física, espiritual y emocional comenzó a mejorar. Su depresión se disipó, y al cabo de un mes todos los síntomas de su enfermedad habían desaparecido por completo.
Un paso saludable llevó a otro. Dee empezó a salir a caminar, y al cabo del tiempo empezó a correr, haciendo ejercicio no por culpabilidad, sino por el efecto terapéutico que tenía en su cuerpo. Entonces corrió una carrera de 5 km, más tarde una de 10 km, y finalmente un maratón. Hoy día, continúa descubriendo todo tipo de movimiento que disfruta.
La experiencia de Dee fue sin duda lo que le hizo decir sí cuando el pastor Rick le invitó a ser la directora de El plan Daniel. Los principios fundamentales de El plan Daniel han impactado su vida radicalmente durante muchos años, y en su trabajo como directora Dee ha podido ver cómo personas de todos los ámbitos, de todas las edades, han aceptado los cinco Esenciales para llegar a estar fuertes y sanos. Estas historias de vidas transformadas y los principios sólidos de este estilo de vida son los que proporcionan unos cimientos estables para tu crecimiento y la continua inspiración en la que se basa tu éxito.
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Una de las cosas más reconfortantes sobre El plan Daniel es el hecho de que ha sido probado y funciona. Una vez que decides dar tu primer paso, tu viaje ha comenzado. Después de experimentar los beneficios de tu primera decisión sobre salud, el cambio se hace más fácil.
Muchos comenzaron simplemente probando un nuevo hábito alimenticio, tan solo una pequeña cosa. Decidieron empezar su día con el desayuno, o añadir más verduras a sus comidas, o dar una pequeña caminata cada día, o invitar a un amigo e ir juntos a hacer ejercicio. Son pequeños pasos, sí; pero comenzamos a ver sorprendentes cambios en las vidas. Los pequeños cambios comenzaron a sumarse. Los pequeños pasos comenzaron a llevarlos más cerca de sus grandes sueños.
El doctor Oz recomendó que empujemos a la gente en la dirección correcta, y esto se convirtió en nuestra meta. Fuimos sorprendidos por la transformación que ocurrió delante de nuestros ojos. Muchos comenzaron a perder unos cuantos kilos. Animados por su propio progreso y por los amigos que estaban a su alrededor, continuaron tomando decisiones más sanas. Al cabo del primer par de meses, esos pequeños cambios se agruparon para formar grandes cambios; pudimos ver niveles de energía incrementados, mejor sueño, mejor estado de ánimo, y menos necesidad de medicación.
El doctor Amen ha ayudado a sus pacientes a navegar por el proceso de cambio durante casi treinta años. Él dice que un enfoque gradual es el camino más seguro hacia el éxito. Intentar cambiar todo a la vez casi inevitablemente trae decepción. No intentes cambiar decenas de hábitos no saludables de golpe. Empieza con algunos comportamientos vitales —los que tengan el mayor impacto inmediato— y empieza desde ahí.
Simplemente intencional
Piensa en tus rutinas de la mañana y la tarde. ¿Te encuentras a ti mismo trabajando en tu portátil o enviando unos cuantos correos electrónicos justo antes de irte a la cama? ¿Tienes prisa al salir por la puerta de tu casa por la mañana? Pequeños cambios en tus rutinas de la mañana y la tarde pueden ser simples, pero reducen el estrés y te hacen sentir más descansado. Intenta algo como decidir que no empezarás a trabajar hasta que hayas dado un paseo y comido un desayuno sano, o que no terminarás tu día sin haber orado y leído algo que te sirva de inspiración. Límites saludables como estos te recordarán que tienes el control sobre tus decisiones, y entonces estarás inspirado para tomar decisiones más saludables a lo largo del día.
Una importante verdad a recordar: Dios te ha dado el poder de cambiar tu vida, de establecer nuevos patrones y reacciones. Lo que hemos aprendido es que esos cambios pueden sostenerse a través del Esencial de la Fe.
Tus decisiones diarias, con el poder ilimitado de Dios, y tomadas con una comunidad de amigos, pueden ayudarte a empezar cada día con intención y propósito. Comienza con un cambio en la perspectiva: enfocándote en lo bueno, reconociendo la abundancia, y prestando atención a quién eres y al poder que hay dentro de ti para decidir qué es lo mejor. Esta nueva actitud te guía hacia tu transformación.
Dentro de cada corazón humano está el deseo de mejorar, crecer y cambiar. Es universal. Puede que tengamos diferentes razones para eso. ¿Cuál es tu motivación o sueño?
Ese gran sueño, esa meta, es una de las razones por la que abriste este libro: quieres establecer nuevos patrones y llegar a tener una vida más sana y enérgica. Y lo que hemos visto una y otra vez en El plan Daniel es que el cambio es posible. La capacidad de establecer nuevos patrones que perduren está en tus manos, y revisar tu motivación cada día te ayudará. Cuando comiences a hacer esto, te sorprenderás de la fuerza que encontrarás.
¿Recuerdas cómo la vida de Wendy López cambió dramáticamente cuando dio el pequeño paso de unirse a un pequeño grupo? Cada mujer en el grupo estableció dos o tres pequeñas metas alcanzables cada semana. Wendy decidió que necesitaba incorporar ejercicio regularmente a su vida. Planeó caminatas después del trabajo, senderismo el fin de semana, e incluso quedó con su hijo para ir al gimnasio. Su pequeño pero indispensable paso: compartió sus metas de salud con su pequeño grupo.
Esto es lo que hace que El plan Daniel sea tan sostenible. Ella no estaba sola en sus esfuerzos; tenía amigos que la animaban a medida que establecía y cumplía sus metas. Ellos le mandaban mensajes diciéndole que estaban pensando en ella y para preguntarle acerca de sus caminatas y su senderismo.
Por primera vez en mucho tiempo, Wendy se sintió animada. Tenía esperanza. Comenzó creyendo que podría hacerlo; porque de hecho, lo estaba haciendo. Dar pequeños pasos le permitió continuar, y le llevaron a obtener grandes resultados. Su forma física mejoró, al igual que su confianza y motivación. Comenzó a creer que el cambio no era solamente posible, sino también emocionante y estaba al alcance de la mano.
Progresos que perduran
Alonso Charles es otra persona a quien sus pequeños pasos le llevaron a grandes resultados. Pesaba al comienzo más de 180 kilos (400 libras), y estaba harto de estar cansado y enfermo. Había perdido su confianza. No tenía la energía para manejar las dificultades y el estrés.
Al igual que Wendy, Alonso se unió a uno de los pequeños grupos de El plan Daniel en Saddleback, y él les rendía cuentas de sus metas a los miembros de este grupo. Desde entonces, ha perdido más de 60 kilos (140 libras). Ahora él dedica la comida que come a los propósitos de Dios, y no escoge las comidas más pesadas que antes eran una carga para él. Sabe que el cambio es su decisión.
El enfoque de Alonso también mejoró. Desarrolló una determinación para abordar su caminar espiritual permaneciendo abierto a lo que Dios estaba haciendo en su vida. Su confianza creció, y comenzó a salir a correr. A medida que su forma física mejoró, también lo hizo su energía, lo que le llevó a poder pensar más claramente y a tomar decisiones con más seguridad. Sus inseguridades y sentimientos de inferioridad fueron reemplazados por el sello de El plan Daniel: la esperanza.
En la actualidad, Alonso practica deportes y continúa corriendo. El asma que antes sufría ha mejorado dramáticamente. Su viaje ha alimentado nuevas creencias sobre Dios. Se encuentra a sí mismo pensando de modo diferente: «Si Dios puede hacer esto en mi vida (algo que yo nunca pensé que fuera posible), ¿qué más puede hacer?». Sus pequeños pasos le han llevado a una posición en la que anticipa grandes cosas de parte de Dios. Ha recobrado la capacidad para soñar y ha desarrollado un corazón agradecido. Es un hombre de Dios, transformado.
Muchas veces creemos equivocadamente que el cambio requiere privación, que la transformación de alguna manera requiere evitar ciertas cosas. Fácilmente nos enfocamos en lo que no podemos tener en lugar de hacerlo en la abundancia de cosas que podemos disfrutar.
Sin embargo, la verdad es que el cambio es mucho más sostenible cuando nos enfocamos en lo que poseemos, en vez de enfocarnos en lo que no podemos tener. Por ejemplo, hemos hablado en este libro sobre la fe. Algunas personas intentan ser más fieles simplemente siguiendo una lista de normas y cosas que tienen que evitar. A pesar de que es importante honrar los mandamientos de Dios, tomar decisiones positivas es lo que nos transforma. La decisión de alabar a Dios con gozo, de servir y amar a otros, de enfocarnos en la gratitud y de ser bondadosos nos lleva a refrescar nuestro espíritu y hace crecer nuestra fe.
De la misma forma, cuando se trata de nuestra salud física, si nos enfocamos solamente en lo que no podemos comer o en lo que no podemos hacer, no seremos capaces de mantener los cambios que queramos. Pero si nos enfocamos en traer lo bueno a nosotros y en disfrutar de la abundancia de lo que Dios nos ha dado, nuestro cuerpo, mente y espíritu se fortalecerán. Comenzaremos a ver que caminar en la mañana o leer nuestra Biblia y orar no son cosas que «debemos» hacer, sino oportunidades de las que «nos podemos beneficiar», porque nos rejuvenecen y nos restauran. Cultivaremos una relación diferente con la comida en la que vemos el comer sano como una forma de ser amables con nosotros mismos, de cuidar con amor nuestros cuerpos.
Así es como empieza el cambio de perspectiva. Traemos lo bueno a nosotros no porque «debamos», sino porque anhelamos los beneficios que produce un estilo de vida sano.
Realmente se trata del autodescubrimiento: probar algo nuevo y darte cuenta de que lo disfrutas. Puede ser más simple de lo que pensamos. Descubrirás que el estilo de vida de El plan Daniel está bañado en gracia, una forma de vida diseñada por Dios que trae energía y pasión a tu ser.
Traer lo bueno hacia nosotros se trata de entrar al supermercado o la tienda y encontrar nuevos alimentos sanos que disfrutas. Se trata de aprender a amar los alimentos que también te aman. O puede tratarse de volver a subirte a una bicicleta —algo que no has hecho en mucho tiempo— o nadar por primera vez desde que eras un niño y darte cuenta de lo divertido que es.
A medida que hagas estas cosas, tu perspectiva cambia. En vez de decirte a ti mismo: «No puedo hacerlo, es demasiado difícil», imagínate pensando: «Aprender y probar nuevas cosas es genial, y voy a hacer más de esto». Ahora la vida se convierte en una aventura con una lista de infinitas oportunidades por descubrir.
Cada uno de nosotros está en un lugar diferente en cuanto a nuestra salud, pero los cinco Esenciales abren la puerta al cambio. Comienza tal como estés. Comienza con una cosa, pero hazlo. A lo mejor te propondrás la meta, en fe, de pasar más tiempo leyendo la Palabra de Dios y ser renovado por sus promesas. O puedes comenzar comiendo verdaderos alimentos completos. El mejor lugar para comenzar es donde estás. A medida que te enfoques en el progreso, y no en la perfección, serás equipado para correr la carrera que Dios ha preparado para ti.
Antes de las Olimpiadas de 1968 en la Ciudad de México, John Stephen Akhwari, de Tanzania, era simplemente otro corredor de maratón. Un corredor de calibre olímpico, sí. Había ganado maratones en África, habiendo corrido en menos de dos horas y media.
Fácilmente calificó para las Olimpiadas. No obstante, en la Ciudad de México, Akhwari se encontró con un obstáculo con el que nunca había luchado: la altitud, que le causaba graves calambres en los músculos de las piernas. Aun así, siguió corriendo. Entonces, aproximadamente a la mitad de la carrera, se enredó con algunos otros corredores y se cayó. Se dislocó la rodilla, se arañó la pierna y se hizo daño en el hombro al caer. Pero no paró. Con terribles lesiones y músculos contraídos que le hacían ir más despacio, no sin dificultad terminó la carrera. Fue una de las setenta y cinco personas que comenzaron la carrera, y el último de las cincuenta y siete que la terminaron.
Cuando finalmente entró al estadio para correr la última vuelta, solo un par de miles de personas estaban allí para verlo terminar la carrera. Terminó último con una gran diferencia, a más de una hora del ganador. Este valiente corredor fue aclamado mientras daba la vuelta a la ya oscurecida pista. Aunque parecía que Akhwari había perdido la carrera, todos los que lo vieron terminar sabían que era un ganador.
Más adelante, en una entrevista, un reportero le preguntó: «¿Por qué no renunciaste cuando estabas herido y amoratado, sangriento, y decepcionado?». Su respuesta: «Mi país no me envió desde 8.000 kilómetros (5.000 millas) para empezar la carrera; me envió desde 8.000 kilómetros para terminar la carrera».1
Queremos equiparte para correr la carrera a la que Dios te ha llamado a fin de que puedas terminarla bien. A veces esto significa levantarte cuando te caes y continuar hacia adelante a pesar de lo lento que parezca que vas.
Un paso crucial para correr bien la carrera es quitar aquellas cosas que nos detienen. Hebreos 12.1 nos dice: «Por lo tanto […] quitémonos todo peso que nos impida correr, especialmente el pecado que tan fácilmente nos hace tropezar. Y corramos con perseverancia la carrera que Dios nos ha puesto por delante» (NTV).
No correrías un maratón con un abrigo de invierno puesto. Si lo hicieras, podrías realizar un esfuerzo increíble, ¡pero nunca terminarías la carrera! Parece un ejemplo ridículo, ¿no crees? Pero muchos de nosotros no sabemos por qué nuestros esfuerzos parecen producir tan pequeños resultados. Nos frustramos: «¡Estoy trabajando tan duro, pero siento que no estoy avanzando! ¿Por qué esto es tan difícil?».
Es tiempo de quitarse el abrigo. Lo que te esté retrasando, déjalo atrás. ¿Cuál es la carrera que Dios tiene preparada para ti? Para responder a esto, primero debes ser honesto contigo mismo y pedirle a él que guíe tu camino.
Muchos de nosotros estamos perdiendo energía porque nunca nos hemos tomado el tiempo de pensar qué es lo que está ocurriendo en nuestra vida. El doctor Hyman recomienda que simplemente escribas una lista de todo lo que te da energía y todo lo que te quita energía. Incluye a todas las personas, lugares, cosas, experiencias, pensamientos, sentimientos y alimentos. ¿Qué es lo que te está retrasando? ¿Qué es lo que te produce gozo y te hace prosperar? ¿Qué hábitos te animan y qué hábitos te estorban?
Entonces, cada semana, proponte librarte de una de las cosas que te quita energía y añadir una que te dé energía. Este es un ejercicio revelador que puedes hacer antes de determinar tus metas y pasos para los siguientes 40 días.
Las cosas que te quitan energía normalmente pueden dividirse en tres categorías: hábitos no saludables (como no dormir lo suficiente, fumar, o comer comida chatarra), emociones no saludables (como preocupación, negatividad o ira), o relaciones no saludables (que podrían ser tóxicas o de codependencia). Simplemente percatarse de ellas es el primer paso hacia el cambio, hacia superar los obstáculos. Pasar un poco de tiempo evaluándote a ti mismo, considerando tus hábitos, es el primer paso hacia vivir un estilo de vida sano. Entonces estarás listo para escribir y fijar algunas metas iniciales.
A medida que comiences a incorporar las metas que anhelas conseguir, ¿estás buscando una fuente infinita de energía que te ayude a seguir adelante? ¿Estás listo para conectarte a un abundante suministro de amor y ánimo? La mayor fuente de energía al alcance de todos nosotros es simplemente el amor de Dios. Él proporciona el poder para cambiar.
Él quiere que seas lleno de su poder. Anhela llenarte de su amor. Es sorprendente que nos haya llamado para ser sus hijos y que su amor por nosotros nunca acabe. Él está esperando que aceptemos y recibamos su amor. Esto suena a una invitación de bienvenida, ¿no crees? Adelante, ábrela.
Estar cerca de tu Creador, tener tiempos de intimidad con nuestro Padre, es fundamental para nuestra vida aquí en la tierra. Es en esos tiempos a solas con él donde recibirás y entenderás su voluntad para tu vida.
El final de este libro no es el final del camino. Al contrario, es el lugar donde tu viaje comienza. Cuarenta días para una vida más sana es un impulso en la salida. Para continuar creciendo y seguir adelante, es fundamental reflexionar sobre nuestras vidas. Por esto es tan importante llevar la cuenta de tu progreso. Tenemos un diario, o una aplicación para el móvil, lo que tú prefieras. Sea cual sea tu decisión, te animamos a que documentes tu viaje. Podemos perdernos cuán lejos hemos llegado si nunca tomamos el tiempo para mirar atrás y ver los altibajos que hubo en el camino y darle gracias a Dios por lo lejos que nos ha llevado.
Reflexionar sobre tu viaje te ayudará a averiguar cuál es tu siguiente pequeño paso. Como a menudo dice el pastor Warren, no puedes manejar lo que no mides. Documentar tu progreso es práctico, y a medida que progreses, te motivarás para continuar.
Incluso los obstáculos en tu viaje te pueden ayudar a seguir adelante. Si prestas atención y documentas tu progreso, un mal día te da buenos datos. Cuando tu progreso flaquea, presta atención. No te juzgues a ti mismo, sino aprende de tus errores, como hablamos en el capítulo 6. ¿Qué causa obstáculos en tu alimentación o tu ejercicio? ¿Es cuando tienes demasiadas tareas? ¿Es cuando no duermes lo suficiente? Presta atención a los patrones, ciclos y reacciones; no para golpearte a ti mismo o sentir culpa, sino para que tengas más información sobre la cual tomar decisiones más sanas en el futuro.
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En El plan Daniel no hay condenación o culpa. Todos cometemos errores. La meta es aprender de ellos y establecer nuevos patrones en las áreas en las que más los necesitamos. Cuando documentamos nuestras victorias al igual que nuestros reveses, vemos que la gracia de Dios es suficiente, y su amor es más grande que cualquiera de nuestras debilidades.
Steven Komanapalli pudo comprobar que esto es cierto. En el capítulo 2 leíste sobre Steven, quien pesaba más de 145 kilos (320 libras) y afrontaba varios problemas de salud. Al vivir el estilo de vida de El plan Daniel, Steve es un hombre transformado. Ya sabes que perdió peso, mejoró sus niveles de colesterol y azúcar en la sangre, y dejó a un lado la mayoría de su medicación.
Steven también comenzó a andar y orar cada día con dos amigos. Ese fue un pequeño primer paso, pero le fortaleció para dar más pasos. Steven se enfocó en dejar toda su ansiedad sobre Dios, llenando su corazón y su alma con Dios en vez de encontrar su consuelo en la comida. Según va reflexionando sobre su viaje, Steven sabe que tener amigos que lo ayuden es crucial. Se siente menos hambriento y más enérgico. Se levanta fácilmente de la cama cada mañana, sintiéndose bien descansado, algo que fue incapaz de hacer durante veinte años.
Cuando Steven reflexiona sobre su viaje, se sorprende. Documentar su progreso regularmente produjo el ánimo necesario para continuar haciendo todos los cambios que ahora disfruta. Vivir el estilo de vida no solo le ha causado salud, sino también gran gozo. Ahora lidera un grupo de hombres e inspira a otros a vivir vidas más sanas. Steven dice que no hay límites para su éxito, porque Dios no tiene límites.
Nuestro mayor deseo es que te unas a El plan Daniel y a los cinco Esenciales, dándole la bienvenida a la salud a cada área de tu vida. Escoge creer que todas las cosas son posibles con Dios. Sé amable contigo mismo, y confía en él. Haz de la Palabra de Dios una parte diaria de tu vida, y sus promesas y verdades restaurarán todo lo que esté roto; su amor te impulsará a una nueva manera de pensar, a una forma sana de afrontar cada día.
Invita a otros a que te acompañen en este viaje. Disfruta de los logros que Dios pone a medida que escribe tu historia. Celebra tu éxito. Comparte tus dificultades. Cambia de sentido cuando sea necesario. Transforma los fracasos en guías que te ayudan y no te descarrilan. Ten comunión y mantenla, dándole la bienvenida al poder de Dios a cada área de tu vida. Esta es la salsa secreta de El plan Daniel: llegar a estar sanos juntos, a la manera de Dios y con el poder de Dios.
Cada uno de los cinco Esenciales —fe, alimentación, ejercicio, enfoque y amistades— son justamente eso: esenciales. Ninguno de ellos es menos importante que otro. Y cada uno se complementa con los demás: cuando te sientes débil en un esencial, hacer cambios positivos en los demás ayuda a restaurar tu esperanza. A medida que avanzas hacia hacer parte de tu estilo de vida diario los principios que engloban los cinco Esenciales, tendrás la fuerza para crear el cambio, sostenerlo y mantener tu motivación. Los viejos estribillos se reescriben, nuevas historias son reveladas, y la vida se convierte en una aventura impulsada por la fe, la esperanza y el amor.
Vivir el estilo de vida de El plan Daniel es cosa de gracia y paciencia; una forma de vida que honra a Dios e infunde nueva vida a tu cuerpo, mente y espíritu. Piensa en los siguientes pasos que te gustaría dar y las nuevas metas que te gustaría establecer para el viaje que te espera. Confiamos en que Dios tiene mucho más preparado para ti a medida que continúas siguiendo sus planes.