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EL PRIMER PRESIDENTE HISPANO DE ESTADOS UNIDOS

¿Dónde está el Barack Obama latino? ¿Por qué si hay más latinos que afroamericanos en Estados Unidos, el primer presidente miembro de una minoría no es hispano? ¿Cuándo veremos a un latino en la Casa Blanca?

Por principio hay que decir que el triunfo de Barack Obama en las elecciones del 4 de noviembre de 2008 es extraordinario en un país que ha vivido décadas de esclavitud, seguidas por décadas de racismo y discriminación. No cabe duda que la elección de Obama es un avance sin precedente en las relaciones raciales de una nación cuyos fundadores tenían, en muchos casos, esclavos.

Otro hecho incontrovertible, también, es que Estados Unidos está en camino de convertirse en un país con una mayoría latina. Y con esto, la pregunta no es si Estados Unidos tendrá un presidente hispano, sino cuándo.

Unos días antes de la Convención del Partido Demócrata en Denver, Colorado, a finales de agosto de 2008 —donde Obama pronunciaría su primer discurso como candidato oficial a la presidencia— la Oficina del Censo presentó una visión muy clara de cómo se verá Estados Unidos en el futuro. Las 80 mil personas que habían en el estadio de fútbol donde Obama aceptó la nominación de su partido eran ya un claro reflejo de lo que estaba por venir.

Estados Unidos no será más una nación blanca y negra, sino más bien café. Será mestiza, combinada, llena de mezclas. Indefinible por raza, color o religión. Será multiétnica, multirracial, multicultural y multilingüe.

“La Oficina del Censo calcula que para el año 2042 los norteamericanos que se autodefinen como hispanos, negros, asiáticos, indígenas, hawaianos e isleños del Pacífico, van a superar a los blancos no hispanos”,1 reportó el diario The New York Times. El reporte era noticia porque el cálculo anterior sugería que esto no ocurriría hasta el 2050. Esto significa que las minorías están creciendo mucho más rápido de lo que se anticipaba.

La población hispana pasará de 46,7 millones en el 2008 (15 por ciento de la población) a 132,8 millones en el 2050 (un 30 por ciento del total).

Sin embargo, yo quería saber exactamente cuándo los latinos se convertirían en una mayoría absoluta en Estados Unidos (con más del 50 por ciento de la población). La Oficina del Censo no me pudo ayudar.

Hablé con dos de sus científicos y no se atrevieron a hacer cálculos que fueran más allá de cincuenta años. Tenían razón. Hay muchas variables imposibles de calcular, desde actos terroristas y cambios en las tendencias migratorias hasta guerras y catástrofes naturales.

A pesar de eso, me lancé a hacer el ejercicio matemático. Y esta es mi conclusión.

Los latinos serán la mayoría en Estados Unidos en menos de cien años. Si las variables se mantienen más o menos estables, para el año 2106 habrá más latinos que blancos no hispanos en Estados Unidos.2

Este crecimiento de los latinos tiene dos orígenes: la inmigración y una alta tasa de natalidad.

La Oficina del Censo calcula que el número de extranjeros que llega cada año a Estados Unidos pasará de 1,3 millones en el 2008 a más de 2 millones a mediados de siglo. La mayoría de los inmigrantes que vienen a Estados Unidos son de México.3

En Estados Unidos viven casi 12 millones de mexicanos, según informó Ana Teresa Aranda, la Subsecretaria de Población, Migración y Asuntos Religiosos de la Secretaría de Gobernación en México. Y cada año, de acuerdo con sus cálculos, 580 mil mexicanos más se van al Norte.4 (Estas cifras, claro, son de antes que comenzara la crisis económica en Estados Unidos.)

Pero lo más interesante de todo es que ya para principios del siglo XXI, la mayor parte del crecimiento de los latinos se explicaba por el número de nacimientos de hispanos dentro de Estados Unidos, no por la llegada de inmigrantes.

“En los años 70, 80 y 90 había más inmigrantes hispanos que nacimientos [en la población latina]”, explicó Jeffrey Passel, el principal demógrafo del Pew Hispanic Center al diario The New York Times. “Pero en esta década hay más nacimientos que inmigrantes. Independientemente de lo que calculemos respecto a la inmigración en el futuro, Estados Unidos será más hispano y asiático”.5

Esta es una verdadera revolución demográfica. Más de la mitad de todos los niños que han nacido en Estados Unidos a partir del año 2000 son hispanos. Aquí están los datos.

Del 1 de abril de 2000 al 1 de julio de 2007 nacieron 10,2 millones de hispanos en Estados Unidos. En ese mismo período el resto de la población, que es un grupo muchísimo mas grande, apenas llegó a los 10 millones6 (según reportó el Pew Hispanic Center). Los hispanos crecieron un 29 por ciento; el resto de la población sólo un 4 por ciento.

Vamos por partes.

Las familias latinoamericanas, tradicionalmente, tienen más hijos que las norteamericanas y europeas. Y esa tendencia se mantiene cuando emigran hacia Estados Unidos.

La población hispana está creciendo 3,3 por ciento por año, mientras que el resto de la población blanca crece a un paso de un 0,3 por ciento anual.7 Este enorme contraste genera titulares como el que recientemente publicó el diario The Miami Herald: “Los hispanos evitan crisis demográfica en Estados Unidos”. El artículo comenzaba con el siguiente párrafo: “Si no fuera por los nacimientos de niños hispanos, Estados Unidos pudiera enfrentar un declive demográfico a largo plazo, similar al de Alemania, Japón y otros países industrializados”.8

Los hispanos se convirtieron hace poco en la minoría más grande, sobrepasando a los afroamericanos, y en menos de un siglo serán la mayoría. Debido a la población hispana, las minorías son ya una mayoría en tres estados —Nuevo México (58 por ciento), California (57 por ciento) y Texas (52 por ciento)— y en el Distrito de Columbia (Washington D.C., 68 por ciento).9

Este cambio poblacional tiene enormes consecuencias culturales.

Hace poco leí un artículo de la famosa y joven cantante francesa Diam, que nació en Chipre y que creció en un suburbio de París. El International Herald Tribune dijo que ella representaba a una nueva generación de artistas franceses, con raíces inmigrantes, que se está apropiando de Francia. “La Francia del baguette y de la boina no es mi Francia”, dijo Diam, de veintisiete años, en una entrevista al diario. “Yo no me identifico con esa Francia. No significa nada para mí. Yo como kebabs y uso gorras”.10

Bueno, ese mismo cambio cultural que están viviendo Francia y otros países europeos por la migración lo está experimentando Estados Unidos. Es el impacto hispano. Nadie sabe cuál será el resultado final. Seguramente sera algo poco puro, marcado por las mezclas. Pero nos lo podemos imaginar.

Ya hoy es fácil encontrar en Estados Unidos expresiones equivalentes a las de la cantante Diam en Francia. Los Estados Unidos del hot dog, el béisbol y la música pop y hip-hop no le dicen nada a mucha gente que vino de otros países o que tienen padres extranjeros. Para ellos su Estados Unidos es el del fútbol o soccer, los tacos y la música en español del reguetón y la salsa.

En Estados Unidos se comen más tortillas que bagels, José es un nombre más popular que Michael en California y Texas y según el diario USA Today, entre los cinco apellidos más comunes entre gente que compra casas, los García y los Rodríguez superan a los Brown y a los Miller. Algunas de las estaciones de radio y televisión que más se escuchan y ven en Miami, Houston, Phoenix, Los Ángeles, San Francisco, Chicago y Nueva York son en español.

Los hispanos, por su misma presencia, están promoviendo los ideales de justicia y equidad de César Chávez, la música de Shakira, Calle 13 y Fonseca, la voz de Plácido Domingo y del tenor Juan Diego Flórez, las majestuosas notas de la pianista Gabriela Montero, y las palabras de Junot Díaz, Isabel Allende y Sandra Cisneros entre muchos otros.

Esta es la latinización de Estados Unidos. Pero cuidado. No significa que Estados Unidos se va a convertir en una nación latina, sino, simplemente, que la presencia de los latinos y su progreso será determinante para el futuro de la nación.

Este es precisamente el tema del excelente libro Latinos and the Nation’s Future de el ex alcalde de San Antonio y ex secretario de vivienda, Henry Cisneros. “La población latina es ahora tan grande, su crecimiento es tan rápido, y es tan joven en contraste con el resto de la población, que no será posible progresar para Estados Unidos sin que la comunidad latina tenga sustanciales y hasta ahora inimaginables avances en lo económico y educativo”,11 escribió Cisneros, uno de los hispanos más influyentes y del que alguna vez se pensó que podría haber sido el primer presidente latino.

Los latinos, sin embargo, no siempre tuvieron un lugar central en la sociedad norteamericana.

El actor y comediante colombiano, John Leguizamo, dijo alguna vez que “si tú creces como latino [en Estados Unidos], tú eres un ciudadano de tercera categoría”. Y en un comentario que demuestra, a la vez, su humor y perspicaz capacidad de observación dijo que “el hecho de que no hubiera latinos [en la serie de televisión] Star Trek, era una prueba de que no estaban planeando contar con nosotros en el futuro”.12

El éxito de Leguizamo —nacido en Bogotá pero criado en Jackson Heights, Nueva York— y de muchos otros actors latinos en Hollywood es una muestra de que el futuro latino de Estados Unidos ha tomado a muchos por sorpresa (incluyendo a los creadores de Star Trek).

La influencia del crecimiento latino se nota en lo que comemos, en la forma en que bailamos y hasta en la manera de hablar en Estados Unidos.

Estados Unidos ya es (o está a punto de convertirse) en el segundo país del mundo donde más se habla español. En el 2007 la Oficina del Censo calculaba que había 34.547.077 personas mayores de cinco años que hablaban español en casa. Imposible saber si esas cifras incluyen a todos los indocumentados.

Por eso, lo más posible es que en Estados Unidos ya existan más personas que hablan español que en Argentina, Colombia o España. Y, si no es así, está a punto de ocurrir.

Estados Unidos es el único país que conozco donde hay gente que cree que hablar un idioma es mejor que hablar dos. “La realidad es que este es un país en donde se debe hablar inglés”,13 dijo el ex alcalde de Nueva York, Rudolph Giuliani, durante su reciente y fallida campaña presidencial. Y, yo añadiría, al menos un idioma más.

Barack Obama, en cambio, destacó cómo muchos europeos hablan varios idiomas —“Es vergonzoso cuando los europeos vienen aquí y todos hablan inglés, fránces, alemán …”14—y los norteamericanos no. Es cierto. El periodista Andrés Oppenheimer destacó en una de sus columnas una encuesta de Eurobarómetro realizada en los veintisiete países de la Unión Europea que concluyó que cincuenta y seis de cada cien europeos hablan otro idioma además de su lengua natal.15

En un discurso en Georgia, el ahora presidente Obama, reconociendo el enorme crecimiento de los hispanos y su cultura, le dijo a la audiencia que “se tienen que asegurar que sus hijos puedan hablar español”.16

La realidad es que los inmigrantes hispanos están integrándose rápidamente a Estados Unidos, aprendiendo inglés, obteniendo mejores salarios y mejor educación.

“Estamos cambiando a Estados Unidos”, me dijo en una ocasión Harry Pachón, del Tomás Rivera Policy Institute. “Pero Estados Unidos también nos está cambiando a nosotros”. Y luego me contaría que cuando se le pregunta a padres latinos el idioma en que sus hijos ven televisión, siete de cada diez dicen que sus hijos ven televisión en inglés. Es, me aseguró, un cambio generacional.

Y esto concuerda con la visión de que ser bilingüe es mejor.

La Oficina del Censo calcula que setenta y ocho de cada cien latinos son bilingües; desde los que hablan y escriben perfectamente en los dos idiomas hasta los que se dan a entender, con unas pocas palabras, en inglés o en español.

Tiene sentido. El español es la manera de mantener la cultura del país de donde venimos o donde están nuestras raíces. Y con el inglés salimos adelante en Estados Unidos.

Ya hay varias ciudades y regiones de Estados Unidos que son bilingües: Hialeah y la Pequeña Habana en Miami, Pilsen en Chicago, el este de Los Ángeles, Pomona, West Covina, e incluso en Brooklyn y Nueva Jersey, entre cientos de otras.

No hay ningún rincón de Estados Unidos donde no se hable español. Un 78 por ciento de los norteamericanos dijeron que frecuentemente se encuentran con gente que prefiere hablar el español al inglés, según una encuesta del programa Good Morning America de la cadena ABC.17 Incluso Bill Clinton dijo alguna vez que le gustaría haber sido el último presidente de Estados Unidos que no hablara español.

Y el español tiene su lugar asegurado en Estados Unidos durante las próximas décadas por cinco razones: la constante llegada de millones de inmigrantes hispanoparlantes, la cercanía de muchas poblaciones hispanas a la frontera con México, la tecnología que por celulares y la internet permite el frecuente contacto con familiares y amigos en América Latina, los medios de comunicación en español que refuerzan y reafirman la importancia de ese idioma y la histórica costumbre entre los hispanos de hablar español en casa para mantener nuestras raíces.

A pesar de lo anterior, todavía hay mucha gente que se resiste a la idea de que Estados Unidos pueda llegar a ser un país bilingüe.

“No creo que es apropiado que una figura nacional declare que los niños de Estados Unidos deben aprender español”, declaró en una entrevista Mauro Mujica, presidente de la organización U.S. English, ante la propuesta de Obama de que los niños norteamericanos deberían aprender español. “En una nación donde se hablan más de 300 idiomas, el inglés es la lengua unificadora”.18

Pero ese argumento es falso. Lo que une a Estados Unidos no es su idioma sino sus valores: el concepto —establecido en la Declaración de Independencia19— de que todos somos iguales, sin importar nuestro origen, religión, raza o sexo, su tolerancia por la diversidad, la aceptación de los inmigrantes y su constante deseo de innovar y mirar hacia el futuro.

Son sus valores, no el inglés, lo que hace de Estados Unidos un país diferente.

Sin embargo, a veces parecería que mientras más se habla español en Estados Unidos, más toma fuerza la propuesta de hacer del inglés el idioma oficial. Una encuesta de la empresa Zogby en el 2007 encontró que el 83 por ciento de los norteamericanos está a favor de hacer del inglés el idioma oficial.20

De hecho, la plataforma del Partido Republicano para su convención nacional en Minneapolis a principios de septiembre de 2008 tomó una postura muy clara al respecto:

“Apoyamos la adopción del inglés como el idioma oficial de Estados Unidos y exigimos la abolición de la educación bilingüe”.21

Y los votantes latinos escucharon bien ese mensaje. Dos de cada tres latinos votaron en contra del Partido Republicano en las elecciones presidenciales del 2008.

Cada vez que viajo a promover uno de mis libros o a hacer un reportaje, me encuentro con familias hispanas que me quieren presentar a sus hijos. Pero en los últimos años he notado un cambio muy significativo en este ritual.

Antes sólo me decían: “yo lo veo en las noticias” o “me leí su libro”. Sin embargo, ahora me dicen: “mire, este es Gustavo; él va a ser el primer presidente hispano de Estados Unidos” o “ella es Alejandra; se va a convertir en la primera latina en llegar a la Casa Blanca”. Y Gustavo tenía once meses y apenas daba sus primeros pasos. Y Alejandra dos años.

Estoy convencido de que el primer presidente hispano ya nació.

Algunos creyeron que el ex secretario de vivienda y ex alcalde de San Antonio, Henry Cisneros, sería el primero. Otros pensaron que Bill Richardson, el ex gobernador de Nueva México, podría tener la oportunidad.

Yo más bien creo que el primer presidente hispano está en kinder o texteando desde su celular entre la clase de matemáticas y español en high school. El primer presidente hispano será una mezcla entre lo latinoamericano y lo anglosajón, entre el Norte y el Sur, un camino intermedio entre el blanco y el negro.

Como Barack Obama, el primer presidente latino o la primera presidenta hispana será mestizo. Y ahí radicará su fuerza. Es en la unión de los opuestos donde radica su originalidad.

No tendrá que definirse como norteamericano o como latino; será las dos cosas, sin excusas, sin justificaciones. En su apellido y en su piel llevará su historia y sus raíces. Será, al mismo tiempo, indígena y europeo, anglosajón y latinoamericano. Todo junto, indistinguible.

“El fin ulterior de la historia”, decía José Vasconcelos en 1925 en su libro La raza cósmica, es lograr la fusión de los pueblos y las culturas”. Y luego concluiría, profético: “los pueblos llamados latinos& son los llamados a consumarla”.

Barack Obama es una mezcla planetaria: madre de Kansas, padre de Kenya, nacido en Hawai, criado en Indonesia, educado en Harvard y formado en Chicago. Arrastra en su historia todos los continentes. Un presidente hispano será igualmente complejo y único en su combinación de raza, color y origen.

Es inevitable preguntarnos por qué, si hay más latinos que afroamericanos en Estados Unidos, fue Barack Obama y no un Cisneros o un López o un Villarraigosa el que llegó primero a la Casa Blanca. Y la respuesta está en un pastel de cumpleaños con pocas velitas.

Los hispanos son más jóvenes que el resto de la población norteamericana. En el 2007 el promedio de edad de los latinos era 27,6 años frente a 36,6 del país en su totalidad.22 Es decir, el primer presidente latino o la primera presidenta hispana está estudiando en estos momentos, o viendo una video en su laptop, o viajando con sus padres a México o jugando fútbol.

Uno de cada cuatro hispanos tiene menos de dieciocho años. Por eso Barack Obama, a sus cuarenta y siete años de edad, llegó primero a la Casa Blanca.

Durante esos históricos días en torno a la victoria de Obama tuve la suerte de sentarme a conversar con dos de las personas que más han estudiado el progreso de los hispanos en Estados Unidos. Y le pregunté a Raúl Izaguirre, el ex presidente del Consejo Nacional de la Raza y encargado de un centro de estudios en la Universidad Estatal de Arizona, si a sus sesenta y nueve años esperaba ver al primer presidente hispano.

“Sí, lo espero”, me dijo con absoluta convicción. “Tenemos a personas muy destacadas y que tienen la capacidad de ser presidente. Tienen la misma inteligencia que Obama. Lo único que les falta es presentarse y platicar con el pueblo norteamericano. Necesitan tener una oportunidad con los medios de prensa para darse a conocer al pueblo norteamericano”.

Arturo Vargas, director ejecutivo de NALEO (National Association of Latino Elected and Appointed Officials), fue un poco más realista. “Por ahí vamos”, me dijo. “Hemos progresado bastante. Pero tampoco podemos engañarnos. Nos queda mucho por hacer. Porque, sí, casi 10 millones de latinos votaron [en las elecciones presidenciales del 2008]. Pero 17 millones pudieron haber votado”.

El camino está trazado. Durante el próximo siglo los hispanos serán la mayoría. Pero antes de que eso ocurra, un latino o una latina podrá decir desde la Casa Blanca: mi casa es su casa.