Prólogo

Treinta años atrás, quien hoy escribe estas líneas sin más mérito que el de la amistad y el enorme cariño —que sé recíproco— que me une a Miguel Ángel Davara y su familia, era un estudiante de segundo curso de Derecho en ICADE cuando conoció al profesor Davara en una asignatura que la Facultad, adelantada a otras en sus programas, titulaciones y planes de estudio, había configurado bajo el título de Informática Jurídica e impartida por Miguel Ángel. Su rigor, seriedad, amenidad y amplitud de conocimiento ahormó como pocos nuestra formación y pensamiento jurídico bien aderezado de una lógica y refutación diría que aplastante. Era un visionario realista. Sí, supo anticipar lo que otros transitaron más tarde primero con el comercio electrónico, luego con la protección de datos y un larguísimo etcétera. Visionario en el sentido de precursor, de anticiparse a un futuro que solo unos pocos con sagacidad y constancia, y mucha honestidad, supieron vislumbrar y allanar caminos para el estudio, la reflexión y el debate. Luego vendrían otros nombres y asignaturas que bascularían entre el derecho informático, lo digital, etc. Y realista, bajo los estrechos márgenes que los vetustos y arcaicos códigos abrigaban, su magisterio y conocimiento le hicieron asistir, asesorar y escribir desde primera línea no pocas normas y leyes, no solo en España.

La vida o el devenir de la misma te depara sorpresas en sus caminos. Nada es casual. Quizá, caprichoso, y las más de las veces, causal. Acabada la licenciatura esas sendas de amistad y admiración se cruzaron con Miguel Ángel toda vez que decidí que mi dedicación profesional sería la académica, la Universidad, nuestra Alma Mater. Ahí se produce un reencuentro ya desde la atalaya de la investigación que además permitiría que otro Miguel Ángel Davara —hijo, el inolvidable amigo que se nos fue antes de tiempo—, fuese el nexo y eslabón esencial de esta relación al cursar ambos el doctorado en nuestra Facultad.

Aquellos años fueron años de unos desbordantes Encuentros de Informática Jurídica que Davara organizaba en nuestra Universidad, unos congresos en toda regla, nunca vistos, donde participaba lo mejor entre lo mejor, lo más avanzado jurídica y tecnológicamente y donde eran un genuino faro o guía de actuación para muchos juristas. La reputación, el prestigio de aquellos congresos y sus publicaciones en Aranzadi, la internacionalización de los mismos hizo de ellos la cita, la gran cita obligada para los estudiosos entre esa interconexión necesaria y real entre el derecho y la informática. Ahí también nos permitía, de nuevo visionario y precursor, a los jóvenes e «imprecavidos» aprendices de investigador y con todos los sueños intactos publicar comunicaciones y ponencias en esa liturgia bautismal que es escribir tus primeros papeles para el mundo jurídico.

Un tiempo donde, además, Davara combinaría, docencia y abogacía y el liderazgo indiscutible en su Instituto de Informática jurídica en la Universidad. Siempre la palabra prudente, exquisita y concisa, sin alharacas ni estridencias, sabiendo muy bien a quién y el momento a quién pronunciarlas. El hombre bueno y estoico nos daba con su forma de ser y elegancia en las formas, excelentes lecciones de vida. Una vida que ja visto enormes alegrías, sus hijos, sus carreras, sus doctorados, las bodas, los nietos, la tercera generación de un nombre y un apellido, la enfermedad y sus tratamientos, y en los que jamás faltó a una clase Miguel Ángel Davara, la jubilación en las aulas de ICADE al llegar a los 65 años, pero no la otra, y la bofetada más dura y espinosa que el corazón de un padre y una madre —su querida Maribel, motor y nexo de una familia única— puede deparar la pérdida repentina del hijo, un hijo. Y ahí aquellos días tan duros de febrero otro ejemplo de saber estar, de entereza, toro el corazón y el alma por dentro.

Pero al lado de estos pequeños retazos biográficos que solo el cariño y la confianza lo permiten, de pronto llega este homenaje en forma de libro que es testimonio del afecto y el cariño que sus compañeros y colegas jurídicos de esta y otras facultades, universidades, profesionales, etc., le brindan gracias a la dirección y promoción de sus hijas Elena y Laura en la prestigiosa editorial Wolters Kluwer. Una obra que no solo recoge ese afecto y respeto sino la admiración por toda su ingente obra a lo largo de estos años en forma de libros, monografías, manuales, estudios colectivos, artículos, etc. Algunos con innumerables ediciones que consolidan el poso de los pocos que llegan a categoría de maestros.

No son muchos los profesores que al culminar su trayectoria reciben este tributo por parte de sus compañeros. Esto es símbolo del aprecio, de la admiración, del cariño y respeto que ha merecido y merece entre sus compañeros de profesión y de vocación, la Universidad con mayúsculas, del marco jurídico y profesional, del avatar cotidiano y diario que el ejercicio práctico de la abogacía depara y enriquece extraordinariamente. Al hombre, al profesor, al investigador, al precursor rendimos hoy este pequeño tributo cargado de gratitud pero también de alegría y conscientes del legado de amistad y compañerismo que día a día, en el aula y fuera de ella, Miguel Ángel ha atesorado y atesora. Tuvimos ahora hace diez años su despedida en ICADE como profesor donde en esa ocasión como Director de Departamento el entonces Decano Iñigo Navarro me pidió unas palabras que glosasen su trayectoria y dignidad humana.

Hombre de convicciones profundas, de un sentido de la lealtad extremo, dueño de un sentido común y una prudencia tan inconmensurables como poco frecuentes, Davara ha seguido y sigue al pie del cañón, sin parar ni flaquear, su carácter y fuertes convicciones y un rigor extremo y compromiso hacen de él un espejo al que todos hemos de mirarnos.

Pero no puede entender ni comprender al hombre y al profesor sin el gran motor de su vida, su fiel compañera y esposa, Maribel, la esposa y madre, también abuela, el sustento y aliento diario de Miguel Ángel en un camino de décadas que transitan juntos. Como Decano de la Facultad de Derecho, pero sobre todo como colega y amigo, celebro con profunda alegría el sentido de este homenaje, muy merecido y testimonio del afecto, del compañerismo, de la entrega incansable de Davara y su ejemplo. Su legado aún no está cerrado. Sigue escribiendo en esas hojas de la vida con la ilusión primera de antaño y con la responsabilidad de dejarnos, dejarles a los suyos también, la huella de la vida, la de los valores, el esfuerzo, el sacrificio y el sentido de la lealtad y la amistad.

En Madrid, a 18 de mayo de 2022

Abel B. Veiga Copo

Decano de la Facultad de Derecho – ICADE