AGRADECIMIENTOS

Siempre he acosado e importunado a mis amigos con dudas y consultas sobre lo que escribo. Y siempre he confiado en que pudieran consolarse viendo en ello una prueba de que los necesito. En esta ocasión, sin embargo, tengo la sensación de haberlos importunado más. Gracias a todos ellos por este exceso, y en especial, siempre en especial, a Gelita.

Conce, este libro es para ti.

Paco Solano me prestó su tiempo y además me ayudó a distribuir el mío. Espero no haber abusado demasiado, también, de su generosidad e inteligencia.

Al doctor Kaude, creador del término «mimosismo», debo agradecerle que haya tenido siempre abiertas para mí las puertas de su gabinete. Gracias a Eduardo, Lucía, Alejo, Manolo, Raúl, por haberme participado sus ideas y conocimientos, y su magnífico buen humor. Algunas expresiones e inspiraciones se las debo al ingenio de NoName. Al no menos ingenioso Joaquín le debo un par de cabezas. Pepe, gracias por la piscina.

Nieves Pizarro, doctora, feliz experta en estereoquímica, ha sido una guía paciente y virtuosa: sin duda he estado en buenas manos. A través de ella tuve también la suerte de conocer a otro amable virtuoso, Jesús Joglar.

Y gracias, por supuesto, a Samantha.

Hay, sin embargo, de todo este plantel de amigos, uno en particular que ha sido para mí la llave de muchos de los demás, y sin el cual no diré que este libro no se habría escrito, pero sí que estoy seguro de que sería completamente distinto. Se llama José Carlos Bouso, aunque yo ya empiezo a llamarle Sinelcual. Sin él quizá yo habría podido escribir otra cosa, pero no ésta. Y por ésta en concreto le estoy tan exactamente agradecido.

M., octubre de 2004