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Esperanza de vida: ¿llegar a los cien años?

¿Quieres vivir hasta los cien años? ¿De verdad? La mayoría de gente a la que hoy en día se le plantea esta pregunta considera que llegar a los ochenta, más o menos, estaría bien, aunque cada vez son más los que opinan que estaría bien llegar a los cien con buena salud. ¿Y tú? Podría ser el momento de recalcular tu edad y pensar en lo que la ciencia médica puede arreglar. En Estados Unidos cada vez hay más personas que contratan un seguro de longevidad, cuya renta vitalicia empieza a cobrarse mensualmente a los ochenta y cinco años.

Si alguna vez has ido a una reunión de ex alumnos muchos años después de terminar los estudios o a alguna fiesta con amigos o familiares de hace mucho tiempo, como yo, seguro que te has dicho a ti misma: «Fulanita se ve realmente bien» y «Menganita se ve... bueno...» A menudo, personas nacidas el mismo año no aparentan la misma edad, y siempre es halagador que la gente nos vea más jóvenes de lo que somos en realidad. Llega un momento en la vida en que la genética y las condiciones ambientales pasan factura; hay quien envejece bien y despacio, mientras que otros no tanto.

Está la edad mental, que es una actitud y algo que podemos esforzarnos eficazmente por mejorar. Tenemos después el aspecto físico, sobre el que poseemos una cantidad razonable de control a la hora de aparentar nuestra edad o un poco menos, desde la ropa o el peinado que elegimos hasta el peso o el uso de productos cosméticos y, tal vez, de cirugía estética. En este sentido, la disponibilidad de dinero facilita las cosas considerablemente.

Pero también dependemos de cómo estamos por dentro, es decir, de nuestra verdadera edad física. Algunas partes de nuestro organismo simplemente se desgastan y revelan su edad. En este libro, hasta ahora me he concentrado sobre todo en medidas preventivas y prácticas antienvejecimiento que contribuyen a que la maquinaria siga funcionando bien, el aspecto físico continúe siendo óptimo y el espíritu se conserve cuanto sea posible. Actualmente hemos iniciado la era posgenómica, y a lo largo de los próximos cincuenta años se adoptará un nuevo enfoque sobre lo que la ciencia y la tecnología pueden hacer para permitirnos vivir bien más tiempo. Adelante con los órganos regenerativos y las sustituciones de partes del cuerpo.

ESPERANZA DE VIDA Y EXPECTATIVAS

EN LA VIDA

¿Cómo sales parada en los encuentros de ex alumnos? ¿Estás a la altura físicamente? ¿Cuánto tiempo vivirás?

¿Querrías saber ahora la edad a la que fallecerás? En ese caso, ¿qué harías de otra forma, o quizá qué te gustaría haber hecho de otra forma?

Hoy en día sabemos más cosas que nunca sobre la esperanza de vida. ¿Y de la tuya? En algún momento del periplo vital, cuando empezamos a pensar seriamente en la jubilación, sin decirlo expresamente dejamos de pensar en nuestra edad cronológica en función de los años vividos y empezamos a centrarnos en nuestra esperanza de vida, es decir, en los años que faltan para que muramos. Es un momento aleccionador.

Actualmente dos de las preocupaciones más corrientes que tiene la gente al envejecer es quién cuidará de ella y si tendrá dinero suficiente para mantenerse hasta la muerte. En el mundo desarrollado y en la nueva era de la globalización en que los hijos suelen vivir y trabajar lejos de sus padres, la vieja costumbre de que los hijos se convertían en los padres de sus padres está cayendo en desuso y suele ser, sencillamente, imposible. Este es el caso en Estados Unidos, Francia, China... en la mayoría de sitios. Es algo que preocupa a muchas personas. Además, los padres que en algún momento han sido padres de sus padres no quieren ser una carga para sus propios hijos, y desean disfrutar que prefieren en sus últimos años del estilo de vida. En ocasiones he oído decir: «Quiero morirme de un infarto a los noventa en el salón de belleza.» O también: «Quiero morirme el día que me haya gastado el último céntimo.»

Hoy en día, como la longevidad de la gente aumenta, muchos países han creado redes de seguridad social para la sanidad y la jubilación, pero su coste y sostenibilidad son una preocupación diaria tanto para los individuos como para los gobiernos.

En Estados Unidos, el sistema de pensiones público, llamado Social Security, fue creado en 1935, y los primeros pagos mensuales empezaron a hacerse en 1940. Garantizaba que a los sesenta y cinco años, cuando una persona se jubilara, recibiría (incluido el cónyuge) una razonable suma mensual para vivir decentemente los años que le quedaran de vida. Ahora bien, por aquel entonces la esperanza media de vida de los estadounidenses al nacer era inferior a los sesenta y cinco años. Actualmente, en este país se sitúa alrededor de los 79 en el total de la población, 82 en el caso de las mujeres... y el sistema se está yendo lentamente a la quiebra. En Francia, la esperanza de vida de la población es de 81,5 años, pero actualmente para las mujeres es de 85,3 años al nacer. Sin embargo, la esperanza de vida al nacer no es el únic­o factor a tener en cuenta (me referiré a ello en un momento), y los estadounidenses que se jubilaron en 1940 disfrutaron de la pensión unos trece años aproximadamente.

Pamela, una amiga mía de sesenta años, la semana pasada me contó que siempre había esperado jubilarse a los sesenta y cinco, que era y es una edad habitual, indiscu­tida y establecida como objetivo en Estados Unidos, al parecer inculcada al nacer. Pero había leído en una publicación que cabía la posibilidad de que llegara con vida a los noventa y había caído en la cuenta de que no quería estar tanto tiempo jubilada, y que de hecho tampoco podía permi­tírselo, de modo que fijó su nueva edad de jubilación en los setenta.

La esperanza media de vida, una cifra que se usa habitualmente, en realidad es engañosa y, sorprendentemente, no se interpreta bien. Ese número no solo surge del promedio de muchas personas de orígenes y situaciones diferentes, sino que se obtiene realizando la media de hombres y mujeres (y las mujeres viven más tiempo) y, lo más importante de todo, se calcula desde el nacimiento. Una vez que se sobrevive a los factores de la mortalidad infantil, la edad media de la esperanza de vida aumenta. De hecho, por cada año que vive una persona, la esperanza media de vida de su país o de su grupo aumenta, incluida la suya propia.

Fíjate en la palabra «media». Como he dicho con anterioridad, actualmente si una niña nace en Francia, su esperanza de vida es de ochenta y cinco años. Pero eso significa que tiene un cincuenta por ciento de probabilidades de vivir más de ochenta y cinco años. Si llegas a los sesenta y cinco, las probabilidades de que vivas más de ochenta y cinco años son mucho mayores que al nacer o que a los veintiún años. Añade a eso algunos factores individualizados como la salud, la educación, la genética y la raza (los blancos son los que tienen la esperanza de vida más alta), y puedes prever una esperanza de vida todavía mayor.

A partir de datos fiables, así como de supuestos e interpolaciones que he hecho, creo poder decir sin temor a equivocarme que, si estás leyendo este libro, ¡tienes una posibilidad entre diez de vivir hasta los noventa y cinco años o más!

¿Quién quiere vivir hasta los noventa y cinco si se pasa los últimos cinco años sufriendo en lugar de disfrutando; o si, como tememos actualmente, ni tan solo recuerda quién es los últimos cinco años?

Las aseguradoras, las rentas vitalicias, los fondos de pensiones y los planes de la seguridad social gubernamentales están pendientes de los promedios, incluso en lo relativo a nuestras necesidades sanitarias. La mitad que no alcanza la edad media contribuye a pagar por la mitad que sí.

Si quieres envejecer con actitud positiva, muchos promedios, especialmente el de la esperanza media de vida al nacer, no resultan de gran utilidad. Las dos esperanzas de vida que tendrían que interesarte son: (1) tu propia esperanza de vida actual, a veces denominada «esperanza de vida restante», y (2) tu esperanza de años de vida restantes gozando de buena salud.

La Comisión Europea se ha interesado por la esperanza de vida con buena salud (EVBS), que es una forma complementaria de esperanza de vida relacionada con la calidad de vida y los años sin enfermedades crónicas. Creo que las estadísticas publicadas más útiles para todos nosotros son las que calculan la esperanza media de vida a los sesenta y cinco años (o, si existen, a tu edad actual) frente a la esperanza de vida, más general, al nacer.

Así, por ejemplo, en Estados Unidos la esperanza media de vida es de 81,1 años al nacer, pero si actualmente tienes sesenta y cinco años, en tu caso es de 85,4. Esto significa que la mitad de las mujeres de sesenta y cinco años llegarán a los ochenta y cinco o más.

¿Y YO?

Los promedios estadísticos son útiles para establecer parámetros y planificar, sobre todo cuando se manejan poblaciones de considerable tamaño. Pero a la mayoría de nosotros nos interesa una población de una sola persona: yo. Moi.

Una especie de regla general de cálculo de la esperanza de vida es la velocidad y la agilidad con que caminas a los setenta y cinco años. Si andas como alguien de la mitad de tu edad más o menos... ya puedes sumarte diez años. Puedes esperar vivir hasta los ochenta y cinco por lo menos.

Cada vez hay más calculadoras de esperanza personalizada de vida disponibles en internet gratis o a un precio módico. Utiliza un buscador para localizar unas cuantas y disponte a hacer un ejercicio interesante. Dedica diez minutos a responder preguntas sencillas sobre ti: sexo, edad, estatura y peso; estado civil y grupo de amigos; estilo de vida en relación con el estrés y los hábitos saludables, o mejor dicho, no saludables, como fumar y comer mal, o el ejercicio físico y la actividad física y mental frecuentes y saludables; situación médica, desde la tensión arterial y el colesterol hasta el historial de enfermedades y afecciones crónicas o el historial médico de tu familia. Después, pulsa enter y aparecerá tu esperanza estimada de vida.

Yo lo probé. Creo que debí de mentir sobre el chocolate que como... y dije un poquito menos. La cifra que salió fue 104 años. ¡Caramba!

Me cuesta creerlo, pero lo cierto es que me mantengo en un peso sano, sigo una dieta excepcionalmente saludable, tengo la tensión arterial y el colesterol más que bien, ando y hago yoga todos los días, en mi familia no hay antecedentes de infarto ni de cáncer, y mi madre vivió hasta los noventa y seis. Como dije, ¡caramba! Aunque sean diez años menos de los estimados por «haber hecho trampa dando respuestas optimistas a las preguntas», por pertenecer al margen inferior de la media, por el hecho de que las preguntas no fueran exactamente las que debieran y porque tal vez el cálculo tenga un amplio margen de error... el caso es que vivir con buena salud mucho tiempo es, sin duda, el objetivo y lo que guía las decisiones que tomo ahora.

Afortunadamente, la ciencia y la tecnología ya facilitan mucho las cosas. Tendríamos que poder vivir con más salud, funcionar mejor y ser más felices durante más tiempo que quienes nos precedieron.

BIÓNICAMENTE TUYO

¿Conoces a alguien a quien le hayan reemplazado una o ambas rodillas? Sustituir partes del cuerpo está de moda, y es una técnica que se practica desde hace solo una generación y que mejora día a día. Jane Fonda, la famosa y atractiva actriz nacida en 1937, experta autora de libros sobre ejercicio físico y salud muy vendidos, lleva una rodilla, una cadera y unas cuantas vértebras artificiales.

Yo todavía no me he visto obligada a sustituir ninguna parte de mi cuerpo, solo llevo un par de implantes dentales que me van bien, muchas gracias; pero si los trasplantes y los implantes mejoran la calidad de vida y permiten que el yo interior aflore, tanto mejor. ¿Sería posible llegar tranquilamente a los ochenta y cinco o los noventa, de modo que puedan encararse sin miedo y convertirse en los nuevos setenta y cinco? (Bueno, se supone que basta con tener una actitud positiva para sumar diez años a la esperanza de vida sana.)

Los franceses disponen de muy buenos facultativos y de una técnica médica avanzada (aunque haya que contar con los costes y recortes en sanidad a los que se enfrentan hoy en día muchos países), y pese a que no se muestren tan proclives como los estadounidenses a las acciones invasivas, desde luego son conscientes de las opciones que existen. Ciertamente, en nuestros planes antienvejecimiento para vivir más y más sanos, tenemos que conocer todas las posibilidades. Por ello, a pesar de que no soy médico, repasaré rápidamente lo que tenemos que plantearnos al abordar la vida para envejecer con actitud positiva. En este sentido la ciencia y la tecnología nos proporcionan medicina prescriptiva, no preventiva; veamos algunas de las formas en que lo hacen... pero solo las que facilitan el funcionamiento normal y secundan los años de vida con buena salud (y no son ciencia ficción):

Ojos: La vista es lo primero que se pierde, ¿verdad? Sí, hacia los cuarenta mucha gente empieza a tener la impresión de que sus brazos son demasiado cortos o las letras demasiado pequeñas. Existen gafas desde hace siglos, pero ningunas tan eficaces como las actuales lentes cortadas con láser usando tecnología informática, con accesorios tales como capas fotosensibles, fotocromáticas y antirreflejantes. Existen lentes de contacto desde principios del siglo XIX, y desde entonces no han dejado de mejorar continuamente. Su uso se extendió muchísimo gracias a la aparición y aprobación de unas lentillas blandas que no tenían que quitarse por la noche. La opción de la cirugía láser correctora se generalizó a finales de los noventa, lo mismo que la cirugía mejorada de cataratas con láser. La implantación relacionada de lentes intraoculares artificiales se ha utilizado habitualmente desde los años sesenta. Si bien existen varias formas de ojo biónico, aún no existe nada que pueda implantarse y funcionar como un ojo normal. Eso llevará tiempo. Lo más cercano en el futuro, tal vez disponible en unos diez años, es la regeneración de las células ganglionales de la retina a partir de células madre (células que pueden convertirse en otros tipos de células) para reparar la ceguera debida al glaucoma y otras afecciones relacionadas.

Oídos: Quedan muy lejos los días de las trompetillas. Los audífonos son cada vez más pequeños y mejores. Es una buena noticia, naturalmente, porque como todos sabemos, el oído se pierde (el cincuenta por ciento de las personas de setenta y cinco años han perdido algo de oído), y las consecuencias sociales no son buenas. Mucha gente mayor que sufre pérdida de audición no tratada acaba aislándose cada vez más porque le resulta difícil procesar el mundo que le rodea e interaccionar con él. Debido a ello, puede sucumbir a la soledad e incluso a la depresión. Los audífonos solo aumentan el volumen de los sonidos. Si el oído interno está dañado y las células sensoriales no funcionan adecuadamente, la solución suele pasar por un implante coclear, una neuroprótesis que crea un «oído electrónico» saltándose las células dañadas de la cóclea.

Corazón: Casi todo el mundo conoce a alguien a quien le hayan practicado una cirugía de bypass coronario que le salvó y prolongó la vida. Desde la década de los sesenta, existe una creciente cantidad de personas a las que se ha injertado una, dos, tres o cuatro venas y arterias de otra parte del cuerpo a las arterias coronarias para mejorar la circulación hacia el corazón. Hoy en día son muy habituales los stents para reducir la obstrucción y ensanchar las arterias, lo que prolonga la vida. Además, las válvulas enfermas del corazón se reparan o sustituyen quirúrgicamente, usando materiales artificiales o tejido humano o animal. La operación más importante y menos frecuente para prolongar la vida es, por supuesto, el trasplante de corazón, que lleva practicándose desde 1967 a personas con una cardiopatía grave que corren un riesgo inminente de muerte, llamado eufemísticamente fase terminal. Anualmente se llevan a cabo en todo el mundo alrededor de cuatro mil trasplantes de corazón, operación que añade un promedio de quince años a la vida de una persona. Sin embargo, el proceso exige encontrar un corazón sano y compatible, y la demanda supera con creces la oferta. Ello ha conllevado el desarrollo de corazones mecánicos o artificiales, normalmente como paso intermedio hasta que se encuentra un corazón viable. En este sentido, se han hecho avances desde la década de 1980, y en los últimos años se han utilizado con éxito una serie de bombas cardíacas portátiles, entre las que se incluye por lo menos una que se implanta completamente. La sustitución por un corazón artificial es uno de los primeros premios de la medicina moderna, pero actualmente está fuera de nuestro alcance.

Otros órganos: Los riñones son los órganos que actualmente se trasplantan con mayor frecuencia, seguidos del hígado. La medicina de trasplantes, que es indiscutiblemente compleja y supone un auténtico desafío, sigue ampliándose y evolucionando. Además del corazón, los riñones y el hígado, hoy en día también se efectúan con éxito trasplantes de pulmones, intestinos, páncreas y timo, así como de diversos tejidos como tendones, venas, huesos e incluso córneas.

Nuestra piel es a la vez nuestro mayor órgano y un tejido. Desde hace mucho tiempo se realizan con éxito injertos de piel de una parte del cuerpo en otra, sobre todo en casos de quemaduras. Aparte de eso, el futuro ofrece muchas expectativas tanto en el ámbito de la regeneración de órganos como en el de la piel artificial con sensibilidad gracias a una red neuronal de procesadores electrónicos.

Dientes: ¿Usas hilo dental todos los días? ¿Dos veces al día? Es una forma de prolongarte la vida y verte bien, de verdad. Procurar la salud dental, lo mismo que cuidarse la piel, puede marcar una enorme diferencia en el aspecto físico de las personas mayores. El hilo dental previene la enfermedad de las encías, que si se cronifica puede provocar la pérdida de piezas dentales y añadir placa a las venas y arterias, lo que aumenta las probabilidades de presentar una cardiopatía y de sufrir un infarto. Mi madre no lo usaba (¿quién había oído hablar de eso hace cincuenta años?, y aunque me enseñó a cepillarme los dientes, no puedo dar fe de lo que hacía en privado. Lo que sí sé es que, como muchas personas de su generación, sus dientes y encías llegaron a un punto en que la única recomendación era extraer todas las piezas dentales y ponerse dentadura postiza. Y es así como vivió cuatro décadas como mínimo... una dentadura completa que uno se quita por la noche y vuelve a ponerse por la mañana. (Nunca acabó de aceptarlo, ¡y le cambió la sonrisa!) La humanidad conoce los dientes postizos desde hace más de dos mil quinientos años. Las dentaduras postizas completas existen desde hace unos quinientos años, y los dientes de porcelana, desde 1770. Sin embargo, el auténtico avance se ha producido en los últimos veinticinco años, lo que significa que en muchos casos, ya no es necesario llevar una dentadura postiza completa.

También se han utilizado desde hace mucho tiempo las dentaduras parciales, algunas de ellas extraíbles, otras fijadas permanentemente, como las coronas y los puentes que se sujetan en los dientes restantes. Son más estables, claro, y la tecnología ha mejorado su aspecto y la sensación que provocan en la boca.

Con las técnicas de adhesión dental modernas, se pueden poner fundas, poner carillas y blanquear los dientes, y estos procedimientos, junto con la sustitución de las piezas que faltan, contribuyen a gozar de un mejor aspecto facial y una mayor autoestima. Las técnicas modernas de diseño asistido por ordenador producen resultados fantásticos. Naturalmente, los dientes postizos que llenan los huecos de la dentadura contribuyen también a hablar de modo más nítido y natural, y permiten masticar y comer variedad de alimentos. Son, pues, sustituciones importantes, no solo para garantizar un buen funcionamiento mecánico, sino para mejorar la salud de la persona y sus probabilidades de tener una larga vida.

Una vez que tuve un problema fui a dar con un dentista de la vieja escuela que me sugirió, como si tal cosa, extraerme muchos de los dientes adyacentes porque a la larga iban a tener problemas y tendrían que arrancármelos. En esa ocasión me salvó el progreso. Los avances de la tecnología y las técnicas dentales me permitieron salvar las piezas que no tenían demasiados problemas. Para los dos que no pudieron salvarse, dos implantes dentales de la variedad poste y corona han sido milagros de la medicina sustitutiva moderna. Se trata de un auténtico progreso que favorece una larga vida. Ojalá fueran más asequibles y estuvieran al alcance de más personas.

Articulaciones: La práctica deportiva, la artritis y el desgaste natural se han traducido en una cantidad espectacular de procedimientos de sustitución de articulaciones en todo el mundo. La sustitución con éxito de caderas, rodillas, tobillos, codos y hombros es una práctica común que alivia el dolor y mejora la movilidad. Solo en Estados Unidos se efectúan anualmente más de un millón de sustituciones de este tipo. El organismo humano suele compararse con una máquina, y lo cierto es que parece ser realmente así, porque es posible ir al taller para que te hagan una puesta a punto y te pongan una pieza de recambio. La tecnología ha ido proporcionando elementos cada vez más perfeccionados para las prótesis ortopédicas. Las rodillas y las caderas artificiales duran más y funcionan mejor.

EL CASO DE TONY

Tengo un conocido, Tony, a quien le sustituyeron ambas rodillas, una en el mes de diciembre de un año y la otra al diciembre siguiente. Entre la recuperación postoperatoria y la fisioterapia, tardó entre seis y ocho semanas en hacer vida normal y cantar las excelencias de las operaciones. Algo que le resultó extraño fue que antes de su primera operación, tuvo que elegir la rodilla que quería. El cirujano y el médico al que pidió una segunda opinión le mostraron literalmente un catálogo de prótesis y le comentaron los pros y los contras de los productos de los diversos fabricantes. Antes de tomar la decisión final, tuvo las prótesis elegidas en las manos. El año siguiente supuso que simplemente le implantarían la misma articulación artificial de la rodilla en la otra pierna, ¡pero el catálogo de prótesis tenía nuevos modelos mejorados que elegir! ¿Para qué ponerse el modelo del año anterior que, gracias a la ciencia y la tecnología, había sido reemplazado por una versión mejor? Hoy en día camina bien con dos rodillas artificiales diferentes... y está orgulloso de ser un par de centímetros más alto.

Regeneración con células madre: Sin lugar a dudas, el uso y las posibles utilizaciones posteriores de las células madre (una vez más, células que pueden convertirse en células especializadas) para sustituir o regenerar tejidos u órganos humanos ha supuesto un salto espectacular en la medicina sustitutiva y regenerativa. Algún día, seguramente antes de que acabe este siglo, podremos cultivar una oreja en un laboratorio a partir de nuestras propias células. Ya existen vejigas desarrolladas en el laboratorio, y están en proyecto de investigación órganos bioartificiales mucho más complejos. Más asequible aún es la inyección de células madre en partes de nuestro organismo como si fueran plantas de semillero con las que regenerar órganos envejecidos o debilitados.

Si vamos a elevar la esperanza de vida a, pongamos por caso, ciento cincuenta años, no será solo porque podamos cultivar o regenerar más órganos y tejidos del cuerpo desgastados o dañados. (Actualmente, se prevé que la posibilidad máxima de vida es de entre ciento veinticinco y ciento treinta años, aunque no se ha establecido o no puede establecerse un límite fijo.) Será también porque la ingeniería genética permitirá la producción, por ejemplo, de rodillas o corazones más fuertes mediante modificación genética, la creación de mejoradores del rendimiento producidos de forma natural en nuestro organismo a través de enzimas y de proteínas, o la ingeniería celular para proporcionarnos protección e incluso inmunidad ante diversas enfermedades. Hoy, maíz... Mañana, ¿un cerebro nuevo?

Cerebro: Lo siento, no es posible sustituirlo todavía. Pero actualmente se ha logrado que algunas neuronas se regeneren, algo que durante mucho tiempo se consideraba imposible. Y sabemos que los cirujanos pueden lograr efectos espectaculares hurgando en nuestro cerebro, como calmar los temblores asociados con la enfermedad de Parkinson, por ejemplo.

¿A QUÉ EDAD SE ES VIEJO, O DEBERÍA

DECIR «MAYOR»?

Tal como la generación anterior pensaba que se era viejo a los sesenta y cinco años, hoy en día mucha gente considera que se es mayor a los ochenta. Gracias a la ciencia y la tecnología, la nutrición, el ejercicio físico, el estilo de vida y los medicamentos, es muy posible que la próxima generación considere que se es mayor a los noventa y cinco o cien años... Bueno, sí, que se es viejo. Francia ya cuenta con diecisiete mil centenarios, de los que dos tercios son mujeres, y esta categoría de más de cien años aumenta rápidamente.

En la actualidad, las dos principales causas de muerte tras la adolescencia en todo el mundo son el cáncer y las cardiopatías. Y los dos impulsores principales del aumento de la longevidad son una mayor conciencia y un mejor tratamiento de estas causas.

Según la Organización Mundial de la Salud, el treinta por ciento de cánceres podría prevenirse. Y, afortunadamente, a lo largo de mi vida, la recuperación del cáncer de mama ha mejorado muchísimo, con un aumento de las expectativas de vida para las mujeres en la mayoría de países. Aun así, el cáncer de mama se cobra demasiadas vidas al año, especialmente en los países en vías de desarrollo. Si bien en el mundo occidental los índices de supervivencia son elevados (más del ochenta por ciento), no es aceptable que no se llegue al cien por cien de curaciones, por lo que seguimos recurriendo a la ciencia y a la medicina en busca de ayuda. Sin embargo, como la detección precoz es fundamental para obtener los mejores resultados en todos los tipos de cáncer, tenemos que recurrir primero a nosotros mismos para evitar acabar convertidos en un dato estadístico.

La esperanza de vida seguirá aumentando a lo largo de los próximos años. Algunas estimaciones sugieren que la esperanza media de vida prevista para las mujeres japonesas en 2050 será de cien años. Nunca se sabe. Las perspectivas de los implantes de órganos artificiales, órganos regenerados a partir de células madre y la ingeniería genética son ilimitadas. Por consiguiente, cada vez hay más personas que pagan para que mantengan su cuerpo en «suspensión criónica», es decir, congelado, con la esperanza de ser reanimadas al cabo de cien o doscientos años, o cuando la ciencia disponga de curación para el mal que las aquejaba (¡incluido cómo descongelarlas!).

Actualmente, para la mayoría de nosotros el reto sigue siendo no el hecho de vivir mucho tiempo, sino de vivir bien. ¿Cómo aumentamos las probabilidades de gozar de una vida más amplia, larga y sana? La ciencia y la tecnología van cami­no de hacer realidad los cien años de vida con buena salu­d.