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¿Y ahora qué?

«Poco a poco» significa, en la práctica, que si dispones de una lista, puedes ir añadiendo cosas después de tachar las que ya has llevado a cabo. Personalmente, yo anoto muchas ideas en pedazos de papel, pero a la larga tengo que sentarme, repasarlas y ordenarlas. Eso me recuerda los días en que hacíamos equilibrios para cuadrar las cuentas bancarias. Necesito una lista de control equilibrada.

La amiga de noventa y cuatro años que mencioné en la introducción ha fallecido. Estaba preparada y satisfecha con su vida, y murió sin sufrir. Cuando la trasladaron al hospital para su breve estancia final, llevaba la manicura perfecta. Eso da una idea de qué significa lo de «si tienes que irte, hazlo bien». Tenía una divertida forma de usar el lenguaje con frases salpicadas de sentido común con connotaciones universales que me ayudaba a valorar lo básico. Una frase suya que he hecho mía es: «Si estoy viva en junio, ya me preocuparé por ello entonces.» Vivió muchos junios, pero las últimas décadas de su vida solía usar la frase para realzar la realidad de que cuantos más años tenemos, más importa vivir el presente al estilo zen. También indica un giro hacia una filosofía abiertamente hedonista, o como expresaba en otra de sus frases: «¿A qué estás esperando?»

Esta es una de las características de envejecer con actitud positiva: recalcular las ventajas de las recompensas (o las seguridades) futuras frente a una gratificación relativamente instantánea, porque «¿a qué estás esperando?». Podría ser un viaje de vacaciones, una intervención de cirugía estética o la compra de aquella joya que siempre quisiste. Para ella, que vivía con un cerebro que cada vez renunciaba más al pasado reciente, aprovechar el momento significaba disfrutar de la primera mazorca de maíz de la temporada o de una porción de pastel de zanahoria como si fueran algo nuevo y un deleite. Le aportaban un poquito de alegría que era un placer observar. Podía sentarse en el campo y contemplar los árboles, las flores y el cielo con igual alegría y satisfacción. «No tengo que ir a ningún sitio», decía. Era su forma de expresar que quería dedicar tiempo a disfrutar de las cosas buenas de la vida.

Pero cuando pienso en las vacaciones o los viajes exóticos que hizo, me doy cuenta de su relación con la vida en el sentido más amplio. Mi amiga acumuló recuerdos que le duraron toda la vida. Muchos procedían de sus primeros años, y muchos otros, de sus exhaustivos viajes por el mundo en su madurez: «Espacios de tiempo», según Wordsworth, que «conservan una virtud renovadora». Si bien es cierto que sus últimos recuerdos fueron menos vívidos o significativos, ello no fue por una pérdida de memoria; fue porque sus últimas experiencias eran más actuales y del momento. Me percato de ello ahora, cuando viajo a un nuevo destino estupendo o voy a un nuevo y delicioso restaurante (después de toda una vida comiendo en restaurantes elegantes); la experiencia y la fuerza están en el presente. Es así como se vuelven las cosas. Vivo más en el presente y vivo más el momento. Es diferente pero igual, como me enseñó mi amiga.

Tan importante como envejecer con actitud positiva es conservar perspectivas de futuro, una forma de no perder la actitud y la personalidad, y de celebrar la imaginación en el anticuado sentido de los sueños y la fantasía. Bernard Pivot, al reflexionar sobre el hecho de que estaba envejeciendo después de que una chica le cediera el asiento en el metro, lo expresó de la siguiente forma: «Luchar contra el envejecimiento, si es de algún modo posible, consiste en no renunciar a nada. Ni al trabajo, ni a los viajes, ni a los espectáculos, ni a los libros, ni a la glotonería, ni al amor, ni al sexo, ni a los sueños. Soñar es recordar horas exquisitas tanto como po­damos. Es pensar en las bonitas fechas que nos aguardan. Es dejar que la cabeza de uno deambule entre el deseo y la utopía.»

ROTUNDAMENTE TUYA

Olivier de Ladoucette, un gerontólogo, psiquiatra y auto­r francés, cree que los franceses se plantean el envejecimiento de tres formas básicas. Al margen de los porcentajes que señala, sus categorías son aplicables no solo a los franceses y nos ayudan a evaluarnos:

  1. Según el doctor Ladoucette, el veinte por ciento de los franceses son jugadores. Son las personas que tientan a la suerte con adicciones y otros comportamientos nocivos: fumar, tener un sobrepeso considerable, consumir alcohol en exceso, etcétera. Son las personas que no quieren cambiar su comportamiento y afirman: «De algo tenemos que morir.» No debe de ser sencillo estar casado con un jugador ni vivir a su lado.
  2. El cincuenta por ciento de los franceses son mecánicos. Creen que su cuerpo es algo que puede arreglarse como un coche. Si tienes la tensión arterial alta, toma pastillas, pon un aditivo para cuidar tu motor..., no tienes por qué cambiar tu forma de conducir o estilo de vida. ¿Te duelen las rodillas? ¿Hacer ejercicio para fortalecer los músculos y aumentar la amplitud de movimiento? No, ¿para qué intentarlo? Basta con ponerse una rodilla nueva. Naturalmente, todos precisamos cierta puesta a punto y recurrir a los beneficios de la medicina y la tecnología contemporáneas, pero este tipo de personas (más hombres que mujeres en Francia) quieren la poción mágica y creen que hay una solución para todo lo que ellas mismas o la vida les ha infligido.
  3. El treinta por ciento, según Ladoucette, son jardineros. En esta categoría dominan las mujeres (¿por qué no me sorprenderá?), que tienen más probabilidades de vivir más tiempo. ¿Por qué? Los jardineros observan, se escuchan el cuerpo, se anticipan y actúan.

Me encanta la jardinería. Me gusta hacer yo misma todo lo que puedo, excepto tareas aburridas como cortar el césped. Actualmente, he aceptado la idea de que si quiero flores hermosas y frutas, tengo que contratar a un profesional para que se ocupe de cargar las cosas pesadas o subirse a la escalera cuando hay que podar. Y, de vez en cuando, necesito que un experto especializado identifique y combata las plagas que afloran en mi jardín. Todavía quito las malas hierbas y barro. Lo mismo puede decirse de la forma en que abordo el envejecimiento de mi cuerpo.

Y así, ahora, he escrito un libro de jardinería, este libro, con cuestiones que te ayudarán a cuidar de tu jardín, es decir, de ti misma. Si no te gusta mi concepto del «espejito, espejito», discúlpame. Es la técnica mnemotécnica y el truco que uso para evaluar y reevaluar quién soy realmente en este momento. Las preguntas que hago directa, retórica o implícitamente en el texto son las que me ha llevado toda una vida plantear y valorar.

Te presento a continuación mi lista de control actualizada con unas cincuenta preguntas sencillas, y otras no tan sencillas, que van desde las que son holísticas, tácticas o sobre una perspectiva general hasta otras sobre si comprar un nuevo par de zapatos y con qué altura de tacón. Espero que dediques tiempo a reflexionar y que tomes algunas notas. Tal vez podrías responder a cinco o diez los próximos días y volver a leer la lista una y otra vez. Haz planes, vive mucho tiempo y bien. En mi caso, una parte fundamental de envejecer con actitud positiva consiste en sentarme conmigo misma frecuentemente para formularme las preguntas adecuadas.

¿Qué dice mi aspecto a la gente con quien me encuentro?

¿Me veo lo mejor que puedo para mi edad?

¿Qué siento sobre el hecho de envejecer y sobre mí misma?

¿Tengo relaciones gratificantes?

¿Qué puedo hacer para mejorar mi salud a corto y largo plazo?

¿Hace demasiado que no me hago un chequeo? ¿Y una revisión dental?

¿Es mi estilo de vestir el adecuado para mi edad y para mí?

¿Ha llegado el momento de desechar el bikini? ¿Y los tacones altos?

¿Cómo conservo y adapto mi estilo conforme van pasando los años?

¿Llevo gafas de sol?

¿Me pongo siempre protección solar para salir de casa?

¿Me he hidratado hoy? ¿He usado hilo dental?

¿Cómo me he cuidado el cutis esta semana?

¿Por qué quiero hacerme un (u otro) lifting?

¿Llevo el peinado adecuado para mi rostro... para quien soy ahora?

¿Utilizo los mejores tratamientos para mi cabello?

¿Estoy satisfecha con el color de mi pelo...? ¿Debería teñírmelo?

¿He incorporado suficiente movimiento a mi vida en esta etapa?

¿Cuánto ejercicio físico moderado hago? ¿Son adecuados los ejercicios?

¿Entrenamiento de fuerza? ¿Ejercicios de equilibrio estático?

¿Cómo tengo las articulaciones? ¿Qué hago por ellas?

¿Qué hago para mantener la postura erguida?

¿Subo y bajo las escaleras a pie? ¿Camino diariamente?

¿He adaptado la ingesta de comida y de alcohol a la etapa y al nivel de actividad actuales de mi vida?

¿Cómo dejo las dietas? ¿Por qué debería hacerlo? ¿Qué tienen de malo?

¿Cómo resuelvo mi relación con la comida?

¿Es tan fundamental cocinar en casa? Si como fuera, ¿cómo debería hacerlo?

¿Son necesarios los suplementos vitamínicos y de otros tipos?

¿Cuánta agua es suficiente? ¿Cuál es la «dosis» diaria adecuada?

¿Cuántos colores de alimentos como al día?

¿Como tres veces al día? ¿Me salto una comida y me atiborro en otra?

¿Suelo picar entre comidas? ¿Como cuando no tengo hambre?

¿Consumo alimentos que no me convienen o sigo prácticas alimentarias que debería saber controlar?

¿Estoy preparada para la etapa de la menopausia?

¿Entra el estrógeno en mis cálculos?

¿Me conviene un suplemento de calcio?

¿Qué hace que me levante por las mañanas? ¿Qué hará que me levante por las mañanas en los años venideros?

¿Están en regla mis finanzas a largo plazo?

¿Cuál será mi tercer acto? ¿Qué tal un tercer acto y medio?

¿Programo algo de tiempo para mí todos los días? ¿Hace mucho que no hago vacaciones?

¿Tengo vida espiritual?

¿Procuro mantener un círculo de amigos de edades diversas?

¿Tengo una red de amigos con los que puedo contar?

¿Tengo vida sexual?

¿Cuáles son los rituales que sigo al prepararme para dormir?

¿Cuántas horas duermo? ¿Son suficientes?

¿Me he reído hoy?

¿Qué entiendo por dedicarme al placer? Está bien, ¿qué otra cosa entiendo por dedicarme al placer?

MUJERES QUE ENVEJECEN

CON ACTITUD POSITIVA

Mi amiga Erin y yo nos pusimos a pensar sobre qué mujeres destacaban por envejecer con una o más de las actitudes que yo respeto y propugno. Todos conocemos personalmente a mucha gente a la que admiramos por hacer esto o aquello, comportarse de una forma determinada o tener un aspecto especial; son héroes cotidianos y modelos que seguir. A nivel mundial, encontramos sobre todo políticos y actores, y tal vez unos cuantos deportistas o celebridades de las noticias. Así que enviamos un cuestionario por internet a unos cuantos cientos de amigos con la esperanza de encontrar más ejemplos destacados de mujeres famosas cuya actitud nos sirva de inspiración.

Nos dieron unas cuantas ideas, y no terminamos con un montón de francesas destacadas. Al parecer, Juana de Arco, que vivió hace seiscientos años, no gozó de una larga vida, ya que murió en la hoguera a los diecinueve. Ahora bien, la señora Clicquot, la «viuda» de Clicquot (1777-1866), cuya historia he contado profesionalmente cientos de veces y sigue siendo famosa en Francia, es un buen ejemplo de cómo envejecer con actitud positiva, viviendo mucho tiempo y bien. Tras tomar las riendas del pequeño negocio de champán de su marido cuando este falleció repentinamente en 1806, podría decirse que se convirtió en la primera empresaria moderna. Hizo prosperar su negocio hasta que fue mundialmente famoso y se le atribuyen innovaciones tanto técnicas como comerciales que reformaron el sector. Su lema, «Una calidad... la mejor», todavía impregna y distingue la empresa, que sigue llevando su nombre.

Pero también hace mucho que murió. ¿A quién podíamos señalar hoy en día por su perspicacia en la perseverancia productiva?

La reina Isabel II de Inglaterra es longeva y cuenta con el respeto de casi todo el mundo por una vida dedicada al servicio de los demás. Al parecer se levanta y va a trabajar todos los días, década tras década. Y me encanta un rasgo suyo: según se dice, cuando se enoja, da vueltas a la alianza de casada en el dedo o comenta: «No me hace gracia.» Además, sigue saboreando el shortbread.

Miuccia Prada muestra su actitud no llevando nunca vaqueros (yo tampoco) y siendo diferente como intelectual de la moda (a la vez que se ha erigido en una de las diseñadoras más influyentes del mundo en la actualidad). Es de las que dice que pensar en la edad constantemente es la mayor cárcel en la que una mujer puede encerrarse a sí misma.

Catherine Deneuve es Francia. No es una corona fácil de llevar (sex symbol, artista, modelo de estilo de vida, icono social y más), y a lo largo de las décadas y de las etapas de su larga vida y de sus distintos aspectos, la ha lucido admirablemente (sin dejar de seducir). Es una excelente jardinera, y se comporta como una persona normal y con los pies en el suel­o, aunque esté más cerca de tratarse de un ideal. Además, regularmente va a ver cómo está su madre, de más de cien años.

También está Sophia Loren, la estrella cinematográfica italiana, diva de primera categoría de una era irrepetible de la gran pantalla. Sigue actuando como una estrella y cuando le preguntan cuál es su elixir de la juventud, responde: «El ADN de mi madre y cuarenta minutos de ejercicio físico cada mañana sin entrenador.» Además, me gusta que confiese que la tientan todos los dulces de las fiestas pero que ha aprendido a comer equilibradamente y a contenerse para no tener que estar pendiente de su dieta durante una semana. Si se diera el capricho, supongo que al día siguiente recalcularía y redistribuiría como hago yo para compensar el posible exceso.

El sueño americano está vivo y personificado en Sonia Sotomayor, la primera jueza hispanoamericana del Tribunal Supremo de Estados Unidos. La historia de su vida es de leyenda: español como lengua materna; padre alcohólico de Puerto Rico que murió cuando ella tenía nueve años, y una madre algo distante, también de Puerto Rico, que era huérfana. Criada en viviendas protegidas del Bronx, en Nueva York, y diabética del tipo 1 desde los siete años, gracias a una actitud excepcional, inteligencia, formación y muchísimo trabajo ascendió hasta lo más alto de la abogacía. Sus logros y su personalidad encantadora salieron a la luz en 2009, cuando a los cincuenta y tantos años se incorporó al Tribunal Supremo. Y en 2012-2013, su potente autobiografía hizo llegar su inspiradora historia a un público más amplio, gracias a la gran acogida que tuvo el libro.

Tao Porchon posee, sin duda, una actitud positiva, ya que se consideraba a sí misma «simplemente una profesora corriente de yoga de Nueva York» seis años antes de llegar a la mágica cifra de los cien años, y seguía asegurando que bailaría y haría yoga mientras viviera.

La bailarina y coreógrafa posmoderna estadounidense Trisha Brown (a la que los franceses adoran) domina magistralmente el movimiento y la colaboración, como ha demostrado a lo largo de las décadas. Que bailara a los setenta y tantos años e hiciera coreografías hasta los setenta y seis es impresionante, pero todavía lo es más que, en su búsqueda de la fluidez y el movimiento puros, se mantuviera fiel a su arte mientras se reinterpretaba a sí misma de acuerdo con su edad, tanto en sus solos de danza como con su duradera Trisha Brown Dance Company.

La mujer que aparecía mencionada con mayor frecuencia en mi pequeña encuesta, porque está envejeciendo admirablemente con actitud positiva y estilo, es Hillary Clinton. Tanto si te gusta su manera de hacer política como si no, es evidente que se trata de una figura mundialmente respetada y la primera mujer de la historia a la que se ha aceptado por sus méritos como candidata encomiable a la presidencia de Estados Unidos. Ha vivido su espectacular vida en público con dignidad y ha mostrado una extraordinaria ética profesional durante dé­cadas.

Entre las mujeres dedicadas a la política, Angela Merkel, la sobria dirigente alemana, ha destacado entre las menciones de hombres y mujeres por su firme liderazgo y sus todavía más firmes ideas, que han marcado el tono y la forma de hacer política en Europa y en una nueva generación de lí­deres.

Michelle Obama es famosa por su brillante formación y sus valores educativos, sus brazos tonificados, sus prioridades y sus valores familiares, su jardín en la Casa Blanca y su visión y su trabajo para cambiar los hábitos alimentarios en Estados Unidos. Y, ¿quién lo iba a decir? También por su influencia en la moda. En la segunda ceremonia de investidura del presidente Obama, la ropa y el diseñador que eligió recibieron una continuada cobertura mediática.

¿Cómo no mencionar a Meryl Streep? Catherine Deneuve la admira por encima de todas las demás por lo que ha conseguido como actriz de su generación. Sus inigualados talentos interpretativos y lingüísticos apenas dan una idea de todas las virtudes que la han convertido en una de las actrices más solicitadas, todavía ahora, a sus más de sesenta años. Y no solo trabajando y madurando en un abanico de papeles adultos que establecieron un nuevo criterio y un nuevo modelo para las actrices y las taquillas, sino haciéndolo siempre con una dignidad y un estilo, con un aplomo, que han destacado aún más su excepcionalidad.

También admiro a la a veces rubia, a veces canosa, Helen Mirren por llevar su sensual imagen de la pantalla hasta cerca de los setenta años mientras imprimía un sello indeleble en actuaciones majestuosas. Además, a los sesenta y siete años fue nombrada «el mejor cuerpo del año». Eso es envejecer bien, y a ello hay que añadirle su estilo y otros talentos. Tras una permisiva vida de artista al principio, se casó a la temprana edad de cincuenta y tres años, y le gusta más ir elegante que informal... luciendo siempre una estrella tatuada en la mano izquierda.

Hoy en día no hay ninguna Coco Chanel; tal vez ya no pueda haber diseñadores transformadores, sino solo marcas, de modo que celebro la presencia de diseñadoras apasionadas e independientes como Béatrice Ferrant, diseñadora por excelencia de la moda de París con un estilo muy especial basado en una técnica y unos conocimientos vastísimos. En su tiendecita del distrito 6 solo hay unas cuantas prendas, todas ellas de un gusto extraordinario, de estilo minimalista. Menos es más, el tipo de envejecimiento con actitud positiva que a mí me gusta.

Zaha Hadid es la primera mujer que ha ganado el máximo honor en el ámbito de la arquitectura, el premio Pritzker de arquitectura. Es conocida por ser diferente, desafiar las convenciones y, al parecer, no seguir ninguna regla, ni siquiera la de la gravedad.

Yoko Ono destaca a gran altura para ser una mujer bajita, puesto que se ha enfrentado a las críticas más furibundas, un secuestro, la deportación y un asesinato, todo ello en público. El tiempo la ha reivindicado, y ha envejecido bien porque se ha mantenido inalterable. La han descrito como la feminista absoluta que no necesita gustarnos. Simplemente, no le importa lo que pensemos de ella como mujer. Su objetivo es intentar liberar a la gente en su obra artística y diciendo la pura verdad.

Desde luego, es imposible no admirar a Aung San Suu Kyi por luchar toda su vida por la democracia en Birmania, la actual Myanmar. Por supuesto, una gran belleza natural a sus sesenta y tantos años, el premio Nobel de la Paz recibido y una película importante sobre su vida contribuyeron a llevar a un primer plano sus virtudes y sus luchas.

Jeanne Moreau es un personaje y una de las actrices más consumadas de Francia, además de cantante y directora. A sus más de ochenta y cinco años sigue activa, opina regularmente y expresa juicios inteligentes y provocativos, actúa y, desafortunadamente, todavía fuma (supongo que habría que hacer la vista gorda en el caso de una persona de su edad). Ha envejecido con estilo y con actitud positiva a la francesa. Mi generación la recuerda especialmente por su papel en Jules et Jim, pero ha participado en más de cincuenta películas y alcanzado un grueso de trabajo (1949-2012) sin igual. En Une Estonienne à Paris (Una dama en París), un elegante drama con tintes de comedia de 2012, su enorme carisma nos recuerda que la belleza femenina no tiene edad.

Probablemente mi reconocimiento más sentido sea para alguien muy joven. No, no me refiero a mi novio de la «Introducción», sino a mi amiga Simone, la jovencita francesa de tres años que todavía no ha probado los alimentos procesados y que ya empezó a aprender a cocinar. Estas últimas Navidades escribió su primera carta a Papá Noel. ¿Qué aparecía en el primer lugar de su lista? Cinta adhesiva. Y cuand­o se encontró con Papá Noel en el Ayuntamiento local, no dudó en preguntarle si había recibido su carta y si le llevaría la cinta adhesiva. El típicamente francés Papá Noel le respondió: «Sí, Mamá Noel se está encargando de ello.» Simone quedó encantada. Su mezcla de pragmatismo y fantasía debería irle bien durante mucho tiempo.

En la famosa frase final de la obra más célebre de Voltaire, Cándido dice: «Il faut cultiver son jardin» («Tenemos que cultivar nuestro jardín»). Con ella Cándido está optando por el pragmatismo en lugar de por el optimismo utópico de Pangloss. Él solo lo tenía claro a medias, mientras que Simone lo tiene claro del todo. Necesitamos optimismo y pragmatismo; una actitud positiva, progresiva, y un plan realista para cultivar bien nuestro jardín a lo largo de los años.

Voltaire, que era jardinero experto en la vida y en la filosofía, lo sabía. Sabía que los jardines se basan en los sueños y en la imaginación, pero obtener un resultado estéticamente agradable exige planificación, cuidados y, sobre todo, arrancar las malas hierbas. En muchos sentidos, un jardín maduro requiere más esfuerzo y dedicación que un jardín joven. Lograr que la naturaleza luzca todos los años su mejor aspecto requiere previsión, esperanza, suerte y optimismo. Cultivar el propio jardín requiere un pragmatismo esencial con una actitud realista y, al mismo tiempo, posi­tiva y ambiciosa. Ciertamente, Simone lo tiene muy claro. (Y recibió su cinta adhesiva.)

Feliz jardinería. Buena suerte y buena salud.