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¿Por qué no descansar, relajarse...

y dedicarse al placer?

¿Cuántas horas duermes por las noches? ¿Sabes si duermes lo suficiente? Si es así, ¿cómo? ¿Qué rituales sigues para prepararte?

¿Qué me dices del plage de temps (el espacio mental, y a veces físico, en que nos dedicamos tiempo a nosotros mismos diaria o periódicamente)? La mente es su propio lugar. ¿O de las vacaciones? Los franceses se toman muy en serio las vacaciones. ¿Y tú? ¿Qué entiendes por dedicarte al placer? Está bien, ¿qué otra cosa entiendes por dedicarte al placer?

Dormir. Tiempo para uno mismo. Vacaciones. Placer. Eso es todo.

Los franceses duermen de media nueve horas al día. Es considerablemente más que lo que duermen mis amigos estadounidenses, que parecen creer que es un honor hacerlo cinco o seis horas al día, o incluso menos. Mucha gente afirm­a que no es necesario dormir tanto. Tonterías. ¿No habrá por casualidad alguna relación entre la larga esperanza de vida de los franceses y las horas que ejercitan sus músculos del sueño?

Cuando estamos en París, mi marido, que es estadounidense, siempre se fija en lo oscuros que están los edificios cuando volvemos tarde, después de cenar en casa de un amigo o del teatro. Aunque apenas son las once, casi todas las luces están apagadas. Para empezar, los franceses no miran demasiado la televisión (no se quedan despiertos para ver los programas de la noche). Llegan a casa del trabajo, preparan la cena, se sientan a comer (¡eso sí que es diversión!) y se relajan. Algunos prolongan la velada leyendo o escuchando música media hora, pero hacia las diez o las once de la noche la mayoría está en brazos de Morfeo. Nada de enviar correos electrónicos o de quedarse frente a la pantalla del ordenador hasta altas horas. ¡Qué diferencia con Nueva York, la ciudad que nunca duerme! Desde nuestras ventanas de Manhattan, vemos muchas luces y personas en los edificios que nos rodean hasta bien entrada la madrugada. Y las pocas veces que nos levantamos al alba para tomar un avión, nos sorprende ver que hay bastantes lucecitas encendidas. ¡Caramba!

Evidentemente, no estoy diciendo que en París los jóvenes de veinticinco años no vayan a la discoteca a bailar y beber, o que no salgan en los barrios populares y hagan ruido por la calle los sábados hasta pasada la medianoche. No es que los chicos de dieciséis años dejen de enviarse mensajes de texto a una hora concreta... o que nadie mire la televisión y todo el mundo la apague a las once de la noche. Pero en comparación con Nueva York, París está en otro planeta. En nuestro barrio de Manhattan hay tanta gente en la calle a las once de la noche como a las once de la mañana, puede que más, todos los días de la semana. En Francia, eso solo pasa en las estaciones de ferrocarril.

Prueba los siguientes consejos para que también tú puedas disfrutar de las ventajas de una buena noche de sueño y puedas hacerlo naturalmente (la cantidad de productos para facilitar el sueño que se venden sin necesidad de receta está aumentando tanto en Estados Unidos como en Francia... ¡La globalización nos iguala a todos!).

Sin que importe tu edad (cuarenta y tantos, cincuenta y tantos, sesenta y tantos o más), lo siguiente te ayudará a hacer unos cuantos cambios; después puedes retocar ligeramente tu reto personal y mejorar tu sueño y tu salud (cuanto más se duerme, menos se come).

¡Muévete, muévete, muévete durante el día! Está científicamente demostrado que el ejercicio físico no solo sirve para quemar calorías, sino que facilita conciliar y mantener el sueño. No hace falta correr un maratón ni pasarse horas sudando; con un paseo enérgico de veinte a treinta minutos o una sesión de yoga bastará. (¡Procura no hacerlo inme­diatamente antes de acostarte, porque tendría el efecto contrario!)

Evita el consumo de estimulantes, como la cafeína, la nicotina y el alcohol. Estas tres sustancias nos ponen nerviosos, merman la calidad de nuestro sueño y afectan a nuestra capacidad de conciliarlo. Tras su consumo, puedes despertarte en plena noche aunque te hayas quedado dormido sin dificultad. Mucha gente que recurre a la cafeína para ir tirando a lo largo del día se horroriza al enterarse de que el efecto estimulante dura hasta doce horas después de haberla ingerido.

Intenta acostarte y despertarte a la misma hora todos los días. Nuestro organismo ansía el equilibrio, y si entrenamos nuestro cuerpo para que se duerma y se despierte a determinada hora (a pesar de que sigamos teniendo sueño), finalmente atenderá a nuestra petición. No lo cambiará ni el hecho de recuperar sueño el fin de semana.

Ahora bien, pasados los cincuenta, intenta acostarte una hora antes de lo habitual dos veces a la semana y comprueba cómo se traduce eso en una mayor energía.

Reserva la habitación solo para dormir. De acuerdo, hay otra cosa que está permitida, y que quizá te ayude a dormir. Pero mirar la televisión, cuadrar las cuentas bancarias, hacer papeleo, comer o trabajar con el portátil, o simplemente holgazanear en la cama puede ser fuente de problemas cuando finalmente llega el momento de conciliar el sueño.

Las infusiones obran maravillas. Las infusiones de manzanilla, anís, valeriana e hinojo son famosas por facilitar la relajación y contribuir a conciliar el sueño. La mayoría de las tiendas de productos dietéticos disponen también de sus infusiones especiales.

En la granja de mi abuela, tras tomar todos media taza de leche tibia recién ordeñada, la casa se quedaba en un silencio total durante ocho horas largas, sin que la edad fuera un factor condicionante.

Apaga más temprano las luces. La luz indica a nuestro cerebro que es de día y puede interferir en la capacidad de nuestro cuerpo de relajarse para dormir.

Los reguladores de intensidad pueden servir a tal efecto, aparte de para ahorrar electricidad.

Apaga el ordenador y el televisor por lo menos media hora, y preferiblemente una hora, antes de acostarte. Ambos aparatos suelen mantener activo nuestro cerebro, lo último que queremos antes de acostarnos. ¿Alguna vez se te ha ocurrido que la luz del ordenador puede alterar nuestros patrones del sueño, al sugerirte que es de día cuando es de noche? Pues así es. Ya sé que puede resultar difícil apagar el televisor y el ordenador, pero admite que necesitas un rato de preparación para dormir. Bueno, los juegos preliminares son otra cosa.

Si no concilias el sueño en media hora, levántate y lee un libro (mejor que no sea de acción o aventuras) o escucha música relajante un ratito. Quedándote en la cama solo lograrás agitarte más.

Evita las cenas demasiado copiosas antes de acostarte. Cena por lo menos dos o tres horas antes del momento en que piensas acostarte; e ingiere la mayoría de proteínas en el desayuno, menos en el almuerzo y aún menos en la cena. (Soy consciente de que es difícil seguir la norma de las dos horas cuando vas a cenar con amigos o familiares a un restaurante, pero esa es la excepción, no la norma.) Una cena ligera, con una sopa de primer plato (como suele hacerse en los hogares franceses) favorece una noche de sueño placentero.

El refrán «Qui dort dîne» (Quien duerme, cena) es, en gran medida, cierto: no tienes que acostarse con hambre, aunque intentar conciliar el sueño con el estómago lleno después de haber tomado un tentempié frente al televisor no es, desde luego, lo ideal.

Crea un ambiente que induzca el sueño con el dormitorio totalmente a oscuras, bien ventilado y fresco. Si no tienes cortinas opacas, ponte un antifaz para dormir. Si vives en una calle muy concurrida, prueba con un ventilador, un aparato generador de ruido blanco o unos tapones para los oídos.

Y recuerda, un mal patrón de descanso y sueño nocturno provoca mal humor, poca capacidad de concentración, más estrés y, especialmente en el caso de las mujeres, mayor riesgo de padecer una cardiopatía, por no hablar de que la piel no luce su mejor aspecto. Bonne nuit, mes amies!

PLAGE DE TEMPS, O TIEMPO

PARA UNO MISMO, Y VACACIONES

«Mon passe-temps favori, c’est laisser passer le temps, avoir du temps, prendre du temps, perdre mon temps, vivre à contretemps», dijo Françoise Sagan. (Mi entretenimiento favorito es dejar pasar el tiempo, tener tiempo, tomarme tiempo, perder el tiempo, vivir a destiempo.)

Como sugerí al principio de este capítulo, para conservar la salud es preciso mantener un equilibrio mental y físico. Estoy convencida de que casi todos nosotros lo sabemos, pero a veces perdemos de vista lo que realmente nos conviene. Necesitamos tiempo para nosotros mismos; necesitamos tiempo para practicar actividades de ocio, necesitamos tiempo para hacer vacaciones; necesitamos tiempo para pensar. Ten bien presentes palabras como «descansar», «revitalizarse», «recuperarse», «relajarse», «renovarse», especialmente después de los cincuenta, cuando el sistema inmunitario empieza a debilitarse.

Algunas personas se sienten culpables cuando no están trabajando o cuando dedican tiempo a sí mismas. A mi entender, tendrían que modificar ligeramente su actitud. La pró­xima vez que conozcas a alguien, empieza por preguntarle: «¿A qué dedicas el tiempo de ocio?» Puede que te sorprenda la expresión, el silencio, o el reconocimiento de que no dispone de tiempo libre para nada. Tomar la iniciativa para mantener el equilibrio físico y mental equivale a ser productivo.

Esta clase de productividad puede adoptar muchas formas. Jugar a golf, por ejemplo, ocupa mucho tiempo, o eso me cuentan, pero evidentemente tiene unos beneficios físicos y mentales que llevan a seguir practicando este deporte hasta bien entrados los setenta y los ochenta. La sensación de enviar la pelota por la calle con un buen drive debe de ser muy especial, porque la gente no se cansa de hacerlo.

A veces el tiempo que dedicamos a nosotros mismos lo pasamos en la playa o en la piscina. Nadar es una actividad física muy extendida en Francia. Desde luego, yo cuando nado no lo considero ejercicio físico, pero sé que es una actividad beneficiosa.

Piensa en Michel Drucker, el presentador francés que lleva tantos años apareciendo en pantalla que la gente comenta, en broma, que está incluido en la compra del televisor. Muchas familias francesas ven su programa los domingos por la tarde y, hoy en día, a sus setenta y tantos años, sigue dando la impresión de tener cincuenta. Su píldora mágica: la natación. Tenemos una expresión, «nager dans le bonheur» (literalmente, nadar en la alegría), para decir que estás contentísimo, y desde luego el señor Drucker parece estar pasándoselo en grande. Se convirtió en un nadador entusiasta hace poco más de quince años y ha convencido a jóvenes y mayores del mundo del espectáculo, así como a muchos de sus fans, de que incluyan la natación en su vida cotidiana, y el número de adeptos a esta actividad no deja de aumentar. Los médicos aconsejan la natación para mejorar el corazón, la espalda, la moral y la cintura. También es un buen remedio para el dolor articular, el tono muscular, la función cardíaca y respiratoria, y la flexibilidad. Además, contribuye a mantener una elevada función cerebral.

En el caso de Drucker, el dolor de espalda y el estrés lo llevaron a seguir el consejo de un amigo y a empezar sus dos horas y media de práctica a la semana. Ya era un excursionista esporádico y un apasionado ciclista (todavía lo es) en su querida Provenza (yo lo he visto por ahí y es un ciclista estupendo, que sube las escarpadas carreteras serpenteantes de los Alpilles), pero la natación lo transformó, no solo porque le alivió el dolor de la espalda tras años de sufrimiento, sino porque le hizo sentirse más alto, además de proporcionarle un aspecto esbelto y los hombros de un hombre joven. Asegura que la natación le salvó la vida, tiene los músculos abdominales duros como una piedra, y sale de la piscina cargado de endorfinas. ¿Qué te parece esta receta para envejecer (o para prepararse para envejecer) con actitud positiva?

PETANCA

El tenis, como el golf, es otro deporte recreativo que se juega hasta una edad avanzada y es muy popular en muchos de los países desarrollados y en vías de desarrollo del mundo, incluido Francia en los últimos años. Ahora bien, como deporte participativo, mis compatriotas franceses prefieren en primer lugar el ciclismo y, cada vez más, la petanca, que a mí me encanta porque puede jugarse con personas de muy diferente condición física y, al igual que el golf, facilita la comunicación social. En Francia, un país con sesenta y cinco millones de habitantes, practican esta actividad casi veinte millones de personas.

Hasta hace poco la petanca se jugaba sobre todo en la Provenza y el sur de Francia en general, además de Córcega y España (sin olvidar, por supuesto, las bochas, un juego similar que se juega en Italia). Su popularidad (y adicción) se ha extendido en las últimas décadas, y debo decir que en la década de los noventa yo misma intervine en la introducción de torneos de petanca en Estados Unidos para celebrar el día de la toma de la Bastilla. Los veraneantes ingleses y de otras partes del mundo se la han llevado de vuelta a casa, y es habitual en zonas de influencia francesa como Quebec, Vietnam, Camboya y Laos.

En este deporte, dos equipos formados por dos, tres o cuatro personas juegan por turno para intentar situar sus bolas de metal lo más cerca posible de una bolita de madera llamada boliche (cochonnet en francés). Aunque hay muchos niveles de técnica y muchas estrategias, tanto los niños, como los novatos y los jugadores modestos (léase fatales) como yo pueden disfrutar en igual medida que los profesionales. Y es una ocasión perfecta para establecer y mantener unas beneficiosas relaciones sociales.

Como visitante frecuente y habitante de la Provenza, desde niña llevo viendo personas mayores jugando a la petanca, ¡incluso el día de Navidad! Solo en la Provenza hay quinientos setenta clubes en la Ligue Paca de Pétanque et de Jeu Provençal, que cuenta con cincuenta mil miembros que abarcan seis departamentos franceses. Yo empecé a practicar un poco esta actividad cuando era adolescente y todavía no me he aburrido de ella, aunque jamás la he jugado a diario como algunos vecinos de mi pueblo. Mucha gente juega los fines de semana, hasta en los jardines de Luxemburgo de París. También se juega en la ciudad de Nueva York, incluido el Wash­ington Square Park, donde me gusta ver jugar a los equipos habituales.

Mientras escribo este pasaje, es agosto y se está rodando una película titulada Les Boulistes (Los jugadores de petanca, puesto que boules es una forma de llamar localmente a este juego) en mi departamento (el número trece, Bouches du Rhône) en el corazón de la Provenza. Entre el elenco figura Gérard Depardieu, y se están utilizando lugares de la zona como exteriores para mostrar la diversidad de las localidades y del paisaje provenzal.

En mi mundo de la Provenza se suele jugar a la petanca a última hora de la tarde, a la sombra de los plátanos o de las moreras, cerca del centro del pueblo, cuando el sol ya no es tan abrasador (aunque a menudo sigue pegando fuerte). El juego, con el clásico vaso de pastis (con o sin alcohol; yo me apunto a tomarlo sin alcohol para ver mejor la bola y tener más posibilidades de ganar), es una actividad ideal para antes de la cena. Puede jugarse en un espacio relativamente llan­o al aire libre, aunque la pista de los torneos oficiales, llamada boulodrome, es un rectángulo de por lo menos cuatro metros de anchura y quince metros de longitud. Nosotros nos construimos uno en casa. Me encanta ganar a mi marido, o si juego con él y un grupo, ganar al otro equipo, o a los otros equipos. Me entusiasmo. Además, jugar a la petanca no cuesta dinero (a no ser que te inscribas en un torneo). A estas alturas, habrás observado que a los franceses nos encanta todo lo que es gratis y lo que se puede hacer a cualquier hora, en cualquier sitio (o casi) y sin llevar ninguna prenda especial. Realmente somos individualistas.

A lo largo de los años hemos jugado muchas partidas con muchos equipos en nuestra casa de la Provenza y hemos reído mucho y pasado momentos muy felices, pero el más divertido de todos ocurrió el último verano, una noche que teníamos alrededor de treinta invitados procedentes de todo el mundo. Era la primera visita a la Provenza de mi mejor amiga japonesa, Sachiko, que sentía curiosidad por el juego, pero no se leyó la hoja de instrucciones que le habíamos dejado en su habitación.

Llegó con una blusa de Hermès y una falda ajustada con zapatos de Louboutin, y evidentemente no tenía ni la menor idea de qué iba el juego. Aunque, sin duda, estaba espec­tacular. Es una actitud fantástica, digna de admirar. No sé muy bien cómo pudo andar por la hierba y los guijarros antes de llegar al boulodrome cuando todos los hombres y unas cuantas mujeres estábamos a punto de empezar, y había unas cuantas mujeres mirando, sin saber aún si apuntarse a la partida. Pero llegó Sachiko y, como buena deportista, se ofreció a formar parte del primer equipo. Me habría gustado saber qué pensaba la mayoría de jugadores en aquel momento. Tras observar unos instantes, le llegó el turno y logró lanzar la bola sin incidentes, repitiendo el logro varias veces. En un momento decisivo de la partida, volvió a tocarle jugar a ella. Se situó como una profesional y, con todos los ojos fijos en ella (¡caramba!), apartó con su lanzamiento todas las bolas de los demás de modo que la suya fue la que quedó más cerca del boliche y ganó el punto. Bueno, por si no conoces el juego, te diré que este es un lanzamiento buenísimo. Al ver que todo el mundo gritaba de entusiasmo, Sachiko se percató enseguida de que había hecho algo especial. Sí, reímos y lo celebramos, sobre todo las mujeres, con estupendos cánticos franceses. Le llevó un rato entender lo que había conseguido y que su equipo había ganado gracias a ella. Este es uno de los mejores aspectos de la petanca: puede que no juegues mucho o que no seas un jugador excelente, pero aun así de vez en cuando llega alguien y obra un pequeño milagro.

Jugando a la petanca no quemarás las mismas calorías que haciendo footing, nadando, montando en bicicleta o andando un rato, pero es muy divertido; como habría dicho Baudelaire: «L’art pour l’art» («El arte por el arte»). Y, en este caso, era jugar por jugar, además de pasar un rato fenomenal juntos y disfrutar de la cordialidad. Se practica al aire libre, es un hobby, provoca unas risas saludables y te da ocasión de pasar un rato agradable relacionándote y charlando con los demás, especialmente en los breves instantes que se pasan recogiendo las bolas, esperando a que alguien lance y a que empiece un nuevo punto. Además, hay gente que se comporta de forma curiosa mientras juega. (Yo tengo fama de ponerme muy tonta cuando consigo un buen lanzamiento o gano un punto o una partida, y por lo visto expreso mi alegría con unos ruiditos extraños que provocan risas generalizadas... Edward tiene la teoría de que lo hago para distraer a mis adversarios. Bueno, sí, forma parte del juego, por lo menos tal como yo lo entiendo.) Los sociólogos deberían estudiar el comportamiento humano en la pista. O puede que ya lo hayan hecho.

Hoy en día, los jóvenes están descubriendo cada vez más la petanca y disfrutando de ella, y la industria relacionada se ha lanzado inmediatamente a crear una versión moderna de la sencilla bola plateada de modo que se encuentran bolas con intensas rayas azules, verdes o de cualquier color llamativo. Actualmente está despertando mucho interés y su popularidad aumenta a pasos agigantados, con lo que se juega hasta en los rincones más remotos de Alsacia o Bretaña.

Sin duda, tener hobbies activos y sociales, con los muchos beneficios que conllevan, contribuye a «envejecer con actitud positiva».

Di, entonces: golf, bridge (ejercicio mental y social), tenis, petanca o... ¿Cuál es tu entretenimiento antienvejecimiento?