VI
LOS ENTREMEZCLADOS RETRATOS DE LOS TRES VECINOS DEL DETECTIVE HÉCTOR BELASCOARÁN SHAYNE

Examina antes a la vecindad y luego escoge tu vivienda.

PROVERBIO CHINO

DATOS FUNDAMENTALES

Gilberto Gómez Letras tiene la fea costumbre de sacarse los mocos con el dedo meñique de la mano derecha. Como frecuentemente trae las manos manchadas de grasa, sobre la mejilla ostenta la huella de su vicio.

Carlos Vargas, el tapicero, hizo la primera comunión tres veces porque «regalaban traje y zapatos».

El ingeniero Villarreal, alias el Gallo, tuvo una novia a los quince años, que murió en el mismo avionazo en el que tronaron Madrazo y el Pelón Osuna.

Gómez Letras estudió hasta tercero de primaria en la Aquiles Serdán, en la colonia Álamos. Lo corrieron porque se robó las llaves del lavabo del baño de las viejas y los flotadores del water del baño de maestros.

Carlos el tapicero vivió rodeado (durante un par de años) de televisores y autoestéreos, lavadoras, consolas y refrigeradores comprados a aboneros a la salida del trabajo. No tenía muebles en su casa pero estaba llena de aparatos eléctricos, «para no sentirse menos que otros hijos de la chingada».

El Gallo se mete a veces (en las tardes de lluvia) en los cines de barrio, ve programas triples, de preferencia de Tarzán o de vaqueros. No consume sándwiches, palomitas ni refrescos y permanece las seis horas y media, sin despegar los ojos de la pantalla.

Gilberto nació en Michoacán y lo trajeron al DF a los seis años.

Carlos Vargas es chilango, de la colonia Morelos, en las cercanías de Tepito.

El Gallo nació en Chihuahua y sólo conoció la capital cuando vino a estudiar ingeniería al Poli, con una beca.

FRASES AFORTUNADAS

Si me la han de mamar mañana, que me la mamen de una vez.

CARLOS VARGAS

Cualquier apreciación racional sobre la eficacia a futuro de la obra en cuestión, no puede eludir el comentario de que el ingeniero en jefe estaba comiendo una torta de pollo con mole cuando entregó los planos; la mancha que delata este hecho (ver plano 161-B) es sin duda la causante de que en la colonia Aviación Civil, la mierda desborde frecuentemente las tazas de los escusados.

INGENIERO JAVIER VILLARREAL

(de un informe oficial que le costó el empleo)

Guadalajara en un llano, y aquí nos la dejan ir.

CARLOS VARGAS

Las mejores taquerías son las que tienen un dueño muy cogelón. No me pregunte por qué, son cosas que uno sabe.

GILBERTO GÓMEZ LETRAS

El que buen palo se arrima, te va a dejar un recuerdo.

CARLOS VARGAS

Mejor lo hago como le dije porque yo lo pensé así, y yo nomás pienso las cosas una vez, porque se me olvidan.

GILBERTO GÓMEZ LETRAS

(de una conversación telefónica con un cliente

sobre la reparación del entubado del baño)

Para tu fortuna, soy bien lento, si no, ya me hubiera casado, divorciado, vuelto puto, regenerado y vuelto a casar.

JAVIER VILLARREAL

(de una conversación con su novia)

Para triunfar no se necesita tener el pito grande, pero por ejemplo, hace falta tener buena ropa.

GILBERTO GÓMEZ LETRAS

DATOS FUNDAMENTALES

Cuando Gilberto se saca los mocos, lo hace con un movimiento circular, no exento de pericia. El botín de su hazaña es arrojado después, hecho bolita, a un confín del cuarto.

Carlos Vargas tiene fotos de las tres veces que hizo la primera comunión.

El Gallo Villarreal conserva una carta de la novia de los quince años, aquella del avionazo.

Gilberto guarda su dinero en una alcancía enorme, con la forma de un luchador de lucha libre. Cuando tenga tres alcancías llenas, comprará un terreno por El Molinito. Ésta es la tercera vez que inicia el asunto ganando en la feria la alcancía de luchador y empezando el depósito. Las dos anteriores tuvo que romperlas antes de que se llenaran. Una para el entierro de su madre, la segunda cuando se fugó una semana con dos prostitutas a Veracruz. El luchador (máscara y capa amarilla) está colocado sobre la televisión de su casa y obtiene de los hijos de Gilberto un trato más reverente que las imágenes religiosas con que comparte el pedestal.

Carlos Vargas trató hace un año de entrar a la Ford a trabajar. Le habían dicho que pagaban buenos sueldos en el departamento de tapizado de asientos, y le atraía la seguridad del empleo, la gran concentración de trabajadores (a veces se aburre del solitario oficio artesanal) y las prestaciones económicas. Le bullía en la cabeza además hacer labor sindical en la planta. Pasó todos los exámenes, pero no pudo engañar al psicólogo de la empresa que detectó en él algo fuera de lo habitual: una mezcla de actitud anticonformista y orgullo profesional. El psicólogo no se lo imaginó como un personaje dócil en la cadena de montaje y prefirió rechazar la solicitud aunque no tenía ningún elemento objetivo para hacerlo.

El ingeniero Villarreal desayuna pan dulce y refrescos. Para él, la salida al mercado de los refrescos de bote ha representado un extraordinario avance tecnológico, que le permite desayunar en el trayecto que va del despacho a su casa. Hacia las siete de la mañana recorre con una bolsa de pan dulce en una mano y una Pepsi de lata en la otra las calles del centro de la ciudad. Suele detenerse ante las iglesias gemelas de la Santa Veracruz y allí, en medio de las palomas, termina el desayuno. Las migajas las ofrece a los pájaros y luego toma el tranvía rumbo a la colonia San Rafael.

Gilberto Gómez Letras aspiró alguna vez a tener una agencia de autos usados. Ha soñado también en ser portero de un edificio de lujo, dueño de un taller de soldadura, jefe del departamento de control de calidad de una fábrica de ginebra y gerente de un burdel en Zihuatanejo. En cambio, ha sido obrero de una fábrica de plásticos, trabajador en una pequeña industria de materiales de baño y ayudante de plomero.

Al Gallo le gusta el bossa nova y la samba. No se ha perdido concierto en vivo y en su casa tiene todos los discos prensados en México de Jobim, Edú Lobo, Laurindo Almeida, Vinicius de Moraes, Badem Powell, Stan Getz, Chico Buarque de Holanda, João Gilberto, Carlos Lyra, Luiz Bonfá, Charlie Byrd y Marcos Valle. Sueña con Astrud Gilberto, le gustaría vivir con ella en una casa solitaria (que ha diseñado y desdibujado decenas de veces) en Baja California, cerca de Cabo San Lucas. Las propiedades fundamentales de la casa son acústicas: el permanente rumor del mar golpeando en las rocas y un sistema estéreo con monumentales bocinas en todos los cuartos. Cuando se sueña con Astrud Gilberto, ambos están desayunando en una cocina muy grande y blanca. Él trae una piyama de color crema y ella un camisón amarillo. Los dos están descalzos; por la ventana entra la luz grisácea de un día sin sol.

AUTORRETRATOS: CARLOS VARGAS

Si me vienen de frente, de frente les entro. Pero por aquí, siempre te caen de lado, por detrás le caen a uno.

Yo me volví diferente por eso, para desconcertarlos, para que no supieran qué onda, para…

A mí no me gustan las canciones rancheras y, sin embargo, tengo ahí abajo de la cama un chingo de discos del Negrete, de Pedro Infante, que del Aceves Mejía, que del Cuco Sánchez. Igual, por lo mismo. O quién sabe. Porque también tengo dos chamarras de cuero negro, y esas las tengo porque estaban de moda allá por el 69-70. O sea que a veces los hago pendejos, a veces me hago pendejo yo solo, a veces me la dejan ir. Así han sido estos años. Casi todos. Casi desde el 46, cuando nací, y mi jefe luego pensó: «Que aprenda el oficio y que ayude en la casa», y seguro lo pensó cuando yo todavía mamaba, y ni Carlos me decían cuando era el escuincle, porque así es por la Morelos, naces con destino. Luego el destino lo recompones, pero no porque tú seas muy chingón, sino porque los jefes son malos adivinadores de destinos: haciendo horóscopos se morían de hambre. Y es por eso que salí tapicero y no zapatero. Eso me hicieron, no me hice. Me hicieron dejar de estudiar al terminar la primaria, y me hicieron desconfiado, y no me hicieron boxeador porque tengo las cejas guangas y el puño chico. Luego yo me hice diferente. Lo normal es que te hagas cabrón. Yo me hice diferente y aprendí a rodar pero también a cambiar. Rodé con putas y con alcohol, pero también leí enciclopedias y libros de Freud de los que venden en los puestos de la calle. Y ahí fui entendiendo lo que pude, sobre todo esto de que te hacen de una manera y tú vas tratando de hacerte de otra. Por eso cambio de chamba o me cambian a cada rato. Por eso me hice sindicalista, formé grupos y dormí en el suelo, debajo de las lonas de las tiendas de campaña de las huelgas. Por eso fui al bote una vez, por eso y no por ratero, que hubiera sido lo de rigor… A veces siento que soy el dueño de mi oficio, de mis herramientas, de los libros que compro cada vez que sale bien una talacha, de mis pinches ideas locas… A veces sé que de lo único que soy dueño es de decir que no, que no me vendo, que no me gusta, que no me dejo. Soy dueño de mis trece despidos en nueve años de andar chambeando de tapicero en talleres y pequeñas industrias. Me cae que si no fuera porque me gusta la gente, les daba con el martillo tachuelero en la cabeza a todos. Empezando por mí.

DATOS FUNDAMENTALES

El Gallo tiene una doble vida, o más bien, tiene una vida cortada en dos. En las noches trabaja en el despacho haciendo cálculos de resistencia y verificando proyectos sobre redes de alcantarillado. Luego se va a dormir. En las tardes estudia Psicología en la universidad. Ahí conoció a su novia. No está muy claro si sigue visitando la escuela porque le gustan los patios y los espacios abiertos de la universidad, o porque le interesa la Psicología. Al principio parecía una buena idea. Ahora es más que nada una costumbre.

Gómez Letras se escapa frecuentemente a mitad de la jornada de trabajo a la cantina El Mirador; cuando el cantinero lo ve cruzar la puerta de vaivén, le sirven un tequila añejo doble. Así nomás, sin preguntar.

Carlos Vargas tiene una cicatriz en la cabeza. No muy grande, como de cuatro centímetros. Se la hicieron de un martillazo. Lo estaban esperando detrás de la puerta del taller. Al patrón le salió barato, por dos botellas y unas cuantas palmadas, consiguió el brazo que dejó caer el martillo. A Carlos lo corrieron además y nunca pudo organizar nada en aquel pinche tallercito. La herida ahora, pica cuando llueve.

El Gallo Villarreal tuvo seis meses de vicio en su vida. Como a los quince años le agarró el gusto, un poco por reto y otro poco por mala educación, del paladar a las cremas alcohólicas de sabores marca Don Pancho, en particular a la crema de plátano, la crema de menta y la crema de mandarina. Tras saquear en un par de fiestas el mediocre bar de su casa, tuvo que reunir semana con semana grandes (por relativas) fortunas lavando coches, yendo al súper, ahorrando los domingos, y sableando a los abuelos, para mantener el vicio. Su consumo exorbitante de cremas de licor (43 Gay Lussac) hizo correr por el barrio de clase media y acomodada norteña en el que vivía, extraordinarios rumores: que su padre le ponía cuernos a su madre y ésta se dedicaba al alcohol, que las cremas tenían ingredientes afrodisíacos, que se hacía con ellas muy buenos pasteles… Vivió esos seis meses de borrachera pública (con la palomilla) y privada (en un baldío, en el coche de su hermana mayor, en el cuarto solitario lleno de pósters de beisbolistas gringos). Le costaron la novia y el primer año de prepa.

Gilberto Gómez Letras miente con los números. Por un extraño sentido del deber nunca hace una cuenta derecha. El engaño pitagórico a sus clientes no sólo forma parte de sus hábitos, sino también de su ética.

Javier Villarreal usa una especie de uniforme: pantalones vaqueros, camisas de cuadros, chamarra de cuero café. Es una forma de reivindicarse norteño, extranjero en el DF. De reconocerse y hacerse reconocer como provinciano en una ciudad que todo lo empareja y aplasta.

Carlos Vargas es apasionado de los chicles. No hay marca que no conozca y juzgue con tono y sapiencia de gourmet.

Carlos, Gilberto y el Gallo se abstuvieron en las últimas elecciones.

AUTORRETRATOS: EL GALLO

Yo sólo serviría para cosas sencillas, como montar a caballo en los anuncios de Marlboro. Pero los Marlboro saben a mierda, o sea que ni eso. Conmigo el sistema se apendejó. Pueque hubiera sido un ingenierazo, un ingenierete; no sabría mucho más, pero lo sabría bien, no a lo loco como ahora. Porque yo, no progreso, según ellos, desde hace tiempo. Pero no puedes ser buen ingeniero si llegan a tu escuela disparando, y le sacan un ojo a tu compañero de banca con la punta de una varilla que los judiciales traen envuelta púdicamente en un diario de la tarde. Así, y me vale madres que lleváramos noventa y seis días de huelga, no se hace un ingeniero. Además, no ofrecían gran cosa. Nada como las palomas comemigas de la Santa Veracruz, nada como eso. Y sin embargo, algo me dieron: miedo al país, al poder, al sistema. Y algo me quitaron, la posibilidad de seguir siendo inocente, baboso, simplón. Mi novia dice que es por eso que sigo volviendo a la universidad, que la Psicología me vale sombrilla, que lo que quiero es seguir siendo estudiante, volver a ser joven de esa manera sonsorra y dulce. Belascoarán diría que lo que pasa es que soy norteño y las explanadas de cu son lo más parecido a las praderas de la Laguna, o a las tierras enormes sin horizontes falsos de Chihuahua (lo más parecido que se puede encontrar en el DF). Carlos tiene su versión, dice que Freud dice, según él, que vuelvo a la universidad a ver si entran de nuevo los policías (era en el Casco de Santo Tomás, y era de noche, y la calle oscura, las luces cortadas, como congelado todo por el maravilloso ruido de las sirenas) y ahora sí se me quita lo puto y en lugar de correr como antes agarro un fierro y los pongo en orden. Gilberto Gómez Letras dice que ahí está la nalga, que por eso. A mí me gustan todas las versiones y un poco de todas me gustaría que fuera cierto. Para eso me está sirviendo la Psicología, para organizar las versiones de los demás y hacerlas pasar como propias. Mi madre dice que lo que pasa es que no he crecido y que no tengo temperamento. La verdad es que a las palomas de la plaza de la Santa Veracruz les vale madres que no tenga temperamento siempre y cuando tenga migas.

FRASES AFORTUNADAS

No es que Javier Solís cantara bien, es que paraba la trompita a toda madre.

GILBERTO GÓMEZ LETRAS

A poco creyó usted que todo era tan fácil. Vuélvalo a hacer de nuevo y si salió bien, verá que es de puro churro.

CARLOS VARGAS

Lo importante no es mear, sino sacar mucha espuma.

CARLOS VARGAS

Un buen plano es como una buena novela, nomás es cosa de saberlo leer.

JAVIER VILLARREAL

Yo debí haber sido secretaria.

GILBERTO GÓMEZ LETRAS

DATOS FUNDAMENTALES

A Gilberto lo han operado dos veces de apendicitis. La primera no fue «nomás una hernia». La segunda sí lo fue. Ninguna de las dos veces le explicaron bien cómo estaba la cosa. A la fecha jura y perjura que los humanos tienen dos apéndices. A él le consta.

Carlos le tiene miedo a los pegamentos plásticos. Hace años trabajó en un taller donde todos los carpinteros se drogaban con cemento Iris. Pasaban horas y horas abajo de las mesas de trabajo, hundidos en el sueño enfermo de la droga, las narices siempre despellejadas, los ojos vidriosos, las manos con tembeleque. Carlos nunca se acercó demasiado a esa zona de trabajo del taller; sentía una mezcla de miedo y compasión por los tres carpinteros y el ayudante.

El Gallo es fanático del beisbol. Su equipo favorito: el Unión Laguna. A pesar de su fanatismo, que lo hace seguir fielmente la temporada y cambiar comentarios apasionados con Gilberto, que es el único que le hace caso en la oficina, nunca ha visto un partido, ni siquiera en televisión. Se limita a oírlos de vez en cuando por el radio. Así se construye una relación mágica. El beisbol, como el Gallo lo entiende, forma parte de una realidad privada. El propio Gallo sospecha que los bates y el diamante no son como se los imagina, y que las barridas y los strikes no tienen mucho que ver con su versión: una realidad absolutamente privada.

Carlos vive solo, en un apartamento ruinoso y enorme a espaldas del Cine Ópera. Se lo cedió un viejo luchador de lucha libre amigo suyo, que de pasada le heredó las fotos y los trofeos cuando se fue a poner un rancho de cría de puercos en Michoacán. A veces sube a acostarse con él una de las meseras de la marisquería de avenida Hidalgo, y Carlos, con sus cincuenta y cinco kilos, posa para ella, le hace la quebradora y la tapatía ante la mirada conocedora de los viejos astros del ring, la doble Nelson y el candado… la llave china en la cama.

El padre de Gilberto murió hace dos años, el del Gallo es presidente municipal de Saltillo y el de Carlos es un zapatero ciego de setenta años.

Los tres coinciden en el amor por los refrescos y el chocolatito caliente con donas.

AUTORRETRATOS: GILBERTO

Han de pensar que yo quiero hacerla, que todavía pienso en grande. Pero ésa es la finta. Yo sé, y ellos saben que ya nunca la voy a hacer en grande. Yo ya valí. A veces hasta pienso que ya estoy viejo, ruco, acabado pa’ la ronda. A veces nomás pienso que así como va no está nada mal, que el mes pasado me enchilé a los del condominio de Doctor Balmis y les saqué el triple, que me tiré a una ñora en Polanco y luego a la sirvienta de la casa de al lado, que agarré dos buenos pedos y le puse en la madre al jefe de unos chavos que habían madreado a mis chavos; que hice una instalación chingonsísima en la calle Parral, que fui al panteón a la tumba de mi jefa, que me compré un saco de cuadros blancos y negros, que soñé con la Tigresa, que le compré un tocadiscos con mueble fino a mi señora, que enseñé a sumar a una de mis chavas, que no pagué impuestos, que yo con mis amigos jalo hasta morir, que vi a un romano con el gañote cortado en el baño de la oficina…

‘ta bueno, no la hice, pero no le lamo las botas a nadie pa’ comer, no le doy cuentas a nadie de con quién cojo, no debo nada. Y además, así es México, cabrones… Ah, qué pinche irresponsable soy.