Mientras Josefino hace el brindis y los inconquistables beben, entra Meche, con la lentitud y el ritmo de un ser que viene al mundo desde la memoria. Es joven, de formas compactas y turgentes, muy femenina. Lleva un vestido ligero, ceñido, y zapatos de tacón de aguja. Camina luciéndose. La Chunga la mira venir con los ojos cada instante más abiertos, más brillantes, pero los inconquistables no advierten su presencia. En cambio, la Chunga está ahora concentrada en esta imagen con tal fuerza que es como si, para ella, el instante presente perdiera consistencia, se diluyera, cesara. También las voces de los inconquistables se atenúan, ralean.
EL MONO
Nunca me voy a olvidar de la cara que pusiste cuando entró aquí la Meche esa vez, Chunga Chunguita. ¡Quedaste petrificada!
LITUMA
Tú eres la única que sabe en el mundo dónde está, Chunga. Anda, sé buena, qué te importa. Sácanos de la curiosidad.
JOSÉ
Dinos más bien qué pasó esa noche entre tú y ella, Chunguita. Es algo que me quita el sueño, carajo.
EL MONO
Yo te voy a decir qué pasó. (Canta, haciendo las monerías de costumbre.)
Chunga con Meche
Meche con Chunga
Cheche con Menga
Menga con Cheche
Chu Chu Chu
¡Y que viva Fumanchú!
LA CHUNGA
(Con la voz desmayada, ausente, sin quitar un instante los ojos fascinados de Meche, quien ya está junto a ella.) Acábense rápido esos vasos, que voy a cerrar.
Josefino se levanta, imperceptiblemente, y, saltando del presente al pasado, de la realidad al sueño, viene a colocarse junto a Meche, a la que toma del brazo con aire de propietario.
JOSEFINO
Buenas noches, Chunguita. Te presento a Meche.
MECHE
(Estirando la mano a la Chunga.) Mucho gusto, señora.
Los inconquistables saludan con la mano a Josefino y a Meche, siempre enfrascados en su partida de dados.
LA CHUNGA
(Devorándola con los ojos, retiene la mano de Meche entre las suyas. Habla con voz conmovida por la impresión.) Así que tú eres la famosa Meche. Bienvenida. Creí que éste no te iba a traer jamás. Tenía muchas ganas de conocerte.
MECHE
Yo también, señora. Josefino habla mucho de usted. (Señalando a la mesa.) Y ellos también, todo el tiempo. De usted y de este sitio. Me moría de ganas de venir. (Señalando a Josefino.) Pero él no quería traerme.
LA CHUNGA
(Resignándose a soltar la mano de Meche. Haciendo un esfuerzo por recobrarse de la impresión y mostrarse natural.) No sé por qué. No me he comido a nadie todavía. (A Josefino.) ¿Por qué no querías traerla?
JOSEFINO
(Bromeando con obscenidad.) Por miedo de que me la fueras a quitar, Chunguita. (Coge a Meche de la cintura y la luce, envanecido.) ¿Vale su peso en oro, sí o no?
LA CHUNGA
(Admirándola, asintiendo.) Sí. Esta vez te tengo que felicitar, don Juan de la Gallinacera. Vale más que todas tus otras conquistas juntas.
MECHE
(Algo cortada.) Gracias, señora.
LA CHUNGA
Llámame Chunga, nomás. Puedes tutearme, también.
LITUMA
(Desde la mesa, llamándolo.) Vamos a empezar otra partida, Josefino. ¿Vienes?
JOSÉ
Aprovecha que el Mono tiene los dados, Josefino. La plata siempre está botada con este salmuera.
EL MONO
¿Yo, salmuera? San Puta me protege y esta noche pelaré a todo el mundo. Tendrás que dejarme en prenda a Mechita por todo lo que vas a perder, Josefino.
JOSEFINO
(A la Chunga.) ¿Por cuánto crees que podría empeñar a esta muñeca, Chunguita?
LA CHUNGA
Por lo que quisieras. Es verdad, vale su peso en oro. (A Meche.) ¿Qué tomas? Es invitación mía. ¿Quieres una cerveza? ¿Un vermouth?
JOSEFINO
No me lo creo... ¿Están oyendo, inconquistables? ¡La Chunga invita!
LA CHUNGA
A ti no. Tú eres cliente viejo. La invitada es Meche, que viene por primera vez. Para que vuelva.
Desde su mesa, los inconquistables hacen gran bullicio. El Mono grita: «Ajajay, lo que estoy oyendo», y José: «Pídete un whisky y convida, Mechita».
JOSEFINO
(Yendo hacia la mesa, a retomar el sitio que tenía entre los inconquistables.) Bueno, a calentar la mano.
MECHE
¿No me ibas a llevar al cine?
JOSEFINO
Después. Primero voy a ganarme los frejoles, pelando a estos tres cojudos. La noche es joven, mi amor.
MECHE
(A la Chunga, señalando a Josefino.) Ya veo que hoy no iremos al cine. En el Variedades dan una de Esther Williams y Ricardo Montalbán, una en colores. De toros y música. Qué lástima que a Josefino le guste tanto el juego.
LA CHUNGA
(Alcanzándole el vermouth que le ha preparado.) A ése le gustan todos los vicios. Es el peor sinvergüenza que ha parido madre. ¿Qué le has visto? ¿Qué le ven las mujeres a semejante vago? Dime, Meche. ¿Qué tiene?
MECHE
(Entre ruborizándose y jugando a ruborizarse.) Qué va a ser, pues. Tiene... labia, sabe decir cosas bonitas. Y, además, es buen mozo, ¿no? Y, también, también. Bueno, cuando me besa y me hace cariños, tiemblo. Veo estrellitas.
LA CHUNGA
(Con una sonrisa burlona.) ¿De veras te hace ver estrellitas?
MECHE
(Riéndose.) Bueno, es una manera de decir. Tú me entiendes.
LA CHUNGA
No. No te entiendo. No puedo entender que una mujer tan bonita como tú se enamore de un pobre diablo así. (Muy seria.) ¿Sabes lo que te espera con él, no?
MECHE
Yo no pienso nunca en el futuro, Chunga. El amor hay que tomarlo como es. Una felicidad de ahora, de este momento. Y sacarle el jugo mientras dure. (Alarmándose, súbitamente.) ¿Qué me espera con él?
LA CHUNGA
Te hará ver estrellitas un tiempito más. Y, luego, te meterá a la Casa Verde para que lo mantengas, puteando.
MECHE
(Escandalizada.) ¿Qué dices? ¿Bromeas, no? ¿Crees que yo podría hacer eso? Se nota que no me conoces. ¿Me crees capaz de...?
LA CHUNGA
Claro que te creo capaz. Como todas las tontas a las que ese cafiche hizo ver estrellitas. (Estira la mano y acaricia a Meche en la mejilla.) No pongas cara de susto. Me gustas más cuando sonríes.