ALICIA
Te sorprenderá mucho recibir esta carta, querido Rubén. Después de tanto tiempo sin vernos ni saber nada uno del otro. ¿Como dos años, no? ¿Todavía estás enojado conmigo? Lo estabas, y mucho, la tarde en que rompimos. Y, por supuesto, tenías toda la razón del mundo. Me porté muy mal contigo, peleando así, de la noche a la mañana, sin que hubiera pasado nada, sin que hubiéramos tenido una discusión, ni nada de nada. Creías que me había enamorado de otro; mi mamá me contó que viniste varias veces a tratar de sonsacarle la verdad. No, Rubén, no había ningún otro. Tampoco lo ha habido en estos dos años. Ni lo habrá en el futuro. Tú has sido el único hombre en mi vida. El único enamorado en serio que he tenido. Esos chicos de los años de colegio eran juegos, coqueteos sin importancia. A ti sí te he querido y siempre recuerdo con ternura muchas de las experiencias que pasamos juntos. Y, la verdad, te confieso que, en estos dos años, de cuando en cuando, me remordía la conciencia haber roto contigo de esa manera tan brusca. Pero, es que no me podía casar, Rubén. Pese a quererte, no me sentía con ánimos, con el espíritu que hace falta para tener una vida familiar, dirigir una casa, criar niños, ocuparme de mi marido, en fin, todas esas cosas que tú esperabas de mí. Todas esas cosas que te dará tu mujer, cuando te cases. Yo sé que ése es el sueño de todas las chicas, que lo que más las asusta en la vida es quedarse para vestir santos, como dicen. A mí, en cambio, casarme no me hizo nunca ilusión; al contrario, el matrimonio me dio siempre espanto. Yo no hubiera podido ser una buena esposa, una mujer que ayudara a su marido en su carrera, que le tuviera la casa como una tacita de té. ¿Eso es lo que tú ambicionabas, no? A mí la sola idea de ser la esposa y la mamá modelo me deprimía, Rubén. Así como lo oyes. Ya sé que esto te parecerá otra de mis rarezas. Pero una es como es y no hay nada que hacer, ¿no es cierto? Tal vez por eso me vino la ventolera de ser pintora. Necesitaba algo que justificara mi falta de instinto familiar y maternal. Pero, una no puede creerse artista simplemente porque le repele la idea de ser ama de casa, ¿no, Rubén? Felizmente, el doctor Eduardo Zanelli tuvo la entereza de quitarme la venda de los ojos y me enfrentó a la realidad a tiempo. Si no, más tarde, hubiera sido muchísimo peor.
Bueno, bueno, me he hecho un lío mezclando tantos temas diferentes. Esta carta te parecerá un poco disparatada. Lo cierto es que nunca he sido muy buena escribiendo cartas, por eso te mandaba sólo tarjetitas cuando estabas de guardia y no podías venir a verme.
Te la he escrito sólo para que sepas lo que te decía al principio. Que, aunque rompí contigo, siempre te he querido mucho. Que siempre recuerdo lo bueno que fuiste conmigo y tu generosidad tratando de comprenderme aun en los momentos más difíciles. Así que, si te acuerdas de mí de vez en cuando, no lo hagas con rencor, querido Rubén.
Un beso de Alicia