EL MONO
(Antes de tirar los dados, con la mano en alto.) Para que me traiga suerte, cantemos el himno, inconquistables.
JOSÉ, LITUMA, JOSEFINO, EL MONO
(Cantan en coro, con grandes aspavientos.)
Somos los inconquistables
Que no quieren trabajar:
Sólo chupar, sólo vagar,
Sólo cachar.
Somos los inconquistables
¡Y ahora vamos a timbear!
EL MONO
(Sopla y besa la mano que empuña los dados y los lanza sobre el tablero. Los cubitos blancos y negros corren, brincan, chocan, rebotan contra los vasos a medio llenar y se detienen, atajados por una botella de Cristal.) ¡Ajajay! ¡Tres y tres! Qué contento estoy. Doblo la caja, señores. ¿Quién es quién? (Nadie responde ni añade un centavo al pozo de billetes y monedas que el Mono tiene junto a su vaso.) La mariconería está en su punto máximo, por lo que veo. (Recoge los dados, los acuna, los sopla, los agita sobre su cabeza sin todavía lanzarlos.) Y acá se van otra vez las senitas —cinco y uno, cuatro y dos, tres y tres— o este inconquistable se corta el quiquiriquí.
JOSEFINO
(Alcanzándole una navaja.) Para lo que te sirve, aquí tienes mi chaveta. Córtatelo.
JOSÉ
Tira los dados de una vez, Mono. Que es lo único que tiras tú.
EL MONO
(Haciendo morisquetas.) ¡Y se fueron fufufuuuuú! Tres y seis. (Se persigna.) Y ahora el seis, san Puta.
LITUMA
(Volviéndose hacia el mostrador.) ¿No te parece que el Mono se ha vuelto muy lisuriento, Chunga?
La Chunga no se inmuta. Ni siquiera se digna mirar hacia la mesa de los inconquistables.
JOSÉ
¿Por qué no le contestas al pobre Lituma, Chunguita? Te está haciendo una pregunta, ¿no?
EL MONO
A lo mejor se ha muerto. A lo mejor eso que se está meciendo es su cadáver. ¿Te has muerto, Chunguita?
LA CHUNGA
Es lo que te gustaría. Para mandarte mudar sin pagarme las cervezas.
EL MONO
Ajajá, te resucité, Chunga Chunguita. (Sopla, besa los dados y los lanza.) Y ahora el seis, san Puta. (Las cuatro caras siguen el traumático recorrido de los cubitos blancos y negros entre vasos, botellas, cigarrillos y cajas de fósforos. Esta vez ruedan hasta el suelo de tierra mojada.) Uno y tres son cuatro, inconquistables. Sólo me faltan dos. La caja sigue abierta por si alguien tiene huevos para apostar.
LITUMA
¿Y qué pasó esa vez con Meche, Chunga? Aprovecha que hoy estamos solos. Cuéntanos.
JOSÉ
Cuéntanos, cuéntanos, Chunga Chunguita.
LA CHUNGA
(Siempre indiferente, con voz soñolienta.) Que te cuente la que ya sabes.
EL MONO
(Tira los dados.) ¡Y salió el seis! Muévanse, señores, que la tienen hasta la garganta. Hagan gárgaras, jajajay. (Se vuelve hacia el mostrador.) Tus requintadas me traen suerte, Chunguita. (Levanta el pozo y besa los billetes y monedas con gestos extravagantes.) Otro par de botellitas bien frías, que este inconquistable paga. ¡Jajajay!
La Chunga se levanta. La silla queda meciéndose, con un crujido a intervalos regulares, mientras la dueña del bar va a sacar un par de botellas de cerveza de un balde lleno de hielo que tiene bajo el mostrador. Las lleva a la mesa de los inconquistables con aire negligente y las coloca ante el Mono. Un bosque de botellas eriza la mesa. La Chunga regresa a la mecedora.
JOSÉ
(Aflautando maliciosamente la voz.) ¿Nunca nos vas a contar qué hiciste esa nochecita con Meche, Chunga?
JOSEFINO
Basta de hablar de la Mechita o uno de ustedes se baja el pantalón y me lo presta. Sólo su nombre me la pone al palo.
EL MONO
(Haciendo ojitos y afeminando la voz.) ¿Y a ti también, Chunguita?
LA CHUNGA
Alto ahí, concha de tu madre. Yo estoy aquí para servir cervezas, no para ser hazmerreír de nadie ni oír groserías. Cuidadito, Mono.
EL MONO
(Se echa a temblar; le castañetean los dientes, mueve los hombros, las manos, blanquea los ojos, presa de contorsiones histéricas.) Huy, qué miedo, qué miedo.
Muertos de risa, los inconquistables le dan de manazos para hacerlo reaccionar.
LITUMA
No te calientes, Chunga. Aunque te hagamos renegar, tú sabes que te queremos.
JOSEFINO
¿A quién mierda se le ocurrió mentar a Meche? ¿Tú fuiste, no, Lituma? Me has hecho poner nostálgico, carajo. (Alza su vaso, solemne.) Brindemos por la hembrita más rica que pisó la tierra del almirante Grau. ¡Por ti, Mechita, en el cielo, en Lima, en el infierno, o donde chucha estés!