Valentino Rossi es Patrimonio de la Humanidad y, cuando gana él, ganamos todos. Es algo que vengo diciendo desde hace años, ya fuera en el periódico, la radio o últimamente en la televisión y no he encontrado a nadie, o casi, que me lleve la contraria. Algunos de sus adversarios más directos no lo ven de igual manera, y no entienden cómo los aficionados o la prensa española pueda apreciar tanto o más a un piloto nacido en Italia que a uno de los nuestros.
La cuestión es que el italiano siempre corre en casa, sea el circuito que sea, y no solo en su jardín de Mugello, donde fue capaz de ganar siete años de manera consecutiva (de 2002 a 2008). Tras cualquier entrenamiento durante un gran premio, un simple paseo por la puerta trasera de su box refleja que estamos en territorio Rossi. Los seguidores se amontonan allí a la espera de que salga su ídolo, a la caza de un ansiado autógrafo o simplemente para verle, tocarle o decirle algo. Da igual que se corra en Italia, España, Asia, Australia o América. Siempre se aglutina más gente alrededor de su box que en el de cualquier otro piloto, aunque sea un ídolo local. A este enorme tirón también ayuda su increíble paciencia franciscana a la hora de atender a sus fans, a los que dedica minutos y minutos, que en ocasiones se disparan hasta la hora, firmando cascos, monos, camisetas, fotografías y lo que se tercie, porque hasta en sensuales puntos de cuerpos femeninos se le ha visto estampar su rúbrica. Y todo ello independientemente de cuál haya sido su resultado en la pista, lo mismo en los años de éxito que los de calvario en Ducati.
Rossi fue un piloto diferente desde su primera temporada en la clase reina, los añorados 500cc. Era el año 2000 y el entonces Valentinik, una especie de superhéroe inter espacial que sustituyó al sobrenombre de Rossifumi y supuso la antesala del actual Il Dot-tore (El Doctor o The Doctor, como se prefiera), ya sabía que el germen de la Rossimanía se estaba gestando. Me lo dijo en una entrevista publicada en el diario AS del 28 de octubre de aquel año durante el transcurso del GP de Australia. (Acabaría tercero aquella carrera, tras Biaggi y Capirossi, cerrando un triplete italiano que por aquel entonces era impensable que lo disfrutase el motociclismo español, pero doce años después aquel sueño también lo hicieron realidad los nuestros, en Japón, por obra y gracia de Pedrosa, Lorenzo y Bautista).
Sin embargo, la razón por la que aquel recuerdo salta a estas páginas es su respuesta cuando le pregunté si notaba que era el piloto más aclamado en las gradas, como en su día lo fue el célebre 34, Kevin Schwantz, su gran ídolo. Rossi contestó de una forma tan sincera como reveladora: «Me falta mucho para alcanzar la popularidad de Schwantz, pero me gusta ser el ídolo de la gente. Noto que la afición me quiere, y no solo en Italia, porque veo muchas pancartas y banderas con mi nombre allí donde vamos».
Aquel Rossi había ganado ya dos títulos mundiales, el de 125cc en 1997 y el de 250cc en 1999, con 12 victorias en el octavo de litro y 14 en dos y medio, además de haber sumado sus dos primeros triunfos en el medio litro, en el Donington Park inglés y en el Nelson Piquet brasileño, pero acceder a él para entrevistarle era todavía muy sencillo.
Llegados al año 2001, cuando consiguió el primero de sus siete títulos en la clase reina, el piloto Rossi se convirtió en el fenómeno Rossi y pasó a ser el personaje más solicitado por la prensa allá donde recalase el Mundial. Por eso se acabaron las entrevistas a quemarropa con él, según te lo encontrabas en algún punto del circuito, y todo encuentro con grabadora o boli en mano debía ser supervisado y aprobado previamente por su departamento de prensa o comunicación.
La avalancha de peticiones de entrevista era tal que, cada jueves, viernes y sábado, después de atender la rueda de prensa de rigor, porque los pilotos no se esconden como hacen otros deportistas y atienden cada día a los medios, le esperaban una serie de careos con periodistas locales o fijos del Mundial, a veces de manera colectiva, limitados a diez minutos.
Puede parecer poco tiempo, pero diez minutos con Rossi dan casi siempre mucho juego, y si consigues ganarte su atención e interés la entrevista puede prolongarse más tiempo, sin que importe lo que marque el reloj. Eso sí, a los diez minutos no falta el aviso de la jefa de prensa de rigor. En ese sentido, recuerdo con especial cariño a Roberta Vallorosi, que trabaja para Fernando Alonso en la F-1 desde la llegada del español a Ferrari, y cuya belleza hacía menos dolorosa su triste noticia. Por eso, conseguir un minuto más con Vale era un triunfo personal, una señal inequívoca de que la entrevista le había gustado y eso, ante un personaje que ha concedido miles de entrevistas y contestado a millones de preguntas, es un éxito profesional comparable al del sabor de la victoria para un piloto. Y es que El Doctor siempre deja buenos titulares…
La primera vez que tuve oportunidad de entrevistarle fue en Río 1999. Entonces no era necesario cumplir el protocolo de sus días de vino y rosas en la clase reina, solicitando la entrevista con antelación y con ese límite de los diez minutos siempre amenazante. Me había enviado AS a cubrir, principalmente, la información de la coronación de Álex Crivillé como primer campeón español de 500cc, pero también debía estar muy pendiente de lo que pudiera pasar con Emilio Alzamora, que se jugaba el título de 125cc con Marco Melandri. Todo aquello era suficientemente excitante para un redactor de 24 años, con solo tres de experiencia en el diario, fogueado cubriendo la información del Real Madrid dos temporadas y recién aterrizado en su mayor afición lejos del fútbol, así que estaba al tanto de quién era ese chaval italiano de 20 años y lo que podía llegar a ser. De entrada, al día siguiente de la publicación de la primera de las muchas entrevistas que el de Tavullia me ha concedido con el paso de los años, conquistó el cetro de 250cc. «Quiero dar el salto a 500», titulamos aquel día a cuatro columnas.
Tras cubrir la información de las tres últimas citas de la temporada 99 para el AS, el periódico apostó por convertirme en su enviado especial de manera permanente a los GGPP y en la primera cita del año 2000, en Suráfrica, me presenté a todo el que pude y sentía que era oportuno hacerlo, siendo Rossi uno de ellos. Me acerqué a él cuando iba camino del box, enfundado en aquel mono en el que predominaba el amarillo y los colores de la cervecera Nastro Azzurro. «Hola Valentino. Soy Mela Chércoles, periodista español, del diario AS, y voy a cubrir la información del Mundial por vez primera esta temporada. Es un placer conocerte», le dije, a lo que me respondió: «Claro. Me acuerdo de ti. Tú me entrevistaste el año pasado en Brasil poco antes de ser campeón de 250. Bienvenido». Así, tal cual. Aquel chaval de 21 años recién cumplidos daba muestras de su profesionalidad también fuera de la pista y era capaz de tener archivada en su memoria una simple y rápida entrevista, sin cita previa, en una mesa de la sala de prensa de Río de Janeiro…
Esta fue la primera de las muchas demostraciones de la habilidad de Rossi para desenvolverse con los medios, el principal puente entre él y su legión de aficionados. La mejor muestra de ello es el reflejo de su cara ante las cámaras. Ni un mal gesto ya sea en la victoria o en la derrota. Ni siquiera durante la pesadilla de dos años que ha supuesto su paso por Ducati, donde le fueron tan mal las cosas que, por primera vez en toda su andadura mundialista, las entrevistas con Vale quedaron suprimidas en la temporada 2012.
El argumento que esgrimieron desde el departamento de comunicación de la casa de Borgo Panigale para cancelar las entrevistas es que consideraban suficientes las declaraciones del piloto en las ruedas de prensa. Pero antes de que eso sucediera ha habido tiempo de sentarse muchas veces cara a cara con el 46, lo que ha implicado siempre un esfuerzo importante para ganarse su atención, interés, complicidad y cada minuto de más sobre ese tope fijado en los diez de turno.
Yo tengo mis propios trucos para ganarme esos minutos de más, pero antes de hacerlo tuve que ingeniármelas para ganármelos. La primera entrevista más seria que le hice, cuando Rossi ya empezaba a ser quien es, no empezó nada bien. Sucedió en el año 2000, cuando Rossi ya estaba en 500 y hablar con él no era tan fácil como un año antes, en Río. El italiano estaba contestando con un tópico detrás de otro, sin mostrar el más mínimo entusiasmo e incluso ojeando a la vez que hablaba una revista de motos que tenía en sus manos. Recuerdo que Jaime Olivares, el mejor fotógrafo español de la historia de este deporte, con más disparos dados que en toda una guerra, me estaba haciendo el favor de retratar el momento y él, como yo, se estaba dando cuenta de que aquello estaba resultando un fracaso.
Jaime no decía nada, pero me miraba como pidiéndome una reacción, un guiño, un algo que cambiara aquella anodina entrevista. Yo también lo tenía claro y solo había dos opciones. Una era darla por terminada, para no hacerle perder más tiempo al piloto ni perderlo yo. La otra, cambiar el tercio de manera radical para conseguir al menos un titular que salvara la página. Opté por lo segundo y, a bocajarro, le solté: «¿Sabes una cosa? Tú eres muy buen piloto, pero hay un español que aún no ha ganado nada que te supera a ti en una cosa». En ese momento, Valentino cerró la revista, me miró a la cara por vez primera desde que había comenzado la charla y preguntó: «¿Quién?». Había que rematar la jugada, y le dije: «Fonsi Nieto, porque tiene una novia espectacular que tú no tienes: Elsa Pataky». Y se le iluminó la cara, para decir: «!Ah, Elsa! !Es muy guapa y muy simpática! Una gran novia la de mi amigo Fonsi…».
La entrevista prosiguió con normalidad y, consciente de lo futbolero que es y fanático del Inter de Milán, le piqué con el fútbol y saqué pecho con un Real Madrid de moda, al punto que se decía que su próximo fichaje sería Michael Schumacher, para conducir el autobús del equipo… Se echó unas risas también con aquello y, aunque esa entrevista no fue la mejor de nuestras vidas, el resultado fue salvable. Lo más importante es que allanó el camino para que, a partir de aquel momento, cada cita con El Doctor se convirtiera en el acontecimiento del año, con la idea de sacar el mayor jugo posible, sabiendo que era fundamental no aburrirle. A tenor de la duración y el tono distendido en el que han discurrido desde entonces, también para él han resultado las charlas interesantes y entretenidas porque nuestras conversaciones casi siempre iban más allá del mundo de las motos. El resultado de aquello generó páginas y páginas interesantísimas, con algunos encuentros que se dispararon casi hasta la media hora. El récord fue 27 minutos para ser exactos. Si un minuto con Rossi da para mucho, imaginemos para cuánto dan tantos…
Por recordar algunas de las entrevistas que guardo con más cariño y en las que creo que el campeonísimo mejor se lo pasó, quiero rescatar aquí la publicada en AS del 21 de abril de 2007, hecha en Estambul. Bajo el título «Maradona es el dios del Olimpo del deporte», el entonces heptacampeón repasaba un elenco de leyendas deportivas de diferentes especialidades, destacando al astro argentino como el más grande entre los grandes. Merece la pena reproducir la introducción a su repaso para entender aún mejor lo que venimos contando en estas líneas. Dice así:
Valentino Rossi es, en las distancias cortas, tal cual se ve por televisión cuando se baja de la moto y se quita el casco en el box de Yamaha. En función del resultado obtenido y las sensaciones captadas, se mostrará más o menos preocupado o eufórico, pero siempre tendrá un guiño para los millones de incondicionales que sabe que le siguen y que dan vida a la Rossimanía en cualquier rincón del planeta. Fuera del tiro de cámara, pero aún sometido al escrutinio de la grabadora y la libreta, funciona con una profesionalidad absoluta y no rehúye ninguna pregunta, por repetitivos que puedan ser sus compromisos con la Prensa.
Hora y media después de finalizar los entrenamientosen Estambul, El Doctor se presenta duchado, y ya sin el incómodo mono de competición, pero con la ropa oficial del equipo ante los numerosos periodistas que le aguardan. Primero, el heptacampeón atiende en italiano a los periodistas de su país que se amontonan a su alrededor en una mesa de la zona de descanso reservada para Yamaha. Segundo, se cambia de mesa y se dirige a contar lo mismo que durante los minutos anteriores, pero ahora en inglés, para la prensa internacional. Y tercero, si consta en su agenda, como casi siempre ocurre, atiende a una o dos entrevistas personalizadas de diez minutos para el medio que haya pasado el filtro de su servicio de prensa, al que hay que solicitársela con mucha antelación y que no suele ser más de una al año en exclusiva.
Ayer, en Istanbul Park, fue el turno reservado para AS. Es uno de los mejores momentos de la temporada, y como ya hemos hablado con él tantas veces de motos, de su vida privada y hasta de su musa Elsa Pataky, quisimos plantearle esta vez un juego al que accedió encantando. Se trataba de repasar el Olimpo de dioses del deporte al que él ya pertenece por sus éxitos deportivos cosechados a los 28 años, y también por el fenómeno de masas en el que se ha convertido camino a sus siete títulos.
No sin antes interesarse por el estado del dedo meñique lesionado de quien le entrevistaba, es así de atento, repasó el listado que se le propuso en diez especialidades de las más populares a nivel mundial y solo rectificó en el caso del ciclismo, en el que para él Marco Pantani fue el número uno por mucho que no ganara tanto como Lance Armstrong. Para él, siempre priman las emociones más que los números o los comportamientos fuera de la competición. Por eso Rossi tampoco duda a la hora de afirmar que «Maradona es el dios del Olimpo del deporte. Es el deportista más grande de todos los que hemos hablado». ¿Y quién creen que es al que encuentra más parecido a él? Sorpréndanse, por lo inesperado: «El que más se parece a mí es Federer».
Durante la entrevista, Rossi habló de lo que significaban para él grandes mitos del deporte como Diego Armando Maradona, Michael Schumacher, Carlos Sainz, Muhammad Alí, Michael Jordan, Roger Federer, Alberto Tomba, Carl Lewis, Lance Armstrong y Marco Pantani, a quien consideraba mejor ciclista que el norteamericano. En ese momento, Armstrong todavía no había confesado sus trampas, pero esa aplastante superioridad un año tras otro daba pie a las sospechas, como se advierte en las palabras de Rossi: «Yo era más hincha de Marco Pantani que de Lance Armstrong. De Lance valoro sobre todo la batalla que le ganó a la vida, superando su enfermedad. Ya solo por eso es un fenómeno. Luego, viéndole vencer todos sus Tours seguidos, parecía que iba en moto por lo que reflejaba su cara mientras los demás iban fundidos. Sin embargo, para mí el número uno del ciclismo siempre será Pantani, aunque era un Jim Morrison de la vida que cometió muchos errores. Probablemente, no soportó la presión de ser el número uno, algo que sin embargo consiguió Armstrong, pero desde el punto de vista emocional Pantani me ha llegado mucho más al corazón».
Muy interesante también resultaron sus razones por las que el Diego era el más grande de todos, algo que agradecemos mucho los que simpatizamos con la Iglesia Maradoniana: «Maradona es el futbolista más grande que ha habido, pero hubiera sido también el más grande en cualquier otra especialidad que hubiera intentado, tanto que creo que es el dios de los dioses del deporte, el número uno de todos. Es así por su inteligencia en el terreno de juego pero, sobre todo, por el gran talento que poseía. Es ahí donde marcaba la diferencia sobre el resto de jugadores. Por eso digo que es el dios del Olimpo, porque no hubo nadie más talentoso que él. Diego era capaz de saltar al campo y marcar la diferencia aunque no hubiera dormido nada la noche anterior y se fuera del tirón a jugar el partido… Era increíble, aunque también es cierto que lejos de los estadios ha cometido muchos errores, lo que no impidió que entrenara duro cuando fuera necesario, porque no era solo talento. Eso se vio cuando volvió en el Mundial de Estados Unidos de 1994, en el que acabó dando positivo en un control antidopaje, algo en lo que no le hubiera hecho falta caer porque creo que hubiera ganado aquel campeonato de igual manera».
Atención a lo que dijo sobre Alí, demostrando que sabe en qué mundo vive: «Para mí Alí ha hecho mucho más que yo. Se puede comparar a nivel deportivo lo que él ha hecho en el ring con lo mío en la pista, pero él apareció en un momento delicado de la historia y fue una gran esperanza para la raza negra. Siempre se implicó mucho en los problemas sociales, por eso digo que hizo más que yo. Y como deportista, me parece un fuera de serie, un deportista increíble, pero lo que más me impresiona de Alí es cómo se comportaba fuera del ring con sus rivales. Les decía que les iba a patear el culo en un asalto, y lo hacía. ¿Como yo? Él mucho más, porque yo nunca tengo el coraje de decir que voy a ganar mañana».
Del heptacampeón de Fórmula 1: «Schumacher es un discurso completamente diferente al de Maradona. Para mí él marcó la diferencia porque dedicó toda su vida y energía a la Fórmula 1. Su talento también es grande, pero a su éxito ha contribuido su empeño. He estado con él en el box de Ferrari, cuando rodé con el Fórmula 1 el año pasado, y hablamos mucho sobre él. Es un piloto que si cree que tiene que hacer una reunión técnica a las once de la noche en un circuito, porque tiene que cambiar la más mínima cosa, va y la hace. Era un gran trabajador, con una constancia indestructible».
O de su amigo, el maestro suizo de la raqueta: «Creo que Federer es el Rossi del tenis. Es mucho más fuerte que los demás jugadores por la cabeza y la capacidad asombrosa de concentración que posee, superior a los demás. Tiene también mucho talento y todo le sale de manera natural. Uno le ve jugar y parece que está en un entrenamiento de lo fácil que hace todos los golpes, incluso contra el español Nadal, que es muy bueno y muy enérgico, tanto que sudas solo de verle jugar. Cuando acaban un partido entre ambos, parece que Nadal ha jugado tres y Federer está tan tranquilo, como si no hubiera hecho nada».
Un año más tarde, en 2008, en vísperas de la Eurocopa que tan brillantemente acabaría ganando la España del tiki taka, la del gol de Torres en la final contra Alemania, la que nos hizo llorar de alegría a una generación de españoles hastiada de ver caer a la selección de fútbol en cuartos, le planteé a Valentino otra entrevista diferente que aceptó de buen grado y que resultó un pelotazo periodístico. El cuestionario era una mezcla de motos y fútbol, con el presumible duelo en el horizonte que habría entre España e Italia en cuartos o semifinales de la Eurocopa. El choque acabó siendo finalmente en cuartos, decidido en la tanda de penaltis a favor de España, con Cesc Fábregas marcando el gol definitivo. A la caravana mundialista nos coincidió el partido con día de carreras, el domingo de Donington Park, y aquella tarde las crónicas se escribieron más deprisa que nunca para llegar lo más liberados posible a la hora del partido, que muchos pudimos ver en los monitores de la sala de prensa. Las mesas estaban divididas por un pasillo, colocándonos en el margen izquierdo los periodistas españoles y en el izquierdo los italianos, siendo estos apoyados por los carismáticos y ruidosos representantes del Fan Club de Rossi. Sin duda, un día inolvidable, con alegría para unos y tristeza para otros, pero imperando en todo momento el juego limpio.
Valentino no vio el partido aquel día en el circuito, pero al reencontrarnos unos días después en Montmeló, no tuvo problemas en darnos la enhorabuena, aceptando que le recordase con guasa lo que me dijo en aquella entrevista publicada el 2 de mayo en AS, realizada en Shanghái. Con el titular de «La vida es una batalla entre España e Italia», antes de entrar en materia futbolera el crack reconocía que el poderío del motociclismo español, que comenzaba a intuirse en esos instantes, «no solo es cuestión de este año. En el motociclismo, la vida es una batalla entre España e Italia, porque son los dos países los que tienen los pilotos más fuertes. Antes estábamos en ventaja los italianos, pero ahora la ventaja es española con los pilotos jóvenes. Somos las dos escuelas más fuertes de este deporte. Creo que ahora las motos son más importantes y famosas en tu país de lo que lo son en Italia, aunque en el nuestro no han dejado de ser nunca importantes las motos, pero no tanto como el fútbol».
Gracias de nuevo a la generosidad infinita de mi hermano Olivares, aquella doble página se ilustró con unas fotos extraordinarias de Rossi enfundado en la camiseta de la selección italiana de fútbol, a la vez que cogía con la mano izquierda la de la selección española y mostraba desafiante su escudo. Aquello ya era suficiente como apertura, pero la casualidad quiso que apareciera en ese momento Jorge Lorenzo por allí, su nuevo compañero con el que la rivalidad estaba servida, dentro y fuera de la pista, y le eché un órdago a Valentino que aceptó sin el más mínimo problema: hacerse una foto con Lorenzo posando cada uno con la camiseta de su selección.
Ahora, pasado el tiempo, puede resultar sencillo, pero entonces era el primer año del mallorquín en la clase reina y la relación entre ambos, inexistente. El italiano, consciente de las posibilidades que tenía el español, le había hecho el vacío absoluto en su salto a MotoGP. Si por Rossi hubiera sido, hubiera preferido que su compañero de box siguiera siendo el dócil Colin Edwards, que nunca le puso en apuros y que se adaptó tanto a lo que Rossi quería que incluso se fue a vivir a Tavullia. Sin embargo, la historia era bien diferente con su nuevo compañero.
Lorenzo dejó claras sus intenciones desde su primera aparición en la clase reina, al firmar la pole y el segundo puesto en Losail. Continuando con otro primer puesto en la parrilla y un podio en Jerez. Y rematando la faena en Estoril con su tercera pole consecutiva y la ansiada primera victoria en MotoGP. Cómo sería la rivalidad que, incluso antes de esos brillantes resultados del español, Rossi aprobó la idea de Bridgestone de poner un muro en el box que diferenciara perfectamente las áreas de trabajo suyas y de su compañero/rival, argumentando que era lo más lógico al montar cada uno en la Yamaha diferentes marcas de neumáticos. Lorenzo llevaba Michelin y Rossi Bridgestone. Al año siguiente, entró en vigor la norma monomarca de gomas e incluso así el italiano optó por mantener ese muro, argumentando que si había funcionado el año anterior, con su título y el cuarto puesto de Jorge, que le convertía en el mejor debutante de la historia de MotoGP, no había razón para cambiar el método.
La marca de los diapasones, en aquellos tiempos, atendía siempre los deseos del italiano, circunstancia que se acabaría durante 2010. Pero volviendo al desafío lanzado para esa foto conjunta de Rossi y Lorenzo no vista antes, destacar de nuevo la frialdad que había habido entre ambos hasta ese momento, más por deseo del campeonísimo que del aspirante. De hecho, hasta aquel día, al margen de coincidir en los podios de Estoril y Jerez, sus encuentros anteriores se resumían a la rueda de prensa de Montmeló 2007, cuando el mallorquín ya sabía que al año siguiente correría en MotoGP, pero aún no se había hecho oficial, y a la presentación de la escudería Fiat Yamaha de enero de ese año, en Turín, donde Rossi no le ofreció ninguna complicidad al novato. Consciente de aquel distanciamiento, le pregunté a Rossi durante la entrevista, mitad motera, mitad futbolera, si se fotografiaría junto a Lorenzo enfundado cada uno en la camiseta de su selección y contestó con un tajante sí, que demostró ser cierto cuando surgió la oportunidad de hacerla. En otro ejemplo de profesionalidad, que también mostró Lorenzo al no poner pega alguna para la foto, se abrazó a su adversario, le tendió la mano y posó con la mejor de sus sonrisas. Viéndoles juntos, se notaba que el piloto español admiraba al italiano más que este a él, pero también que había sabido ganarse su respeto a base de actuaciones primorosas en la pista para un novato.
Aquel Italia-España de Shanghái fue un aperitivo del cruce a vida o muerte que se vivió después en los cuartos de final de la Eurocopa de Austria y Suiza, que acabó como felizmente acabó, y que venía precedido de un amistoso en el que los de Luis Aragonés se habían impuesto 1-0 a los italianos. «España siempre tiene una selección muy fuerte, pero cuando llega el momento de la verdad siempre hace lo mismo. Es algo que me disgusta, porque España es buena, pero lo que espero es que Italia haga lo que Francia hace diez años, ganar el Mundial y a continuación la Eurocopa», disparó al recordarle aquel amistoso, a lo que le rebatí recordándole el golazo que Torres, con el Liverpool, le había marcado recientemente a su querido Inter en la Champions. «Claro que no he olvidado ese gol. Estaba en el campo aquel día y es un gran jugador. Está claro que España tiene un gran potencial, pero luego…», respondió con una sonrisa, para analizar después cuestiones como el gen ganador de los italianos: «No siempre gana Italia, pero sabe afrontar los campeonatos en los que no solo cuenta ser fuerte, sino también saber mantener la concentración y el carácter competitivo en todo el equipo. Eso es lo que llevó a mi selección a ganar el último Mundial».
También quiso hablar de lo que pasó entre su amigo Materazzi y Zidane en la final del Mundial de 2006, que acabó con el francés expulsado después de golpear con la cabeza al italiano en la prórroga: «Soy amigo de muchos jugadores, pero con el que mejor me llevo es con Materazzi. Es una gran persona fuera del campo. También soy amigo de Ambrosini, aunque juegue en el Milan, pero con el que mejor me llevo es con Materazzi. Inmediatamente después de acabar el partido le llamé para que me contara lo que había pasado. Él ya está harto de hablar de aquello. Creo que Zidane falló porque en el fútbol pasan esas cosas desde que juegas siendo niño. En el fútbol se dicen de todo y creo que Zidane tuvo una reacción exagerada, aunque no por ello deja de ser uno de los mejores jugadores de toda la historia».
Y alguna perla motera también dejó, porque antes de aquella carrera, que acabó suponiendo su primera victoria con los Bridgestone, llevaba seis sin ganar, desde Portugal 2007, por lo que otra más supondría su mayor sequía desde que conociera por vez primera las mieles del triunfo, en Brno 1997. Se había quedado clavado en los 88 triunfos y parecía que los 90 de Nieto, que le situaban como el segundo piloto que más veces había hecho sonar su himno, tras Agostini, no llegarían nunca. «Cuando veo a Ángel por el paddock le digo que no me gafe para que pueda llegar a sus 90 triunfos. Seguro que no le hace gracia que le iguale. No, es broma, seguro que le apetece y me lo he marcado como objetivo. Espero llegar a él pronto. Es extraño y difícil estar tantas carreras sin ganar, pero vengo de una temporada dura, como fue la anterior. 2007 fue el año más difícil desde que compito, pero me siento más fuerte y competitivo. Creo que puedo volver a vencer pronto y tengo muchas ganas de que llegue aquí la hora de la carrera. Es una carrera muy importante para saber cómo estamos nosotros y los demás», aseguró.
Aquel triunfo en China fue balsámico para Rossi, que había obligado a Yamaha a que le dejara ir con ruedas Bridgestone, como la Ducati de Stoner campeona la temporada anterior. Sabía que estaba en el ojo del huracán, al punto de llegar a decir: «Si no gano el Mundial sé que quedaré como un imbécil». Pero volvió a conquistarlo y aquel primer triunfo del curso le catapultó hacia un título bastante plácido, porque acabó con 93 puntos de ventaja sobre Stoner. Lo certificó en Motegi y lo celebró con un ingenioso mensaje dedicado a la afición que decía Scusate il retardo (perdonad el retraso), por sus dos años de sequía, y con un reloj en el que sobresalían las ocho, por su octava corona.
Aquel año fue tan bien para Rossi y Yamaha, con el título en el bolsillo tres carreras antes de la conclusión del campeonato, que William Favero, director de comunicación de Yamaha, me facilitó una segunda entrevista en el mismo curso, el más difícil todavía. Eso sí, para que fuera posible El Doctor solicitó a cambio de tal privilegio que fuera un cuestionario «original y divertido». Así fue como en Sepang me pude sentar de nuevo frente a frente con el ocho veces campeón del mundo, pero antes le ofrecí un juego que aceptó. Debía contestar a diez preguntas, una por título y dos más por sus años de renovación con Yamaha, que no las formulaba yo sino la gente de su entorno a lo largo de su trayectoria mundialista. Y además estaba obligado a intentar adivinar, con un margen de dos intentos, el autor de cada pregunta. Acertó ocho de las diez. Merece la pena la reproducción íntegra de aquel encuentro:
—¿Cuándo te vas a retirar? Porque puede ser una buena oportunidad para que me retire yo también…
—¿Ah sí? Esto es algo que me han dicho muchos y, seguramente, después de estos dos años que he renovado con Yamaha, veré qué hacer. ¿Esto me lo pregunta Paolo Beltramo, el periodista de la tele italiana? ¿No es él? Entonces es Jeremy Burgess. (Asegura riéndose porque sabe que esta vez si ha acertado). Siempre me dice que cuando yo me vaya a casa él también se irá, pero no estoy tan seguro de que se retire a la vez que yo y no descarto que él continúe en el Mundial cuando yo cuelgue el mono.
—¿Si te ofrecieran elegir entre correr el Rally RAC, probar el Ferrari de Fórmula 1, celebrar el cumpleaños de Uccio, subirte a la Ducati en Mugello o ir a la fiesta del cierre de verano en Ibiza, qué harías?
—¿Debo adivinar también quién me hace esta pregunta? Supongo que se trata de Uccio y es dificilísima de responder, pero sé que la ha formulado él porque es la única persona con la que hago o haría todas estas cosas, desde el test de Ferrari a correr el rally. También estaría a mi lado si me subiese todo un día a la Ducati en el circuito de Mugello. Imagino que me quedaría con la fiesta de cumpleaños de Uccio, aunque no sé qué le regalaría. Igual un coche con muchos caballos de potencia para divertirnos juntos con él.
—¿Crees que hubieras vuelto a ser campeón si no hubieras cambiado los neumáticos Michelin por los Bridgestone?
—No creo, pero tampoco lo sé seguro. Lo que tengo claro es que hubiera sido difícil. De lo que no tengo ni idea es de quién me hace esta pregunta… (Nicky Hayden, le decimos al aceptar su fallo). Imagino que la hace porque él irá el año que viene con Ducati y Bridgestone… Tengo curiosidad por ver cómo se desenvuelve. Seguro que irá fuerte. Dile que no se preocupe, que con los Bridgestone se encontrará bien.
—¿Cuál es el casco que más te ha gustado de todos los que has usado a lo largo de tu carrera deportiva y cuál es el que más admiras de tus compañeros de parrilla?
—Me gusta mucho el casco que llevo este año pero, sin duda, el más significativo de toda mi carrera es el que usé en Mugello con mi cara pintada en el frontal. Cualquiera que lo veía desde lejos sabía que era yo el que llegaba. Esta pregunta la ha debido hacer Aldo Drudi, mi diseñador de los cascos, o si no, Vitali. Respecto al casco que más me gusta de los otros, el de Dani Pedrosa de este año, porque es simple, pero también bonito.
—¿Te siguen dando en el equipo las llaves del box y al llegar la noche te diriges a él para poner tú mismo con mimo cada adhesivo referente a tus historias personales, como lo de Rossifumi en mi época?
—Sí, siempre tengo las llaves conmigo. Antes iba cada noche al box a hablarle a la moto, pero ahora lo hago menos porque entiendo que mi M1 necesita descansar y estar concentrada la noche anterior para hacer una buena carrera el domingo. No quiero molestarla, pero sigo guardando la llave conmigo, por si acaso necesito ir a hablar con ella. Esto me lo ha preguntado alguien que me ha dado las llaves en el pasado. ¿Es Brazzi? ¿Sí? !Voy acertando casi todas!
—¿Crees que tú y yo competimos realmente en igualdad de condiciones y con el mismo material técnico, sobre todo en el apartado de neumáticos, en el que tú tenías la ventaja de recibir gomas el mismo domingo por la mañana y yo no?
—¿Quién dice esto, Edwards? No es él. Entonces Biaggi… ¡Grande Biaggi, grande! ¿De verdad que él ha hecho una pregunta para mí? Qué voy a decirle… Estoy seguro, por lo que he visto sobre la pista durante el tiempo que coincidimos, que sé pilotar mejor que él. En cuanto a los neumáticos que llegaban el domingo por la mañana, Michelin empezó a traerlos en 2005 o 2006, y no sé si verdaderamente eso era una ventaja o una desventaja, pero seguro que me había portado mejor que él para tenerlos. Aparte de eso, Max ha sido un gran rival, pero yo he sido más fuerte que él. Eso está claro. (Se ríe otra vez con mirada pícara y le cuesta creer que Biaggi haya aceptado participar en este juego).
—Los periodistas han escrito que eres un capítulo de la historia. ¿No sientes que en realidad tú eres la historia?
—(Se lo piensa antes de responder). Yo soy un capítulo de la historia de este deporte. Seguramente, un capítulo de los bonitos. ¿Quién me dice siempre que yo soy la historia? ¡Ya está! ¡El doctor Costa! (Se troncha de la risa al saber que vuelve a acertar). Siempre me lo dice, pero no puedo considerar que yo sea la historia. Eso es demasiado.
—¿Eres partidario de quitar toda la electrónica de las MotoGP o de regresar a las antiguas 500cc para auténticos hombres?
—Volver a las 500cc, sin nada de electrónica, sería precioso, pero también creo que lo sería regresar a las 990cc de hace poco tiempo rebajando la electrónica, como las de 2002 y 2003. ¿Esto viene de Kevin Schwantz o Lucchinelli, dos viejos rockeros? Ah, ¿que sigue en activo su autor? En ese caso es Capirossi. Los dos estamos de acuerdo en que las 500 eran más difíciles de pilotar y también en que el piloto marcaba más la diferencia.
—Eres el piloto más observado y fotografiado probablemente de toda la historia mundialista. ¿Qué foto queda por hacerte que aún no se te ha hecho y que te gustaría ver algún día?
—Esta pregunta es fácil de imaginar quién la hace. Es de Gigi Soldano, seguro, mi fotógrafo de confianza. Es cierto que me han fotografiado desde todos los ángulos y formas posibles, pero hay una foto que aún no me han hecho: con perdón, cuando cago. Espero no verla nunca. (Se ríe nuevamente, ahora como un niño travieso). Me encanta ver fotos mías, sobre todo de bonitas derrapadas, pero cada vez es más difícil hacerlo. Hayden es de los que más derrapa ahora.
—¿Sientes que soportas sobre tus espaldas el peso de este deporte y que, en realidad, tú no eres italiano sino patrimonio de la humanidad?
—(Esta vez se queda en blanco sin poder adivinar quién le formula la cuestión y da el nombre de otro periodista). ¿Es de Manuel Pecino, de Solo Moto? (Se le dice que no, que de un aficionado, y reclama medio acierto). Bueno, él también es aficionado, así que he acertado a medias. No sé si yo soporto el peso de MotoGP sobre mí. Lo único que puedo decir es que siempre doy el máximo para poder hacer carreras bonitas y también que, cuando yo ya no esté en la parrilla, MotoGP seguirá adelante sin mí. Estoy de acuerdo en que soy patrimonio de la humanidad porque siempre tengo muchísimos aficionados apoyándome en los circuitos de todo el mundo, pero prefiero que eso lo digan los demás sobre mí en vez de decirlo yo. Esto es para mí lo más importante y me parece increíble el calor que recibo de la gente, incluso fuera de Italia. Da igual que vaya a España o a Australia, porque en todas partes me transmiten su energía y esto me da fuerza.
No sabría decir cuántas preguntas habré tenido la oportunidad de realizarle a Rossi a lo largo de todos estos años, pero sí que nunca me ha decepcionado en las respuestas y que me han servido para conocer mejor al piloto, pero creo que también a la persona. A eso ha ayudado poder preguntarle de otras cosas que no fueran las motos, aunque la última vez que tuve ocasión de entrevistarle en exclusiva, durante la cita checa de 2011, no hubo más remedio que hablar de motos, porque su crisis en Ducati ya era alarmante, al punto de que había dicho instantes antes en rueda de prensa de su séptimo puesto que «está bien». Ver para creer…
Para romper el hielo de aquel encuentro, eso sí, le di la oportunidad de vacilarme por el reciente triunfo en un amistoso de Italia ante España por 2-1. Aquello le hizo reír y me dijo: «Nada más acabar el partido, lo primero que pensé era que tenía que ver a Mela en Brno para tocarle las narices». Le recordé que había sido por un gol de rebote, pero eso no importaba lo más mínimo. «Sí, fue casi un autogol, pero para nosotros era importante porque España es la campeona mundial y europea, mientras que Italia viene de hacer un Mundial malísimo. Es importante también porque tenemos una selección nueva, con jugadores jóvenes y un técnico valiente.» Y roto el hielo, había que entrar en materia…
—Vayamos a las motos, que esta vez es más importante que nunca hablar en serio con usted porque la historia tiene mala pinta…
—¡Uff! Vale, está bien. Intentémoslo.
—Tiene más crédito que ningún otro piloto, pero hay algo para lo que no hay respuesta: ¿Por qué Stoner ganaba carreras con la Ducati, y hasta un título, y Rossi no es capaz de hacerlo ahora?
—A ver… De entrada, el año pasado no estaba la Honda de ahora, que es muy rápida. La Honda empezó a ser fuerte a final del año pasado, pero Pedrosa se hizo daño y no la pudo aprovechar. Antes no era una moto tan competitiva como la de ahora, que hace que siempre haya cuatro pilotos delante. Luego está la Yamaha, que va bien este año como ya iba el año pasado. Y luego Stoner, que era mejor que yo pilotando la Ducati.
—¿Por qué?
—Porque él ha crecido con la Ducati en MotoGP. La ha pilotado durante cinco años, y también hay que reconocer que es muy fuerte: es joven, valiente, rápido y con mucho talento. Él tiene un estilo de pilotaje que se adapta mejor a esta moto.
—Muchos esperaban que, si no era capaz de adaptar la Desmosedici a su pilotaje, como está ocurriendo, le pediría a Ducati la telemetría de Stoner para pilotar como él lo hacía, es decir, con poca electrónica y tirando mucho de freno trasero, incluso acelerando, para hacer girar la moto. ¿No puede pilotar como él?
—Es un poco difícil. Digamos que en las carreras anteriores a Silverstone, como Portugal, Barcelona y Le Mans, estaba cerca de Stoner, pero después llegó el desastre de Silverstone y eso nos hizo cambiar de moto. (Recurrió a la GP11.1, la mil con motor 800cc). Eso nos creó muchos problemas. Por un lado, es bueno porque entendimos que esa moto no vale para el año próximo, pero me ha hecho perder feeling y retrasar la evolución. Stoner, sobre todo, acelera y hace el cambio de dirección más rápido que yo y trabajamos en eso. Su estilo de pilotaje es muy particular. Él hace derrapar mucho la moto y tira de contramanillar en la curva. Supo solucionar los problemas delanteros de la Ducati pilotando con la rueda trasera y es difícil a mi edad pilotar así, después de tantos años haciéndolo con la Yamaha y la Honda, que son muy diferentes, y en tan poco tiempo. Tampoco ayuda no tener test. Antes había muchos más. Es un cúmulo de cosas y hay que darle a Stoner el mérito que merece, que supo conseguir unos resultados que no lograron pilotos buenos como Melandri, Capirossi, Hayden o Gibernau.
—Siempre tuvo mucha curiosidad por subirse a la Ducati pero, de haberla probado un día completo antes de cerrar su contrato, ¿habría firmado realmente por Ducati?
—(Sonríe). No lo sé… Yo me esperaba que fuera un poco más fácil. Es inútil negarlo, tanto por mi parte como por Ducati. Stoner iba fuerte con esta moto, pero se caía y uno pensaba que la moto iba bien y que Stoner se caía porque era un piloto irregular, con problemas. Pero eso no era verdad, Stoner conseguía ir rápido con la Ducati, pero siempre arriesgando. Si hubiera probado la Ducati antes no sé si habría firmado… pero es algo absolutamente fascinante y que tenía que probar, necesitaba probarlo.
—Le pudo la tentación, está claro. ¿Qué pasaría si la situación no cambiase tampoco el año que viene?
—Si la situación no cambia ni el año próximo, seguramente será difícil continuar con Ducati, tanto para mí como para Ducati. Yo debería probar otra moto y Ducati otro piloto.
—Lo que no hará será darle la razón a Marco Melandri y dejar ya Ducati por Honda el año que viene…
—Eso no puedo hacerlo. (Sonríe a la vez que golpea la mesa). A Manuela, su novia, sí que le haría caso…
—Huir de Ducati, además, sería darle una victoria a Stoner, algo que tampoco deseará.
—Stoner ha hablado muy mal de mí, demasiado mal.
—Lorenzo también le ha dado caña. ¿No le parece lógico que lo hagan después de lo que usted ha hecho o intentado hacer con ellos, dentro y fuera de la pista? El doctor Hannibal Lecter es Bambi a su lado cuando se trata de guerras psicológicas…
—(Se ríe). No es cierto.
—Recuerde a Gibernau y Biaggi…
—Puede ser que sea un poco culpa mía.
—En España decimos que el que siembra vientos recoge tempestades. ¿Es su caso?
—Aquí no queda más remedio que sembrar viento a la fuerza para ganar, aunque luego recojas tempestades.
—¿Asume entonces las críticas de sus rivales?
—Lo que más me ha disgustado son cosas dichas por Stoner que no son ciertas, como que soy un piloto sucio y es un peligro correr contra mí en la pista. Ha dicho muchas mentiras de mí y él lo sabe.
—Usted sigue a lo suyo y hace poco ha dicho de sus rivales que son unos llorones…
—Es verdad. Sigo diciendo lo que pienso.
—Lo que más le debe costar es decir tras un séptimo puesto que ha ido bien. ¿Cierto?
—Es difícil, pero en la situación en la que estamos no queda otra que intentar mejorar. Hay que adaptarse a la situación. De lo contrario, dices basta y a casa.
—¿Cómo hace para ser el Rossi de siempre con la afición, pero con malos resultados?
—No puedes enfadarte con los aficionados porque hagas séptimo. Ellos siempre me han querido y dado fuerza, así que no debo pagarlo con ellos y seguir concentrado en resolver los problemas. Poner mala cara o desesperarse no sirve de nada. Va en el carácter de la persona. Rossi siempre es Rossi haga primero, séptimo o peor.
—Volviendo a los rivales, ha dicho que Lorenzo debería darle las gracias por recuperar la Yamaha de 2010, su Yamaha. ¿Por qué?
—Sinceramente, debo darle a Lorenzo su mérito. Es muy fuerte, a nivel de pilotaje y de cabeza, pero él llegó a Yamaha en un momento bueno y disfrutó de la gran moto que nosotros hicimos. Además, aprendió mucho estando tres años a mi lado, porque es inteligente. Por eso creo que debería estarme agradecido, no es por buscar una polémica.
—Si de usted dependiera salvarle la vida a Stoner o a Lorenzo, ¿a cuál de los dos salvaría?
—(Se vuelve a reír). Esta es una pregunta difícil. Después de lo que ha dicho Stoner de mí últimamente, salvaría antes a Lorenzo que a Stoner. Creo que quiero un poquito más a Lorenzo que a Stoner.
—¿Cuál es mejor piloto de los dos?
—Stoner tiene un poco más de talento que Lorenzo y es algo más veloz, pero para un campeonato es algo mejor Lorenzo. Él es un diez y Stoner, un nueve y medio.
—Hablando de Stoner, él va a ser papá y he leído por ahí que usted también. ¿Es cierto?
—Se lo han inventado.
—Stoner lo será. ¿Le dará la enhorabuena?
—Me he enterado aquí, pero después de lo que ha dicho de mí, no hablo más con Stoner.
—¿Su relación con él es peor que la más crítica con Gibernau o Biaggi?
—(Más risas). Con Gibernau era diferente porque éramos amigos antes de discutir. De Stoner no he sido nunca amigo. Solo hablo con él cuando lo hacemos en la Comisión de Seguridad de Japón o de trabajo y no estoy en la disposición de darle la enhorabuena porque vaya a ser papá. Con Biaggi no hablaba ni de trabajo.
—El que más le gusta es Pedrosa. ¿Le duele que no acabe de ganar un título?
—El que más me gusta de ellos es Pedrosa porque es el carácter que más me gusta, el más respetuoso y con el que mejor relación tengo. Este año podía haber ganado el Mundial de no tener el incidente con Simoncelli. Estaba delante incluso cuando la Honda no iba bien, y ahora tenía la moto.
—¿Le sigue dando envidia el motociclismo español?
—Es muy fuerte y ahora vienen Márquez y Viñales. Al segundo le conozco menos, pero si gana en su primer año es porque es muy bueno. Y Márquez me gusta muchísimo. Me parece simpático y muy bueno. Lo hará muy bien también en MotoGP. En Italia le tenemos envidia a España y debemos entender su secreto.
—No es tan difícil, un gran CEV y buen trabajo de cantera y Federación.
—Lo creo.
—¿Qué tal su hermano, Luca Marini?
—Este año va fuerte, líder de su campeonato y ahora debe decidir qué quiere hacer. Yo a su edad ya sabía que iba a ser piloto y él debe comprenderlo también. Ser mi hermano tiene más desventajas que ventajas, pero me gustaría que llegase.
—Vamos terminando que ya he superado mi tiempo.
—Tranquilo, podemos estar más tiempo. Para usted es excitante esta entrevista y a mí me divierte.
—Pues sigamos con nombres propios: Ibiza.
—Voy siempre que puedo. Me gusta mucho estar en Italia, pero cuando sea mayor pasaré más tiempo en Ibiza. Allí estoy tranquilo, soy más libre y la calidad de vida es más alta.
—Fernando Alonso.
—Ha sido una agradable sorpresa para mí. Antiguamente tuvimos problemas a través de la prensa, pero nos conocimos en Madonna di Campiglio y me gustó. Yo soy hincha de Alonso en la F-1. Me gustan también Webber y Vettel, pero Alonso corre con Ferrari, y es muy fuerte. Lo que no creo es que hagamos ese reto del que se habló.
—Giacomo Agostini y sus 123 victorias.
—Piensa que no voy a llegar a su récord y está contento. Hablo con él de ello… Tiene el corazón dividido, porque también se alegra cuando gano.
—Esperamos que gane el título de SBK, porque se merece un título estilo un Oscar por toda su carrera, y éste lo será. También me alegraré por Ducati.
—Dé ánimos a sus aficionados españoles. ¿Volverán a verle ganar?
—Esperamos que sí. Ese es el objetivo y hacerlo lo antes posible. ¿Sabe una cosa? Cuando estoy en Ibiza pienso que tengo más seguidores en España incluso que en Italia. Les estoy muy agradecido, de verdad.
—No se vaya nunca de las motos.
—Puede que siga aquí cuando cuelgue el mono, pero aún no sé de qué manera.
—Ha sido un placer.
—Para mí también, y traiga a Alcañiz su Ducati Diavel que se la firmo.
Y vaya si la firmó, en el depósito y en el colín, lo que convierte a La Diablesa en una joya única y, ahora que se ha ido de Ducati sin grandes resultados, en una pieza aún más de coleccionista, en una especie de disco maldito de un grupo grande que pasó con más pena que gloria, como si no hubiera existido. Al menos así la siento yo y me sirve para recordar cada día que me subo a ella que Valentino no es italiano, Valentino es Patrimonio de la Humanidad y, cuando gana él, ganamos todos. El motociclismo el primero.
Lo que no tengo tan claro es qué recuerdo le quedará a él de mí fuera de las carreras. En una de esas entrevistas llegamos a un acuerdo que deseo tarde mucho tiempo en cumplirse. ¿El qué? Intercambiarnos los números de teléfono el día que decida colgar el mono, para no perder la relación fuera de las carreras, si es que las deja del todo, algo que dudo porque piensa apoyar la carrera de su hermano, Luca Marini. Sin embargo, lo que nunca olvidará Valentino de mí, estoy seguro, es mi culo. Así, como suena, y es fruto de una divertida gamberrada… Sucedió un domingo de carreras en Qatar, camino del circuito. Iba en el coche de alquiler junto a Pecino, que conducía, Olivares y Borja, de los que ya habrá tiempo de hablar en otro capítulo, porque la familia es la familia. En estas, Peci ve por el retrovisor que se acerca el coche en el que va Rossi, conducido por su inseparable amigo Uccio e inmediatamente se me pasó por la cabeza la posibilidad de hacer una culada, también llamada calvo por mi gran amigo Guten, el primero al que vi hacerlo.
La idea fue jaleada por mis compañeros de viaje, así que cuando llegó el momento de que Rossi nos pasara por el lado izquierdo se encontró en la ventanilla trasera de nuestro coche mi culo pegado a la ventanilla. Me dio tiempo a girarme para ver su cara y, lejos de manifestar estupefacción o mal rollo, le vi tronchándose de la risa. En nuestro coche, por supuesto, se vivió de la misma manera y los cuatro acabamos llorando de la risa. Por supuesto, nada más llegar al circuito de Losail, me fui a ver a Vale a su oficina, en la que me recibió con un abrazo a la vez que me decía con una carcajada: «Tienes un culo feo, Mela. Necesita más sol, pero nunca me olvidaré de él». Confío que recuerde también alguna de esas entrevistas en las que tan bien lo pasamos y que sirvieran para que el espectador conociera aún mejor al más grande de la historia.