En todas las clases sociales hubo mujeres que se dedicaron a «seducir» a los realistas para que abrazaran la causa de la insurgencia. «Seducir» era seudónimo de convencer, aunque este convencimiento muchas veces implicó utilizar las armas de la seducción femenina, incluidos los favores sexuales. Las mujeres hermosas eran especialmente temidas por los realistas, por los peligros que conllevaba su hermosura si se aplicaba al objeto de seducir a las tropas.