MARÍA DE JESÚS ALVARADO. Concubina del cabecilla Vicente Vargas. Detenida el 27 de octubre de 1819 y remitida a la Ciudad de México, resultó condenada a cuatro años «a los trabajos ordinarios y corrientes» de la cárcel. Con ella, fueron remitidas otras mujeres que andaban en su compañía y condenadas a los mismos trabajos: Rafaela Morales, María de Jesús Iturbe y María Dolores Mercado.
MARÍA JOSEFA ARAUZ Concubina del cabecilla insurgente Vicente Gómez. Fue finalmente liberada.
MICAELA ARESZPECHEA. Por ser hija del insurgente Fermín Areszpechea fue encerrada en el hospicio de pobres de la Ciudad de México hasta que su padre pidiera el indulto.
MARÍA GERTRUDIS BERNAL, MARÍA ANTONIA GARCÍA Y GERTRUDIS JIMÉNEZ Las tres hechas prisioneras en Temascalcingo en junio de 1814 por ser amasias de los cabecillas Pascasio, Andrade y Atilano García, para que éstos se indultaran. Se ordenó que se les recluyera «por ser bien parecidas y poder influir con su seducción».
ANTONIA BARRERA. En abril de 1816, remitida a la Casa de Recogidas de Guadalajara desde Portezuelo, por ser mujer de uno de los soldados de la gavilla del padre José Antonio Torres. Ahí permaneció varios años.
LA MUJER, CUÑADA E HIJA DEL INSURGENTE MIGUEL BORJA. Lucía García: la mujer. Mariana García: la cuñada. Cayetana Borja: la hija. Acompañaron a don Miguel Borja, uno de los más valientes cabecillas insurgentes de Silao, Guanajuato, desde 1811, y se les conoce como modelo de abnegación y firmeza; salvaron a don Miguel de ser fusilado por los realistas al ser hecho prisionero en el Fuerte de San Gregorio. Las tres fueron puestas en prisión en la Casa de Recogidas de Guanajuato.
MARÍA JULIANA DE LA CERDA. Era esposa de Francisco Trujillo, uno de los hombres de la gavilla del padre José Antonio Torres y vecina del Portezuelo. En abril de 1816, José Antonio Serrato, comandante de La Barca, la tomó presa y la remitió a Guadalajara, donde fue puesta en la Casa de Recogidas. Aunque ella arguyó que no estaba implicada y que la mayor parte del tiempo que había estado casada su marido no había vivido con ella, quedó presa varios años en aquel lugar.
JUANA DOLORES DELGADILLO. «Amasia, en general, de cuantos rebeldes concurren» al pueblo de San Felipe, en el curato de Ajapusco. Manuel de la Concha la tomó presa en 1816 en Otumba, hasta que su «afecto favorito» se acogiera al indulto que le ofreció. Días más tarde se fugó cuando era conducida a Tehuacán.
FRANCISCA MANUELA DELGADO, MARÍA DE LA LUZ GARGALLO Y MARÍA JOSEFA MATAMOROS. La primera era esposa del insurgente José Guadalupe Romero y las otras dos, esposas de José María Romero y Manuel Corona. Apresadas para obligar a sus maridos a indultarse en noviembre de 1816. Al no acceder ellos, fueron puestas a servir en casas honorables de la Ciudad de México.
MARÍA DEL ROSARIO DÍAZ. Esposa de Ignacio Acevedo, un tejedor de rebozos en el pueblo de Dolores. Ignacio se unió al movimiento del cura Hidalgo el mismo día en que se inició. Avisó a su mujer que se llevaría a su hijo mayor con él. Rosario, en vez de quejarse o llorar u oponer resistencia, llena de fervor patrio le pidió al marido que se llevara también al otro hijo, el menor, que ya estaba en edad de defender a su patria. El joven se quedó para ayudar a la madre en el trabajo del telar, el cual ella sostuvo todo el tiempo que su marido y su hijo estuvieron fuera.
MARÍA FRANCISCA, LA FINA. Concubina del insurgente Manuel Muñiz en el fuerte de Jaujilla, en 1817. Por ella, Muñiz abandonó a su propia mujer. El general realista Armijo la trata de prostituta. Fue deshonrada por los azotes que se le dieron en las posaderas en la plaza de Tacámbaro. Se la acusa también de ser «una vil embaucadora, llamada vulgar e irónicamente la Fina». Ella era en realidad quien mandaba las tropas: daba los empleos militares, protegía a los bribones favoritos y disponía a su antojo del fondo nacional; ella se hizo de propiedades como la hacienda de la Loma, y de Chupío, los ranchos de Cirucio y del Quahulote. Esta mujer, al parecer, también fue amante del insurgente Marroquín.
ANA MARÍA GARCÍA. Mujer chihuahuense que logró salvar a su esposo de la pena de muerte, conmutándosela por el exilio. También lo ayudó a escapar de la cárcel dos veces.
MARÍA LUISA GARCÍA CARRASCO. Mujer de Pioquinto Hurtado, teniente de la compañía que comandaba su padre, Santos Hurtado. Ya que dicha compañía «estaba cometiendo los mayores excesos» en el partido de Zempoala, Manuel de la Concha la puso en reclusión en Otumba en 1816, hasta que su marido se acogiese al indulto.
MADRE Y AMASIA DE JULIÁN GARCÍA. Fueron hechas prisioneras en febrero de 1816 por haber contribuido a que se colgara a un soldado realista en el Real de Pinos.
ANDREA GONZÁLEZ. Esposa de José Güemes, el Angloamericano. Güemes participó en once batallas a favor de la insurgencia. Al ser asesinado, Andrea quedó sola y sin medios de subsistencia. El virrey, como «un acto piadoso» ordenó que se le contratara en las fábricas de tabacos, donde murió abandonada.
JUANA GONZÁLEZ. Esposa de Salvador Gómez, cabecilla del rumbo de Sultepec. Fue hecha prisionera en la cueva del Cerro de la Goleta, donde se ocultaba con el resto de su familia. Sólo se la llevaron a ella para obligar a su marido a indultarse. Quedó presa en Tejupilco en julio de 1817.
ANITA IZQUIERDO. Hija o sobrina de Nicolás Izquierdo, rebelde del rumbo de Ixtapan de la Sal. Esta muchacha servía de espía a los insurrectos, mandando toda la información a Vicente Vargas desde Coatetepec. Fue hecha prisionera en octubre de 1817.
LA ESPOSA DE JOSÉ MARÍA LICEAGA. No se conoce su nombre. Se sabe que era descendiente de una distinguida familia de Guanajuato. A la muerte de su marido, en 1818, la señora Liceaga fue hecha prisionera, acusándola de traición; fue trasladada a la cárcel de Silao, Guanajuato, y sus bienes fueron confiscados.
MARÍA JOSEFA MARMOLEJO DE ALDAMA. Hija de don José Francisco Marmolejo, regidor y alcalde de la ciudad de León. Fue esposa del licenciado Ignacio Guillermo Aldama y González. Recién iniciada la guerra, en octubre de 1810, junto a las hermanas del cura Hidalgo y otras mujeres, se ocultó en la población de San Miguel el Grande. Cuando llegó Manuel Flon, general del ejército realista, las reprendió terriblemente, dirigiéndose sobre todo a María Josefa y a las hermanas del cura Hidalgo. Les exigió a las mujeres que le revelaran el paradero de los maridos y hermanos que partieron hacia la revolución. Sin embargo, a pesar de las amenazas, la esposa de Aldama no reveló el paradero de su marido. En la batalla de Aculco, perdida por los insurgentes, cuando se le dijo que sería tratada con dignidad, ella respondió secamente al coronel realista: «Haga usted lo que quiera».
PRISCA MARQUINA DE OCAMPO. Acompañó en sus campañas a su marido el coronel Antonio Pineda, evitando varias veces que su marido se acogiera al indulto. Cuando éste fue pasado por las armas, ella siguió luchando con uniforme militar; se mostraba en público «con sus charreteras y sable, llena de tanta vanidad y orgullo que amenazó varias veces a algunos sujetos de este pueblo» (Taxco). Fue detenida y remitida a la Ciudad de México, el 12 de marzo de 1814.
LA ESPOSA DE MIGUEL MÉNDEZ. Éste fue nombrado comandante del partido de Misantla y teniente coronel del batallón de la costa. El realista Lorenzo Serrano tendió una emboscada al jacal donde vivía la familia de este insurgente, para ver si se presentaba «llamado de la voz de la naturaleza». Logró apresar a la «infame y sanguinaria esposa» de Méndez, con tres hijos y dos criadas. Todos fueron remitidos a prisión.
MARÍA ANDREA MARTÍNEZ, LA CAMPANERA. Mujer del cabecilla Domingo Domínguez, a quien los realistas sorprendieron e hicieron prisionero con otros de los suyos en un pueblo denominado Mal País, cerca de Apizaco, por don José Antonio Dávila, el capitán de patriotas de Huamantla, en octubre de 1814. Ella también se encontraba ahí y se le perdonó la vida por hallarse embarazada.
LAS MUJERES DE PÉNJAMO. Iturbide las apresó el 29 y 30 de noviembre de 1814, en Pénjamo, así como en la Hacienda Barajas del mismo estado. Sin inferirles causa alguna, fueron conducidas a las casas de recogidas, donde permanecieron encerradas hasta que el virrey Apodaca decidió liberarlas entre enero y julio de 1817. El motivo era lograr que sus familiares varones contuvieran su furor, perdieran el apoyo de los habitantes de los pueblos, depusieran las armas y se acogieran al indulto para recuperar a sus mujeres. Ante el poco éxito de la estratagema, Iturbide amenazó con fusilar a las presas, violando el reglamento para juzgar rebeldes y asumiendo atribuciones que no le correspondían, argumentando que: «…esta clase de mujeres en mi concepto, causan a veces mayor mal que algunos de los que andan agavillados por más que se quieran alegar leyes a favor de este sexo, que si bien debe considerarse por su debilidad para aplicarle la pena, no puede dejarse en libertad para obrar males… Considérese el poder del bello sexo sobre el corazón del hombre y esto sólo bastará para conocer el bien o el mal que pueden producir…». Sufrieron la humillación de entrar a las poblaciones «como si fueran una piara de cerdos», llevando a sus hijos llorando de hambre y soportando los insultos de la tropa. Una de ellas, María Josefa Paul, viuda del capitán del regimiento del príncipe José Antonio de la Sota y, en segundas nupcias, con José María Soto, escribe después de dos años tres meses, diciendo que se le ha tratado como prostituta. Éstos son los nombres y las condenas que sufrieron algunas de estas diecisiete mujeres: María Arias, viuda de Rosales y Antonia González, viuda antes de la insurrección (un año seis meses de prisión); María Josefa Paul (siete meses de prisión); Juana Villaseñor, con su hija María Josefa Sixtos de once años, y José de Jesús, un niño de cuatro (condenados a cinco meses de prisión, pero estuvieron más de dos años); María Vicenta Izarrarás, a petición de una mujer casada; Vicenta Espinosa, casada. Al marido se lo llevó preso el señor Negrete (un año siete meses de prisión); María Dominga y Micaela Bedolla, casada, cuyos maridos eran arrieros (un año siete meses de prisión); Josefa González, viuda (un año seis meses de prisión); Juliana Romero, soltera y Ana María Machuca, viuda con tres hijas (un año seis meses de prisión). En mayo de 1816, se registran en las cárceles, por el mismo motivo: María Bribiesca, Francisca Uribe, María Regina Barrón, Casilda Rico, María Josefa Rico, María de Jesús López, Rafaela González, María Manuela Suasto, Petra Arellano, Manuela Gutiérrez y Luisa Lozano.
LAS MUJERES DE TAMAZULA. Gertrudis Palomera, María Gertrudis Tapia, María Petra Ramírez, María Antonia Ramírez y María Marcelina Chacón. En 1812 fueron apresadas en Tamazula, acusadas de ser «adictas a la insurgencia». Se decía que habían delatado a los vecinos realistas cuando los rebeldes entraban al pueblo y ayudaban a los insurgentes. Todas habían sido denunciadas por sus vecinos. Permanecieron varios meses en la cárcel sin que nadie las auxiliara a pesar de no habérseles podido probar nada. Sólo de una de ellas se sabía que era amasia de un insurgente, habiendo incurrido en adulterio.
LA CONCUBINA DEL PADRE LUCIANO DE NAVARRETE. Cuando Iturbide tomó el Fuerte de Jaujilla, en abril de 1813, ella relató las atrocidades que cometía el párroco y el jefe insurgente del fuerte. Con él vivía su amasia, quien no se avergonzaba de mostrar el fruto de sus torpezas. Ella era la que torturaba a las mujeres realistas que encontraban. Tenía la misma autoridad que él, y por ello, escandalizó a los realistas que se enteraron de la vida que llevaban allí. No lograron atraparlos.
LA ESPOSA DE DON IGNACIO OYARZÁBAL. Él había sido el secretario de la junta de Zitácuaro. A su mujer se le encontraron cartas de Morelos que llevaba a la Ciudad de México en diciembre de 1813, dirigidas a varias personas de la capital.
RITA PÉREZ DE MORENO, LA GENERALA MORENO. Esposa de Pedro Moreno y originaria de Lagos de Moreno, en el actual Jalisco. Se unió a su marido en la lucha y se llevó a sus tres hijos, la servidumbre y dos cuñadas. Ella fue la encargada de administrar los recursos del fuerte insurgente, El Sombrero. Perdió dos hijos en combate: a una hija de dos años, Guadalupe, fusilada por negarse sus padres a intercambiar prisioneros con el ejército realista; y a un bebé recién nacido. Fue arrestada y hecha prisionera en la congregación de Silao. En octubre de 1817, pide que se le deje en libertad para promover la subsistencia de sus hijos y se dice inocente, sólo arrestada por ser la esposa de Moreno. No se le concedería la libertad a menos que Pedro Moreno aceptara el indulto, ya que sabían que ella ejercía gran influencia sobre él, pero él no aceptó. Finalmente fue liberada.
GUADALUPE RANGEL. Esposa del caporal y vaquero Albino García, en el Valle de Santiago, Guanajuato. Se dice que ella, montada a caballo y con el sable en la mano, tomaba parte en los combates, animando a los soldados insurgentes con su ejemplo. Fue hecha prisionera y llevada a Guadalajara en 1812.
MARÍA FERMINA RIVERA. Originaria de Tlatizapán, mujer del coronel de caballería don José María Rivera. Acompañó a su marido en condiciones terribles: hambres, caminos pedregosos, climas ingratos… Se dice que cogía el fusil de un muerto y sostenía el fuego al lado de su marido. Murió en la acción de Chihihualco, defendiéndose junto a Vicente Guerrero, en febrero de 1821.
MARÍA RICARDA ROSALES. Sobrina de Víctor Rosales e hija de Fulgencio Rosales, quien fue herido en Aculco, fusilado y colgado al intentar el rescate de las banderas del cuerpo de Tres Villas y la de las milicias de México. María Ricarda siguió en la lucha independentista, pero la hicieron prisionera en octubre de 1814 en la batalla del Maguey cuando protegía a su pequeño sobrino. Fue trasladada a la Ciudad de México, y recluida en las cárceles de la Inquisición, de donde se fugó.
LA MUJER DE MARCELINO SÁNCHEZ. En 1818, cerca de Putla, Oaxaca, el realista Eutimio Ronda atrapó a una gavilla de insurgentes, mató a algunos y apresó a cuatro mujeres que iban con ellos. Una de ellas era la mujer de Marcelino Sánchez; también capturó a un hijo de él, aunque por ser muy joven no lo pasó por las armas. Dos mujeres estaban heridas de bala, una en un muslo y otra en los pechos, ésta llevaba una criatura recién nacida que murió, pero alcanzaron a echarle el agua de bautismo.
MARÍA ESTANISLAO SÁNCHEZ. Mujer del cabecilla Sebastián González. Fue canjeada en marzo de 1818 por un oficial realista, después de haber permanecido presa con sus tres hijos en la Real Cárcel de Querétaro.
MARÍA MANUELA TABOADA. Esposa de Mariano Abasolo, capitán del regimiento de la reina y amigo de Ignacio Allende. Abasolo se casó con la rica heredera María Manuela poco antes de unirse a la insurgencia. Cuando él ya estaba luchando al lado de Hidalgo y Allende; María Manuela huyó del pueblo de Dolores, porque su casa fue atacada y saqueada por las tropas realistas. A partir de entonces, María Manuela acompañó a Abasolo en todos sus infortunios. En Chihuahua, Abasolo fue juzgado y sentenciado. Ella logró que se le indultara, pidiendo clemencia a Calleja desde Guadalajara. Solicitó que se le dejara visitar a su marido, dejando como rehén a su hijo Rafael, de dos años de edad. Se le perdonó la pena de muerte a cambio del exilio perpetuo de México y de entregar sus bienes a los realistas. Ella lo acompañó en el destierro durante cuatro años hasta la muerte de él en 1816, luego regresó a México a vivir en su casa de Dolores y educar a su hijo Rafael.
MARÍA DOLORES, MARÍA FRANCISCA TORRES. Hermanas del padre José Antonio, el Amo Torres, y Mariana Vega, esposa de Miguel Torres, hermano de ese eclesiástico. Todas fueron presas en la cárcel de Recogidas de Irapuato, ya que se encontraban en el fuerte de San Gregorio, tomado por los realistas, el 30 de septiembre de 1818.
FAMILIARES DEL JEFE INSURGENTE VILLAGRÁN. Todas originarias de Ixmiquilpan. Se les liberó, después de varios meses de prisión en octubre de 1813, sólo por ser familiares del cabecilla insurgente. María Anastasia Mejía, esposa de Villagrán; sus hijas: María Dolores, María Micaela, María Antonia, María Rita, María Rafaela, María Pantaleona; sus nueras: María Guadalupe Nieva y Guadalupe Rubio; la viuda María Rosa; las criadas: María Chávez y María Antonia; un niño, Bartolo Villagrán y dos esposas de arrestados: María Dolores Morán y María Ignacia Anaya.