Muchas mujeres que pertenecieron a las clases privilegiadas de la Nueva España se involucraron en la insurgencia y acogieron en su casa a los desafectos del régimen, propiciando la celebración de tertulias y otras reuniones en las que se conspiraba. Incluso, muchas de ellas no dudaron en comprometer su seguridad personal, su fortuna y hasta su vida para ayudar a la causa de la libertad.