EL CEREBRO ILUMINADO

¿Cómo será la iluminación? ¿El alma se encuentra más cerca? ¿Podemos conocer a Dios en persona? Para muchos, la respuesta a estas preguntas es como atrapar un unicornio: un hermoso sueño que nunca se vuelve realidad. En la Edad Media, el unicornio era el símbolo perfecto de la gracia. El caballo blanco y puro con un cuerno trenzado en la frente era una representación de Cristo; por tanto, capturarlo era un viaje interior para encontrar a Dios. Los mitos pueden hacerse realidad si seguimos el camino correcto.

La iluminación también implica un viaje interior cuyo destino es Dios, y es posible lograrlo. Sin embargo, hay otros destinos que no son Dios. El término original para iluminación, moksha, está en sánscrito y quiere decir “liberación”. ¿Liberación de qué? Del sufrimiento, la mortalidad, el dolor, el ciclo de renovación, el karma. La espiritualidad oriental ha ofrecido muchos caminos preciados a medida que se ha desarrollado con el paso de los siglos. Aunque la moksha es considerada real, algo a lo que todos debemos aspirar, la frustrante verdad es que la iluminación nos ofrece pocos ejemplos de gente que la haya logrado. Y las comparaciones con unicornios son incómodas.

Lo que queremos es que la búsqueda de la iluminación se perciba como un camino natural para el cerebro. Durante siglos, antes de que se creyera en la conexión entre cuerpo y mente, a diferencia de nosotros, la gente no sabía que todas las experiencias rendían cuentas al cerebro. Es imposible ver un tostador o una tortuga sin que la corteza visual se active, y pasa lo mismo si vemos un ángel, aunque lo veamos en la mente. Lo que les concierne a las neuronas en la corteza visual es la imagen, que puede ser real o soñada y que es posible que exista “adentro” o “afuera”. Es imposible procesar los estímulos visuales sin estimular esta área del cerebro. Tampoco hablamos sólo de ángeles. Para que Dios, el diablo, el alma, los espíritus ancestrales o cualquier otra experiencia espiritual exista, el cerebro debe ser capaz de registrarla, almacenarla y descifrarla. No nos referimos únicamente a la corteza visual, pues todo el cerebro es territorio virgen para la espiritualidad.

 

El despertar del cerebro

Algo que demuestra que la iluminación existe (y es asequible) está justo frente a nosotros. Todo el tiempo decimos cosas que nos acercan a la iluminación: “Despierta”, “Mira la luz”, “Enfrenta la realidad”. Estas frases son indicadores de un estado de conciencia mayor. La única diferencia es que una persona iluminada ha ido un poco más allá. Con la iluminación despertamos por completo, vemos con toda claridad y nos enfrentamos a la realidad definitiva. Por tanto, nuestro cerebro deja de estar amodorrado y se pone a la par de nuestra iluminación, la cual es un estado alerta, vívido y creativo.

Un cambio espectacular ha ocurrido, y no debe sorprendernos, en esta época de fe, que el despertar sea visto en términos religiosos. En el Nuevo Testamento, ver la luz quería decir ver a Dios; cuando Jesús dijo: “Soy la luz del mundo” (Juan, 8:12), quiso decir que la gente podría ver la divinidad si lo veían no como un cuerpo de carne y sangre, sino como parte de Dios. Dios es la luz suprema, y es necesario tener nuevos ojos, los del alma, para verlo. Aun así, cualquier tipo de reflexión, sin importar lo divino o poético de la terminología, implica un cambio en el funcionamiento cerebral.

Cuando este cambio ocurra, usted verá todo con una nueva luz, incluyéndose a sí mismo. Jesús dijo a sus discípulos que no escondieran su luz en una cesta de celemín, porque ellos también eran parte de Dios. Los discípulos debían verse con los ojos del alma y luego dejar que el mundo viera su transformación. Las religiones intentan patentar las transformaciones personales y hacerlas únicas, pero éstas son procesos universales que forman parte de la conexión cuerpo-mente. Cuando decimos: “Enfrenta la realidad”, nos referimos a ver las cosas como son en realidad, no como una ilusión. Una persona iluminada se ha liberado de todas las ilusiones y ve la realidad con claridad. Lo que parece común y corriente se torna divino.

Una vez que la mente despierta, ve la luz y enfrenta la realidad, el cerebro pasa por sus propios cambios físicos. La neurociencia no ha podido mapear dichos cambios, ya que muy pocos están dispuestos a someterse a exámenes y resonancias. Todo el asunto de la conciencia superior está siendo escudriñado y el proceso es lento. Es casi imposible decidir si la gente de verdad ve ángeles cuando no podemos explicar cómo ve el cerebro al mundo. Como se mencionó con anterioridad, cuando vemos cualquier cosa (una silla, una mesa o un libro) no hay una imagen en el cerebro. Las teorías sobre la visión, al igual que las de los demás sentidos, siguen siendo rudimentarias y en gran parte suposiciones.

Sin embargo, la evidencia actual de la iluminación, aunque fragmentada, es positiva. Por años, los mejores yoguis de la India han hecho hazañas físicas asombrosas bajo la mirada científica. Hay un tipo de hombres sagrados, los sadhus, que someten sus cuerpos a condiciones extremas como parte de sus prácticas religiosas y para adquirir mayor autocontrol. Algunos se han enterrado vivos y sobrevivido durante días, porque son capaces de bajar su respiración y su ritmo cardiaco al mínimo. Otros sobreviven con poquísimas calorías al día y llevan a cabo actos de fuerza bruta. A través de rituales espirituales específicos, los yoguis y los sadhus pueden controlar su sistema nervioso autónomo; esto quiere decir que son capaces de alterar de forma consciente las funciones del cuerpo que por lo regular son involuntarias.

Resultaría increíble atestiguar tal control, pero sería una impresión limitada comparada con la iluminación. En ella, el cerebro adopta una imagen nunca antes vista del mundo y, una vez que el cerebro cambia, la persona iluminada se llena de asombro y felicidad, pasa por una serie de revelaciones que lo harán exclamar “¡ajá!” y, conforme su cerebro sube peldaños, entra en una nueva visión del mundo. Con cada peldaño se anula una vieja percepción.

LOS “¡AJÁS!”
DE LA ILUMINACIÓN
       UNA SERIE DE REVELACIONES

 

Soy parte de todo.

Anula la creencia de que usted está solo y aislado.

Alguien se encarga de mí.

Anula la creencia de que el universo está vacío y es impersonal.

Estoy satisfecho.

Anula la creencia de que la vida es una constante lucha.

Mi vida le importa a Dios.

Anula la creencia de que Dios no existe o es indiferente.

No tengo límites; soy una criatura del universo.

Anula la creencia de que los seres humanos somos una mancha insignificante en la vastedad de la creación.

 

Estos “¡ajás!” no llegan de golpe, sino que son parte de un proceso. Puesto que el proceso es natural y no requiere ningún esfuerzo, todo mundo puede despertar. La percepción no es difícil de modificar. En las películas (y a veces en la vida real), una mujer le dice a un hombre: “Espera un segundo. No somos sólo amigos. ¡Estás enamorado de mí! ¿Cómo es que no me di cuenta antes?” Este instante de revelación, ya sea en la realidad o en la ficción, puede cambiarle la vida a alguien, y, aunque no fuera así, el cambio interno ocurre. La mente, acompañada por el cerebro, deja de ver el mundo como sólo somos amigos para verlo como me amas. La iluminación sigue el mismo camino. La realidad A (el mundo secular) es alterada por un instante de percepción que cambia las reglas de la vida a unas que operan en la realidad B (en la cual Dios es real).

La gente quiere más sentido y satisfacción, por lo que desea la realidad B. Si cualquiera tuviera la seguridad absoluta de la existencia de Dios, renunciar a la realidad A sería un alivio y un placer. No habría más sufrimiento, ni dudas, ni temor a la muerte, y nadie tendría que preocuparse de sus pecados, el infierno o el castigo eterno. Por más cómoda que sea la realidad A, las religiones prosperan gracias a nuestros deseos de evitar las caídas del mundo secular.

La única garantía de que Dios es real viene de experiencias directas. Debemos sentir una presencia divina o sentir que Dios está entre nosotros, como sea que usted interprete estas frases. Curiosamente, Dios tiene un papel pequeño en el proceso de iluminación. La mayor parte tiene que ver con el cambio de percepción: despertar, ver la luz, enfrentar la realidad. Es un error creer que la persona iluminada es como un escapista, un Houdini espiritual que de forma misteriosa se libera de la ilusión que es la vida terrenal. El propósito real de la iluminación consiste en hacer que el mundo sea más real. La irrealidad viene de pensar que estamos solos. Cuando usted se dé cuenta de que está conectado con todo en esta vida, ¿qué será más real?

Hay grados de iluminación, y uno nunca sabe qué nos deparará el siguiente brote reflexivo. Si aprendemos a percibirlo de otra manera, hay un “¡ajá!” en potencia en cada situación. A continuación, un ejemplo personal. En un congreso, Deepak conoció a una neurocientífica que dijo sentirse más cómoda entre aves que entre personas. ¿Qué quiere decir esa afirmación? No parecía ser una locura. La mujer sabía de neurociencia, y era inteligente y elocuente.

En resumen, su experiencia era algo parecido a lo que le ocurría al susurrador de caballos, quien se vinculaba con el sistema nervioso de otras criaturas. Hace 10 años esta declaración habría parecido extraña. ¿Cómo es posible que una persona piense como perro, tal como lo hace César Millán, o como caballo, igual que Monty Roberts, el susurrador de caballos original? La respuesta está en la sensibilidad y la empatía. Ser consciente de uno mismo puede expandir nuestra conciencia a los sentimientos ajenos. Sentir la alegría o la tristeza de alguien no es un misterio sin resolver.

Tal parece que podemos hacer lo mismo con los animales, y la prueba de ello es que podemos entrenar caballos y perros casi sin ningún esfuerzo si somos capaces de susurrar en su idioma, sin látigos, bozales ni malos tratos. Cuando sabemos cómo percibe el mundo el sistema nervioso del animal, no hace falta lastimarlo para entrenarlo. No es difícil cambiar la conducta del animal si seguimos el camino natural de su cerebro. En el caso de la señora de los pájaros, la prueba de su sincronía es que muchos tipos de pájaros silvestres se sienten seguros de posarse en sus hombros y comer de su mano. ¿Esto quiere decir que es pariente de san Francisco de Asís, a quien siempre vemos representado de esta manera? De cierta manera, sí. La habilidad de san Francisco de ver toda la creación como una parte de Dios lo hacía empático a todos los seres vivos. Hay un cambio en el sistema nervioso del santo que expresa lo que la mente acepta: “Estoy en paz con el mundo y sus seres vivos. No estoy aquí para hacerles daño”.

¿Debería sorprendernos tanto que otras criaturas reconozcan cuando nos acercamos en son de paz? Nuestras mascotas saben a quién gruñirle y a quién acercarse en busca de una caricia. Hay un punto en común entre el sistema nervioso de las personas y el de otros seres. Suena un tanto árido decirlo de manera tan analítica, pero lo cierto es que es hermoso cuando un pájaro se posa en la palma de nuestra mano.

Deepak recordó el caso de la señora de los pájaros, pero éste no era todavía un momento “¡ajá!” Rudy provocó la revelación cuando Deepak le preguntó algo atrevido: “El ADN humano es idéntico al de los plátanos en 65%, ¿esto quiere decir que podemos sentir empatía o comunicarnos con un plátano?” (Cuando hizo la pregunta, estaba pensando en los experimentos de Clive Baxter, los cuales consistían en conectar plantas a sensores eléctricos sensibles. Los resultados dejaron ver cambios eléctricos en las plantas, medidos con una especie de polígrafo, cuando sus dueños peleaban o estaban estresados. Lo más sorprendente fue ver que las plantas presentaban los cambios eléctricos más sustanciales cuando sus dueños pensaban en podarlas.)

Rudy respondió que, cuando comemos un plátano, los receptores de nuestra lengua se conectan con el azúcar de la fruta, así que de cierta manera somos partícipes de la realidad química del plátano. Además, el plátano nos da proteínas que se unen a receptores nuestros que son similares a los suyos. Entonces, lo que sucede es una comunicación “molecular”. A la par, cuando comemos un plátano, su energía se convierte en nuestra energía, y eso es un enlace más íntimo que la comunicación. Cuando analizamos el total de ADN humano, más de 90% viene de las bacterias que viven en nuestro cuerpo de forma simbiótica. La mayor parte de nuestro ADN es similar al de las bacterias; además, los organelos que nos dan energía, las mitocondrias, son células bacterianas que están en nuestras células para energizarnos. Así pues, por la genética estamos entretejidos en la red de la vida. Ésta forma una matriz de energía, genes e información química codificada. Ninguna parte queda fuera, y ahí está el “¡ajá!” Cada vez más gente llega a esa misma revelación, y prueba de ello es el creciente interés en la ecología. Los seres humanos ya no creemos que la Tierra sea nuestra para hacer lo que queramos sin sufrir las consecuencias de nuestros actos. Sin tener la menor idea de la existencia de la capa de ozono o de la creciente temperatura de los océanos, los antiguos sabios y oráculos de la India, como parte de su camino a la iluminación, llegaban a la misma conclusión de que “el mundo se encuentra dentro de nosotros”. La ecología entreteje todas las acciones a favor de la vida, ya sea que éstas sucedan en nuestras células o en las de un plátano.

 

¿Dónde están las pruebas?

Confrontemos el razonamiento escéptico que dice que el cerebro, capaz de crear ilusiones, se ha engañado a sí mismo con la creencia de Dios y con las demás trampas espirituales. Para un escéptico, la realidad material (“Esta piedra está dura y eso la hace real”) es la única aceptable. Toda experiencia espiritual es irreal, y la misma duda se aplica a todo, sin importar si se trata de Jesús, Buda, Lao-Tzu o incontables sabios venerados durante miles de años. Para los escépticos de corazón, todo eso es basura. El etnólogo y escritor científico Richard Dawkins, quien afirma ser un ateo profesional, escribió La magia de la realidad, el libro para jóvenes que trata el asunto de lo que es real. En él, se le informa al lector que si quiere saber qué es real debe usar sus cinco sentidos; cuando las cosas son muy grandes o están muy lejos (por ejemplo, las galaxias lejanas), o son muy pequeñas (como las neuronas y las bacterias), debemos magnificar nuestros sentidos con telescopios y microscopios. Uno espera que Dawkins nos advierta que los cinco sentidos no siempre son de fiar, como cuando la vista nos dice que el sol sale por las mañanas y se oculta al atardecer, pero no hay tal advertencia.

Para Dawkins, nada de lo emocional o intuitivo tiene validez, y la creencia más engañosa es la “ilusión de un Dios”. (Debe quedar claro que el autor no habla en nombre de todos los científicos. Según algunas encuestas, muchos científicos creen en Dios y asisten a eventos religiosos con más frecuencia que otras personas.)

El distanciamiento entre el materialismo y la espiritualidad (hechos versus fe) ha existido por muchos siglos, pero aun así el cerebro puede subsanarlo. Por ejemplo, hay una investigación sólida sobre la meditación que confirma que el cerebro es capaz de adaptarse a experiencias espirituales. La corteza prefrontal de los monjes budistas tibetanos que dedican sus vidas a la práctica espiritual muestra intensa actividad; la frecuencia de actividad de las ondas gamma en su cerebro es dos veces más amplia que la de la gente común. Cosas increíbles, nunca antes vistas por los investigadores, ocurren en la neocorteza de los monjes. Es por esto que desacreditar la espiritualidad como un autoengaño o una superstición es contradecir a la ciencia misma.

Lo de menos es el escepticismo; el verdadero problema es la disparidad entre la vida moderna y el viaje espiritual. Muchísimas personas quieren ver a Dios. Una vida dedicada al viaje interior puede ser muy gratificante, pero muy poca gente lleva a cabo esta búsqueda, en el sentido tradicional, pues las necesidades espirituales han cambiado desde la era de la fe, y Dios ha sido olvidado en un estante. Por otro lado, la iluminación parece muy difícil, lejana e improbable. El cerebro también es de ayuda en este punto. Redefinamos el estado de iluminación empleando términos modernos. Llamémosle el estado mayor de satisfacción. ¿Cómo sería ese estado?

 

La vida sería menos difícil.

Podríamos lograr nuestros deseos con mayor facilidad.

Habría menos dolor y sufrimiento.

La reflexión y la intuición tendrían más fuerza.

El mundo espiritual de Dios y el alma serían una experiencia real.

Nuestra existencia tendría un sentido más profundo.

 

Estas metas nos muestran un proceso realista que progresa de forma gradual. La iluminación es una transformación íntegra, no instantánea. Su cerebro experimenta un cambio físico al mismo tiempo que usted, su usuario y líder, alcanza nuevas etapas de cambio personal. Los siguientes aspectos por buscar, más que extravagantes, son partes de su propia conciencia actual; lo único que hay que hacer es expandirlos.

SIETE GRADOS DE ILUMINACIÓN

 

Aumentan la calma interior y el desapego: permanecemos en equilibrio en medio de las actividades exteriores.

El sentido de conexión se incrementa: nos sentimos menos solos, más unidos con quienes nos rodean.

La empatía crece: somos capaces de percibir lo que los demás sienten y nos preocupamos por ellos.

Llega la claridad: estamos menos confundidos y con menos conflictos.

La conciencia se agudiza: reconocemos con más facilidad lo real y lo genuino.

La verdad se devela: ya no necesitamos aceptar creencias convencionales y prejuicios, y somos menos sensibles a las opiniones externas.

La alegría brota en nuestra vida: amamos con más intensidad.

 

No es cuestión de intentar asimilar estas distintas fases de la conciencia expandida a través de una estrategia de ataque directo e intempestivo. En realidad, cada una surge a su debido tiempo y a su ritmo. Nada necesita ser a la fuerza. Habrá algunos para quienes la alegría brote antes y con más facilidad que la claridad, y para otros quizá sea al revés. Conforme la iluminación se desarrolla, ésta sigue nuestra naturaleza: la naturaleza distinta de cada quien.

La clave es desear la iluminación desde el principio, la cual va de la mano con la transformación en su totalidad.

Si usted quiere transformarse —y de eso se trata la iluminación—, ¿qué hace falta que haga su cerebro? Si puede cambiar con facilidad, tal como lo hace ahora mismo, no debe haber problema alguno. Los millones de personas que desean una transformación espiritual ya la tienen a la mano. Su cerebro está transformándose constantemente. Si es cierto que es imposible pararse dos veces en el mismo lugar dentro de un río, entonces es imposible hacerlo, de igual manera, en el cerebro, pues ambos fluyen. El cerebro es un proceso, no una cosa; es verbo, no sustantivo.

Nuestro error más grande es creer que la transformación es difícil de lograr. Imagine una experiencia pasada que lo llenó y lo dejó con una sensación de cambio. Podría ser una experiencia positiva, como enamorarse o conseguir un ascenso. También podría ser algo negativo, como perder el trabajo o divorciarse. En cualquiera de los casos, hay efectos en su cerebro a corto y largo plazos. Esto se aplica a la memoria, puesto que en el cerebro hay regiones específicas para memoria de corto y largo plazos; sin embargo, los efectos van más allá. Las experiencias apabullantes cambian nuestro sentido del ser, nuestras expectativas, nuestros miedos y nuestros deseos a futuro, así como nuestro metabolismo, presión sanguínea, sensibilidad al estrés y cualquier otra cosa que sea monitoreada por el sistema nervioso. De cualquier manera, existe un cambio.

Una buena película es suficiente para lograr grandes cambios en su sistema nervioso. Las películas taquilleras compiten por ver cuál es capaz de explotar el sentido de realidad del público y generar emociones vicarias. El Hombre Araña columpiándose por la ciudad de Nueva York, Luke Skywalker conduciendo su nave espacial para entrar en la Estrella de la Muerte y demás efectos especiales, existen para transformar el cerebro.

Cuando salimos del cine, los efectos siguen con nosotros, pues son más que un brillo temporal. Besar a la chica en nuestra imaginación, vencer al villano, caminar al lado de los héroes vencedores: ninguna es una experiencia irreal desde el punto de vista neuronal. Son experiencias reales, porque el cerebro ha sido alterado. Una película es una máquina de cambios, como también lo es la vida. Una vez que aceptamos que la transformación es un proceso natural —proceso del cual todas las células son partícipes—, alcanzar la iluminación no es imposible.

Claro que conquistar a la chica de la película no es lo mismo que la vida real. Podemos engañar al cerebro, pero nosotros sabemos que no es verdad. Regresamos a la realidad (donde el amor y el romance nos llevan a problemas de pareja complicados). Ésa es la clave. Volver a poner atención a la realidad puede convertirse en una práctica espiritual conocida como conciencia expandida. La conciencia expandida puede estar presente en cada aspecto de la vida y, cuando lo está, la transformación también se vuelve parte de la vida, de forma tan natural y fluida como queramos.

 

El camino consciente

¿De qué es consciente en este instante? Quizá no esté poniendo atención a nada más que a esta página, pero, tan pronto como hicimos la pregunta, su percepción despertó. Usted se dio cuenta de muchas cosas: su humor, su comodidad, la temperatura de la habitación, la luz que irradia desde su interior. Este cambio, que nos sitúa en la realidad, es la conciencia expandida.

Es posible ser conscientes de la realidad cuando queramos. Nada tiene que ser forzado, ni es necesario tener una fuerza de voluntad sobrehumana. Pero la conciencia expandida es distinta de la conciencia normal. La conciencia de la gente suele estar enfocada en una cosa o tarea específica. Para eso hemos entrenado al cerebro, para ver cosas que están frente a nosotros, mas no en el fondo. Ignoramos el fondo hasta que algo nos jala de vuelta a la conciencia. Imagine que está en una cita con alguien muy atento que no le quita los ojos de encima y escucha todo lo que usted dice. Es natural que se pierda en el placer que esto le produce, hasta que la otra persona le dice: “Disculpa, pero tienes un pedazo de espinaca entre los dientes”.

En ese momento, su conciencia cambia. Ha sido alejado de su ilusión placentera. Ahora bien, regresar de golpe a la realidad no siempre es desagradable. Imagine que está a punto de conocer a alguien muy importante y se siente nervioso. Justo antes de estrecharle la mano, alguien llega y le susurra: “Don Importante ha escuchado cosas muy buenas de usted. Desea contratarlo lo antes posible”. Entonces ocurre otro tipo de cambio. Usted pasa de un estado de ansiedad a uno de confianza. La conciencia expandida es la habilidad de hacer este tipo de cambio.

Tal habilidad es natural. Unas palabras al oído pueden provocar un cambio sustancial e instantáneo. A nivel hormonal, sabemos parte de la respuesta, pero todavía estamos muy lejos de saber cómo hace el cerebro para regresar a la realidad en un parpadeo. Aún así, es obvio que hay una diferencia entre tener la habilidad y hacer que nuestro cerebro se adueñe de ella. La conciencia expandida hace la diferencia. En lugar de tener a otros que nos jalen de regreso a la realidad, ya sea para bien o para mal, lo hacemos nosotros mismos. Parece confuso describir la conciencia expandida como “la conciencia de la conciencia”. Aunque la definición concuerda, es mucho más fácil decir que con ella es posible regresar a la realidad cuantas veces queramos.

Por desgracia, todos hemos abandonado partes de esta habilidad. Es seguro prestar atención a algunas partes de la vida, mientras que otras están prohibidas. Por lo regular, a las mujeres les gusta hablar de sus sentimientos, y se quejan porque los hombres no lo hacen o no quieren hacerlo. Por su parte, los hombres se sienten más cómodos hablando de trabajo, deportes, proyectos o cualquier cosa que no tenga que ver con las emociones. Sin embargo, en las tradiciones espirituales orientales, hay un campo extenso que los occidentales no toman en cuenta: la conciencia de la conciencia. En términos budistas, hablamos de la conciencia expandida.

Cada vez que usted piense en sí mismo, está siendo consciente. Antes de una cita o una entrevista de trabajo, quizá verifique qué tan nervioso está. En el parto, una mujer monitorea su dolor cuando le preguntan cómo se siente. Estas revisiones son ejemplos básicos de la conciencia expandida, puesto que inspeccionamos nuestro humor, emociones, sensaciones físicas y todo aquello que está en la mente. ¿Qué pasa si vaciamos nuestra cabeza? ¿Enfrentaríamos una atemorizante y helada sensación de vacío? No. Un gran artista puede despertar un día y descubrir que todo su trabajo ha sido robado, pero aún tendría algo invisible y más especial que cualquier obra maestra: la habilidad de crear nuevas pinturas.

La conciencia expandida es ese estado de potencial creativo. Una vez borrado el contenido mental, usted tiene todo el potencial del mundo porque está en un estado de completa autoconsciencia. (Esto nos recuerda un agudo comentario del maestro espiritual J. Krishnamurti. Un día, un melómano se le acercó entusiasmado para contarle lo hermoso de un concierto al que había asistido. Krishnamurti le dijo: “Sí, hermoso. Pero usas la música para distraerte de ti mismo”.) La verdadera conciencia expandida es una forma de ver qué tan conscientes somos de nosotros mismos. Como ya hemos afirmado, el supercerebro depende del crecimiento de la autoconsciencia, por lo que ser conscientes es muy importante. Es un estilo de vida.

Cuando alguien no es consciente, parece estar distraído y ensimismado. Las personas así son tan egocéntricas que no hacen conexiones con los demás, ni tienen la sensibilidad suficiente para muchas situaciones sociales. Echemos un vistazo a las diferencias entre ser egocéntrico y ser consciente. El contraste es sorprendente. Ambos estados vienen de la neocorteza, pero no se sienten igual. Ser egocéntrico requiere satisfacer ilusiones, pues todo gira alrededor de la imagen personal. No se trata de hacer un juicio en contra del egocentrismo, sino de dejar claro que es parte del entrenamiento de nuestra sociedad consumista. Nos impele a comprar cosas para ser más guapos, jóvenes y modernos, para estar más entretenidos y distraídos.

 

El egocéntrico: sus pensamientos están dominados por el “yo, mí, mío”. Se fija en cosas específicas que pueda lograr o poseer, y cumple las metas propuestas. El ego se siente bajo control. Sus decisiones tienen resultados predecibles. El mundo de “afuera” está organizado por leyes y reglas. Las fuerzas externas son poderosas, pero contenibles y manejables.

PENSAMIENTOS TÍPICOS

 

Sé lo que hago.

Tomo mis propias decisiones.

La situación está bajo control.

Confío en mí mismo.

Si necesito ayuda, sé dónde obtenerla.

Soy bueno en lo que hago.

Me gustan los retos.

La gente puede confiar en mí.

Construyo una buena vida.

El consciente: su mente es reflexiva. Ve hacia adentro para monitorear su bienestar. El autoconocimiento es la meta más importante. No se identifica con las cosas que le pertenecen. La reflexión y la intuición son valores a veces incluso más importantes que la lógica y la razón. La empatía le viene natural. La sabiduría brota.

PENSAMIENTOS TÍPICOS

 

Esto se siente como una buena decisión, esto no.

Me sintonizo con la situación.

Sé cómo se sienten los demás.

Veo ambas partes del problema.

Las respuestas vienen a mí.

A veces me siento inspirado y esos instantes son los mejores.

Me siento parte de la humanidad; nadie me es ajeno.

Me siento liberado.

 

El estado de conciencia expandida es tan natural como cualquier otro. Cuando lo pasamos por alto, nos hacemos de problemas innecesarios.

Por ejemplo, hace unos años, a Rudy le urgía concluir unos experimentos y olvidó que a las siete de la noche debía volar a Boston. Atrapado en el tráfico de la ciudad, tuvo mala suerte y perdió el vuelo. La lista de espera no le aseguraba lugar, pero, si perdía el último vuelo a Boston, sufriría la vergüenza de no presentar su ponencia en un importante congreso internacional. Rudy reaccionó con ira y ansiedad. Gritarle al agente de la aerolínea no serviría de nada, pero igual se sintió tentado a hacerlo. Sin darse cuenta, Rudy se identificó con los sentimientos negativos que su cerebro producía.

Claro que estos sentimientos no son extraños en una situación como la suya, pero podemos decir que una mejor alternativa habría sido que Rudy sintiera la menor frustración posible y luego fuera consciente de ello. Con suficiente distancia, podría haber visto cómo la pérdida del vuelo detonó su cerebro instintivo-emocional, el cual ocasionó una reacción de estrés en todo su cuerpo. Sin la conciencia, el estrés seguiría su curso, y por desgracia, con el paso del tiempo, nuestro cuerpo se vuelve más propenso al estrés y le cuesta más trabajo recuperarse de cualquier incidente, por insignificante que sea. No es saludable permitir que el estrés nos invada, pues el estrés engendra estrés.

Al no ser un mero espectador pasivo de sus propios sentimientos negativos, Rudy pudo encargarse de la situación de una manera proactiva y aprender de ella. Lo más importante: no fue víctima de la mente reactiva. Este ejemplo resume todas las ventajas de la conciencia expandida, la cual permite:

 

Manejar mejor el estrés.

Liberarse de las reacciones negativas.

Controlar sus impulsos con facilidad.

Abrirse a mejores decisiones.

Responsabilizarse de sus emociones en lugar de culpar a los demás.

Vivir la vida desde un lugar más en equilibrio y tranquilo.

 

¿Cómo se cultiva la conciencia expandida? La respuesta inmediata es: con la meditación. Cuando cerramos los ojos y vemos hacia dentro, aunque sea por poco tiempo, el cerebro tiene la oportunidad de reiniciarse. No hace falta intentar centrarnos. El cerebro está diseñado para regresar a un estado de equilibrio, sin exaltaciones, tan pronto como le sea posible. Al mismo tiempo, ocurre un cambio en nuestro propio sentido del yo. En lugar de identificarnos con estados de ánimo, sentimientos y sensaciones, nos enfocamos en la tranquilidad, y, tan pronto como eso pasa, el estrés que nos perturbaba deja de ser tan insidioso. Cuando deje de identificarse con él, el estrés persistirá cada vez menos.

Hay muchos tipos de meditación avanzada —para muchos, este concepto no es tan extraño como hace unos 30 o 40 años—, pero aun así, la mayoría de las veces, comenzar con la técnica más sencilla provoca los contrastes más impresionantes.

Tome asiento y cierre los ojos. Elimine cualquier distracción y atenúe las luces. Cuando esté sentado, respire profundamente y relaje su cuerpo tanto como lo desee. En silencio, permita que su atención siga el ritmo de su respiración, como si estuviera sentado en el jardín y escuchara la brisa veraniega. No se obligue a poner atención; si sus pensamientos divagan (cosa que siempre pasa), con calma regrese su conciencia a su respiración. Si lo desea, luego de cinco minutos enfoque su atención en su ritmo cardiaco por la misma cantidad de tiempo. Como sea, usted está aprendiendo algo nuevo: lo que es el estado de conciencia expandida.

Para profundizar más, utilice un mantra sencillo. Los mantras tienen el beneficio de llevar la mente a un nivel más sutil. Siéntese en silencio, respire profundo y cuando se sienta tranquilo piense el mantra Om shanti. Repítalo en función de cómo lo perciba, mas no fuerce el ritmo, pues no es un canto mecánico. Ignore su respiración, sólo repita el mantra cuando perciba que su atención ha divagado de nuevo. No tiene que pensarlo en silencio, pues éste se volverá silencioso por sí solo; pero no lo piense en voz demasiado alta. Hágalo durante 10 o 20 minutos.

Es normal que los novatos quieran saber si la meditación les está funcionando. Si usted lleva un estilo de vida activo y gasta mucha energía, su cuerpo necesitará un descanso tan urgente que es posible que en muchas sesiones de meditación termine dormido. Esto no es un fracaso. Su cerebro toma lo que más necesita. Si medita en la mañana en particular, antes de empezar el día, podrá atestiguar la paz de la conciencia que se autoexplora. Después de 10 o 20 minutos, notará lo fácil, relajante y cómodo que es estar en equilibrio.

Dijimos que la meditación era la respuesta inmediata, porque falta considerar todo el día. ¿Cómo puede ser consciente fuera de la meditación? El método le parecerá familiar: cambio sin fuerza. Mantenerse en equilibrio y consciente todo el día es algo que no podemos forzar; sin embargo, es posible elegir conductas que lo hagan posible:

 

No proyecte sus sentimientos en los demás.

No sea partícipe de la negatividad.

Cuando presienta que habrá estrés, aléjese.

No preste atención a la ira ni al miedo.

Si tiene reacciones negativas déjelas ser un rato y, tan pronto como pueda, aléjese, respire y observe la reacción sin regodearse en ella.

Cuando reaccione, no tome decisiones hasta que se sienta en equilibrio de nuevo.

En sus relaciones, no use las discusiones para ventilar sus resentimientos. Discuta los problemas cuando ambas partes estén en paz; de esta manera, es más sencillo evitar heridas innecesarias.

 

Si hablamos de practicidad, la conciencia expandida implica monitorearse a uno mismo sin juicios ni culpas. Cuando no nos monitoreamos, podemos ser presa de muchos problemas. “No sé por qué lo hice” y “Estaba fuera de control” son las respuestas más frecuentes cuando la gente no es consciente. Luego de hacer algo impulsivo, se sienten arrepentidos y con remordimientos.

Desde el punto de vista del cerebro, cuando nos monitoreamos entramos en un estado de equilibrio mayor. Las reacciones primitivas del cerebro rara vez son apropiadas para la vida moderna, pues siguen funcionando como si la gente aún necesitara luchar contra depredadores o tribus rivales, y huir de todo tipo de amenazas. En el curso de la evolución, el cerebro superior ha evolucionado para tener una segunda respuesta, más adecuada para las amenazas actuales. Sin embargo, para mucha gente no hay tales amenazas. No son necesarias las reacciones primarias del cerebro inferior, aunque éstas sigan ocurriendo, ya que están grabadas en el cerebro.

Lo que podemos hacer para desactivar al cerebro inferior cuando actúe de forma inapropiada es recordar la realidad: no hay amenazas en este momento. Esa conciencia es suficiente para reducir muchos tipos de reacciones de estrés. La conciencia expandida va más allá. Luego de algún tiempo de meditación, se sentirá más equilibrado y comenzará a identificarse con la paz que da el estado de alerta en reposo. La puerta se abre a experiencias espirituales que de cualquier otra forma serían inalcanzables. Existe un hermoso pasaje de la antigua escritura india Mandukya Upanishad que describe lo necesaria que es la conciencia expandida:

Como dos pájaros, amigos íntimos, posados en un mismo árbol, el ego y el yo están en un mismo cuerpo. El primer pájaro come los frutos dulces y ácidos de la vida, mientras el otro observa en silencio.

Conforme amplíe su conciencia, ambas partes de ella se reconocerán, y entonces podrán llegar a ser los amigos íntimos del pasaje. El ego, el inquieto, el “yo” activo, no necesitará actuar de acuerdo con sus motivaciones y deseos. Aprenderá que el yo, la otra parte de su naturaleza, está satisfecho con ser y estar. Es muy satisfactorio darse cuenta de que somos lo necesario dentro de nosotros mismos, sin que nos hagan falta estímulos externos para ser felices. A esta fusión la conocemos como el verdadero yo.

Soluciones
supercerebrales

       La existencia de Dios

Nos gustaría arrojar luz al dilema milenario de la existencia de Dios. La conciencia expandida nos puede ser útil porque, cuando de problemas de fe y esperanza se trata, la conciencia es primordial. Existe una gran brecha entre espero, creo y . Esto es aplicable a todo lo que sucede en la conciencia, no sólo a Dios. ¿Alguien le está siendo infiel? ¿Podrá con el nuevo puesto de supervisor en su trabajo? ¿Acaso sus hijos consumen drogas? De una u otra forma, las respuestas tienen que ver con las tres opciones: esperamos, creemos o sabemos que tenemos la respuesta. Sin embargo, como Dios es la opción más difícil, vamos a concentrarnos en él (o ella).

En lo espiritual, se supone que la fe es la respuesta, pero sus poderes parecen estar limitados. Casi todo el mundo ha tomado una decisión personal con respecto a Dios. Decimos que existe o que no existe, pero nuestra decisión es dubitativa y siempre personal. Afirmar: “Para mí Dios no existe, o al menos no creo que exista” sería más preciso. ¿Cómo podemos discernir si las preguntas espirituales importantes tienen una respuesta confiable? ¿Es Dios el mismo para todos?

De niños, todos hicimos las preguntas espirituales más básicas. Nos eran naturales: “¿Dios nos vigila?”, “¿Adónde fue la abuela luego de morir?” Los niños son muy jóvenes para entender que sus padres están tan confundidos como ellos respecto de estos temas. Entonces, reciben respuestas reconfortantes, las cuales son suficientes por un tiempo. Si la abuela fue al cielo para estar con el abuelo, el niño dormirá mejor y no estará triste. Sin embargo, cuando crecemos, las preguntas regresan, y entonces nos damos cuenta de que nuestros padres, bienintencionados, nunca nos dieron herramientas para buscar respuestas, y no sólo con respecto a Dios, sino también en relación con el amor, la confianza, el propósito de nuestra vida y el sentido profundo de la existencia.

En cualquiera de estos casos, esperamos, creemos o sabemos cuál es la respuesta. “Espero que me quiera”, “Creo que mi pareja es fiel”, “Sé que nuestro matrimonio es sólido”. Estas afirmaciones son distintas entre sí, pero estamos muy confundidos porque no diferenciamos entre decir espero, creo y . Nos gustaría que fueran lo mismo, pero no es así. Evitamos ver las cosas como son en verdad.

La realidad es una meta espiritual, al igual que psicológica. El camino espiritual nos lleva de un estado de incertidumbre (espero) a uno de seguridad (creo), para guiarnos en última instancia al verdadero entendimiento (sé). No importa si el problema concreto tiene que ver con relaciones, Dios, el alma, el ser superior, el Cielo o el reino de los espíritus que han partido. El camino comienza con la esperanza, adquiere fuerza con la fe y se solidifica con el conocimiento.

En estos tiempos de escepticismo, muchos críticos intentan menospreciar esta progresión. Dicen que no es posible conocer a Dios, el alma, el amor incondicional, el más allá y demás asuntos profundos. Esto sólo quiere decir que los escépticos desprecian el camino sin haber siquiera puesto pie en él. Si examinamos nuestro pasado, observaremos que hemos recorrido el camino, y lo hemos hecho varias veces. De niño, esperaba ser adulto. A los 20 años, lo creía posible. Ahora sabe que ya es adulto. Usted esperó que alguien lo amara, creyó que con el tiempo alguien lo haría y ahora sabe que es amado.

Si esta progresión natural no ha ocurrido, entonces algo anda mal, porque el desarrollo de la vida está diseñado para llevarnos del deseo a la satisfacción. Ahora bien, todos conocemos los obstáculos. Podemos decirnos: “Sé que haré algo importante”, cuando en realidad sólo estamos esperando hacerlo. En muchas ocasiones, divorciarse puede implicar que no supimos si de verdad fuimos amados. Podríamos dar muchos ejemplos más de sueños y promesas rotos, pero es más frecuente que la progresión funcione. Los deseos son los que guían la vida hacia la satisfacción. Lo que hoy esperamos, mañana lo sabremos.

Aquí es donde entran en juego ciertos aspectos de la conciencia expandida, los cuales parecen ser universales. Son importantes para todo aquel que no quiera estar atrapado en deseos fútiles de satisfacción y fe sin fundamentos en la realidad. Uno sólo puede confiar en lo que en verdad sabe.

 

¿Cómo sabemos?

Cuando sabemos algo en verdad, se aplican los siguientes principios:

No aceptamos las opiniones de otros. Tenemos las propias.

No nos rendimos de inmediato. Seguimos buscando a pesar de los obstáculos.

Confiamos en que tenemos la curiosidad y la determinación suficientes para encontrar la verdad. Las verdades a medias nos parecen insuficientes.

Lo que de verdad sabemos viene de adentro y nos hace personas distintas, tanto como dos individuos cuando uno está enamorado y el otro no.

Confiamos en el proceso y no permitimos que el miedo o el abatimiento lo trunquen.

Prestamos atención a nuestras emociones. El camino correcto se percibe de cierta manera, satisfactoria y clara. La incertidumbre nos marea y hasta huele mal.

Desafiamos la lógica en las áreas donde la intuición, la reflexión y la sabiduría son más importantes y se vuelven reales.

 

Lo que hace que este supuesto sea universal es que el mismo proceso funciona para el Buda que busca la iluminación y para cualquier joven que aprende a estar en una relación o busca su propósito en la vida. Si dividimos los componentes del proceso, las inmensas preguntas sobre el amor, la vida, Dios y el alma se vuelven manejables.

Podemos trabajar parte por parte. ¿Tiende a aceptar opiniones de otros? ¿Suele desconfiar de sus propias decisiones? ¿Le parece que el amor es demasiado confuso y doloroso para explorarlo? Éstos no son obstáculos imposibles; son parte de usted, y, por lo tanto, nada puede ser más cercano e íntimo. Pero seamos más específicos. Imagine un problema que quiera resolver, algo que sea muy importante para usted. Puede ser filosófico, como: “¿Cuál es mi propósito en la vida?”, o espiritual, como: “¿Dios me ama?” Puede ser algo sobre el trabajo o sus relaciones. Escoja algo difícil de responder, algo que lo haga dudar, resistirse y estancarse. Sigue esperando encontrar la respuesta, pero no lo ha logrado.

Sea lo que sea que escoja, encontrar una respuesta confiable implica dar ciertos pasos.

IR DE LA ESPERANZA A LA FE, Y DE AHÍ AL CONOCIMIENTO

 

Primer paso: dese cuenta de que la vida debe progresar.

Segundo paso: piense en lo bueno que es saber algo en verdad, en lugar de sólo esperar y creer. No se conforme con menos que esto.

Tercer paso: escriba el problema. Haga tres listas: una con lo que espera que sea verdad, otra con lo que cree que es verdad y una con lo que sabe que es verdad.

Cuarto paso: pregúntese por qué sabe lo que sabe.

Quinto paso: ponga en práctica lo que sabe en esas áreas de incertidumbre en las que sólo existen lo que espera y lo que cree.

 

Estos pasos, aplicados a Dios o al alma, tratan temas que la mayoría considera místicos y que requieren un salto de fe. Al cerebro le gusta trabajar de manera coherente y metódica, incluso en relación con lo espiritual. Los primeros dos pasos son preparación psicológica, mientras que los últimos tres nos exigen despejar nuestra mente y abrir la puerta al conocimiento. Ahora apliquemos los pasos a Dios.

 

Primer paso: dese cuenta de que la vida debe progresar.

En términos de espiritualidad, el progreso implica que usted quiere conocer a Dios, siente que lo merece y sabe que los beneficios de una deidad amorosa serían buenos para su vida. Esto es lo opuesto a la famosa apuesta de Pascal, la cual afirma que es mejor apostar a que Dios existe, porque si en efecto existe y no somos creyentes, nos vamos al infierno. El problema es que esta apuesta se basa en la duda y el miedo, y ninguno de los dos motiva el crecimiento espiritual. Es mejor pensar en lo satisfactorio que sería saber si Dios existe, y no en lo malo que sería quedar fuera de la ecuación.

 

Segundo paso: piense en lo bueno que es saber algo en verdad, en lugar de sólo esperar y creer. No se conforme con menos que esto.

Aquí nos concentramos en encontrar a Dios como una experiencia válida y no una prueba de fe. Cuando sienta dudas —todos las sentimos cuando se trata de Dios— no las ignore; mejor mantenga abierta la posibilidad de que los cargos hechos contra Dios no representan más que un lado de la historia completa. A pesar de las aflicciones de las que la humanidad es heredera, incluidas las peores que nos hacen dudar de un Dios amoroso —genocidios, guerras, armas nucleares, autoritarismo, crímenes, enfermedades y la muerte—, el asunto no termina ahí. Un Dios amoroso puede existir y permitirnos cometer errores para que aprendamos a nuestro propio ritmo. Sin embargo, no hay que llegar a conclusiones precipitadas, sino adoptar la actitud para resolver problemas como la violencia, la culpa, la pena, la ansiedad y el prejuicio, pues son la raíz de los problemas de nuestra vida, pero también de los del mundo. Tomar el crecimiento personal en nuestras manos es mucho mejor que quejarnos del estado eterno del sufrimiento humano.

 

Tercer paso: escriba el problema. Haga tres listas: una con lo que espera que sea verdad, otra con lo que cree que es verdad y una con lo que sabe que es verdad.

En este paso, lo importante es evitar las generalizaciones y las opiniones ajenas. La mayoría de nosotros hacemos juicios generales en contra de Dios, y luego apostamos según la situación presente (como reza el dicho: “No hay ateos en las madrigueras”. Es probable que tampoco haya muchos devotos en los bares de solteros luego de la medianoche). Al hacer listas de nuestros deseos, creencias y conocimientos, podemos sorprendernos a nosotros mismos. Los asuntos espirituales resultan fascinantes, una vez que les prestamos atención. Como beneficio secundario, la lista aclara y agudiza nuestro pensamiento, lo cual le sirve al cerebro superior. Pensar es una habilidad que se lleva a cabo en la neocorteza, y eso incluye pensar en Dios.

Así que sea franco. ¿En secreto cree que Dios castiga a los pecadores, o espera que no lo haga? Si ambas cosas son verdad, entonces póngalas en dos listas, la de la esperanza y la de las creencias. ¿Piensa que ha sido testigo de un acto de gracia o perdón? Si sí, entonces póngalo en la lista de lo que sabe. Este ejercicio es muy revelador para comenzar con la exploración espiritual. Tómese su tiempo con las listas y guárdelas donde pueda consultarlas, ya que así podrá apreciar de forma realista qué tanto está progresando.

 

Cuarto paso: pregúntese por qué sabe lo que sabe.

La frase terminante: “Sé lo que sé” cubre una complejidad vasta. La mayoría de la gente prefiere que sus creencias estén acomodadas en su lugar, sin considerar su origen. ¿Cree usted en Dios (si es así) porque sus padres le dijeron que creyera o porque aceptó lo dicho en el catecismo? Quizá sus creencias están basadas en la esperanza apremiante de que hay un hombre allá arriba que lo está cuidando. Sin embargo, siendo realistas, en realidad no sabemos si Dios es varón, y “arriba” puede ser cualquier lugar, ningún lugar o todos los lugares de la creación.

Para tener conocimiento real de Dios, lo mejor es tener experiencias propias, pero éstas cubren un rango mayor del que podemos suponer:

 

¿Alguna vez ha sentido una presencia divina o luminosa?

¿Se ha sentido amado de forma absoluta?

¿Alguna vez ha experimentado un arrebato repentino de felicidad o dicha sin razón aparente?

¿Alguna vez se ha sentido cuidado y a salvo, como si su existencia fuera aceptada por el universo entero?

¿Tiene momentos de gran calma, fortaleza o sabiduría internas?

 

Como podrá darse cuenta, la palabra Dios no tiene que estar relacionada con las experiencias de conciencia expandida, que es lo que el cerebro registra y recuerda. Según algunas encuestas, la mayoría de las personas asegura que ha visto a personas rodeadas de luz, y muchas han experimentado la sanación o el poder del pensamiento positivo. El problema no es conocer o no a Dios, sino las experiencias reales que puedan dirigir nuestra mente a un mundo que va más allá de lo terrenal.

Conforme tome en cuenta las experiencias de vida que sabe que son verdaderas, podrá meditar sobre las escrituras y pensar en quienes las escribieron. Si sabe que disfruta la lectura de la Biblia o la poesía de Rumi, si ha sentido paz en un lugar espiritual o en compañía de una persona espiritual, entonces sabe que algo es verdad. Si presta atención y hace que esas experiencias sean significativas, da un gran paso para encontrar su lugar en el orden espiritual, como lo tiene en el orden de la vida.

 

Quinto paso: ponga en práctica lo que sabe en esas áreas de incertidumbre en las que sólo existen lo que espera y cree.

Si ha seguido los primeros cuatro pasos, entonces debe tener un mapa mental claro de su situación actual de esperanza, creencia y conocimiento. Este mapeo es útil en sí mismo, ya que sienta las bases para identificar cualquier señal de cambio. El cambio requiere intencionalidad, así que si le dice a su cerebro que tiene la intención de encontrar a Dios, sus poderes de percepción aumentarán. (¿No pasa justo esto cuando decidimos encontrar pareja? De pronto, vemos a quienes nos rodean bajo una luz más brillante; los extraños se vuelven intereses románticos en potencia, o no.)

A Dios le gusta estar comprometido. Esto implica que interesarse en el crecimiento espiritual no es un acto pasivo. Debemos abrirnos a hacer lo que predicamos, desde el punto de vista espiritual. Contrario a lo que se cree, esto no quiere decir que su propósito de año nuevo deba ser volver a la Iglesia (no porque no estemos de acuerdo en que lo haga) o decidir convertirse en un santo y devoto de la noche a la mañana. Ésos son puntos de partida, más que de llegada. El problema principal es cómo actuar de tal manera que la posibilidad de Dios se haga realidad.

A esto le llamamos “soluciones sutiles”, porque suceden en nuestro interior. Consideremos las siguientes acciones sutiles y cómo podemos adaptarnos a ellas.

ACTUAR COMO SI DIOS FUERA REAL

 

Medite.

Tenga la mente abierta a la espiritualidad. Examine cualquier tendencia escéptica y cerrada.

Vea el lado bueno de la gente. Deje de decir chismes, echar culpas y sentir placer mezquino si se entera de que les pasan cosas malas a quienes no le agradan.

Lea poesía edificante y diversifique sus hábitos de lectura.

Estudie la vida de los santos y los sabios de las tradiciones orientales y occidentales.

Cuando se sienta afligido, pida que su ansiedad desaparezca y la carga sea menor.

Esté abierto al surgimiento de soluciones inesperadas. No fuerce el problema ni se apoye en la necesidad de controlar todo.

Experimente felicidad absoluta cada día. Hágalo tan sólo con oler una flor o al ver el cielo azul.

Pase tiempo con niños y absorba su euforia espontánea por vivir.

Ayude a quien lo necesite.

Considere la posibilidad del perdón en un aspecto de su vida en el que haga la diferencia.

Reflexione acerca de la gratitud y las cosas por las que esté agradecido.

Cuando sienta ira, resentimiento o envidia, retroceda un paso, respire y vea si puede dejar ir el sentimiento; si no es posible, al menos posponga la reacción negativa.

Sea un espíritu generoso.

Espere lo mejor, a menos que tenga evidencia de que algo necesita ayuda, mejoría o crítica.

Encuentre la manera de disfrutar su existencia. Aborde los obstáculos serios que le impiden hacerlo.

Haga lo que sabe que está bien. Evite lo que sabe que está mal.

Encuentre un camino personal de satisfacción, como sea que usted defina la palabra.

 

Esta lista nos muestra cosas específicas para que Dios no se convierta en una emoción o un tema vago que se pospone hasta un momento de crisis. Hemos evitado la religiosidad, no porque estemos en contra de ella, sino porque nuestra meta es otra. Lo que queremos es entrenar al cerebro de forma gradual para que vea y aprecie una nueva realidad. Es nuestra elección si queremos participar de dicha realidad. Sólo debemos ser conscientes de que, si deseamos sintonizarnos con el vasto orden de la experiencia espiritual, nuestro cerebro está listo para adaptarse.

De cierta manera, la recomendación más sencilla que nos han dado sobre Dios también es la más profunda. Al menos una vez al día permita que Dios, o su alma, o lo que sea que considere como su agente de sabiduría superior, se encargue de una situación. Analice si su vida puede hacerse cargo de sí misma, pues al final el hombre de allá arriba (o todo el Olimpo) no es quien dirige el curso de la vida. La vida evoluciona desde su interior, y Dios es sólo el nombre que damos a los poderes invisibles que existen en nosotros y esperan salir de nuestro interior. Cuando lea los siguientes versos del gran poeta bengalí Rabindranath Tagore, sea consciente de lo que le hacen sentir:

Escucha, corazón, los susurros del mundo.
Así es como el mundo te hace el amor.

O éstos:

¡Cómo añora el desierto el amor de una brizna de pasto!
El pasto niega con la cabeza, ríe y se va volando.

Si siente la ternura del primer pareado y el misterio del segundo, un lugar en su interior ha sido tocado como por el dedo de Dios. No hay diferencia alguna, excepto que las experiencias florecen hasta que lo divino es una realidad personal. Ése es su privilegio. No necesita ser real para nadie más que para usted.