Ser humano
A partir de Ensayo sobre la ceguera (1995), la literatura de Saramago adoptó como propósito indagar en la condición del ser humano contemporáneo. Su escepticismo se traducía en desencanto si se trataba de enjuiciar a la humanidad. Partiendo de la decadencia que vive nuestra civilización, Saramago se reiteró en dejar constancia de la maldad, a instancias del egoísmo, la crueldad, la intolerancia, la injusticia y la violencia ejercidos sobre el resto de congéneres, que caracterizan nuestros comportamientos, al margen de otras consideraciones. Si somos seres de búsqueda, lo cierto es que, a su parecer, el camino seguido en la construcción del destino colectivo arrojaba un balance desdichado rastreable en las páginas de la Historia y confirmado por el presente. Para el autor de El hombre duplicado, el ser humano como especie «no tiene remedio» ni «merece respeto» e incluso consideraba, más drásticamente, que «no merecemos la vida».
De cara a recomponer ese destino descarriado, insistió en la necesidad de aceptar como prioridad absoluta el ser humano. En contraste con el signo de los tiempos, reclamaba una economía y una técnica al servicio de las personas y de su desarrollo individual y colectivo, del mismo modo que reivindicó la facultad de pensar y la filosofía como una dimensión sustantiva de la existencia. Si la singularidad humana radica en identificarse como el único animal con conciencia de sí mismo, resulta inexcusable aceptar la responsabilidad sobre los actos propios. Es éste un principio fundamental de la ética en el que, según su criterio, debería apoyarse el conocimiento y el respeto a los demás y al entorno, en última instancia, la defensa de la vida. De lo contrario, estamos abocados a la célebre conclusión de Plauto, popularizada por Hobbes: «Lobo es el hombre para el hombre, y no hombre, cuando desconoce quién es el otro».
Todo su pensamiento se sostiene en una concepción humanista, pero su negativismo le condujo a sugerir que, así como científicamente aceptamos la existencia de un proceso de hominización, tendríamos que reconocer otro paralelo de humanización. A su juicio, el hombre no habría llegado aún a cristalizar en su condición humana; antes al contrario, en el día a día se mostraría como un ser que niega y se distancia trágicamente de su naturaleza. La verdadera revolución pendiente sería entonces la de la bondad y el sentido común, una revolución que tendría por objetivo civilizarnos. Mientras tanto, continuó profundizando en su innata melancolía pesimista, como bien muestra la declaración —perteneciente al inexistente Livro das Previsões— que antepuso, a modo de cita, a Las intermitencias de la muerte: «Cada vez sabremos menos qué es un ser humano».
Creo que Dios Nuestro Señor creó el mundo y también creó las contradicciones y después, como no sabía qué hacer con ellas, inventó al hombre.
Expresso, Lisboa, 24 de noviembre de 1984
La obra realizada es siempre mayor que su autor. De hecho, creo que somos menos que aquello que hacemos, y eso es otra forma de grandeza: ser capaz de ser menos que aquello que se hace.
Máxima, Lisboa, octubre de 1990
Estoy en contra de la tolerancia, porque no es suficiente. Tolerar la existencia del otro y permitir que sea diferente es todavía poco. Cuando se tolera, sólo se consiente, y eso no es una relación de igualdad, sino de superioridad del uno sobre el otro. Ya se han hecho muchas reflexiones sobre la tolerancia. La intolerancia es pésima, pero la tolerancia no es tan buena como parece. Deberíamos crear una relación entre las personas, excluyendo la tolerancia y la intolerancia.
O Globo, Río de Janeiro, 27 de junio de 1993
Aquí estamos viviendo un reflejo del comportamiento generalizado en Europa, un movimiento de rechazo del otro. Las personas raciocinan de una manera muy simple: si hay desempleo y hay inmigrantes, automáticamente el desempleo disminuiría si éstos se marcharan. Esto demuestra que el ser humano no es bueno. La bondad del ser humano es, en la mayor parte de los casos, una cuestión de intereses propios. Sólo en casos rarísimos es generosidad efectiva y bondad real.
O Globo, Río de Janeiro, 27 de junio de 1993
Ninguna empresa del mundo puede estar por encima de las personas que trabajan en ella. Es utópico, es idealista, pero es la única manera humana de ver las cosas. La gente no puede ser tratada como los residuos de fabricación y tirada fuera como ellos. Lo que está en quiebra es el sistema, y el socialismo —que a mi parecer no lo era— también está en quiebra.
Expresso, Lisboa, 7 de agosto de 1993
Si el hombre no es capaz de organizar la economía mundial en orden a satisfacer la necesidad de una humanidad que se está muriendo de hambre y de todo, ¿qué humanidad es ésta? Nosotros, que nos llenamos la boca con la palabra humanidad, creo que todavía no hemos llegado a eso, no somos seres humanos. Quizá llegaremos un día a serlo, pero no lo somos, nos queda muchísimo. El espectáculo del mundo lo tenemos ahí y es algo escalofriante. Vivimos al lado de todo lo que es negativo como si no tuviera ninguna importancia, la banalización del horror, la banalización de la violencia, de la muerte, sobre todo si es la muerte de otros, claro. Nos da igual que esté muriendo gente en Sarajevo, y tampoco debemos hablar sólo de esa ciudad, porque el mundo es un inmenso Sarajevo. Y mientras no se despierte la conciencia de la gente esto seguirá igual. Porque mucho de lo que se hace es para mantenernos a todos en la abulia, en la carencia de voluntad, para disminuir nuestra capacidad de intervención cívica.
Canarias 7, Las Palmas de Gran Canaria, 20 de febrero de 1994
La enfermedad mortal del hombre, como hombre, es el egoísmo.
La Provincia, Las Palmas de Gran Canaria, 3 de marzo de 1994
Descubrir al otro, descubrirse a sí mismo.
Clarín, Buenos Aires, 29 de marzo de 1994
Si es cierto que no pasamos de ser cuentos ambulantes, cuentos hechos de cuentos, y que vamos por el mundo contando el cuento que somos y los cuentos que aprendemos, me parece igualmente claro que nunca podremos llegar a ser más que eso, esos seres hechos de palabras, herederos de palabras, que van dejando, a lo largo de los tiempos y del tiempo, un testamento de palabras, lo que tienen y lo que son. Todo.
Canarias 7, Las Palmas de Gran Canaria, 30 de noviembre de 1994
Sigo pidiendo la humanización de la humanidad. ¿Eso ha muerto? Pues si ha muerto es una auténtica tragedia.
El Semanal de ABC, Madrid, 28 de mayo de 1995
Fallan los que mandan y fallan los que se dejan mandar... Son circunstancias muy complejas las que marcan o deciden el destino de los hombres... Sólo sé que el mundo necesita ser más humano y ésa es una revolución pendiente, una revolución que, además, debería ser pacífica y sin traumas porque estaría dictada por el sentido común.
El Semanal de ABC, Madrid, 28 de mayo de 1995
En la naturaleza hay muchas cosas contra las que luchar, pero hay un enemigo peor que todos los huracanes y terremotos: el propio ser humano. La naturaleza, con todos sus volcanes, terremotos, huracanes e inundaciones, no ha causado tantos muertos como la humanidad se ha causado a sí misma. Hay luchas de toda clase: guerras religiosas, guerras de intereses materiales, guerras absolutamente absurdas y estúpidas como las dinásticas. No va a descender un rayo de luz —por describirlo de este modo— que entre en la cabeza de las personas y les haga ver que no se puede vivir así.
A Capital, Lisboa, 4 de noviembre de 1995
Nuestra labor consiste en conseguir volvernos más humanos.
A Capital, Lisboa, 4 de noviembre de 1995
El hombre es cruel sobre todo en relación al hombre, porque somos los únicos capaces de humillar, de torturar, y esto lo hacemos con algo que debería estar en contra, que es la razón humana.
La Voz de Lanzarote, Lanzarote, 25 de junio de 1996
Hay un personaje [la chica de las gafas oscuras] en mi libro [Ensayo sobre la ceguera] que pronuncia las palabras clave: «Dentro de nosotros hay una cosa que no tiene nombre. Eso es lo que somos». Lo que necesitamos es buscar y dar un nombre a esa cosa: quizá, sencillamente, lo podamos llamar «humanidad».
ABC Literario, Madrid, 9 de agosto de 1996
No se trata de la violencia, sino de la crueldad. Toda la naturaleza es violenta. Para comerme un filete, tengo que matar un buey. Nosotros, los seres humanos, esos seres racionales, inventamos la crueldad. Por lo tanto, deberíamos discutir sobre la crueldad y no sobre la violencia. Cuando empezamos a discutir sobre la crueldad, el problema de la violencia se resuelve.
Zero Hora, Porto Alegre, 12 de abril de 1997
Sabemos mucho más de lo que creemos, podemos mucho más de lo que imaginamos.
La Revista de El Mundo, Madrid, 25 de enero de 1998
Lo humano es lo que hay que preservar y defender en todas las circunstancias: el capitalismo ya sabemos que no lo hará.
La Provincia, Las Palmas de Gran Canaria, 15 de abril de 1998
Yo creo que dentro de nosotros hay un espeso sistema de pasillos y de puertas cerradas. Nosotros mismos no abrimos todas las puertas, porque sospechamos que lo que hay al otro lado no será agradable de ver [...] Vivimos en una especie de alarma en relación a nosotros mismos, que es que, quizá, no queramos saber quiénes somos en realidad.
La Provincia, Las Palmas de Gran Canaria, 15 de abril de 1998
Triunfar significa tener y tener más, dejando algo que ha sido importante, eso que llamamos ser más conscientes, más solidarios, más unidos a los sentimientos.
La Gaceta de Canarias, Las Palmas de Gran Canaria, 7 de junio de 1998
Mientras hablamos aquí, hay miles de millones de personas que se están muriendo de hambre. ¿Cómo podemos aceptar que el hombre no sea un ser solidario, que ya no piense en la especie y se haya convertido en un monstruo de egoísmo y ambición que desprecia a miles de personas que no tienen nada? No se hace nada para resolver problemas esenciales. Para millones de personas en el mundo, ninguno de los problemas esenciales de la vida está resuelto, mientras nos divertimos en enviar un aparatito a Marte...
El Cronista, Buenos Aires, 11 de septiembre de 1998
Si la humanidad es algo que tiene que empezar con la razón, con el sentimiento, con unas relaciones humanas más estrechas y más limpias, con mayor conocimiento del otro, yo diría que cada vez estamos más lejos de eso. Si no variamos el camino, el hombre del futuro podría estar caminando hacia algo que podríamos llamar el desastre.
La Tribuna, Tegucigalpa, 7 de noviembre de 1998
Es ese sentido de la persona común y corriente, aquella que pasa y nadie quiere saber quién es, que no interesa en absoluto, que aparentemente nunca ha hecho nada que merezca la pena contar. A eso lo llamo las vidas desperdiciadas. Puede que no tuviera tanta conciencia de esto si no viera que las vidas de las personas dependen de cosas que les son totalmente ajenas, de las que no participan.
Carlos Reis, Diálogos com José Saramago, Caminho, Lisboa, 1998
A lo mejor, todos somos los otros.
Juan Arias, José Saramago: El amor posible, Planeta, Barcelona, 1998
El hombre es un ser que busca. Lo que caracteriza al ser humano es la necesidad de buscar, y busca por distintos caminos, que pueden ser contradictorios. No sabemos si encontramos y no sabemos si lo que hemos encontrado alguna vez es lo que estábamos buscando, o si no hay más que buscar después de haber encontrado algo. Por lo tanto, somos seres de búsqueda.
Siempre!, México D. F., 25 de febrero de 1999
En el fondo, me gustaría saber en qué consiste esto de ser un ser humano.
Bravo!, São Paulo, año 2, n.º 21, junio de 1999
Si lo propio del ser humano es tender a la razón, a la sensibilidad, al respeto, entonces creo que no somos verdaderamente humanos.
O Globo, Río de Janeiro, 14 de agosto de 1999
Hablo de un cambio que lleve a las personas a pensar que esto no basta para vivir como seres humanos. No puede ser. Si nos convertimos en personas que sólo miran por sus propios intereses, nos convertiremos en fieras contra fieras. Y, de hecho, eso es lo que está pasando.
O Globo, Río de Janeiro, 14 de agosto de 1999
Deberíamos pensar que cada conquista del progreso no puede ir en contra de las vidas humanas. No hace muchos años se hablaba del progreso científico y del moral. Se decía que había que desarrollar uno sin dejar el otro atrás. No sé muy bien qué se entiende por progreso moral. Pero si lo llamáramos respeto humano, quizá pudiéramos resolver el problema que plantea el progreso científico. El progreso beneficia sólo a una minoría.
El Mundo, Madrid, 3 de enero de 2000
Lo que realmente nos separa de los animales es nuestra capacidad de esperanza.
Alphalibros, Mendoza, 2000
Creo en la voluntad humana, sí, pero no olvido exigirle que sirva y defienda la vida, en vez de ofenderla y humillarla.
El Semanal de ABC, Madrid, 7-13 de enero de 2001
El perro es una especie de plataforma donde los sentimientos humanos se encuentran. El perro se acerca a los hombres para interrogarles sobre qué es eso de ser humano.
Planeta Humano, Madrid, n.º 35, enero de 2001
El problema no está en avanzar, el problema está en no considerar que existe una prioridad absoluta que es el ser humano. Cuando digo que no tiene ningún sentido enviar a Marte una sonda para ver si hay agua, cuando digo que esa actitud es totalmente absurda, lo hago teniendo en cuenta que hemos acabado con el agua que teníamos en la Tierra, que hemos contaminado los ríos, los lagos y hasta los océanos. ¿Y luego queremos saber si hay agua en Marte? No es que esté en contra del desarrollo tecnológico y científico. Eso sería otro absurdo [...] Estoy a favor de reorientar ese desarrollo hacia el ser humano y de considerarlo como una prioridad absoluta. No tiene ningún sentido que juguemos a explorar el espacio cuando aquí en la Tierra hay gente que muere de hambre todos los días.
Seara Nova, Lisboa, n.º 72, abril-junio de 2001
Soy bastante escéptico en lo que se refiere a la naturaleza humana, tan escéptico que ni siquiera creo que haya una naturaleza humana. Pero sea eso lo que fuere, pienso que pueden crearse situaciones, estados de espíritu, determinaciones que, en ciertas circunstancias, puedan convertir a las mismas personas poco generosas o nada generosas en personas solidarias.
Seara Nova, Lisboa, n.º 72, abril-junio de 2001
La gran aventura [humana para este siglo] es reconocer que se han quedado atrás millones de personas y que cada vez se quedarán más atrás. Concentremos los recursos aun sabiendo que no se puede parar. Pero vayamos más despacio, y distraigamos —ésa es la palabra— los grandes recursos que tenemos en Occidente, y usémoslos para llevar comodidades y esperanza de vida al otro extremo de la humanidad.
Seara Nova, Lisboa, n.º 72, abril-junio de 2001
Todos los años exterminamos comunidades indígenas, millares de hectáreas de bosques e incluso innumerables palabras de nuestros idiomas. Cada minuto extinguimos una especie de pájaros y alguien en algún lugar recóndito contempla por última vez en la Tierra una determinada flor. Konrad Lorenz no se equivocó al decir que somos el eslabón perdido entre el mono y el ser humano. Eso somos, una especie que gira sin hallar su horizonte, un proyecto inconcluso. Se ha hablado bastante últimamente del genoma y, al parecer, lo único que nos distancia en realidad de los animales es nuestra capacidad de esperanza. Hemos producido una cultura de la devastación basada muchas veces en el engaño de la superioridad de las razas, de los dioses, y sustentada por la inhumanidad del poder económico. Siempre me ha parecido increíble que una sociedad tan pragmática como la occidental haya deificado cosas abstractas como ese papel llamado dinero y una cadena de imágenes efímeras. Debemos fortalecer, como tantas veces he dicho, la tribu de la sensibilidad...
Revista Universidad de Antioquia, Medellín, n.º 265, julio-septiembre de 2001
Independientemente de la ideología que profesemos, hay un rasgo humano que debemos compartir todos: la facultad de pensar. El pensamiento debería constituir una emanación necesaria y fatal del ser humano. Pascal decía que somos una caña azotada por todos los vientos, pero una caña que piensa. Yo añadiría que somos cañas pensantes, pero no pensamos de forma aislada, sino como parte de un cañaveral. El pensamiento no puede jamás ser autista.
Gara, San Sebastián, 22 de noviembre de 2001
Todos estamos hechos de ruindad e indiferencia.
Turia, Teruel, n.º 57, 2001
Yo creía que había inventado, a partir de algo que no sabía qué, esta frase íntegra: «Somos cuentos de cuentos contando cuentos, nada». Y la busqué en mis trabajos, porque quise citarla en cierta oportunidad, pero no la encontraba. Leyendo una entrevista, por casualidad, que había dado años antes al periódico Libération, leo la frase. No exactamente ésta. Y me encontré con el autor. El autor era Ricardo Reis, el heterónimo de Fernando Pessoa. La frase original era: «Somos cuentos de cuentos, nada». Y, durante años, creí que eso estaba integrado en la cita original, eso que es un añadido mío: «contando cuentos». En un texto que escribí sobre esta anécdota, digo que, en el fondo, es el trabajo de la memoria, olvidando y construyendo, olvidando y construyendo.
Veintitrés, Buenos Aires, 7 de febrero de 2002
No tengo ningún motivo para tener esperanza. En el plano estrictamente personal, podemos tener razones para ello. Pero si hablamos de una esperanza que nos envuelve a todos, no tiene cabida en un mundo como éste. ¿Cómo será de aquí a cincuenta o cien años? Nos hallamos ante el fin de una civilización y no tenemos ni idea de qué va a pasar. Como tampoco sabemos si en el futuro el ser humano tendrá algo que ver con el ser humano actual, o si será otra cosa que recibirá un nombre diferente.
Visão, Lisboa, 16 de enero de 2003
Lo maravilloso de la especie humana es que se ha hecho a sí misma, lo ha inventado todo.
El Universal, México D. F., 16 de mayo de 2003
La pregunta «¿quién eres tú?» o «¿quién soy yo?» tiene una respuesta muy fácil: uno cuenta su vida. La pregunta que no tiene respuesta es otra: «¿Qué soy yo?». No «quién», sino «qué». El que se haga esa pregunta se enfrentará a una página en blanco, y no será capaz de escribir una sola palabra.
El Universal, México D. F., 16 de mayo de 2003
Hay una soledad ontológica —el ser está ahí— que nos dice que somos islas, quizás en un archipiélago, pero islas de todos modos. En las islas de un archipiélago, se puede establecer comunicación, fuentes, correos, pero la isla está ahí, frente a otra isla. Tal vez el símil es fácil, banal. Las personas viven con esa soledad sin darse cuenta, o dándose cuenta de ella a ratos.
Rebelión, Cuba, 12 de octubre de 2003
Somos mucho más hijos del tiempo en que nacemos y vivimos que del lugar donde nacimos.
Rebelión, Cuba, 12 de octubre de 2003
La prioridad absoluta tiene que ser el ser humano. Por encima de ésa no reconozco ninguna otra prioridad. Parecerá idealista, pero sin eso ¿qué puede importarme el universo?
La República, Montevideo, 26 de octubre de 2003
Si no hay una revolución de conciencias, si las personas no gritan: «No acepto ser meramente aquello que quieren hacer de mí», o no se niegan a ser un elemento de una masa que se mueve sin conciencia de sí misma, la humanidad estará perdida. No se trata de volver al individualismo, sino de reencontrar al individuo. Éste es nuestro gran obstáculo: reencontrar al individuo en una época en que se pretende que éste sea menos de lo que podría ser.
Diário de Notícias, Lisboa, 25 de marzo de 2004
Los hombres llevamos dentro la crueldad. No debemos olvidarnos de eso, debemos vigilarlo. Hay que defender la posibilidad de crear y sostener ese espacio de conciencia, de lucidez. Ésa es nuestra pequeñita esperanza.
Clarín, Buenos Aires, 12 de abril de 2004
Leer e imaginar son dos de las tres puertas principales —la curiosidad es la tercera— por donde se accede al conocimiento de las cosas. Sin antes haber abierto de par en par las puertas de la imaginación, de la curiosidad y de la lectura —no olvidemos que quien dice lectura dice estudio—, no se va muy lejos en la compresión del mundo y de uno mismo.
La Prensa Gráfica, San Salvador, 1 de junio de 2005
Volver a la política no es, en sí misma, una recomendación. Se trata de ir al espíritu. Si no pasamos todos los asuntos por el espíritu, no hay ninguna garantía de que los cambios pasen por nosotros.
Juventud Rebelde, La Habana, 19 de junio de 2005
Ahora, en el mundo de lo inteligible, de lo que se puede entender, comprender, nosotros somos los únicos que podemos tener una noción del universo, una noción de la vida. No hay otros. La abeja no puede, el mosquito no puede, el chacal no puede. Nadie puede sino nosotros, y, en ese sentido, sí somos el centro [de todas las cosas], pero es un centro que tiene que ser responsable de sí mismo y responsable por los demás.
Juventud Rebelde, La Habana, 19 de junio de 2005
No todos los lugares donde el hombre vive son siempre humanos. La función de quienes tienen la responsabilidad del Gobierno y también de los artistas consiste en la obligación de hacer el mundo cada día más humano. Por vivir en comunidad, nuestra misión, que no es histórica ni mucho menos divina, consiste en construir humanidad. Eso tiene que ser una preocupación diaria, para que la caída de todos los días se detenga.
Semanario Universidad, San José de Costa Rica, 30 de junio de 2005
Desde el punto de vista empresarial, no hacen falta las humanidades. La pregunta fundamental de las humanidades es qué es el ser humano, mientras que, para los círculos empresariales y tecnócratas que se ocupan de la utilidad inmediata, [la pregunta] es para qué sirven los seres humanos.
Semanario Universidad, San José de Costa Rica, 30 de junio de 2005
El universo desconoce por completo nuestra existencia.
Mil Folhas, Lisboa, 12 de noviembre de 2005
Nosotros, los seres humanos, matamos más que la muerte.
El País, Madrid, 12 de enero de 2006
Mucha gente me dice que soy pesimista; pero no es verdad, es el mundo el que es pésimo. El ser humano se limita, en la actualidad, a «tener» cosas, pero la humanidad se ha olvidado de «ser». Esto último da mucho trabajo: pensar, dudar, preguntarse sobre uno mismo...
El Diario Montañés, Santander, 11 de julio de 2006
La humanidad nunca ha sido educada para la paz, sino para la guerra y el conflicto. El «otro» siempre es potencialmente el enemigo. Llevamos miles y miles de años en esto.
El Diario Vasco, San Sebastián, 3 de octubre de 2006
Quizás nosotros seamos los últimos de la especie. Nuestra civilización se está terminando.
El Imparcial, Madrid, 26 de octubre de 2006
Hemos perdido la capacidad de indignarnos. De lo contrario, el mundo no estaría como está.
El Imparcial, Madrid, 26 de octubre de 2006
No nos merecemos mucho respeto como especie.
Agencia EFE, Madrid, 25 de diciembre de 2006
Hoy en día, el ser humano es la más dispensable de todas las cosas. Que piensen en ello los que nos atormentan los oídos con hipócritas prédicas sobre la eminente dignidad del ser humano.
Contrapunto de América Latina, Buenos Aires, n.º 9, julio-septiembre de 2007
Ayer, los hombres y las mujeres; hoy, los judíos y los palestinos. Me aflige la incapacidad de los seres humanos para vivir juntos en el respeto mutuo. Como si el «otro» debiera ser necesariamente un enemigo. El «otro» es simplemente el «otro». El «otro» es como yo. Tiene derecho a decir «yo». Nosotros, los hombres blancos, civilizados y ricos, no aceptamos que el «otro» diga yo.
L’Orient-Le Jour, Beirut, 2 de agosto de 2007
Todos los hombres tienen su parcela de tierra que cultivar. Lo importante es que profundicen cuando cavan.
The New York Times, Nueva York, 26 de agosto de 2007
Vivimos en una época caracterizada por la irracionalidad de los comportamientos generales, y poner un poco de sentido común a esto, en la dirección de que, por encima de todo, hay que proteger la vida [...] es casi imposible... Y más si ese ser humano se enfrenta a otro ser humano porque cree en otro dios, o porque ve al otro como un enemigo sólo porque tiene otra tradición... A partir del momento en que vemos al prójimo como enemigo, la guerra está declarada. La intolerancia no es una tendencia, es una realidad brutal.
Única, Expresso, Lisboa, 11 de octubre de 2008
El ser humano es un animal enfermo porque no es capaz de reconocer, o de inventar, su lugar en la naturaleza y en la sociedad.
Única, Expresso, Lisboa, 11 de octubre de 2008
Creo que en la sociedad actual nos falta filosofía. Filosofía como espacio, lugar, método de reflexión, sin que deba tener un propósito determinado como la ciencia, que avanza para cumplir objetivos. Nos falta la reflexión, pensar. Necesitamos el trabajo para pensar. Y yo creo que sin ideas no vamos a ninguna parte.
Única, Expresso, Lisboa, 11 de octubre de 2008
Todos nosotros causamos risa. Somos unos pobres diablos. Para emplear una expresión vulgar: hay mucha fanfarronería. ¿Y para qué? Si somos pequeñísimos. No digo que una persona tenga que aceptar su pequeñez, sino que me parece bastante triste la vanidad, la presunción, el orgullo, todo eso con lo que queremos demostrar que somos más de lo que efectivamente somos. No es que sea grotesco o ridículo, sino bastante triste.
Jornal de Letras, Artes e Ideias, Lisboa, n.º 994, 5-18 de noviembre de 2008
La amnesia es mala para las personas y también para las sociedades. Tenemos que saber quiénes somos para vivir con conciencia de estar vivos. Sigamos preguntando y buscando.
Público, Madrid, 20 de noviembre de 2008
La historia de la humanidad es un desastre permanente. Nunca ha existido nada que se parezca a un momento de paz. Si al menos las personas sólo se enfrentaran o sólo se les permitiera enfrentarse en la guerra... Pero no es únicamente eso. Esta rabia que existe en mi interior, una especie de rabia que a veces se rebela, se debe a que pienso que no merecemos vivir. No nos hemos dado cuenta aún de que el instinto sirve mejor a los animales que la razón al hombre. Para alimentarse, un animal tiene que matar a otro animal. Pero nosotros no, nosotros matamos por placer, por gusto.
Folha de S. Paulo, São Paulo, 29 de noviembre de 2008
El fracaso del capitalismo financiero, hoy tan obvio, debería ayudarnos a la defensa de la dignidad humana por encima de todo.
La Vanguardia, Barcelona, 10 de diciembre de 2008
El mundo no es bueno —él no tiene la responsabilidad, pobre mundo, somos nosotros los que no somos buenos—. El ser humano se comporta como un animal enfermo de supersticiones, de rutinas, prejuicios, de los que parece que no somos capaces de liberarnos.
La Opinión de Granada, Granada, 12 de marzo de 2009
Antes defendía una tesis, a la que regreso de vez en cuando, que afirma lo siguiente: cuando el hombre descubrió que era inteligente, no soportó la impresión y enloqueció.
João Céu e Silva, Uma Longa Viagem com José Saramago, Porto Editor, Oporto, 2009
La gran maravilla del ser humano es exactamente ésa, que se hizo a sí mismo.
João Céu e Silva, Uma Longa Viagem com José Saramago, Porto Editor, Oporto, 2009
Somos lo que somos, pero también somos aquello que hacemos.
João Céu e Silva, Uma Longa Viagem com José Saramago, Porto Editor, Oporto, 2009