Latinoamérica
La natural vocación atlántica lusófona de Portugal, pero también la concepción transibérica que Saramago defendió para la Península Ibérica, proyectándola hacia África y hacia América del Sur como ámbitos propios de relaciones político-culturales, favorecieron la implicación del autor en el entorno latinoamericano, donde su obra y su pensamiento tienen amplia difusión. A la penetración y aceptación de sus novelas y sus ideas, no resulta ajeno el signo de sus opiniones políticas ni la sensibilidad social que impregna sus pronunciamientos.
Saramago se convirtió en firme valedor de los derechos de los pueblos nativos poniendo de manifiesto las exclusiones y desigualdades de que son víctimas, reclamando el respeto a su dignidad e instando a las autoridades del continente a «resolver la cuestión indígena», desde el Río Grande hasta la Patagonia. A su juicio, esta causa debía consignarse como una prioridad en la agenda de los gobernantes de América Latina. Sin embargo, se veía condenada a la insignificancia y al silencio y, por consiguiente, a la invisibilidad. Expulsados de la propiedad de la tierra desde hace quinientos años, en opinión del Premio Nobel de Literatura, los indígenas han sufrido un genocidio lento, mediante la eliminación de etnias, comunidades, culturas, idiomas y gentes.
El autor de Levantado del suelo, que se implicó activamente en favor del movimiento zapatista de Chiapas, reprobó las opresiones discriminatorias, demandó la igualdad de las mujeres, fustigó la violencia, rechazó las actividades del narcotráfico —que consideraba «un Estado dentro del Estado»— y condenó los secuestros y asesinatos de grupos armados guerrilleros como las FARC de Colombia. Insatisfecho con la denominación de Latinoamérica, frente al criterio de ascendencia colonial, propuso como designación para el continente la fórmula aséptica geográfica de América del Sur, que juzgaba más adecuada en relación con la diversidad de la región.
Cuando se trataba de analizar la realidad política y económica, el escritor subrayaba la influencia negativa desempeñada por Estados Unidos con sus estrategias de control y dominio, un hecho que, según su criterio, impedía el libre desarrollo de los países. En relación a Cuba, siempre manifestó su simpatía por la Revolución y, más matizada en los últimos años, por su líder, de quien, en abril de 2003, se distanció públicamente, sin que ese alejamiento lo trasladara al pueblo cubano —cada vez que tuvo oportunidad, denunció el bloqueo— ni a los ideales que orientaron el movimiento revolucionario de 1968. Unos países y otros —Brasil, Argentina, México, Colombia, Venezuela, Guatemala...— merecieron sus comentarios y reflexiones, además de su fraternidad, confrontando a las carencias de los gobiernos el deseo de que se respetase a la sociedad civil y se avanzara en la democracia económica y en la justicia social. Con insistencia, se reiteró en su demanda de reacción cívica por parte de las comunidades, en cuya implicación depositaba su confianza para que Latinoamérica pudiese superar las limitaciones y severas desigualdades del presente.
Las responsabilidades de esta región de Europa [Portugal y España] en cuanto a América Latina son muy grandes y estamos dimitiendo de ellas. No tendremos una vida muy larga, desde un punto de vista cultural, si no nos alineamos con América Latina. No nos damos cuenta de que estamos ligados por algún motivo, que, en el fondo, pienso que nos une tanto a los españoles y portugueses. Nos liga tanto como nos liga a Europa. Es como si América Latina hubiera sido abandonada esperando la caída completa para después recoger los restos e imponer nuestra propia ley. Ahora, en la medida de lo que estuviera a nuestro alcance, deberíamos fomentar lo más posible, portugueses y españoles, el diálogo con América Latina, por todos los medios, al estar en la Comunidad. No vamos a poder tener políticas económicas diferenciadas, ni de defensa, pero aún queda un campo que es el cultural. Tenemos que defenderlo y, si dimitimos de esa tarea, que en términos de prioridad debería ser justamente la relación con América Latina, entonces vamos a perder algo que es nuestra propia justificación, nuestro propio lugar en el mundo.
Diario 16 (Suplemento Culturas), Madrid, 11 de febrero de 1989
Levantar el embargo internacional a Cuba es algo inaplazable. Hay una hipocresía mundial en lo que se refiere a Cuba que resulta vergonzosa, aunque parece que no existe manera de acabar con esto. Pero es evidente que hay que hacer algo, y ya.
Brasil Agora, São Paulo, 15-28 de junio de 1992
[El continente americano] lo miro como un todo. Desde luego, hay países: Argentina, Chile, Paraguay, Bolivia, Perú y demás; pero veo al continente como un territorio que debería considerarse como un todo.
La Jornada Semanal, México D. F., 8 de marzo de 1998
Si alguna vez hubo en la historia de la humanidad una guerra desigual, no la hubo nunca como ésta [de Chiapas]. Es una guerra de desprecio, de desprecio hacia los indígenas. El Gobierno esperaba que con el tiempo se acabaran todos, simplemente eso.
La Revista de El Mundo, Madrid, marzo de 1998
[Los indígenas de Chiapas] sobreviven alimentándose de su propia dignidad. No tienen nada, pero lo son todo. Enfrentan la guerra con ese estoicismo que me impresionó tanto, un estoicismo casi sobrehumano que no aprendieron en la universidad, que consiguieron tras siglos de humillación. Han sufrido como ninguno y mantienen esa fuerza interior, una fuerza que se expresa con la mirada... La mirada de ese niño al que le han destrozado para siempre la vida... es algo que no se me borrará jamás de la memoria... Las miradas serias, severas, recogidas de las mujeres, de los hombres... son algo que está por encima de todo. Los indígenas no tienen nada, pero lo son todo. ¿Cómo es posible que después de tanto sufrimiento ese mundo indio mantenga una esperanza? ¿Cómo puede sonreír ese hombre de Polhó que nos acaba de decir: «Mañana puede que nos maten a todos, pero bueno, aquí estamos»? Es algo que no alcanzo a entender.
La Revista de El Mundo, Madrid, marzo de 1998
Acteal es un lugar de la memoria que no puede de ninguna manera desaparecer. Sabemos lo que ocurrió y no lo queremos olvidar. Chiapas es el cuerpo de México. La sociedad civil debería admirar no sólo a los indios, sino a los que se levantaron para defender a esos mismos indígenas.
La Revista de El Mundo, Madrid, marzo de 1998
De Chiapas me llevo no sólo el recuerdo, me llevo la palabra misma... Chiapas... La palabra Chiapas no faltará ni un solo día de mi vida. Si tenemos conciencia, pero no la usamos para acercarnos al sufrimiento, ¿de qué nos sirve la conciencia?
La Revista de El Mundo, Madrid, marzo de 1998
En realidad, se trata de eso: de comprender. Comprender la expresión de esas miradas [de los habitantes de Chiapas], la gravedad de esos rostros, la manera simple de estar juntos, de sentir y de pensar juntos, de llorar juntos las mismas lágrimas, de sonreír con la misma sonrisa. Comprender la forma en que las manos del único superviviente de una masacre se colocan como alas protectoras sobre la cabeza de sus hijas. Comprender esa corriente sin fin de vivos y muertos, esa sangre derramada, esa esperanza recobrada, ese silencio de quien reivindica, desde hace siglos, respeto y justicia, esa cólera contenida de quien, finalmente, ha dejado de esperar.
La Revista de El Mundo, Madrid, marzo de 1998
Si el escritor tiene algún papel, es intranquilizar, y Chiapas es un buen motivo para que nos intranquilicemos.
La Provincia, Las Palmas de Gran Canaria, 15 de abril de 1998
El Descubrimiento no fue un diálogo de culturas ni un encuentro de pueblos, fue violencia, depravación y conquista.
Jornal do Brasil, Río de Janeiro, 27 de septiembre de 1998
Un ciudadano —extranjero— [José Saramago] que se emociona con lo que ocurre en Chiapas, como muchísimos ciudadanos que han venido a este país, viene aquí porque quiere mostrar solidaridad. ¿Eso es injerencia? Donde va el escritor, va el ciudadano.
La Jornada, México D. F., 9 de octubre de 1998
No hay dudas sobre los inconvenientes de un partido único. Lo digo con todo respeto. Yo he estado en Cuba algunas veces. Conozco a la gente, me gusta la revolución cubana, admiro la revolución cubana, estoy con la revolución cubana. En Oporto, en la Cumbre de los Estados Iberoamericanos, al lado de Fidel Castro, he dicho: «El Premio Nobel de 1998 está al lado de la revolución cubana». Lo sigo diciendo. Eso no me impide ser crítico, en algunos casos, por las mismas razones que he sido crítico respecto a la Unión Soviética, en otros, por razones que son propias de Cuba. Pero, insisto, ¿qué sería de Cuba hoy si no existiera el bloqueo? Pueden decir: «No me interesa, no me interesa». ¿Cómo, no me interesa? Cuba es el único pueblo del mundo, el único país del mundo que sufre un bloqueo. Ya son cuarenta años.
El Interpretador. Literatura, arte y pensamiento, Buenos Aires, n.º 12, marzo de 2005 (Charla con Noél Jitrik y Jorge Glusberg, 21 de agosto de 1999)
América Latina está necesitando una nueva vibración. No hablo de revoluciones, hablo de esa vibración, del despertar, de movimientos ciudadanos, porque esta región ya es suficientemente adulta para emanciparse de su gran tutor. No podemos decir solamente que somos víctimas, porque hay complicidades y existe ya posibilidad de actuar en forma libre, consciente... Tenemos problemas muy serios porque no tenemos ideas. La gente se puede organizar, se pueden hacer muchos movimientos, pero faltan las ideas.
La Jornada, México D. F., 13 de diciembre de 2000
Lo que me sorprende es la tremenda insensibilidad, por no decir algo más fuerte. Y también me pregunto qué lugar ocupa la conciencia ciudadana en todo esto. Por eso insisto en dejar un mensaje al pueblo [argentino] para que tome conciencia, ya que hay muchos casos que requieren su atención, no sólo los presos de La Tablada, sino lo que está sucediendo con muchas personas que son víctimas, como se es víctima del desempleo. Yo quiero recordar que no pueden esperar a que haya muertes porque eso estará para siempre en la conciencia de unos y otros, del gobierno, de los políticos, de los legisladores, de cada uno que no hizo nada para evitar esto y para cumplir con la ley.
La Jornada, México D. F., 13 de diciembre de 2000
El zapatismo es hoy a todas luces una posibilidad de cambio en medio de la fatuidad de un mundo dominado por los grandes consorcios mundiales que han hecho del consumismo y el éxito la ideología dominante.
Unomásuno, México D. F., 26 de febrero de 2001
Lo que el zapatismo propone es la prioridad absoluta del ser humano, sean éstos indígenas o no, frente a un modelo de crecimiento que precisamente ha obviado al hombre. Y este deseo, que se puede enunciar en tan pocas palabras, es una tarea gigantesca, que será el trabajo de muchas generaciones.
Unomásuno, México D. F., 26 de febrero de 2001
Nadie debería ignorar que los pueblos indígenas, no sólo de México, sino también de toda América, hasta el sur de Chile, han sido humillados, explotados, reducidos a una condición casi infrahumana, abandonados a su suerte.
Página/12, Buenos Aires, 12 de marzo de 2001
¿Qué es lo que ha pasado, qué es lo que está pasando [con el zapatismo]? Se puede decir Marcos, sí, claro que sí, Marcos, pero no es sólo Marcos, es todo un espíritu de resistencia verdaderamente sorprendente. La resistencia de los indígenas siempre ha sido un fenómeno que quizás tenga aspectos incomprensibles para nosotros, pero es finalmente la resistencia de quien está y quiere seguir estando. Creo que más allá de los levantamientos y las luchas armadas hay algo mucho más fuerte: una suerte de conciencia de sí mismo que tiene el indígena y su sentido de comunidad. Cada uno de ellos es un individuo, pero un individuo que no puede vivir fuera de la comunidad, la comunidad es su fuerza, y eso explica que su resistencia haya creado este momento en que nos encontramos.
Página/12, Buenos Aires, 12 de marzo de 2001
Marcos y los zapatistas merecen todo el crédito que les da una larga resistencia, una coherencia ideológica y política ejemplar, un sentido estratégico verdaderamente notable: Marcos ha gestionado los silencios con la misma maestría con que ha gestionado las palabras. Cuando se decía que no hablaba, que pasaban los meses y no hablaba, la palabra necesaria surgía siempre en el momento justo, preciso, indispensable.
Página/12, Buenos Aires, 12 de marzo de 2001
Se debe poner fin a la falta de respeto humano que padecen los indígenas de América.
Página/12, Buenos Aires, 12 de marzo de 2001
Yo no me he distanciado de la revolución cubana. Es la revolución cubana la que se ha distanciado de sí misma. Entendí que, por mi responsabilidad social, tenía que hacer una declaración [la carta abierta «Hasta aquí he llegado», publicada en El País el 14 de abril de 2003] y hablar en mi propio nombre. Mi solidaridad con el pueblo cubano sigue intacta.
La Nación, Buenos Aires, 2 de mayo de 2003
El debate político en la Argentina es del pasado, no de hoy. La mística nacional sobre Perón y Eva Perón no tiene que ver con la realidad concreta actual.
La Nación, Buenos Aires, 2 de mayo de 2003
Estados Unidos tiene muy claro que América Latina es su patio de atrás.
O Globo, Río de Janeiro, 10 de mayo de 2003
Esta América, vuelvo a decirlo, tiene un problema, que es el indígena. Y es como si no pasara nada, en el sentido de que, a lo mejor, se acaba el mundo indígena que está «molestando» o «impidiendo» que todo esto se vuelva un país más capitalista, cuando tiene otros modos de entenderse. Me sorprende no encontrar en los medios la gravedad y la importancia de la problemática indígena, no sólo en México, sino en toda América.
La Jornada, México D. F., 15 de mayo de 2003
[En Argentina] tienen que surgir nuevas generaciones con nuevas ideas, con nuevos valores. La desaparición de miles de personas jóvenes, inteligentes y preparadas es una ausencia terrible para el país. La generación de izquierda, que tendría ahora cincuenta años, desapareció. Los que podrían formar esas alternativas no están. Fueron asesinados, torturados, desaparecieron. Hay un vacío generacional. Es necesario que la juventud comprenda que tiene un lugar que ocupar. Un lugar que está vacío y que no puede ser entregado a vestigios del pasado que gerenciaron el país como si fuese una cosa suya.
2do.enfoque, Buenos Aires, agosto de 2003
Yo no he roto con Cuba. Sigo siendo un amigo de Cuba, pero me reservo el derecho de decir lo que pienso, y decirlo cuando entiendo que debo decirlo.
La República, Montevideo, 26 de octubre de 2003
El movimiento indígena no es un peligro para la democracia. Es la democracia de los blancos la que es un peligro para las comunidades indígenas.
El Comercio, Quito, 22 de febrero de 2004
Yo dije en abril del año pasado, luego de los fusilamientos de los tres cubanos que secuestraron un ferry en La Habana, que Cuba no había ganado ninguna batalla heroica fusilando a esos tres hombres, pero que sí había perdido mi confianza, dañado mis esperanzas y defraudado mis sueños. Sigo pensando igual. Dije que, a partir de ese momento, Cuba seguiría su camino y yo me quedaba. Hasta aquí he llegado, dije, y hasta ahí llegué.
El Tiempo, Bogotá, 28 de noviembre de 2004
Este genocidio lento contra los verdaderos dueños de la tierra americana [los indígenas] empezó en el año de 1492 y sigue implacable. No hablo sólo de Colombia, hablo de los indígenas de Chenalhó en Chiapas (México) o de los mapuches del sur. Me deja sin ánimo que a la gente no le importe nada lo que pase con los indígenas. Es la señal de la marca del colonizador. De seguir así, un día se acabará con los indígenas de América, como si fueran una especie de animales que un día se extingue, y la gente dirá: «Fue un crimen más, para añadir a los otros crímenes que se han cometido contra los indígenas».
El Tiempo, Bogotá, 28 de noviembre de 2004
El concepto de guerrilla tiene algún sentido de nobleza, es decir, ciudadanos que se organizan para resistir al invasor. No creo que ése sea el caso de Colombia. Aquí no hay guerrilla, sino bandas armadas.
El Tiempo, Bogotá, 28 de noviembre de 2004
En Centroamérica, es importante el problema de la violencia y la inseguridad ciudadana; pero es un tema que no se puede sacar de contexto. Se tiene que entender a partir de las condiciones sociales y económicas que viven las mayorías en estos países y en todos los países pobres del mundo.
Forja, San José de Costa Rica, junio de 2005
El Tratado de Libre Comercio es un mecanismo más por medio del cual Estados Unidos pretende dominar Centroamérica.
Forja, San José de Costa Rica, junio de 2005
Cuando ya se ha arrasado el trece por ciento del Amazonas, sabemos hasta dónde puede llegar la locura. No obstante, no se trata de locura. Es, ante todo, algo fríamente calculado. Vivimos según la ley del lucro. A nadie le preocupa ya el destino del planeta. Sobre todo a esa gente que corta árboles de una forma indiscriminada en el Amazonas ante la impotencia del Gobierno brasileño, que es el propietario.
Público, Lisboa, 11 de noviembre de 2005
Yo siempre digo: «Los indígenas pertenecen al continente, son los auténticos dueños de la tierra». Cometemos un crimen sin perdón cuando no lo pensamos todos los días. Creo que si América tiene alguna posibilidad de salir de muchas de las situaciones difíciles y complicadas en las que está, quizá sea el día en que se haga una inmersión en sus pueblos indígenas, que son muchos: los chiros, los mapuches, los quechuas, los mayas... Y no me refiero a la idea falsa de que tienen que integrarse, porque ésa es la del lenguaje del culto y civilizado, cuando dice: «Nosotros somos muy tolerantes, estamos dispuestos a integrarte». Pero ¿y si yo no quiero integrarme? ¿Por qué tengo yo que integrarme forzadamente por el hecho de que determinada parte de la sociedad sea más poderosa? La integración, una auténtica integración, significaría que cada una de las partes se integrara en la otra. Pero decir: «Venga, que yo ya decidiré en qué condiciones permitiré a usted que entre», eso no lo es.
El Universal, México D. F., 2 de diciembre de 2006
Nadie se atreve a intentar resolver el problema indígena en América. Si mañana esto explota, entonces no digan que no lo sabían.
El Universal, México D. F., 2 de diciembre de 2006
En Cuba habrá una transición. Esperemos que se produzca únicamente por obra de los cubanos (los de dentro y los de fuera), sin intromisiones extrañas, directas o indirectas, con total respeto hacia la dignidad del pueblo cubano, demostrada de manera ejemplar con la Revolución y en los años transcurridos desde entonces.
La Repubblica, Roma, 3 de julio de 2007
Quizá la posibilidad de que cambie esta situación [de violencia] es que la sociedad civil colombiana intervenga. El primer paso es salir de la aparente apatía en que se encuentra. Moverse, conmoverse. El día que la tierra colombiana empiece a vomitar sus muertos, esto quizá pueda cambiar. No los vomitará materialmente, claro, sino en el sentido de que los muertos cuenten. Que vomite sus muertos para que los vivos no hagan cuenta de que no está pasando nada.
El Tiempo, Bogotá, 9 de julio de 2007
Yo no diría que se llegó al comunismo en Cuba, aunque adelantó mucho en esa dirección. No sabemos bien cómo se manifestará un comunismo real en la práctica ni sabemos hasta dónde puede llegar. En Cuba, efectivamente, hay una visión muy clara de lo que podría ser. Se han logrado mejoras sociales, tiene uno de los mejores servicios de salud del mundo, la instrucción es notable, no hay analfabetismo... Alguna cosa se ha logrado, pero no todo.
El Tiempo, Bogotá, 14 de julio de 2007
Por su culpa [de la guerrilla], es asombroso cómo en Colombia dos generaciones se han perdido. Su existencia sólo ha producido muerte, cantidad de desaparecidos y tres mil o cuatro mil secuestrados. Así fuera sólo por secuestros, la acción de las Farc es condenable. Ninguna guerrilla política vive de secuestros durante años y menos mantiene durante años a inocentes secuestrados. Esto no es luchar por ideales. Lo peor es que ya no pueden vivir de otra forma. En otras partes, la guerrilla fue política y se integró a la vida de todos los días. Aquí no.
El Tiempo, Bogotá, 14 de julio de 2007
Colombia tiene todas las condiciones, económicas, sociales, culturales, para convertirse en un gran país; pero tiene el cáncer de la guerrilla y el conformismo de la sociedad con ella. Probablemente, en el momento de su aparición tenía una razón: quizás liberar a Colombia de un poder casi feudal, de caciquismos multimillonarios. Pero se pervirtió para convertirse en un ejército de bandidos, narcotraficantes y secuestradores. Ejercen una acción que, desde todos los puntos de vista, es despreciable. A mí me duele Colombia. Hay un pueblo culto que busca cultivarse con mucha seriedad, con mucha convicción. Es un país que cree que la cultura es realmente necesaria, que no es sencillamente un adorno como un collar de perlas. Si logra liberarse del horror de la guerrilla, Colombia tiene todo para convertirse en una gran nación.
El Tiempo, Bogotá, 14 de julio de 2007
La sociedad civil colombiana no puede limitarse a ser espectadora de un desastre, de una calamidad, del horror, que es lo que está pasando en el propio corazón de Colombia. La sociedad civil tiene que manifestar su presencia, su repudio, su indignación, pero de modo concreto, como se ha hecho hace pocos días con una manifestación importantísima por la posibilidad de un acuerdo humanitario. Ojalá ese acuerdo se haga, triunfe y prospere, para salvar muchas vidas [...] En mi opinión, la sociedad civil colombiana tiene que manifestar de una forma visible y activa su exigencia de una solución, o algo que se imponga a la guerrilla pero que también se imponga al Gobierno. La sociedad no puede ser espectadora como si no tuviera nada que ver.
El Tiempo, Bogotá, 14 de julio de 2007
Es Latinoamérica porque así lo llamaron, pero esta denominación no resiste ni siquiera el menos exigente de los análisis. En primer lugar, porque ignora deliberadamente la multiplicidad y la diversidad étnicas que componen el mosaico sudamericano. En segundo lugar, porque se está imponiendo, gracias a una más que fantasiosa manipulación lingüística, lo que no pasa de una mal disimulada nostalgia colonial. El único nombre suficientemente neutro para respetar la realidad no sólo física sino también cultural y étnica de la región sería América del Sur. Americanos todos, pero cada uno con su identidad propia, personal y colectivamente hablando. Cualquier cosa que no sea esto será falsear los hechos y sus intrínsecas y siempre problemáticas verdades.
Contrapunto de América Latina, Buenos Aires, n.º 9, julio-septiembre de 2007
Tantas veces los hemos engañado [a los indígenas] que han perdido la confianza, si es que alguna vez la tuvieron plenamente. Han optado por una desconfianza sistemática como manera de sobrevivir en un mundo que no quiere entenderlos.
Contrapunto de América Latina, Buenos Aires, n.º 9, julio-septiembre de 2007
Aunque yo esté dotado de alguna imaginación, no consigo ver un aimará de Perú, un totzil de México, un mapuche de Chile o un afrodescendiente de Angola poniendo una crucecita en la papeleta de iberoamericano, negando así su pasado, sus muertos y las vergonzosas humillaciones de todo tipo que prosiguen. Y también las carnicerías que se repiten y repiten. No se puede pedir tanto a un ser humano.
Contrapunto de América Latina, Buenos Aires, n.º 9, julio-septiembre de 2007
Brasil —salvo mejor opinión— está, a la vez, dentro y fuera de América. No me atrevería a decir que Brasil sea un cuerpo extraño en relación al conjunto de los restantes países, pero no tengo dudas de que existe allí un problema de conocimiento, necesidad mutua y convivencia que tendrían que resolver.
Contrapunto de América Latina, Buenos Aires, n.º 9, julio-septiembre de 2007
Es muy fácil decir, por ejemplo, que América del Sur necesita conciencia cívica como el pan para la boca; pero la conciencia cívica no es una panacea, como lo puede ser una pastilla para el resfriado. Formar una conciencia cívica es trabajo de generaciones y, en mi opinión, la tarea no va muy adelantada. Millones y millones de pobres —¿cómo hablarles de conciencia cívica?, ¿qué es eso?—, desigualdades sociales aterradoras, caciquismos personales y empresariales, corrupción en todos los niveles de los Estados, droga, narcotráfico... La única realidad es que la vida de las llamadas clases humildes en América del Sur siempre ha sido una pesadilla.
Contrapunto de América Latina, Buenos Aires, n.º 9, julio-septiembre de 2007
Ante el fusilamiento de tres chicos [en Cuba el 11 de abril de 2003], escribí ese texto [la carta abierta titulada «Hasta aquí he llegado» publicada en El País el 14 de abril de 2003]. Me afectó mucho, después me invitaron a ir a la isla, acepté y, allí, repetí mis argumentos contra la pena de muerte. Podía haber sido una ruptura, pero la verdad es que los cubanos no quisieron romper conmigo, ni yo tampoco con ellos, y me aceptaron con esas críticas incluidas. No estoy peleado con Cuba. Es una diferencia seria que he tenido con alguien de mi propia familia.
La Vanguardia, Barcelona, 10 de diciembre de 2008
Lo siento muchísimo, pero México es un país que no logro entender. Un país con una cultura extraordinaria, de potencia material y espiritual, y en el que, como en otros, todo está contaminado por la corrupción: la policía, las autoridades... sin un movimiento social y popular que pueda manifestarse con fuerza. Si esto existiera, creo que los políticos tendrían que hacer algo que le hiciera justicia al país. La esperanza es que todavía existe algo honesto, progresista y avanzado. Espero que algo ocurra. En los últimos años, se presenta el poder del narcotráfico, que todo lo condiciona. Existe ahora un poder dentro del Estado y la sociedad mexicanos que es el narcotráfico. Mientras no se arranque este mal, no sé qué podrían hacer ustedes, que son los que están sufriendo.
Milenio, México D. F., 31 de enero de 2009
El poder tiene sus riesgos y la posibilidad de una gobernación larga puede hacer que se constituya una casta del poder que pierda comunicación con el pueblo. Le diría al presidente [Hugo] Chávez que ¡ojo! con el poder, porque hay que usarlo para la mejora de las condiciones sociales del pueblo venezolano. [No creo] que le pueda ocurrir al presidente Chávez, ojo; pero el presidente no está solo al frente de la política de Venezuela, tiene sus colaboradores, ministros y sus asesores. Ahí es donde digo, ojo, ojo, que el poder no necesita ser absoluto para corromper.
El Informador, Guadalajara-Jalisco, 16 de febrero de 2009
Los indios de América del Sur, en cualquier país desde México hasta Chile, no son agentes de la Historia. Son pueblos que ya estaban allí cuando llegaron los europeos y que a partir de ese momento fueron víctimas de todo tipo de humillaciones, cuando no se trató de simple genocidio. No son agentes de la Historia, y ahora la discriminación consiste en mantenerlos en su sitio, no permitirles que tomen aquello que sería natural. Hay una integración que no es integración porque, si lo fuera, bien entendida tiene dos sentidos, no sólo uno.
João Céu e Silva, Uma Longa Viagem com José Saramago, Porto Editor, Oporto, 2009
No quiero decir que Brasil sea un cuerpo extraño en América, sino que es otra cultura y otra lengua, tiene otras costumbres y otros hábitos que han mantenido al país que allí existe pero que a la vez no forma parte de aquello. Y hasta ahora Brasil no ha sabido o no ha querido dejar claro que no forma parte de aquello por posición o por naturaleza. El país ha dicho «estamos aquí y aquí seguiremos, resolviendo las cosas y trabajando juntos», aunque esto resulte algo retórico. Por lo tanto, en las proyecciones que puedan hacerse a partir de la economía brasileña, se sabe que ésta tiene buenas condiciones para funcionar y desempeñar allí un papel importantísimo. Pero sólo reconocemos esas cosas cuando suceden o se confirman...
João Céu e Silva, Uma Longa Viagem com José Saramago, Porto Editor, Oporto, 2009
El gran problema reside en que ellos [los indios] no creen en nosotros. Nosotros podemos hablar de solidaridad, hablar de esto y de aquello con palabras y conceptos bonitos, pero ellos no se lo creen. Después de quinientos años de engaño llevado hasta el último extremo, no creen en nosotros y hay una especie de muro que no nos permite llegar a su conciencia.
João Céu e Silva, Uma Longa Viagem com José Saramago, Porto Editor, Oporto, 2009