Fernando Alonso habría hecho bien en tener presente el clásico dicho inglés de «Nunca trabajes con niños ni animales». Con niños, en particular, pues uno muy pronto le tomaría la medida. Recuerdo estar hablando un día con amigos sobre el pique cada vez mayor entre el asturiano y su compañero de equipo, cuando, de pronto, mi hijo de nueve años soltó: «¡Es un poco como Pierre Nodoyuna, de Los autos locos!, ¿a que sí, papa?».
Pues sí, supongo que, efectivamente, Alonso comparte con el personaje animado el querer ganar a toda costa. Lo único que, a diferencia de este último, que era capaz de ocultar sus intenciones al menos hasta el final de cada episodio, Fernando parecía incapaz de disimularlo. Tras la primera victoria en F1 de Lewis en Montreal, su lenguaje corporal evidenciaba malestar. Y, pese a todo, era incapaz de ver que estaba recibiendo mejor trato que su compañero novato o, al menos, así lo pensaba buena parte de la opinión pública británica, pues, aunque Ron Dennis siempre aseguraba que existía el mismo trato con los dos pilotos, quizá eso era una medida dirigida exclusivamente a impedir que la afición británica se inquietara.
Si había paridad, ¿por qué daba la impresión de que Dennis le había dicho a Lewis que levantara el pie del acelerador en Mónaco? Y, ¿cómo se explicaba que siempre estuviera deseoso de hablar favorablemente de las actuaciones de Alonso? Lo cierto era que, durante veinticinco años, Ron había gestionado un equipo desde la paridad, pero ahora se encontraba con que había fichado a un doble campeón con un salario estratosférico. ¿Acaso cualquiera que hubiera desembolsado ese dinero por un campeón del mundo no estaría contento de verle ganar de nuevo y de que Hamilton fuera su segundo espada? ¿No sería ese el escenario ideal?
Al parecer, el problema de Dennis derivaba de un insólito error a la hora de evaluar a Hamilton. A mi modo de ver, él sabía mejor que nadie que el chaval era un ganador nato, pero lo que no podía imaginarse era que iba a cuajar en su primera temporada, de lo contrario, ¿qué sentido tenía traer a Alonso? Y, por si fuera poco, seguramente no había contado con la perseverancia de Hamilton para arrebatarle la corona a Alonso. Insisto, aunque Dennis conocía bien su personalidad, le había sorprendido su irrefrenable deseo de ser campeón del mundo, no subcampeón.
Pero ¿y si el problema en torno a Alonso era mucho más serio? ¿Y si de lo que realmente se trataba era de que Hamilton era mejor piloto? Los resultados, sin duda, así lo sugerían en los días previos al GP de Europa que estaba por celebrarse en Nürburgring el 22 de julio del 2007. La afición también parecía compartir esa opinión y quizá eso, más que ninguna otra cosa, era lo que exasperaba a Alonso. Pese a su irreprochable cartel de bicampeón del mundo, no estaba recibiendo el reconocimiento del público que sería de esperar ante tamaño logro.
En los prolegómenos de Nürburgring, Ade Johnson, aficionado a la F1, resumió la situación de manera concisa: «Tras los acalorados estallidos del vigente campeón del mundo, es obligado que McLaren tome una decisión: mantenerle en el equipo a pesar de que puede entorpecerlo todo, a sabiendas de que dista de ser el mismo que en el 2005 y el 2006, o deshacerse de uno de los mejores pilotos del momento. En mi opinión, lo mejor que podría hacer McLaren sería prescindir de Alonso».
Ahora bien, si analizamos el comportamiento de Alonso más en profundidad, quizá concluyamos que merece cierta justificación por ser el forastero en un equipo británico. Un equipo británico con un joven recién llegado a sus filas. Un joven que no solo era británico, sino británico y brillante. Asimismo, el propio Alonso había estado compitiendo bajo un nubarrón durante buena parte de la temporada, concretamente desde el GP de Francia en adelante. Aquel fin de semana, al regresar al hotel desde el circuito de Magny-Cours la víspera de la carrera, sufrió un duro golpe cuando le informaron de que uno de sus amigos más cercanos, Emmanuel Longobardi, se había matado en un accidente de helicóptero.
Como es natural, una irreprimible tristeza parecía haberse apoderado de él; daba la impresión de que había perdido parte de la pasión por la F1. Luego, en declaraciones al periódico deportivo español As, reconoció haberse quedado «helado» cuando le comunicaron la trágica noticia: «Habíamos estado juntos el sábado por la mañana. Nos conocíamos desde hacía años y teníamos una muy buena relación. Se subió a un helicóptero para ir a su hotel y lo hemos perdido. Esta clase de cosas te hacen pensar acerca de la vida y lo que realmente importa. Lo más preciado en realidad es poder levantarse cada mañana y tener salud».
Fernando Alonso Díaz es una persona compleja. Nació en Oviedo el 29 de julio de 1981 y tiene lo que muchos definen como el típico temperamento latino, en el sentido de que es pasional y suele mostrar un estado de ánimo expansivo. No obstante, lejos de los circuitos, lleva una vida muy tranquila; reside en Oxford y es propietario de otra vivienda a orillas del apacible lago Lemán, en Suiza.
Su primera corona mundial la ganó en septiembre del 2005, con veinticuatro años y cincuenta y ocho días, superando así a Emerson Fittipaldi en la lista de pilotos más jóvenes en lograr el campeonato. El año siguiente se convertiría en el doble campeón más joven de la historia tras conseguir su segundo entorchado. Pero, pese a ello, cuando le interesa, puede ser un maestro de la manipulación. La temporada previa al debut de Hamilton, en octubre del 2006, antes de la penúltima carrera, en Japón, lanzó una soberbia campaña psicológica contra sus sponsors en Renault. Manifestó su malestar ante la prensa por considerar que su escudería no lo estaba respaldando lo suficiente en su lucha por el título con Michael Schumacher, y la maniobra tuvo el efecto deseado, ya que el equipo francés movió cielo y tierra para ayudarlo en Suzuka.
Se diría que la temporada siguiente Alonso recurrió a tácticas similares contra Hamilton, con un constante goteo de sutiles quejas por el supuesto favoritismo del equipo inglés hacia el piloto también inglés, lo que desembocó en acusaciones más específicas y en aquellas declaraciones al Daily Telegraph en las que aseguraba «no haberse sentido nunca del todo cómodo». Todo esto cristalizó en un tremendo enojo coincidiendo con el GP de Hungría el 5 de agosto del 2007, cuando, por culpa de su estrategia, cayó cinco puestos desde una pole position que aparentemente tenía ganada.
Su visible malestar se remonta a los días previos al GP de Estados Unidos, cuando estaba ostensiblemente dolido por la victoria de Lewis en Montreal. El ambiente se enrareció tras su rajada en público en su medio preferido, la radio española, donde habló del favoritismo existente en el seno de McLaren. A la hora de la verdad, Ron Dennis trató de que ambos pilotos terminaran la carrera sin sobresaltos para asegurarse los puntos. Pero, desde el punto de vista de Alonso, el problema era que Hamilton había vuelto a ganar.
A Hamilton le preguntaron si le sorprendían las insinuaciones de favoritismo vertidas por Alonso, y esto fue lo que respondió: «Me resulta extraño porque, desde que me incorporé al equipo, tengo la sensación de que se han mostrado extremadamente motivados por impulsarnos a ambos hacia la victoria. Ron y el resto del equipo se han esforzado mucho para asegurarse de que tengamos las mismas oportunidades. Tratándose de un negocio, seguramente siempre va a haber dificultades, pero como es natural tengo una muy buena relación con todos los chicos del equipo, ya que los conozco desde que tenía trece años. Lo fundamental es que cuando Fernando llegó al equipo todos estaban contentísimos; es más, diría que forjaron una buena relación con él. De modo que no veo el motivo para que diga eso. Tal vez se explica porque él es español y yo, inglés, y puede que sienta eso, aunque personalmente no estoy de acuerdo».
¿Pensaba que Alonso estaba sorprendido por sus resultados?: «Dudo mucho que esperara que fuera a irme tan bien —reconocía Lewis—. Pero tampoco sé si esa es la razón para que diga lo que está diciendo. Lo que está claro es que ha llegado al equipo siendo bicampeón del mundo y nunca le han puesto a prueba. Claro que se ha enfrentado a otros retos en el pasado, pero seguramente ninguno que le haya tocado tan de cerca como yo. Entiendo que le resulte una situación muy difícil».
Esa misma pregunta se la hicieron a Alonso, quien reconoció estar sorprendido y al mismo tiempo no estarlo: «Sabíamos desde los test de invierno que Lewis era muy rápido y que se acercaba mucho tanto a los tiempos de Pedro [de la Rosa] como a los míos. No había grandes diferencias entre los tres pilotos del equipo, así que ¿por qué no debería luchar por las victorias, por subir al cajón o incluso por el campeonato? Pero sí, por otro lado, claro que me ha sorprendido, a mí y a todo el mundo, ver que esté rindiendo tan bien y que a estas alturas esté liderando la tabla».
Después de Indianápolis, incluso Martin Whitmarsh, director ejecutivo de McLaren, parecía sentirse obligado a terciar en una disputa que cada vez iba a más: «¿Que si espero que haya más especulaciones sobre nuestros chicos y la relación entre ellos? Por supuesto. La realidad es que son dos ganadores natos. Estaría muy preocupado si Fernando se bajara del coche y dijera que está encantado de que Lewis le haya ganado. Aunque pueda parecer un inconveniente, en realidad, no lo es. Ahora bien, cuando tienes dos pilotos competitivos siempre van a terminar enfrentándose el uno al otro», sentenció.
El viernes 20 de julio, en la primera sesión de entrenamientos matinales del GP de Europa, en Alemania, no daba la impresión de que Lewis estuviera dejando que le afectaran todas aquellas distracciones, ni la posibilidad de que a la semana siguiente un tribunal pudiera declarar culpable a McLaren por el escándalo del espionaje. De hecho, pese a sufrir un proceso gripal, marcó el mejor crono de la jornada: 1:32:515. Sin embargo, aquel ambiente relajado dio un vuelco en cuestión de 24 horas, cuando Hamilton se estrelló a falta de cinco minutos para el fin de la sesión clasificatoria.
El accidente aconteció justo después de que Lewis firmara el mejor tiempo en el primero de los tres sectores del circuito. Según entraba a más de 250 km/h en la curva n.º 8, de izquierdas, su rueda frontal derecha cedió y su McLaren MP4-22 salió como un rayo hacia la grava antes de colisionar contra la barrera de neumáticos. Durante un agónico momento, toda la familia de la F1 se quedó paralizada. A todos les vino a la mente el trágico recuerdo de Senna. Ya con los equipos médicos presentes en el lugar del suceso, Hamilton movió las piernas en el habitáculo y trató de salir lentamente del vehículo. Luego, se derrumbó junto a este, y solo entonces, cuando le trasladaban en camilla con un collarín puesto y un gotero en el brazo, todo el mundo respiró aliviado tras ver que levantaba el pulgar.
Posteriormente, se supo que el accidente se debió a una pistola neumática defectuosa que no había apretado correctamente la tuerca de una rueda cuando Lewis paró en boxes para que le colocaran unas nuevas gomas blandas. Al llegar a la curva n.º 8, el neumático se encontraba rajado, ya fuera por las llantas —que podían haberse dañado debido al contacto con la suspensión— o, quizá, por un conducto de freno.
Ron Dennis lo explicó con estas palabras: «Gracias a la telemetría, sabemos que la deflación se produjo en el acto. Estamos analizando la pistola neumática para saber qué falló exactamente, si bien tenemos la certeza de que el problema se debió a un error mecánico, no humano». Tras el accidente del británico, la sesión se detuvo y Alonso regresó a los pits, donde le comunicaron que él también tenía una tuerca suelta en la rueda frontal derecha, que había sido colocada con la misma pistola neumática.
Después, al ser entrevistado, Lewis trató de poner buena cara, pero el daño ya estaba hecho: por más que lo negara, seguramente había quedado gravemente afectado. El accidente le obligaba a salir desde la décima plaza en la carrera del día siguiente. En sus declaraciones se mostró muy optimista: «Pese a encontrarme en perfecto estado, más tarde decidiremos si finalmente corro mañana. Todo el mundo me ha cuidado estupendamente. Sabemos qué fue lo que provocó el accidente. Me alegra que no haya sido para tanto y, sinceramente, espero poder correr mañana».
Finalmente pudo participar en la carrera del domingo en Nürburgring después de someterse esa misma mañana a un chequeo con el doctor de la FIA Gary Hartstein. Mirando en perspectiva, quizá habría sido más sensato que hubiera aprovechado el día para descansar y evitar una carrera en la que habría precisado de un milagro para lograr la victoria o incluso hacer podio.
Alonso, que terminó imponiéndose en aquel trepidante GP de Europa, cruzó la meta 8,1 segundos por delante de Massa, a quien siguió Mark Webber, tercero, 57,5 segundos después. Para Lewis, noveno, suponía el fin de una racha de podios y, además, se quedaba fuera de los puntos. Fernando estaba a solo dos puntos del líder en la tabla de pilotos. Su tercer triunfo de la temporada, en una carrera loca, en la que había pasado de todo, le había permitido reengancharse en la contienda por revalidar el título. Se pronosticó lluvia antes de las 60 vueltas de carrera, pero esta terminó haciendo acto de presencia en la primera y el asfalto quedó como una pista de patinaje. Lewis sufrió más que nadie, y aunque en la primera curva había remontado hasta el sexto puesto y, en la segunda, hasta el cuarto, poco después tuvo que lamentar su primer imprevisto: un pinchazo.
El fuerte aguacero obligó a los comisarios a detener la carrera hasta que las condiciones mejoraran. Lewis entonces se jugó el todo por el todo: en la séptima vuelta entró en boxes para cambiar a neumáticos de seco, pero la estrategia no resultó y terminó saliéndose de la pista.
El trompo lo dejó en la cuneta junto a varios adversarios. En su favor hay que decir que fue el único de esos pilotos que consiguió mantener el motor en marcha. Cuando la grúa finalmente apareció y lo devolvió a la pista, pudo continuar la carrera legítimamente. Luego se dedicó a demostrar lo bueno que era marcando vueltas rápidas junto a Massa a medida que fue escalando puestos hasta llegar a la octava plaza en la vuelta 53. Sin embargo, cuando volvió la lluvia tuvo que regresar a boxes y cambiar de neumáticos, una decisión que lo hizo descolgarse detrás de los Renault y quedar fuera de los puntos.
Para Hamilton había sido un fin de semana extraordinario: «Muy bueno, como aprendizaje, y una experiencia nueva: tras un buen inicio avancé hasta la sexta posición, y luego, hasta la cuarta, después de que los dos BMW quedaran fuera de carrera, aunque después pinché. El equipo aprovechó para cambiar de neumáticos, pero perdí adherencia y me salí de la pista. Conseguí mantener el motor en marcha y, luego, vino una grúa a mi rescate. ¡He de dar las gracias, por cierto, a los oficiales de Nürburgring! Tras la reanudación, apreté al máximo para mejorar posiciones, pero, cuando vas casi una vuelta por detrás, no te queda más remedio que confiar en la mala suerte de tus rivales. Aunque al final conseguí auparme al noveno puesto, no logré sumar ningún punto».
Siendo justos, Alonso se había hecho con la victoria gracias a un pilotaje sublime: su adelantamiento a Massa en la vuelta 54 fue una verdadera genialidad no carente de riesgo; el asturiano demostró tener nervios de acero cuando su coche y el del brasileño tocaron. Alonso, quien ya antes había reconocido que nada le gustaba tanto como correr con lluvia, declaró: «Espero que haya sido tan emocionante de ver como lo ha sido pilotar en esta carrera. Las tres primeras vueltas han sido increíbles. Era tal la lluvia que todos estábamos haciendo aquaplaning por la pista, ¡era incontrolable! Luego, en seco, los Ferrari iban un poco más rápido que nosotros. Cuando iba segundo, hubo un momento en que pensé que era mejor que no lloviera. Me conformaba con el segundo puesto, pues Lewis estaba fuera de los puntos; con ocho me bastaba. Pero es innegable que me gusta la lluvia; siempre estoy dispuesto a lanzarme y divertirme un rato».
Ron Dennis estaba eufórico: «Ha sido un espectáculo único. Fernando lo ha hecho de maravilla, demostrando por qué es bicampeón del mundo. Primero, fue capaz de mantenerse en pista durante el primer aguacero y, en adelante, tanto él como el equipo tomaron las decisiones correctas. No obstante, su segundo stint después de haber cambiado a gomas duras se vio dificultado por el fallo de una herramienta de ajuste del alerón y, como consecuencia, tuvo problemas con el subviraje, pero por suerte, en la tercera parada en boxes, pudimos ajustar correctamente el alerón y, desde entonces, su ritmo fue fenomenal».
La siguiente parada era Hungría, pero no sin que antes se produjera otra de las indirectas de Fernando. Se esperaba que contribuyera con la iniciativa de una revista para ayudar a una organización benéfica. F1 Racing les había pedido a los 22 pilotos del campeonato que hicieran un dibujo de su compañero de equipo. El garabato que Lewis había hecho de Fernando era una imagen anodina, pero simpática, mientras que la obra de Fernando era bastante más mordaz: había dibujado a Lewis con el mono de McLaren puesto; en el lado derecho del cuello rezaba «McLaren» y en el izquierdo, «boy» (niño, en inglés). Los directores de la publicación quedaron sorprendidos, y en el pie de imagen escribieron: «No se pierdan la palabra boy garabateada por Alonso junto al hombro de Lewis».
Los equipos empezaron a llegar al país centroeuropeo el miércoles, antes de una reunión en la que quedó claro que la idea de que Lewis y Fernando eran amigos en vez de meros compañeros de equipo y que la rivalidad era fruto de la febril imaginación de la prensa era una pura entelequia. No había duda de que las cosas distaban de estar bien en el equipo McLaren. Algunos entendidos sugerían incluso que Ron Dennis era el responsable del cisma. ¿Acaso no debería haber sido más duro con ambos pilotos y haberles dicho sin ambages que eran ellos quienes trabajaban para McLaren y no a la inversa?
Lewis llegó muy optimista al caluroso y polvoriento circuito de Hungaroring para la carrera número 11 (de un total de 17) de lo que estaba convirtiéndose en una electrizante temporada gracias, en buena parte, a su disputa encarnizada con Alonso. Tradicionalmente había sido un circuito muy complicado y, de hecho, los pilotos se quejarían después de lo difícil que resultaba adelantar y que hacerse con la pole era la clave para mandar durante el fin de semana. Palabras proféticas, a la vista de lo que ocurriría a la postre: una actuación nefasta de Alonso frente a la impecable demostración de Hamilton.
La semana anterior a la carrera, Lewis y McLaren recibieron una inyección de moral cuando la FIA absolvió al equipo, en París, de haber cometido irregularidad alguna en el caso del espionaje. En una audiencia extraordinaria, el órgano rector del automovilismo dictaminó que no existían pruebas de que el equipo británico se hubiera beneficiado de los documentos confidenciales pertenecientes a Ferrari hallados en posesión de su jefe de diseño, Mike Coughlan. A la salida de la vista, en la sede de la FIA en la parisina plaza de la Concordia, un aliviado Ron Dennis manifestó que la sanción era proporcional a los hechos.
Su mayor temor era que, si se los hubiera declarado culpables, le hubieran podido quitar puntos a Hamilton. Asimismo, en el veredicto había una cláusula bastante inquietante: la FIA advertía de que, si se entendía que McLaren había utilizado la información facilitada a su diseñador por Nigel Stepney, de Ferrari, aún existiría la posibilidad de que se los descalificara y de quedar fuera de la competición al año siguiente.
Para la mayoría de los observadores de la F1, esto no era más que un mero gesto de cara a la galería, pues la sensación generalizada era que a McLaren solo le habían dado un tirón de orejas y con eso se daba carpetazo al asunto. Ferrari, sin embargo, se negaba a verlo así: estaban furiosos y habían prometido seguir dando guerra hasta que le restaran puntos a su principal rival.
Pero ni Lewis ni McLaren pensaban que la cosa fuera a llegar a tanto. Enseguida volvieron a la actividad para planear el asalto al Campeonato Mundial en Hungaroring. Sin embargo, aquel fin de semana los problemas no vinieron desde fuera; se manifestaron fruto de las tensiones que habían estado latentes durante meses y que, finalmente, afloraron con consecuencias catastróficas.
El jueves previo a la carrera, Lewis se mostraba risueño en su comparecencia ante la prensa: «Tengo sensaciones positivas de cara a la carrera. Curiosamente, sigo siendo líder pese a la mala experiencia que tuve en Alemania».
Se encontraba ante un circuito conocido por ser impredecible. McLaren había ganado 6 de los 21 GP de Hungría celebrados allí desde que la cita se añadiera al calendario de la F1 en 1986. Kimi Raikkonen había sido su último piloto en ganar allí, en el 2005, pero no era más que uno de los cinco pilotos distintos que habían logrado el triunfo en el circuito en los años precedentes: Rubens Barrichello (Ferrari) ganó en el 2002, Fernando Alonso (Renault) en el 2003, Michael Schumacher (Ferrari) en el 2004, Raikkonen en el 2005 y Jenson Button (Honda) en el 2006. Lewis Hamilton debutó en F1 en ese circuito en aquel ambiente de incertidumbre, y terminó siendo un fin de semana que jamás olvidaría.
En la primera sesión de entrenamientos fue quinto. Pero, una vez empezó a familiarizarse con las particularidades de la pista, pasó a ser el tercero más rápido, el viernes por la tarde. Al final de la sesión vino a la memoria Nürburgring cuando, inesperadamente, hizo un trompo y se fue hacia la grava. «Hoy ha ido bastante bien —declaraba tras la sesión—, salvo por el trompo al final de la segunda sesión, lo que me privó de participar en la última tanda, donde quizá podría haber rodado más rápido. El trompo se produjo cuando estaba dando caza a [Sakon] Yamamoto en una vuelta rápida; seguramente tomé la curva a más velocidad de la cuenta. Pese a ello, hemos dado un paso adelante y, por ahora, estoy muy contento con nuestro rendimiento en este circuito.»
Massa fue el más rápido al final de la tercera sesión de entrenamientos celebrada el sábado por la mañana, seguido de Alonso, segundo, y Hamilton, tercero. Sin embargo, esto no era más que la calma antes de una tormenta de dimensiones bíblicas en el seno del equipo Vodafone McLaren Mercedes. La posterior sesión clasificatoria sacó lo peor del inglés y del español en su lucha por una pole que, sin duda, brindaba una ventaja estratégica al que la consiguiera de cara a la carrera del domingo. En honor a la verdad, hay que decir que aquel sábado en Hungría el comportamiento de Lewis fue igual de reprobable que el de Fernando.
Al final de la jornada, Alonso le había arrebatado, en principio, la pole a Hamilton. Pero para lograrlo tuvo que recurrir a tácticas bastante dudosas, pues permaneció parado en el pit más tiempo de lo normal, mientras Lewis esperaba detrás de él. El asturiano tuvo tiempo suficiente para completar su última vuelta y lograr la pole, pero esa acción impidió al inglés hacer una última vuelta rápida, ya que al llegar a la línea de salida fue recibido con la bandera a cuadros. La jugarreta, al parecer, había valido la pena: Hamilton seguramente habría superado a Alonso en su última vuelta, pero era el asturiano quien saldría desde la primera posición. O eso parecía...
Ron Dennis trató de rebajar la tensión al explicar que le tocaba a Alonso beneficiarse del hecho de «quemar gasolina para ir más ligero» y que Lewis debería haberlo dejado pasar en la última tanda. «Hizo caso omiso —apuntaba Dennis—, algo que, además de decepcionarme, ha provocado tensión en el muro de pits.»
Lewis no estaba en absoluto exento de culpa: sin duda debería haber dejado pasar a Alonso. A posteriori reconocería que «se había equivocado», pidió disculpas y aseguró que «no volvería a pasar». Pero, del mismo modo, Alonso tampoco debería haberle obstaculizado en su último intento de buscar la pole, y, en lo referente a Dennis, cabe decir que, si condenó enseguida el mal comportamiento del piloto debutante, ¿no debería haberse apresurado a reprochar también el del bicampeón, que, por ser más experto, debería haber manejado mejor la situación? En vez de eso, Dennis, supuestamente, trató de defenderlo: «Alonso sigue las indicaciones de un ingeniero, que es quien decide cuándo sale. Esto funciona así, y quien piense que ha sido un acto deliberado está en su derecho de pensar lo que quiera».
Sin embargo, Big Ron no se anduvo con contemplaciones a la hora de dar al ingeniero en cuestión una reprimenda pública por no sacar a Alonso de la pista: «No es ningún secreto que hay ciertas tensiones en el equipo. Los dos pilotos son muy competitivos y los dos quieren ganar, así que estamos haciendo todo lo posible por rebajar esa situación. Somos parte de un mecanismo que hoy no ha funcionado», reconocía Dennis. Alonso, por su parte, aseguró que el equipo lo había retenido.
El incidente provocó el enfado temporal entre Dennis y el joven al que había formado durante nueve años para llegar a ser campeón. En una acalorada discusión posterior a la clasificatoria, Dennis terminó tirando sus auriculares contra el panel de control del pitwall. Muchos creyeron que se debía a que Alonso hubiera entorpecido a Lewis en el pit lane, pero, tras analizar la conversación por radio entre Dennis y su protegido, se supo que el motivo era otro. Lewis, enfurecido por la tardanza, culpó a Dennis y, al parecer, llegó a vociferar por la radio del equipo: «¡No vuelvas a hacerme esto en tu puta vida!». A lo que Dennis supuestamente respondió a gritos: «¡No vuelvas a hablarme así en tu puta vida!». Lewis, según dicen, le mandó a tomar viento.
Fue un incidente lamentable que no hizo ningún favor a ninguno de los dos. Por supuesto, Dennis lo negó todo. Y, en vez de tratar el problema dentro del equipo, dejó, para sorpresa de muchos, que fuera la FIA quien impartiera justicia. Su decisión se dio a conocer el sábado: la maniobra le valdría a Alonso una penalización de cinco puestos, es decir, quedaba relegado a la sexta posición en la parrilla, y la pole sería para Lewis. La escudería, a su vez, fue sancionada con la pérdida de los puntos de esta carrera en el campeonato de constructores.
Alonso, Hamilton y Dennis fueron citados por un comité de investigación de la FIA para explicar el motivo por el que el asturiano estuvo parado durante tanto tiempo. «Los inspectores decidieron que Alonso había interferido innecesariamente con un adversario, Hamilton, y por ello fue penalizado con la pérdida de cinco puestos en la parrilla», rezaba el comunicado de la FIA. «La actitud del equipo al término de la sesión de clasificación se consideró prejudicial para los intereses de la competición y del automovilismo en su conjunto.»
Lewis rehusó criticar abiertamente a su oponente: «No tengo mucho que decir. Ya se ha visto lo que ha pasado». No obstante, cuando le preguntaron cuánto tiempo había perdido en la que debía haber sido su última vuelta respondió con decisión: «Exactamente el mismo tiempo que me retuvieron en el pit lane».
La mañana de la carrera, McLaren lanzó un comunicado del que se extraía que la culpa recaía, en buena medida, en Alonso, un cambio de postura que, una vez más, no encajaba con los comentarios y la actitud exhibida por Ron Dennis el día anterior. Así decía el comunicado: «El complejo proceso de engranar dos talentos del calibre de Fernando y Lewis se ve potenciado por el hecho de contar con un monoplaza diseñado para ganar carreras. Así, discrepamos profundamente tanto de las conclusiones de los comisarios como de la grave sanción impuesta al equipo. En todo momento [durante la clasificatoria] nos esforzamos al máximo por mantener nuestra política de igualdad. Sin embargo, en el fragor de la batalla, hay momentos en que la naturaleza competitiva de los pilotos los lleva a desviarse de los procedimientos convenidos. Durante este intenso y frenético período de clasificación, las decisiones se toman necesariamente en segundos a fin de que los pilotos y el equipo posicionen los coches en la pista en el momento óptimo. Coincidimos con los comisarios en que, cuando el equipo decidió retener a Fernando durante 20 segundos, había cuatro coches en pista. Sin embargo, no entendemos la pertinencia de esta observación, puesto que el equipo debía calcular aproximadamente dónde se encontrarían los coches restantes en los últimos minutos de la sesión.
»También disentimos de los comisarios en que la parada de 20 segundos pudiera entorpecer a Lewis. Son innegables el elevado nivel de tensión y el problema en la primera parada de Fernando. El deseo de incorporarse a una pista sin tráfico y las preocupaciones manifestadas tras la colocación de neumáticos usados sin duda contribuyeron a dilatar la última salida de Fernando. Reiteramos nuestra discrepancia tanto con las conclusiones de los comisarios como con la penalización, amén de que nuestros enérgicos esfuerzos por mantener el espíritu del juego limpio y la igualdad en el seno del equipo no han sido tomados en consideración».
Luego, en la carrera, Lewis sometió a Alonso a su propio castigo: lideró la prueba de principio a fin y, además, mantuvo a raya a un magnífico Kimi Raikkonen. Gracias al triunfo, amplió en siete puntos su ventaja respecto a Alonso en el campeonato. Y lo que en principio parecía una pesadilla tras la clasificatoria del día anterior terminó saliéndole a pedir de boca.
«Ha sido un fin de semana lleno de incidentes y emociones para todo el equipo —aseguró—. Con tanta tensión, podríamos habernos descentrado fácilmente. Lo sucedido ha sido bastante desalentador en general. Ha sido una de las carreras más difíciles de mi vida. El solo hecho de sumar puntos es importantísimo para mí y para subir la moral del equipo. Hemos demostrado que podemos ganar a cualquiera. Hemos dado un paso muy importante y, aunque el coche estaba respondiendo de maravilla, no teníamos claro que fuéramos a estar por delante de los Ferrari. En la carrera pudimos ver que iban como un tiro: tuve a Kimi pegado a mí durante mucho rato y pilotó estupendamente, pero sé cómo se ganan carreras.»
Alonso no estaba tan satisfecho. Terminó en un meritorio cuarto puesto en la carrera, y al preguntarle si seguiría en McLaren en el futuro respondió con un sincero: «No lo sé». Kevin Garside, del Daily Telegraph, resumió así los comentarios de Alonso: «Hábilmente, ha permitido que queden en el aire las preguntas acerca de su futuro. Si Ron Dennis, patrón de McLaren, considera que existe un verdadero peligro de que el campeón se les escape con dos años de contrato por delante, ¿no sería de esperar que estuviera dispuesto a satisfacer sus exigencias sobre el equipo durante un duelo tan reñido?».
Cuando hubo de comparecer ante las cámaras, el propio Dennis parecía exhausto, como si se compadeciera de sí mismo, incapaz de mostrar el entusiasmo necesario para felicitar a Lewis por mantener el temple y ganar la carrera. Serio y cariacontecido, declaró: «A menudo oímos hablar de la formación del carácter en referencia al período que va de los treinta a los sesenta. Pero, a los sesenta años, puedo deciros que no necesito que mi carácter siga formándose. Estoy ante una situación sumamente compleja y estresante en la que entran en juego las emociones. Y aunque no cargo con esta responsabilidad yo solo, no dejaremos de funcionar como un equipo de F1 con valores. Ahora bien, si hay alguien que no comparta esos valores, independientemente del puesto que ocupe dentro del organigrama, siempre podrá elegir».
Alonso podía elegir libremente dónde quería estar, lo mismo que Hamilton, tal como reconocía Ron machaconamente: «Tenemos dos pilotos con contratos en vigor. En lo que a nosotros respecta, vamos a respetar lo que se ha firmado, y esperamos que ellos hagan lo propio, pues precisamente para eso se firman los contratos».
Sin embargo, Alonso se apresuró a responder lo siguiente: «Lo que ha pasado es algo nuevo para el equipo. Hamilton desoyéndolos, no obedeciéndoles.... Ha sido algo que nunca les había ocurrido y entiendo que quieran hacérselo ver. En cualquier caso, supongo que en la próxima carrera todo volverá a la normalidad y ambos trataremos de terminar en primera posición».
Estábamos ante unas declaraciones singulares: más allá de los triunfos en la competición, ilustraban el poder, convicción y autoridad que el joven Lewis Hamilton había impuesto. No había ninguna duda de que su personalidad y su éxito habían acercado la F1 a las masas.
El lunes posterior al GP de Hungría, el piloto inglés comentó: «No parece que [Alonso] se esté dirigiendo a mí, por lo que no sé si tiene algún problema. Si lo veo, hablaré con él, pero no voy a ir a buscarlo para hacerle sentirse mejor. Confío en que no deje de hablarme. Soy una persona de trato fácil, para nada rencorosa —añadía Lewis—. Pero, si no quiere hablarme, es decisión suya; de mí no depende».
También afirmó que Big Ron y él se habían reconciliado: «Nos sentamos a hablar del tema y, tras lograr un entendimiento mutuo, decidimos pasar página. Tenemos una relación muy sólida y algo como esto no va a interponerse entre nosotros. Lo mejor está aún por llegar».
Con el inicio del verano, Dennis y el de Stevenage estaban preparados para seguir dando guerra. La pregunta era cuántas batallas más aguantaría un Alonso al que no le habría venido nada mal contar con una figura paterna como la de Dennis para sentirse más arropado en el equipo. Hamilton se tomó entonces un merecido descanso antes de la siguiente carrera, en Turquía. Alonso, por su parte, cada vez parecía más un extraño en McLaren.