CAPÍTULO 20

LA OSCURIDAD ANTES DEL AMANECER

Lewis había manifestado que el triunfo de Red Bull en ambos campeonatos en el 2010 sería algo pasajero. Que el título de Vettel se debía más al azar que a su propio talento, y que pronto se lo arrebataría al joven alemán. La opinión de Lewis sobre el equipo de Red Bull quedó clara al final de la campaña 2010, cuando expresó en términos peyorativos que no eran más que «una simple compañía de bebidas».

Se equivocó, y mucho. Aquella burla seguramente sirvió de incentivo a Red Bull para demostrar quién mandaba, y a Vettel no le faltaban ni ambición ni firmeza. En modo alguno iba a relajarse y dejar que Hamilton le robara el protagonismo: su objetivo era consolidarse como nuevo número uno, y eso mismo haría en una temporada en la que los McLaren volvieron a ir a rebufo de los poderosos Red Bulls. Vettel sumó su segundo Mundial consecutivo, convirtiéndose, con veinticuatro años y noventa y ocho días, en el piloto más joven en lograrlo. Había eclipsado al brillante Fernando Alonso, hasta entonces el bicampeón más joven de la historia de la F1. Y para ahondar en la herida de Lewis y McLaren, Red Bull también se impuso en la tabla de constructores por segundo año seguido. Estaba claro que la «compañía de bebidas» era mucho más que eso: Red Bull se había asentado en la F1 y Vettel, dada su edad, iba a ser un importante adversario de Lewis en los años venideros.

La temporada fue un tremendo fiasco para el de Stevenage: solo ganó dos grandes premios y terminó quinto en la tabla, por detrás de Vettel, Button, Webber y Alonso. Fue particularmente doloroso terminar por debajo de Button, su compañero y, en teoría, segundo volante de McLaren. La brecha entre los cinco primeros clasificados era el fiel reflejo de la temporada: el dominio de Vettel fue tan aplastante que acabó sacándole 122 puntos al segundo y ni más ni menos que 165 a Lewis.

Las estadísticas también ilustraban el motivo por el que Lewis había sido incapaz de mantenerle el ritmo a Vettel y a los otros tres pilotos que habían acabado por encima de él: solo había ganado 3 grandes premios de 19, frente a los 11 de Vettel. El alemán le había aplicado al inglés un serio correctivo.

Pese a ello, Lewis firmó un inicio relativamente alentador en la primera prueba del 2011, en Melbourne, al terminar segundo, después de Vettel, y por delante de Webber, Alonso y Button. Era cierto que Vettel seguía en su línea, instalado en lo más alto del podio, pero se había visto algo en la actuación de Lewis que invitaba a pensar que, en el transcurso de la temporada, tal vez podría llegar a desbancar a Vettel del primer puesto.

Sin embargo, cuando Vettel ganó el siguiente gran premio, en Sepang (Malasia), muchos pensaron que Lewis se dirigía hacia otra temporada en la que, pese a sus esfuerzos, terminaría sometido de nuevo. Lewis acabó en octavo puesto, un resultado que se confirmaría después de que él y su viejo rival Alonso se tocaran en la pista al disputarse la tercera posición. Lewis se llevó la peor parte tras quedar relegado al octavo puesto; Alonso acabó sexto. En la rueda de prensa posterior se le vio muy abatido: «Así es la F1, supongo... Empecé segundo e hice cuanto pude por mantener el pulso. No tengo mucho más que decir, la verdad. Mis neumáticos terminaron degradados durante la carrera. Solo puedo aceptarlo y seguir adelante».

Sin embargo, a mediados de abril recuperó la sonrisa tras ganar el GP de China en Shanghái. Lewis había empezado tercero en la parrilla, después de que Vettel se llevara la pole. El alemán terminó segundo y Webber, su compañero en Red Bull, tercero. La victoria le valió para reducir la ventaja del alemán en el campeonato a 21 puntos, infundiendo a Lewis y a McLaren esperanzas renovadas de que podían competir. El británico había adelantado a Vettel en la vuelta 56.ª, a falta de cuatro para el final, y estaba muy feliz de haber cosechado su primer triunfo del año. China se había convertido en una de sus carreras predilectas: también había ganado allí en el 2008 y, gracias a aquel triunfo, se convirtió en el primer piloto en repetir victoria.

Lewis parecía aliviado, y así pudo constatarse en la rueda de prensa: «Ha pasado tanto tiempo que ni siquiera recuerdo cuándo fue la última vez que gané una carrera. Estoy abrumado. Fue un quebradero de cabeza que el coche no arrancara antes de la prueba. Pero traté de ocultar mi preocupación. Creo que la estrategia que hemos utilizado hoy ha sido de gran ayuda. Parecía que mis nuevos neumáticos blandos han durado más. Los repostajes han sido impecables. El coche iba estupendamente, y he tratado de cuidar los neumáticos sin descuidar el ritmo. Ha sido una de las mejores carreras que he vivido. Es maravilloso poder dedicarle una victoria a la gente que trabaja en nuestra fábrica. Hoy nadie nos ha dado facilidades, y por ello es un triunfo que sabe todavía mejor».

Con esta primera victoria parecía como si Lewis estuviera entrando en una trayectoria ascendente, pero, a la larga, resultó ser poco más que un espejismo. Su siguiente triunfo no se produjo hasta la llegada del Gran Circo a Nürburgring, Alemania, a finales de julio. Entretanto, hubo cierta controversia en lo que empezaba a antojarse una temporada difícil: en Mónaco, a finales de mayo, criticó a los comisarios de carrera tras haber sido penalizado por partida doble y terminar sexto. Primero lo llamaron a visitar la calle de boxes por tocarse con el Ferrari de Felipe Massa y, luego, lo sancionaron con 25 segundos por un choque posterior con el Williams de Pastor Maldonado. Lewis afirmó en declaraciones a BBC Sport que, en realidad, la víctima era él: «La gente quiere ver carreras de verdad. Pero todo se acaba cada vez que haces algo, cada vez que intentas dar espectáculo. Si creyera que he llegado demasiado tarde sería el primero en reconocerlo. Pero no ha sido así. Procuraré mantener la boca cerrada y disfrutar del resto de la temporada. Aunque no pinta bien, todavía tenemos posibilidades de ganar el título. Hoy me he desfondado y el equipo ha trabajado sensacionalmente. Esto pone a prueba a cualquiera. Voy a tratar de relajarme con mi moto acuática y procurar no meterme en líos».

En primavera y principios de verano nada parecía ir bien, pero tras Nürburgring todo mejoró. Pese a que Webber había salido desde la pole, Lewis terminó imponiéndose. La victoria lo situaba tercero en la lucha por el título, pero tenía una montaña por escalar si quería adelantar a Vettel, cuya ventaja era de 82 puntos.

«En ningún momento pensamos que seríamos tan rápidos aquí —apuntaba Lewis en la rueda de prensa—. Ha sido una de las mejores carreras que he hecho. Me ha venido muy bien dar un paso adelante. He rayado la perfección, sin apenas conceder errores. Cuando no obtenemos resultados como este, toda la emoción, esfuerzo y energía que el equipo pone en el coche termina aumentando poco a poco la presión. Por eso, cuando al fin terminamos primeros, la sensación es insuperable. He ido entendiendo progresivamente el comportamiento del coche y he aprendido a pilotar de manera que las gomas duren un poco más. Solo había ciertos tramos en los que era más vulnerable. En cualquier caso, me ha sorprendido que los neumáticos duraran tanto. Y supongo que hay aspectos que tenemos que mejorar, sobre todo cuando vamos cargados de combustible al comienzo de cada carrera. Hemos dado, en definitiva, un grandísimo paso adelante.»

Aunque todavía restaban nueve carreras, Lewis tenía que seguir ganando si quería poner a Vettel en aprietos. Sin embargo, el alemán se mostró intratable al volante del Red Bull y terminó siendo él quien dominó el tramo final de la campaña, ganando cinco de los nueve grandes premios que restaban. Nadie se interpuso en su camino hacia su segunda corona consecutiva y nadie pudo siquiera insinuar que fuera inmerecido: había ganado nada menos que 11 de las 19 carreras.

Lewis se había llevado el triunfo en una de aquellas nueve últimas citas (en Abu Dabi, penúltimo gran premio del año), pero la temporada sería recordada más por sus choques contra otros pilotos que por sus éxitos. Había sido una campaña para olvidar, en la que la destreza de Vettel había ahondado en la desdicha de Lewis.

Nos dejaba al menos aquella victoria en Abu Dabi. Y, como se produjo hacia el final de la temporada, dio ciertas esperanzas de cara al año siguiente. Lewis había arrancado segundo en la parrilla, pero aun así cruzó la meta primero, para deleite del equipo McLaren. Vettel había tocado el cielo en las dos temporadas previas, pero en esta ocasión se había visto obligado a abandonar tras sufrir un pinchazo en la primera vuelta. Lewis tomó la delantera y en ningún momento flaqueó. Alonso fue segundo.

«Estoy muy pero que muy contento —comentó en la rueda de prensa posterior a su victoria—. Con toda la presión y las dudas que me han rodeado, solo puedo sentirme tremendamente orgulloso. Creo que ha sido una de mis mejores actuaciones. Diría que no he cometido un solo error. Es muy raro que se nos presente la oportunidad de mantener la distancia y de ser capaces de controlar la carrera, pero hoy he llevado un buen ritmo. Mis admiradores me han apoyado muchísimo, al igual que mi familia, muy especialmente en las últimas semanas, y eso ha marcado una gran diferencia. Es genial poder irme con una sonrisa. La victoria es buena para el alma.»

Aquella última frase demostraba lo equivocados que estaban algunos entendidos al retratar al piloto inglés como un simplón de barrio al que le habían cambiado la riqueza y la fama. «La victoria es buena para el alma.» ¿Cuántos pilotos de F1 podían pronunciar semejante frase? Para mí, aquello evidenciaba que Lewis Hamilton era un personaje mucho más complejo de lo que parecía a simple vista, y desde luego mucho más de lo que algunos expertos creían. Era un joven que se había criado como una estrella, pero aun así había mantenido su compromiso con su familia, con su novia Nicole y con su carrera en la F1.

En la última carrera del 2011, en Brasil, encontró un hueco incluso para reconciliarse con Massa, quien se había convertido en una especie de enemigo por sus continuas colisiones durante la campaña. Lewis se retiró de la carrera y acto seguido buscó a Massa y le dio un gran abrazo en público. «Ha estado muy bien poder charlar con Felipe —comentó tras la carrera—. Le tengo mucho respeto y estoy impaciente de volver a medirme con él el año que viene.» Massa, a su vez, afirmó que había sido un gesto muy bonito por su parte. Otro noble acto por parte de Lewis, con el que zanjaba cualquier tipo de polémica con su colega.

Y luego estaba su padre, quien opinaba que el año siguiente se vería a un Lewis más maduro: «Ha evolucionado en todos los sentidos: en su estilo de vida y en su pasión por el automovilismo. Aún no habéis visto al verdadero Lewis, sino al joven. Pronto veréis al nuevo Lewis Hamilton». Estaba madurando indiscutiblemente, como persona y como piloto. Seguía siendo el más osado y atrevido del circuito, pero hacía lo posible por evitar confrontaciones y choques con sus compañeros de profesión, aunque no siempre fuera fácil, dada la naturaleza de este deporte. Le llevó siete participaciones conseguir su primera victoria de la temporada, y terminó la campaña 2012 en cuarta posición. Parecía atrapado en el cuarto o quinto puesto, aunque pese a ello no dejaría de esforzarse por volver a ser número uno. La verdad era que se le escapaba el título porque su coche no era tan bueno como los Red Bull. En ningún momento se vio superado por Vettel porque el alemán fuera mejor piloto. Vettel tenía un coche más rápido y, mientras siguiera siendo así, Lewis no podría recuperar la corona. En el 2012, Vettel sumó a su palmarés su tercer título consecutivo: estaba en su mejor momento.

Con todo, en el 2012 Hamilton logró la victoria en cuatro grandes premios. Fue primero en Canadá, Hungría, Italia y Estados Unidos, uno menos que Vettel, y eso que disponía de un coche más lento. Aquello ponía de manifiesto lo competitivo que seguía siendo: puede que no fuera el campeón, pero corría como si lo fuera.

La primera victoria de la temporada de Lewis llegó en Montreal, en el GP de Canadá. Vettel partió desde la pole, pero terminó cuarto, mientras que Lewis, muy resolutivo, acabó en lo alto del cajón. Vettel y Alonso las pasaron negras por la degradación de sus gomas en el tramo final de la carrera. Lewis, en cambio, había cambiado de neumáticos: una decisión que terminó siendo clave en su merecido triunfo. Gracias a esa victoria, Lewis escalaba hasta lo alto de la tabla, con dos puntos de ventaja sobre Alonso. El inglés, como no podía ser de otra manera, estaba eufórico tras la competición e inmediatamente dio las gracias a los miles de aficionados que habían permanecido estoicamente a su lado durante el calvario que habían sido los tres últimos años: «Quisiera dedicar esta victoria a todos los aficionados que me han apoyado siempre, independientemente de las circunstancias. ¡Gracias!».

Estos, por su parte, sabían sobradamente que Lewis estaba obrando milagros para aventajar a los Red Bull. De hecho, un aficionado llegó a decir lo siguiente: «Me alegro mucho por Lewis. Esta es quizá su mejor victoria en los tres últimos años, equiparable a su triunfo en el GP de China del 2011, tirando de casta y pundonor. Para ser justos, el GP de España fue la única prueba en la que cometió un error de cálculo. Cinco problemas mecánicos en siete carreras es algo inconcebible».

Aquella victoria era la manera que tenía Lewis de decirle a Vettel que, aunque tuviera el mejor coche, no ganaría el título sin despeinarse. Y así fue: lo puso en apuros hasta el final. Pero la superioridad de Red Bull terminó evidenciándose después de que en una fase clave de la temporada el alemán ganara cuatro carreras yendo a medio gas. A finales de septiembre se llevó el triunfo en Singapur y, luego, en la siguiente cita, en Japón, así como en Corea y, a finales de octubre, en la India.

Tras ganar este último GP, Vettel aventajaba a sus perseguidores en 13 puntos y, a falta de tres carreras para el final de la temporada, logró matemáticamente su tercer Mundial consecutivo. Raikkonen se impuso en Abu Dabi; luego ganó Lewis en la penúltima carrera, en Estados Unidos; y Button terminó primero en la prueba final, en Brasil. Pese a que terminar cuarto en la clasificación general no era tanto desdoro, en el otoño del 2012 Lewis se había cansado de ser un comparsa. Estaba convencido —y no le faltaban motivos para ello— de que era mejor piloto que Vettel, pero la única forma de superarlo sería corriendo en un coche más rápido, constante y fiable.

¿Podía prometerle McLaren esa fiabilidad competitiva? Lo dudaba. Y, al mismo tiempo, ¿sería capaz de dejar el equipo que lo había ayudado a progresar, que había dedicado tantísimo tiempo y recursos para convertirlo en campeón del mundo? Tenía sus dudas y, aunque fuera doloroso tener que marcharse de McLaren, Lewis era lo suficientemente fuerte como para hacerlo si con ello consideraba que relanzaría su carrera como piloto.

Y así, en septiembre del 2012, anunció que dejaba McLaren y fichaba por Mercedes. Firmaría un contrato de lo más lucrativo: unos 70 millones de euros por tres temporadas. Puede que sonara a tópico, pero se aseguró de hacer hincapié en que no lo hacía solo por dinero: le había sido fiel a McLaren del 2008 al 2012, pero había sufrido un claro retroceso en el plano deportivo. Pasó a sentir que el poder y la riqueza de la marca alemana lo llevarían de vuelta al Olimpo del automovilismo y a saborear de nuevo las mieles del éxito. Sabía que eso podía tardar uno o dos años, que debería asentarse y que tendría que forjarse una relación crucial entre el equipo y el piloto, y que con toda probabilidad haría falta tiempo para calibrar los reglajes del coche. Sin embargo, estaba convencido de que Mercedes tenía la pujanza suficiente como para lograr lo que McLaren había sido incapaz de hacer en los cuatro años anteriores: proporcionarle un coche con el que tuviera una oportunidad real de arrebatarle el título a Vettel.

Lewis convocó a la prensa para explicar su decisión de fichar por Mercedes: «Es hora de afrontar nuevos retos; estoy muy contento de empezar una nueva etapa. Mercedes-Benz es un equipo de gran tradición en el automovilismo, que, además, siente pasión por ganar, y eso es algo que comparto. Juntos, podemos crecer y afrontar con garantías este nuevo desafío. Estoy convencido de poder llevar a las “flechas plateadas” a lo más alto y lograr nuestras ambiciones compartidas: ganar ambos mundiales».

Se rumoreaba que Lewis y McLaren se habían cansado el uno del otro. Pero no vale la pena entrar en cuestiones escabrosas. Ambas partes mostraron su agradecimiento mutuo. Lewis dio las gracias a McLaren por todo lo que había hecho por él desde que tenía doce años, mientras que la escudería le agradeció la labor de toda una vida.

Martin Whitmarsh, director ejecutivo de McLaren, dijo: «Me resulta totalmente lógico aprovechar esta oportunidad para transmitir nuestro agradecimiento a Lewis. Ha escrito un importantísimo capítulo de su carrera y de su vida con nosotros, y ha sido, y siempre será, un miembro distinguido de un club verdaderamente exclusivo: el de los campeones del mundo de McLaren».

Y, como suele decirse, aquel cuento se había acabado. Se marchó después de la carrera del GP de Brasil 2012. Entonces la pregunta era si Mercedes sería capaz de darle el monoplaza necesario para desbancar a Vettel. Esa era la gran incógnita, aunque Lewis estaba convencido de la respuesta: SÍ, en mayúsculas.