A comienzos del 2015, Lewis Hamilton seguía con la moral por las nubes: había disfrutado de una agradable Navidad en familia y rodeado de amigos, aunque a más de uno le entrara la risa nerviosa cuando sus jefes en Mercedes se enteraron de que buena parte del tiempo lo había pasado esquiando y practicando snowboard. Habrían preferido, sin duda, que los riesgos se hubieran ceñido a la pista de carreras y no a la nieve. Pero Lewis había dejado claro, tras ganar su segunda corona, que pretendía «poner un poco más de diversión en su vida».
Evidentemente, en ningún momento dejaría de mantener una actitud de suma profesionalidad en su labor como piloto de F1, pero era un hecho que había vivido en una burbuja durante toda su vida adulta y deseaba desmelenarse un poco lejos de los circuitos. Aquello significaba que iría a más fiestas, bebería más alcohol, se dejaría ver más entre el famoseo y, por supuesto, no tendría reparos en lanzarse ladera nevada abajo sobre una tabla cuando la oportunidad se presentara, como fue el caso en las Navidades del 2014.
La semana previa a la Navidad se fue a los Alpes a esquiar con su hermano Nic y otros cinco amigos. Lewis también se llevó a su bulldog, Roscoe, y subió a las redes una foto del grupo embarcando a un jet privado. Según el crack inglés, aquel viaje era para celebrar haber ganado el galardón al Mejor Deportista del Año después de haberse quedado a las puertas del éxito en los años 2007 y 2008. Nicole Scherzinger, su novia, no pudo viajar porque tenía que quedarse en Londres para actuar en Cats, el musical de Andrew Lloyd Webber. Tal vez era una señal de lo que iba a suceder, ya que, después de haber estado separados debido a ese viaje, Lewis y Nicole terminaron rompiendo definitivamente a finales de febrero del 2015. Ya antes, la relación había pasado por dificultades un par de veces, pero la separación de aquel año sería irreversible.
Lewis subió a Instagram una foto de él y su hermano en la nieve, acompañada del texto: «¡Mi hermano @nicolashamilton y yo esquiando la semana pasada! ¡Qué bien estuvo! #latergram #Godisthegreatest #HamiltonBros».
El día después de Navidad aquel 2014, Lewis hizo saber a sus seguidores en Instagram lo mucho que había disfrutado de unas Navidades blancas con otro amigo, el piloto estadounidense Ken Block, en Canadá. Los dos se fueron a hacer snowboard y, una vez más, Hamilton publicó fotos en Instagram con mensajes a sus seguidores, tales como: «Me lo he pasado pipa en la Columbia Británica haciendo snow con mi buen amigo Ken Block y otros colegas. ¡Muchas gracias por todo, amigo!».
Más tranquila sería la noche de fin de año, ya que recibió el 2015 con Nicole tras una cena romántica en Nueva York. La pareja hizo un brindis y acto seguido compartió una foto con los 2,3 millones de seguidores de Lewis en Instagram, acompañada del mensaje: «#latergram ¡¡Feliz año nuevo!!! @nicolescherzy y yo os deseamos mucho éxito y felicidad para el 2015 #NYC #blessings #GodBless».
No dejaría de encontrar tiempo para pasarlo bien mientras se preparaba para la nueva temporada. En febrero del 2015 asistió a la ceremonia de entrega de los premios Elle Style, en Londres, y no dejó pasar la oportunidad de expresar su interés por la música al subir una foto suya en un estudio con el texto: «Mi sitio favorito cuando no estoy al volante. Mi atalaya de soledad. #Music #TeamLH».
La semana anterior se había sentido indispuesto durante los test con Mercedes. Apenas completó once vueltas en Barcelona antes de tener que retirarse por fiebre alta. Mercedes tuiteó: «Un imprevisto nos obliga a suspender las pruebas momentáneamente. @LewisHamilton no se encuentra en condiciones de seguir pilotando en la jornada de hoy».
Como era de esperar, entre la prensa y la afición se insinuó que Lewis no estaba centrado de cara a la nueva temporada, que no estaba dedicándole suficientes horas al coche. Por entonces era un habitual en la prensa rosa, en la que aparecía fotografiado a la salida de clubes nocturnos y en galas de famosos. Así se manifestó un aficionado que prefirió mantener el anonimato: «Lewis, soy uno de tus mayores admiradores, pero estás empezando a agotar mi paciencia, lo cual seguramente no te importará lo más mínimo. La semana pasada no cumpliste con los test por estar enfermo y, aun así, ¿se te ocurre ir a esa porquería de evento que no tiene nada que ver con tu trabajo a sabiendas de que el jueves vuelves a los circuitos? Dame fuerzas, hermano. Más vale que cumplas con tu deber este fin de semana [cuando se reanudaban los test]».
Dave también aireó su enfado: «La carrera de un piloto de F1 es muy corta, lo mismo que la de un futbolista. Pero, a diferencia del futbolista, el piloto tiene que caber en un diminuto habitáculo y ser capaz de soportar una fuerza G descomunal, más o menos como el piloto de un caza. Y ahora resulta que este tipo (un atleta formidable, dicho sea de paso) está arriesgando tantos años de sacrificio, suyos y de su familia. ¡Venga, Lewis: vuelve al planeta Tierra o dedícate al rock!».
Sin embargo, aunque Lewis se dejaba ver más de noche que de día, eso no quería decir que estuviera poniendo su carrera en segundo lugar. No. Más bien era que, como casi nunca había salido en su vida, daba la impresión de que estaba de juerga constantemente. Había empezado a mostrarse como una persona más relajada y segura de sí misma en los círculos sociales. Pero en modo alguno estaba poniendo en juego ni su estado físico ni su privilegiada posición dentro del equipo Mercedes. Era uno de los pilotos más en forma de la competición y jamás se abandonó. La prueba de su entrega era que de no haber estado en plena forma no habría sido capaz de pilotar con semejante dominio.
Steve, un admirador estadounidense, lo clavó al resumir así la situación en febrero del 2015: «Lewis Hamilton es un crack como atleta y como persona. El motivo por el que la gente trata de despellejarlo es porque nadie puede discutir el hecho de que sea bicampeón. Así que tienen que encontrar algo por lo que poder criticarlo. Y lo único de lo que pueden hablar es de su ropa o de su peinado. Lewis no tiene afición por el alcohol o las drogas. Se ha hecho muy famoso y ha conseguido que crezca brutalmente el número de aficionados a la F1 en todo el mundo. Así que Lewis, no cambies y sigue siendo como eres. Sigue poniéndote tus llamativos pendientes, sombreros y zapatillas, y esa cadena de RUN DMC tan ostentosa. Sigue tocando y dando fiestas como una estrella de rock, y pese a todo, ¡¡¡¡al final de la temporada seguirás siendo CAMPEÓN!!!!».
Y así fue precisamente: Lewis redobló esfuerzos ante el inminente inicio de la temporada y estuvo en plena forma para la tradicional primera cita del año en Melbourne, en marzo del 2015. Y cuando declaró ante la prensa lo que significaba para él su posición privilegiada como piloto de élite, no escatimó esfuerzos en recalcar que en modo alguno estaba arriesgando su carrera por salir más de lo habitual: «El objetivo es ganar el Mundial, y renunciaría a cualquier cosa por lograrlo. Me siento más fuerte y feliz que nunca. Adoro mi trabajo; es el mejor trabajo del mundo».
Incluso había perdido al amor de su vida, Nicole, tras romper en febrero del 2015, solo un mes antes del inicio de la nueva temporada. Pero se negaba a que el dolor por la separación se interpusiera entré él y el sueño de ganar un tercer campeonato. A escasos días de partir hacia Melbourne, Lewis dijo: «Por supuesto que estas situaciones han afectado a mi vida, pero el año pasado decidí adoptar una actitud mental que podría definirse como imperturbable. Creo que he podido mantenerla y, aunque no ha sido fácil, me siento con más fuerza que nunca. Ya he pasado por esto antes, así que dudo que vaya a afectarme. Estoy contento y motivado».
Cuando por fin se abrió el semáforo en Melbourne, quedó claro que Lewis no iba de farol, puesto que terminó tocando el cielo en su primera carrera de la temporada. Fue segundo su compañero y rival en Mercedes, Nico Rosberg, lo que le valió una doble victoria a la escudería. La rivalidad que en la campaña previa había empañado la otrora estrecha amistad entre Lewis y Nico no hizo sino agudizarse en el 2015, hasta el punto de no poder estar juntos en una misma habitación. Aquello propició que, al final de la temporada, Toto Wolff, el director de equipo, advirtiera de que la situación podría llevar a Mercedes a prescindir de uno de ellos, dado que en nada beneficiaba aquello a la dinámica del equipo.
En diciembre del 2015, Wolff declaró ante los medios: «Por más unido que esté el equipo, la difícil relación entre nuestros pilotos constituye uno de nuestros puntos débiles, y eso no trae nada bueno. Si me preguntan por nuestros puntos fuertes y débiles, diría que nuestra mayor fortaleza es la calidad y el carácter de los componentes de nuestro equipo; y nuestra principal debilidad, la dinámica que está adquiriendo la relación entre los pilotos que, hasta cierto punto, se extiende al resto del equipo. Hace tres años decidimos contar con dos pilotos de nivel similar con el propósito de que el equipo progresara más rápido y mejor. Fue una decisión muy consciente, pues seguir creciendo es lo que nos caracteriza. La personalidad y el carácter son ingredientes fundamentales para lograr el éxito, pero entendemos que esto no encaja con el espíritu y la filosofía del equipo. Puede que nos replanteemos si la pareja de pilotos es la correcta. Es muy importante competir con pilotos rápidos y de gran talento, pero también queremos trabajar con buenas personas».
Sin embargo, en Melbourne no hubo signos de la contienda que tenía en vilo al equipo. Era como si el beligerante dúo hubiera decidido darse una tregua tras sus roces del año anterior. Lewis y Nico eran todo sonrisas durante la celebración de su doblete en el podio: para el campeón suponía el inicio perfecto para tratar de repetir victoria. Incluso en las declaraciones posteriores parecía que habían firmado la paz. Nico llegó a elogiar a Lewis: «Es muy positivo haber terminado segundo hoy porque con esto el equipo firma un excelente arranque de temporada —apuntaba—. Nos han dado un coche espectacular, y Lewis ha hecho un trabajo fantástico este fin de semana. Aunque no he podido superarlo, lo he dado todo. Trataré de ser un digno rival y, con suerte, le ganaré».
Lewis, por su parte, dijo que «el equipo había hecho un muy buen trabajo para seguir en la línea del año anterior y que para él era un honor poder codearse con tantos grandes pilotos».
Aquella victoria —clave para el británico— demostraba lo decidido que estaba a retener el título y, a su vez, servía para lanzar un mensaje a Nico y a su otro principal adversario, Sebastian Vettel. Pese a que en el 2014 había sido Nico quien se había impuesto en la prueba inaugural, el año siguiente el honor recaería en Lewis, quien a la postre se mostraría intratable. Ya antes de la carrera había demostrado su fuerza mental al rechazar lucir el n.º 1 en su coche durante la temporada y seguir compitiendo con el 44: «Siempre seré el número 44 —afirmaba ante la BBC—. Ha sido el dorsal que he llevado toda mi vida y así quiero que siga siendo».
Su decisión significaba que por primera vez desde 1994 —cuando se produjo la retirada de Alain Prost, el entonces vigente campeón— ningún piloto tendría el n.º 1. La decisión de que el campeón luciera dicho dorsal se había aprobado en 1975. Vettel, que lo había llevado en el 2013, tras lograr el título, también se negó a seguir llevándolo y, en la temporada 2015, optó por competir con el n.º 5.
Cuando el Gran Circo desembarcó en Sepang (Malasia), el famoso trío (Lewis, Nico y Vettel) monopolizó los tres puestos de cabeza, pero en distinto orden: Lewis tuvo que conformarse con el segundo puesto, Vettel ganó con su Ferrari y Nico acabó tercero. La victoria de Vettel fue una sorpresa, puesto que acababa de enrolarse en las filas del gigante italiano a principios de aquella campaña para reemplazar a un Fernando Alonso que estaba en la rampa de salida. Con aquel triunfo dejó claro que sería el principal oponente de Lewis cada vez que estuviera al volante de un coche fiable. Efectivamente, planteaba una mayor amenaza que Nico: Vettel, a fin de cuentas, ya era tetracampeón a los veintiséis años, tras un período de dominio aplastante en Red Bull del 2010 al 2013.
Sepang también fue escenario de la primera muestra de la incipiente rivalidad entre Lewis y Nico. El alemán había estorbado al inglés en los últimos libres, pero aun así este último se hizo con la pole gracias a un registro previo. Era la 40.ª pole de Lewis, y lo cierto es que reaccionó con bastante serenidad a la pregunta de si creía que Nico lo había obstaculizado adrede: «No —respondió esbozando una sonrisa—, simplemente me retiré».
Nico, en cambio, no parecía tan dispuesto a dar el asunto por zanjado: «¿Cómo se puede dar por hecho que se había retirado antes de cruzarse conmigo? Qué interesante, porque no tendría mucho fundamento que yo dijera eso. Tal vez deberíais preguntarle a Toto [Wolff]. Eso es: preguntadle a él, seguro que le da mayor credibilidad a eso».
Estaba ostensiblemente irritado por el incidente y por la opinión extendida entre la prensa y los paddocks de que había tratado de obstaculizar a Lewis. No era más que un pequeño arrebato en aquel contexto, pero también suponía la primera vez que Wolff tenía que tener una charla con ellos desde aquella reprimenda en su oficina al final de la temporada anterior.
A mediados de abril, el dúo de Mercedes había retomado en Shanghái el clásico doblete con Lewis primero y Nico segundo, más Vettel, inevitablemente, tercero. Pero la victoria volvió a estar empañada por los comentarios incendiarios de Rosberg, a quien estaba costando aceptar que Lewis dominara la situación. Una crítica habitual —y a menudo debatible— hacia la F1 es que son los coches, y no los pilotos, los que ganan las carreras, es decir, que, si se pusiera a cualquier piloto al volante del coche mejor y más rápido, se llevaría el título de calle. Pero en este caso esa teoría no tenía fundamento: Lewis y Nico tenían el mismo coche, equipos de idéntico nivel y las mismas oportunidades para conseguir la victoria y, aun así, Lewis doblegaba constantemente a Nico. Seguramente eso era lo que disgustaba al alemán, y no tenía forma de remediarlo. Lewis era más rápido y mejor piloto, y no podía culpar al coche de sus propios errores. Asimismo, Lewis, siempre honesto, no podía pretender que todo estaba bien en su relación con Nico. El inglés reconoció que no eran «amigos íntimos» fuera de la pista, y dejó claro que haría todo lo posible por vencer al alemán, aun cuando eso pudiera levantar ampollas en el seno de Mercedes.
Tras el GP de China, Rosberg se quejó de que, en ciertas fases, Lewis había ido lento en exceso para posibilitar que Vettel le diera caza: «Ha afectado a mi carrera enormemente, porque lo que mejor le venía a Lewis era que yo quedara a tiro de Vettel para que este me debilitara y yo tuviera que responder. Ha sido muy frustrante. La prueba es que Lewis apenas ha tenido que exigir a sus neumáticos. Curiosamente, ha reconocido que solo ha pensado en sí mismo, y eso lo dice todo. Lo que más me molesta es que hablamos precisamente de eso antes de la carrera».
Una vez más, Lewis optó por ser diplomático, quitando hierro al incidente: «Para nada ha sido así. En ningún momento he tratado de facilitar que Sebastian le recortara distancias, porque la prioridad para el equipo es que hagamos doblete. Si hubiese querido acercarse para adelantar lo podría haber hecho. No sé cuál es exactamente el problema. Vinimos con el objetivo de hacer pleno, y así ha sido. No creo que haya que darle tantas vueltas al asunto».
Tenía mucha razón, y aquello me llevó a pensar que si, llegado el momento, Toto Wolff tuviera que prescindir de uno de ellos, ese sería Nico. Era el alemán quien seguía alterando el equilibrio del equipo y el que seguía enfrascado en su lucha particular frente a la superioridad de Lewis. Wolff se alineó con Lewis al tiempo que trató de serenar los ánimos: «No ha habido animosidad ni intención alguna por parte de Lewis de ralentizar a Nico para que este terminara tercero o incluso peor. No sabía la distancia entre Nico y sus perseguidores. Lo que sí sabía era que tenía que procurar que sus gomas duraran el máximo posible, de ahí que decidiera bajar el ritmo».
Y así llegamos al GP de Baréin, celebrado en Sakhir, donde, una vez más, el vencedor fue Lewis, seguido de Rosberg (tercero) y Kimi Raikkonen, quien terminó en un sorprendente segundo lugar con su Ferrari. La carrera nocturna en el desierto fue un verdadero paseo para Lewis: dominó de principio a fin y sumó su tercera victoria en cuatro carreras. El triunfo le sirvió para ampliar la ventaja sobre Rosberg hasta los 27 puntos. El alemán, mientras, achacó la derrota a su coche, escudándose en un problema con los frenos. Lewis, que al menos no tuvo que eludir otro estallido de su temperamental compañero de equipo, dijo tras la carrera: «Me encanta medirme a los Ferrari. Están en condiciones de plantarnos cara, y todo el equipo tendrá que apretar los dientes. Nuestro objetivo es ganar los dos campeonatos, así que no podemos irnos contentos del todo con este resultado».
¿Estaba el inglés lanzándole una indirecta a Rosberg? ¿Insinuando tal vez que tenía que mejorar para que Mercedes se llevara el título de constructores? No carecía de lógica que quisiera irritar a su compañero tras sus constantes quejas y pullas durante la temporada. Pero lo cierto es que aquello respondía más al deseo de Hamilton de alcanzar la perfección y a su afán innato de ganar, tanto a nivel individual como colectivo. Tras la prueba de Baréin, podía decirse que Lewis había dado el primer paso hacia el sueño de ser tricampeón y convertirse, de paso, en el primer británico en ganar la corona tres veces desde Jackie Stewart.
Con el liderato asegurado, era momento de darse un respiro, un merecido período de relax antes de afrontar el tramo europeo de la competición. Iba a estar tres semanas lejos de los circuitos y tenía plena confianza en que su buena racha se prolongaría en Barcelona a mediados de mayo. Soñar con la triple corona no era descabellado.