CAPÍTULO 27

EL MÁS GRANDE DE TODOS LOS TIEMPOS

Es un hecho que Lewis Hamilton había logrado una hazaña sin parangón. Es indudablemente, y las estadísticas así lo acreditan, el piloto más grande en la historia del automovilismo. Ya antes de comenzar la temporada 2021, cuando declaró que iba a hacer cuanto estuviera en su mano por levantar su octavo Mundial, se le había reconocido como el mejor. La consecución de su séptimo título en el 2020 lo equiparaba a Michael Schumacher en número de coronas, pero, a falta de dos carreras para el final de la competición, había ganado más grandes premios que el genio alemán. Podía decirse, por lo tanto, que Lewis ya se había ganado el derecho a ser considerado el número 1 de todos los tiempos, y por si fuera poco continuó ampliando su ventaja con respecto a Michael sumando la primera victoria del año en Baréin.

Sin embargo, no fue eso lo que acaparó los titulares y las crónicas posteriores a la carrera. El debate se centró en si la solvencia de Hamilton al imponerse en el primer asalto de un duelo que, para muchos entendidos (entre los que me incluyo), decidiría si estaba en condiciones de ganar su octava corona en el 2021, o si, por el contrario, podía decirse que ya había dado todo lo que podía dar en la F1. Nos referimos a los trepidantes duelos entre Lewis y su considerado heredero, Max Verstappen. En temporadas anteriores, el holandés había mostrado no tener miedo a pilotar al límite con tal de hacerse un hueco en el podio: se había visto implicado en incidentes que habían terminado con rivales fuera de pista y recibió críticas por sus temerarios adelantamientos, pero a fin de cuentas era la única manera que tenía de subir puestos en el escalafón, ya que pilotaba un coche más lento que el de Hamilton.

Y no nos engañemos: el propio Lewis nunca ha evitado el cuerpo a cuerpo en la pista, sobre todo en sus dos primeras temporadas en la F1, cuando trataba de ganar posiciones en la clasificación, tal como ocurría con Verstappen. Ahora bien, por más que Lewis reconociera que le gustaba ser agresivo al volante, rara vez se acercó a los niveles de Max.

Cualesquiera que fueran los pormenores de sus rivalidades anteriores, no cabe duda de que en el 2021 Hamilton consideraba a Verstappen el mayor obstáculo entre él y su octava corona. No solo Max cuenta ya con varias temporadas de experiencia en la categoría reina, sino que, además, los Red Bull han mostrado una asombrosa mejoría. Así, al inicio de la temporada, el mayor adversario de Lewis tenía el coche más rápido, pero este, en lugar de acongojarse, dio por buena la situación. Siempre le han gustado los desafíos (basta recordar sus disputas con Fernando y su posterior triunfo sobre él cuando corría en McLaren siendo apenas un novato), y la rivalidad con un meteórico Verstappen se intuye uno de los mayores retos de su carrera. Tal como lo percibían algunos expertos, Lewis se ha convertido en Alonso y Max, en el joven Lewis. Este punto de vista lo potenciaba, según decían, el hecho de que Max, a sus veintitrés años, sea doce años más joven que el hombre al que pretende desbancar.

La cita inaugural del GP de Baréin fue una demostración de pilotaje, una lucha a brazo partido en la que ninguno de los dos dudó en aceptar el desafío. Tocaba pasar a la acción, e inevitablemente fue Hamilton quien, contra todo pronóstico, se llevó el gato al agua. De algún modo, relegó a Verstappen al segundo puesto en una carrera que el holandés debería haber ganado. Durante todo el fin de semana, Max había sido el más rápido, tanto en los entrenamientos como en la clasificación, y se llevó la pole. El equipo Red Bull había realizado un maravilloso trabajo durante la pretemporada, afinando el coche para sacar todo el jugo a un motor ya de por sí soberbio. Max debería haber podido cazar a Lewis en los últimos compases de la carrera, cuando el británico rodaba con neumáticos más lentos. Y, sin embargo, Lewis empleó todo su talento, habilidad y sabiduría para resistir y ganar por un estrechísimo margen. Fue una contundente respuesta a quienes habían quitado mérito a sus triunfos atribuyéndoselos al hecho de que contara con el coche más rápido. Pero ahí estaba él, sometiendo al nuevo aspirante al título, dotado de un flamante motor más rápido que el resto.

Era «ventaja» para Hamilton en los tanteos iniciales de una rivalidad que está llamada a revitalizar este deporte y al propio Hamilton. El hambre y la arrogancia del holandés sin duda han avivado a Lewis. Tras años de dominio aplastante, desea poner en su sitio al joven advenedizo, demostrándole que sigue siendo él quien manda. Cualquier atisbo de autocomplacencia o de hastío podía regresar por el mismo sitio por donde había venido. Verstappen no fue muy inteligente al proclamar a los cuatro vientos que iba a destronar a Lewis y que aquel «vejestorio» había convertido a la F1 en un deporte insulso como consecuencia de su dominio, y que, por supuesto, él iba a ser su salvador. Aquello solo ha provocado que Hamilton esté aún más empeñado en lograr su octavo Mundial a costa del joven aspirante.

Antes del segundo GP, en Imola (Italia), Max mostraba un nivel de beligerancia y agresividad inusitado. Era como si se dispusiera a leer un manifiesto denigrando a la mayor estrella de este deporte: «La F1 necesita peleas de verdad, porque en los últimos años ha sido un poco aburrida. Como aficionado, el lunes después de una carrera estás impaciente por que llegue el siguiente GP, sabiendo que hay dos o tres equipos peleando por el triunfo. Supongo que, después de que Lewis ganara sus seis últimos campeonatos, donde tampoco se encontró una oposición excesiva, ahora que es siete veces campeón del mundo y el piloto más laureado de la F1, estará con verdaderas ganas de pelea. Ya lo ha conseguido todo, mucho más de lo que uno podía imaginar. Ganar tantos títulos es muy raro, algo que no va a darse muchas veces. Él está en plan, “bueno, se acerca el final de mi carrera y no está mal ver salir a estos chavales dispuestos a ponerme las cosas más difíciles”. Y, por supuesto, en lo que a mí respecta, estoy encantado de dificultarle las cosas».

Lewis, que jamás se había acobardado, aceptó el desafío con entusiasmo. Lanzándole una pulla, desestimó que Verstappen fuera un adversario de la talla que había sido el alemán Sebastian Vettel, y recalcó que Max solo podría arrebatarle el título si él cometía un error, al margen del mérito de los coches. «Max no cuenta con la experiencia de Seb —comentó—, pero evidentemente tiene posibilidades de ser campeón en un futuro. Que sea antes o después depende de mi rendimiento.»

Tras la batalla dialéctica, tocaba centrarse en Imola, donde Max firmó el triunfo, empañado eso sí por la presencia de Lewis, segundo, junto a él en el podio. Se había especulado con que el vigente campeón terminara fuera de los puntos. Max ganó con holgura (le sacó 22 segundos a Lewis), pero el británico había logrado terminar segundo pese a que en un momento de la carrera (en la vuelta 31) llegó a estar doblado como consecuencia de salirse de la pista y chocar. La fortuna le sonrió cuando otra colisión, esta vez entre Valtteri Bottas y George Russell, obligó a detener la carrera, permitiéndole escalar posiciones hasta el noveno lugar. Todavía tenía margen para entrar en los puntos. Y así fue: aquel segundo puesto, sumado a la vuelta rápida, propiciaron que Hamilton conservara una ventaja de un punto frente a Verstappen tras el GP de Imola. «Hoy no he estado fino —apuntó en declaraciones posteriores—. Ha sido la primera vez en mucho tiempo que cometo un error. Pero estoy muy agradecido de haber podido terminar la carrera. Me encantan las remontadas. Como cuando era pequeño, que me tocaba remontar saliendo desde la última posición con mi viejo y destartalado kart.»

Lewis detesta perder, y se propuso ganar las tres carreras siguientes. Si lo lograba, sometería a su adversario a una presión inmensa. Era muy probable que Max terminara segundo en aquellos tres grandes premios. Ahora bien, ¿cómo iba a sobrellevar el estrés? Muchos comentaristas de F1 (entre los que me incluyo) intuían que le haría mella. En temporadas anteriores, se había visto implicado en incidentes que le habían impedido terminar la carrera; incidentes que indicaban que podía perder los estribos si las cosas no salían como esperaba. Nadie dice que no sea un piloto excepcional, pero es sabido que corre riesgos que pueden costarle muy caro, tanto en puntos como en lo referente a su reputación. Parte del problema se debía antes a la poca fiabilidad de los Red Bull. Ahora bien, si el Mundial del 2021 se le hubiera acabado escapando, no podía haberse escudado en el coche.

La pregunta que muchos se hacían, en pleno traslado del Gran Circo a Portugal y España, era si Verstappen sería capaz de soportar la presión de saber que era el principal candidato al título, puesto que lo tenía todo a su favor. Era una situación inusitada para el crack holandés, y estábamos a punto de saber de qué pasta estaba hecho, una vez se viera sometido al implacable acoso del piloto más grande de la F1.

Ambos protagonizaron un duelo épico en Portugal, adelantándose el uno al otro con excelentes maniobras. Pero fue Lewis quien obtuvo una mayor recompensa al mantener la cabeza fría en los momentos clave. Max se sabía derrotado y cambió de gomas para la última vuelta. Una vez decidido a lanzarse a por el punto extra que otorgaba la vuelta rápida, lo arruinó por exceder los límites de la pista. La pérdida de aquel valioso punto en la lucha por el título puso de manifiesto que Max podía ser, él mismo, su peor enemigo. Aquella fogosidad había demostrado una vez más que podía ser su perdición.

Tampoco le mejoró el ánimo que Nico Rosberg felicitara a Hamilton tras otra victoria fantástica: «Lewis ha hecho una carrera fenomenal y Max está empezando a darse cuenta de lo bueno que es», afirmó el alemán. Aquel comentario sacó de quicio a Max. «No necesito que Nico me haga ver lo bueno que es Lewis —refunfuñó el holandés al conocer las declaraciones del excampeón—. Ya sé que es muy bueno, de lo contrario no habría ganado tantos campeonatos.»

Lewis, que a priori tenía un punto más que Max, había ampliado su ventaja a ocho. Suponía, además, su 97.º triunfo en un gran premio. Necesitaba tres más para llegar al centenar de victorias en un deporte que era implacable por sus continuas exigencias físicas y mentales.

Después, sumó dos victorias seguidas tras ganar en Barcelona, en la que era su quinta victoria consecutiva en el GP de España. La estadística adquiría mucho valor en lo personal, pues su ídolo, Senna, había sido el primero en lograr esta proeza. Verstappen, indefectiblemente, fue segundo. La batalla por el título estaba convirtiéndose en un trepidante duelo entre ambos, para deleite de muchos aficionados y analistas que comparten con Max aquello de que el dominio de Lewis durante la década anterior (por brillante que fuera en su ejecución) carecía de emoción.

Verstappen tomó la iniciativa, encabezando al pelotón durante 59 vueltas. Pero sería Hamilton, una vez más, quien tendría la última palabra: rebasó a Max en la vuelta 60 y fue el primero en cruzar la línea de meta, con una diferencia de 15 segundos. Lewis mostró luego cierta malicia al comentar su victoria: «Hoy he aprendido más de Max que seguramente en todas las otras carreras juntas. Me he situado relativamente cerca de él [durante buena parte de la carrera] y he aprendido mucho acerca de su coche y de cómo lo utiliza. Ha sido una buena carrera en lo que a eso se refiere».

Lewis prefirió no dar muchos más detalles, pero sí anunció una noticia excelente para todos sus admiradores: no tenía intención de retirarse, incluso si llegara a lograr el octavo Mundial. Quería seguir en Mercedes y cerrar un acuerdo lo antes posible con el jefe de la escudería, Toto Wolff. Firmar el acuerdo para la temporada 2021 en el último suspiro no le había hecho ningún bien, reconocía: «Tengo carrete para un tiempo. Ahora conozco mejor mi cuerpo y sé cómo debo entrenar. Me siento de maravilla. En cuanto al contrato, no quiero verme en la situación en que estábamos en enero y febrero. Me fastidió el invierno y estoy convencido de que tampoco le hizo ningún bien a Toto. No tengo la sensación de que hayamos disfrutado de un verdadero descanso. Me encantaría dejarlo todo resuelto».

Muchos tenían pleno convencimiento de que Lewis se retiraría si lograba su octava corona. Sin embargo, inmediatamente después del anuncio acerca de su continuidad, los rumores en el pit lane giraban en torno a si de pronto su objetivo era sumar diez antes de despedirse del automovilismo. En cualquier caso, todo cuanto importaba en aquel momento era ganar la tercera carrera consecutiva, tal como se había propuesto. Y el escenario le era muy propicio: Mónaco, uno de sus grandes premios predilectos, donde es fundamental hacerse con la pole y realizar una salida meteórica, pues es casi imposible adelantar en las angostas calles de Montecarlo. Consiguiendo la pole, siempre y cuando el coche no se averíe, la victoria está prácticamente asegurada.

Charles Leclerc, que había firmado una clasificación formidable con el Ferrari, se ganó el primer puesto de la parrilla con total merecimiento. Su equipo confiaba en sus posibilidades de victoria, pero, en un cruel lance del destino, su eje de transmisión izquierdo presentó problemas cuando se dirigía a su posición de salida. Quedó fuera de carrera y dejó la pole a Verstappen, segun­do más rápido en la sesión de clasificación, a pesar de haber partido desde el segundo lugar de la parrilla. Aquello, en cierto modo, fue un infortunio para Hamilton, a quien las cosas se le habían puesto ya de por sí cuesta arriba por tener que salir del séptimo lugar tras firmar una clasificatoria decepcionante. Sabía de sobra que el holandés lo tenía todo a su favor, y Max no dejó pasar la oportunidad de llevarse su primer GP de Mónaco; de hecho, era la primera vez que subía al podio en el principado. Lewis terminó como empezó —séptimo—, y aquel decepcionante resultado también permitió a Verstappen colocarse primero en la carrera por el título, con 105 puntos frente a los 101 de Hamilton.

Puede que fuera una ventaja mínima, pero aun así no dejaba de serlo. El único consuelo que le quedaba a Lewis era haberse llevado la vuelta rápida tras cambiar a neumáticos blandos, lo que le valió un punto adicional. Esperaba que Verstappen lo presionara después de las indiscutibles mejoras en el Red Bull, pero no ayudó que Mercedes errara con la estrategia. En aquella ocasión, el desbarajuste se produjo en una parada en boxes, pero no sería la única metedura de pata durante la temporada. Lewis estaba decidido a dar la batalla: era la primera vez, desde sus refriegas con Nico Rosberg, que alguien le plantaba cara de verdad. Para él, es una motivación; quiere que lo pongan a prueba, demostrar que es el mejor. Y el intrépido Verstappen hace todo eso y mucho más.

A Hamilton se le presentó la oportunidad de recuperar el liderato del Mundial cuando, a falta de solo cinco vueltas para el final del GP de Azerbaiyán, Verstappen chocó contra el muro yendo primero. Sin embargo, Lewis se pasó de frenada en la primera curva de la penúltima vuelta, y terminó 15.º. Fue un catastrófico desenlace al fin de semana en Bakú. Había empezado bien, pero terminó yéndose todo al garete. Para resarcirse después de aquella oportunidad perdida, Verstappen volvió en plena forma de cara al siguiente gran premio, Francia, donde se impuso a Lewis, segundo, por tres escasos segundos. En apenas unas semanas, Hamilton había pasado de encabezar la tabla a verse 12 puntos por detrás de Verstappen. Por si fuera poco, Mercedes se encontraba a 37 puntos de Red Bull en el campeonato de constructores, ya que Valtteri Bottas no terminaba de demostrar su valía, a diferencia de un Sergio Pérez que estaba desempeñando un rol estupendo como escudero de Verstappen.

Las cosas se pusieron aún más cuesta arriba para el inglés. Max ganó los dos grandes premios siguientes (ambos celebrados en Austria), en los que Hamilton terminó segundo y cuarto, respectivamente. Al final del fin de semana, el holandés aventajaba a Lewis en 32 puntos. Verstappen se había llevado tres grandes premios sin necesidad de emplearse a fondo.

Mercedes y su piloto estrella estaban contra las cuerdas, y lo que se comentaba tanto en el pit lane como en la prensa iba en la misma línea: si Verstappen ganaba en Silverstone el 4 de julio, las esperanzas de Lewis de conseguir su octavo título podían desvanecerse, al menos esta temporada. Dado que aún quedaban 14 carreras por disputarse, aquello quizá sonaba un poco melodramático.

Efectivamente, las espadas estaban en todo lo alto —en varios sentidos— justo cuando los pilotos se disponían a ocupar sus posiciones en la parrilla para el GP de Gran Bretaña, que a la postre sería una de las carreras más decisivas y emocionantes vista en años. La cita también fue especial porque se escogió para introducir una novedad en el formato: la clasificación de la prueba se decidiría con una carrera al sprint. En tres carreras de esta temporada, la tradicional vuelta rápida de la última sesión clasificatoria se ha reemplazado por una carrera de 100 km, que se espera que dure unos treinta minutos. Por su parte, la parrilla de salida de la carrera al sprint está formada por los resultados de la clasificatoria del viernes previo. Así, tanto la pole como el resto de la parrilla del domingo se decide con este novedoso formato al sprint y, por si las cosas no fueran ya suficientemente peculiares, a los tres primeros en cruzar la meta se les otorgan puntos adicionales: tres al ganador, dos al segundo y uno al tercero.

El objetivo es animar las sesiones previas a la carrera para atraer a un mayor número de público a los circuitos y, de paso, vender más suscripciones a las plataformas de televisión que emiten las pruebas de F1. Según Liberty Media, la empresa propietaria de los derechos de emisión desde comienzos del 2017, los aficionados más jóvenes echan de menos una mayor emoción en las carreras, algo que piensan enmendar con todos estos cambios. Supone un riesgo, pues a los más puristas, como era de esperar, les parece un sacrilegio. Pero nada se pierde por intentarlo. Se espera que la idea triunfe al menos en su objetivo primordial, y quién sabe si sus detractores iniciales no terminarán encantados con el resultado final.

Sin embargo, a Lewis se le resistió la pole ante su público, en un sprint que, muy a su pesar, ganó Max tras ser más rápido en aquella prueba inaugural de 17 vueltas. Lewis terminó 1,4 segundos por detrás, en segundo lugar; mientras que Valtteri Bottas fue tercero. Por lo tanto, Max había ampliado en un punto su ventaja en el campeonato, gracias a los tres que se llevó al sprint frente a los dos de Lewis.

A la mayoría de los espectadores (tanto en casa como en Silverstone) parece que le ha gustado el experimento. El sentir general es que aportaba una pizca más de emoción en el desarrollo de las clasificatorias del fin de semana, una dosis de competitividad añadida inexistente en el sistema tradicional, en el que los pilotos corrían por separado.

Lewis saldría detrás de Max en la parrilla del domingo, bajo un sol radiante. El inglés necesitaba aquel triunfo para renovar sus esperanzas al título. El calor no cesaba, y Hamilton se mostraba sereno, en modo zen, como de costumbre, antes de subirse a su monoplaza. Aunque tranquilo en apariencia, no estaba claro cómo se sentía realmente en sus adentros. ¿Le haría mella la presión con tanto en juego? No se veía en el papel de perseguidor desde hacía años. ¿Y si, por el contrario, era Verstappen quien se veía más afectado ahora que tantos lo consideraban favorito al título, teniéndolo todo a su favor? No iba a hacer falta esperar demasiado para salir de dudas: bastaría con las nueve primeras curvas de la primera vuelta.

La carrera por el título, con Max como favorito y en plena racha, volvió de pronto a estar abierta después de que, tras tocar las ruedas de ambos, el holandés impactara contra una barrera de neumáticos a 290 km/h. Por suerte, dicha protección cumplió su cometido y Verstappen, aunque desorientado, salió ileso. Quedó fuera de carrera, claro, y Hamilton se erigió en el gran triunfador del día, revalidando sus opciones al título cuando muchos ya lo daban por muerto. El inglés recibió una penalización de diez segundos por el incidente con Max, lo que significaba que los comisarios lo consideraban responsable pese a que la maniobra no había entrañado peligro para nadie. De lo contrario, ¿por qué le aplicarían un castigo tan poco severo? Con todo, tenía mucho trabajo por delante cuando al fin la carrera se reanudó. A dos vueltas del final, seguía tras la estela del entonces líder, Charles Leclerc. Poco después, logró adelantarlo y adjudicarse la victoria, inscribiendo su nombre por octava vez entre los ganadores del GP de Gran Bretaña. Curiosamente, Lewis rebasó a Leclerc en la curva de Copse, el lugar exacto donde él y Verstappen se habían tocado.

Con esa victoria, recortaba distancias en la clasificación: se ponía a ocho puntos del líder. El punto de vista de Lewis quedó resumido en su comunicación por radio con el equipo Mercedes: «Estaba en mi trazada, y eso que le dejé espacio», afirmó Lewis. Era un resultado estupendo, y los 140 000 espectadores allí presentes estaban extasiados. A mi modo de ver, ambos pilotos contribuyeron al impacto. Los dos estaban decididos a ganar, y Hamilton tenía mucho más que perder si Verstappen se alejaba en el más rápido Red Bull. No comparto la afirmación de que Lewis buscó a Max deliberadamente para obligarlo a abandonar. Jeremy Clarkson, fanático del automovilismo y expresentador del programa de televisión británico Top Gear, lo zanjó de forma concluyente: «Nadie tuvo la culpa. Son gajes del oficio».

Aquello supuso una inyección de energía para Hamilton. De ninguna manera iba a tirar la toalla ante Verstappen, y mucho menos corriendo en casa. Su resolución y agresividad fueron muestra de lo comprometido que estaba para lograr la victoria ante sus aficionados y no volver a permitir que Max lo presionara. Su agresividad era un mensaje dirigido a su máximo rival: quería dejarle claro lo mucho que seguía importándole ser el número uno. Había vuelto para registrar su 99.º victoria en un gran premio y lo hacía dando un puñetazo sobre la mesa.

Como era de esperar, la carrera dio pie a toda clase de opiniones sobre quién tenía razón y quién no. Lewis fue objeto del grueso de las críticas por haber golpeado la rueda trasera de su adversario. Para Christian Horner, jefe de Red Bull, había sido «una victoria vacía». No le parecía, además, que fuera castigo suficiente imponerle una penalización mínima, que le permitió ganar la carrera, tras haber mandado a un compañero al hospital e inutilizarle el coche. En palabras de Horner, todo apuntaba a que se trataba de una acción desesperada por parte de Lewis.

Para remachar, sostuvo que Lewis había puesto en peligro la vida de Max: «Ha comprometido con sus acciones la seguridad de otro piloto y, para mí, eso es intolerable. No hay un solo piloto que no sepa que acometer una maniobra así en esa curva, una de las más rápidas de la F1, a 290 km/h, entraña un riesgo tremendo. Eso solo podía terminar de una manera. Me parece decepcionante que un piloto siete veces campeón del mundo recurra a una maniobra tan desesperada y mande a un compañero al hospital. Es un error propio de un principiante, una equivocación bochornosa. Hemos tenido mucha suerte de que no haya ningún herido de gravedad. No puedo concebir que ganar así le produzca satisfacción».

Lewis, en cambio, veía las cosas de manera muy distinta: «Es un lance normal. Cuando era más joven quizá no era tan agresivo como lo es Max. Pero, aun así, lo era y bastante. Ahora, que tengo muchos más años, sé que esto es una carrera de fondo. Tengo una visión más amplia de cómo he de plantearme las carreras. Pero, en cualquier caso, estamos librando una batalla, y, cuando él ha tirado de agresividad, la mayoría de las veces he preferido ceder para evitar posibles incidentes. Me salió un buen amago: primero me fui hacia la izquierda y, luego, me metí por el interior para tratar de acortar distancias. Por suerte, no pudo cerrarse, pero, desafortunadamente, mantuvo una estrategia agresiva y nos golpeamos. Es lamentable, pero no deja de ser un lance de una carrera. Son cosas que pasan. Diría que hay que encontrar el máximo equilibrio en la pista, con espacio y respeto para que seamos capaces de competir sin chocarnos».

Ante la opinión de Horner de que su triunfo había sido «vacío», Lewis no se mordió la lengua: «No tengo esa sensación. En mi equipo hay 2000 personas que trabajan de forma incansable. No todo gira en torno a mí. Ya he dicho que no quería que sucediera algo así en la carrera. Creo que es muy importante que todos retrocedamos un paso. Entiendo que las emociones están desatadas y soy muy consciente de lo que es estar en esa posición».

Pasadas dos semanas, las escuderías desembarcaron en Hungría, uno de los circuitos preferidos de Lewis, donde también había ganado en ocho ocasiones y donde volvería a escenificarse su vehemente disputa con Max: ninguno de los dos estaba dispuesto a ceder terreno. Aquel fin de semana, la leyenda británica volvió a pisar el podio, asestando un golpe psicológico en la clasificación por el título. Lewis acabó tercero, por detrás de Esteban Ocon, ganador inesperado de la prueba, y Sebastian Vettel, segundo, aunque, a la postre, escalaría hasta el segundo puesto tras la descalificación de Seb por incumplir una normativa de protocolo. Verstappen sufrió para terminar en noveno puesto en una carrera no exenta de polémica: en esta ocasión, fue Lando Norris quien impactó con el Red Bull de Max al volante de su McLaren. Aquello dio alas a Lewis, haciéndole pensar que, con el holandés descolgado, podría escribir un nuevo capítulo de su extraordinaria leyenda.

Había pasado de estar a 32 puntos tan solo tres carreras atrás a conquistar la gloria en Hungría y liderar la tabla con una ventaja de 8 puntos. Significaba un vuelco espectacular en una temporada de F1 que se preparaba para el receso estival y que, sin duda, subrayaba lo motivado que se encontraba Hamilton y lo mucho que ganar el octavo título representa para él. No estaba dispuesto a tolerar que un joven aspirante al título lo intimidara en la pista. El Viejo, como a veces llamaban a Lewis en el seno de Red Bull (a sus espaldas, por supuesto), estaba dando muestra de rejuvenecimiento.