El círculo

Yo misma no creo

en partidos políticos

compuestos, por lo general, según mi experiencia, de

tantos que

no están vigilantes. Aun así, todas las opciones deben

proponerse por aquellos a quienes les importa.

Un estado de vigilia desequilibrado

puede ser tan traidor

como el sueño ignorante.

Hagamos un consejo privado

primero

con nuestro propio corazón.

Nuestros propios espíritu

y alma

brillantes o marchitos.

Luego desde aquel lugar sagrado

de encentramiento personal

salgamos

hacia el Círculo.

Siempre hay otros

más sabios que nosotros.

Escuchémoslos con humildad

y para nada, como en el pasado,

obedezcamos el impulso

de acallarlos a gritos.

Se lo debemos a todos los otros

que nos dejaron antes,

negros, blancos, rojos;

ya sabes,

los alegres

que habrían muerto

riendo

—si no les hubiesen

aplastado

este descaro—

por entrar preocupados aquí

en el futuro

que nos queda.

No hemos perdido

y no estamos perdidos

si nos mantenemos

con honor y respeto.

Hay un camino por delante

y sí

lleva un corazón

roto

pero es nuestro propio camino

colectivamente decidido,

pensado,

compartido.

El Círculo (¡llama a todos tus amigos!),

como la Iglesia,

en todas nuestras luchas

es una extensión de nuestros

inquebrantables,

confiables

y consoladores

brazos.

Como un sabio abuelo

que nos ama más

que a la vida misma

el Círculo nos envía hacia

el mundo

en la dirección que escojamos

fortificados

por su sabiduría colectiva

y su amor

movido por los ancestros.