Aloisea Inyumba, presente

Aloisea, mi hermana menor,

fue amor a primera vista.

Allí estabas parada

en el jardín del complejo

presidencial

junto con su otra inquilina tu hermana

y ambas reían nerviosamente

como muchachas de Spelman

en un té en Morehouse.*

Vi en ti a mi compañera de cuarto

de Uganda

con su orgullosa y honesta

mirada;

su estoica falta

de pretensión:

Vi a mis otras condiscípulas

de Kenia, Tanganika

Sierra Leona

y

la siempre

desafiada

Liberia.

Dorcas, Constance,

Mary, Caroline.

No eran sus nombres verdaderos

para nada; aunque no

entendería esto hasta mucho más tarde.

Aloisea Inyumba,

tú podías mantener,

vivir,

ofrecer

con tus sabios y audaces ojos,

la que eras realmente.

Por esto, los afroamericanos

podríamos haberte envidiado.

Pero el amor a tu mirada libre

echaría abajo esto.

¡Y tú estabas tan clara!

Mientras visitábamos los orfanatos

y las oscuras y polvorientas chozas

llenas de desnutridos

a quienes juraste

alimentar y albergar correctamente:

Esta miseria no es parte del sueño de Ruanda,

dijiste. ¡Cambiaremos esto!

Me mostraste lugares y compartiste experiencias

que no podía creer

que existieran realmente.

La respuesta de una mujer al problema

de la gente sin hogar

en especial niños sin hogar

es llevarlos

al propio hogar.

Los niños no han nacido

para vivir en orfanatos. No parecía dudar

tu mente

sobre esto.

Aloisea Inyumba.

Tú eras la más hermosa

de todas las bellezas

que presencié

en tu hermoso país.

Zainab, nuestra amiga,

también guerrera estelar

por el bien de mujeres y niños

y por su inclusión

en el bienestar del mundo,

también una guerrera por el bien

de los hombres,

me dijo de tu muerte.

Todo lo que pude pensar en ese momento

fue: ¿También esto? ¿Cómo podemos soportarlo?

Estaba tan deshecha al oír esta noticia que no pude llorar

hasta ahora.

Pues recordé no solo tu trabajo incansable

por tu pueblo y tu lealtad a tus

amigos que trabajaban a tu lado, bien fuera en altos

o bajos puestos,

recordé tu generosidad.

Alice, dijiste,

cuando te dije: ¡Amo Ruanda!

vuelve y vive aquí.

Me reí.

No, dijiste, con toda seriedad:

Vuelve. Aquí estás en tu casa.

Y te digo más: Cuando vuelvas

veré que te den un pedazo de tierra

para cultivar tu jardín

y, dijiste sonriendo pícara,

lo mejor de todo,

¡te daremos vacas!

¡Vacas!

Otro amor de mi vida, tal y como, al parecer,

son el amor de las vidas

de muchos ruandeses.

¿Cuál es el sueño, Aloisea?

Dejémoslo claro otra vez,

mientras el mundo se reanima

a posibilidades

hasta este momento

apenas imaginadas:

¿Es el de una nación pacífica

en la cuál cada niño es deseado

y adorado;

donde cada mujer

tiene una voz,

donde la dignidad de cada hombre

se arraiga en la no violencia?

Oh, mi hermana amada,

caminar contigo en un huerto

de coles y tomates,

descansar en una ladera en Ruanda

rodeadas de nuestras vacas…

Dicha total.

Otras mujeres de África

vivirán este sueño

después de nosotras.

Pero eres tú quien

en tus pocos años

lo salvaste

refulgente

para todos nosotros.

* N. del T.: Spelman y Morehouse son colegios universitarios para mujeres y hombres respectivamente, en Atlanta, Georgia

Descansa en lo Bien Hecho, hermana querida

de nuestro clan. Aloisea Inyumba:

Ministra de Género y Familia;

Kigali, Ruanda.