para Sundus Shaker Saleh, madre iraquí, con mi amor
En nuestro desespero porque la justicia es lenta
nos sentamos con las cabezas inclinadas
preguntándonos
cómo
incluso si
alguna vez sanaremos.
Quizá es una pregunta
que solo los desvastados
los violados
hacen seriamente.
Y ¿no es que ahora
lo somos casi todos?
Pero la esperanza está en camino.
Como de costumbre la Esperanza es una mujer
que reúne a sus niños
en torno a ella
todo cuanto conserva de
quien era; como siempre
excepto a sus hijos
lo ha perdido casi todo.
La Esperanza es una mujer que ha perdido su miedo.
Junto con su hogar, su empleo, sus padres,
sus olivos, sus vides. La paz de la independencia;
los tranquilizadores ruidos de vecinos comunes y corrientes.
La Esperanza se levanta, siempre lo hace.
¿No logramos notar esto en todas las historias
que han intentado eliminar?
La Esperanza se levanta,
y se pone su misma
capa antigua y gastada
y, sin un centavo, se lanza
contra la fría, pulida, cota de malla protectora
los muy ricos —cota de malla que imita
sospechosamente monedas de plata
y escamas de lagarto—
y todo lo que tiene para luchar es la realidad de lo que le han hecho a ella;
a su país; a su gente; a sus hijos;
a su hogar.
Todo lo que tiene por armadura es lo que ha aprendido
que nunca se debe hacer.
No en nombre de la Guerra
y en especial nunca en
nombre de la Paz.
La esperanza es siempre la maestra
con la tarea más difícil.
Nuestro ejercicio: agarrar
lo que nunca se ha respirado en nuestro robado
Imperio
en la colina:
Sin justicia, nunca
sanaremos.
Para más información sobre la inspiradora acción de alzamiento de esta madre de cinco hijos, visita codepink.org.