¿El destino existe? Creo que no. Pero díganme si a veces no se nos hace imposible liberarnos de la idea de que alguien puso esa calle, esa escuela, esa casa u oficina para que todos los que debíamos reunirnos en la vida nos encontremos allí conformando un todo perfecto y armónico, aprendiendo las lecciones que unos a otros nos brindamos y, por momentos, nos imponemos.

La vida, a veces, se vale de un simple sitio físico, como una calle, para unir a quienes deben conocerse, tal como si una mano invisible hubiera hecho construir la calle Copérnico, levantar esas casas en París y abrir ese puesto de flores para lograr el cometido de reunir a los que debían estar juntos; ese lugar que atrajo, uno a uno, a quienes deben encontrarse y, juntos, conformar un todo armónico.

V. RIVERO