Los estados alterados
de la conciencia

 

 

 

Tanto las prácticas primitivas como las actuales buscan estados mentales en los que la conciencia sea distinta de la normal.

Para comprender totalmente la naturaleza de estos estados alterados, es suficiente pensar en lo que llega a cambiar la naturaleza de la percepción entre el estado de vigilia, el onírico, el de la imaginación y el de la concentración.

Además de estos estados, que seguramente bastantes lectores habrán podido experimentar, existen otros menos usuales, como el trance del médium, el éxtasis de los místicos, y otros similares, particularmente aptos para las manifestaciones de fenómenos paranormales.[3]

Las técnicas que durante la historia se han utilizado para alcanzar tales estados son muy diferentes, y tan complejas que precisan una iniciación previa y una preparación física y espiritual muy escrupulosa.

 

 

El canto como método de sugestión

 

Se trata de una de las técnicas más difundidas entre las poblaciones primitivas antiguas y modernas, tanto en Oriente como en Occidente. La concentración y la repetición de una cantinela monótona e intensa, prolongada durante horas, provocan un agotamiento similar a un oscurecimiento de la conciencia.

De este modo, la imaginación, excitada por estas sensaciones, desencadena un alud de experiencias muy diversas.

Se induce de tal forma un estado de autosugestión, una especie de autohipnosis, que permite al brujo realizar lo que se ha prefijado. En las prácticas del Vudú, por ejemplo, este es el método fundamental utilizado por los espíritus para comunicar con los hombres. En el ritual Vudú descrito en el capítulo «La relación entre magia y divinidad», por ejemplo, este aspecto sobresale claramente: después de empezar la música, se manifestaron en los presentes fenómenos de alteración de la conciencia en forma de posesiones. La explicación que los propios seguidores del Vudú dan de tales fenómenos es muy simple: un espíritu, llamado loa, se instala en la cabeza del sujeto después de haber expulsado «el gran Ángel bueno», es decir una parte del alma. Los sobresaltos típicos de las primeras fases del fenómeno se deben precisamente a las repercusiones causadas por esta brusca salida. Enseguida, el poseído experimenta un vacío total, próximo a la pérdida de conciencia.

Se convierte entonces en un dócil instrumento en las manos del dios: no sólo habla por su cuenta, sino que asume incluso sus actitudes, el tono de voz y la mímica.

Desde el punto de vista físico, a veces el fenómeno va precedido de estados de somnolencia y torpor, a los que siguen espasmos y fuertes sacudidas.

La muchedumbre que le rodea, que mientras tanto continúa cantando con ritmo apremiante y tonos cada vez más exaltados, tiene también el deber de proteger al poseído de los excesos de su propio estado, sosteniéndolo si está a punto de caer y cubriendo púdicamente a la mujer que se desnuda.

Al final de los episodios no queda ningún recuerdo de lo que ha sucedido. La memoria se bloquea en los preliminares, en el momento en que el dios está a punto de entrar en el cuerpo; luego se pierde la conciencia de lo que sucede.

A través de los poseídos, los dioses hacen profecías, amenazan a los pecadores y dan buenos consejos.

La mayor parte de las posesiones se realiza, como ya se ha visto, durante fiestas tradicionales que obedecen a un ritual preciso.

Durante la vida cotidiana, la posesión tiene lugar en momentos particulares de estrés, cansancio o crisis emotivas, casi como si el poseído pidiera ayuda al dios, para que se sustituya por él. A continuación presento un ejemplo, sacado de la obra de Métraux, que aclara todo lo que he dicho hasta aquí:

 

«Durante una peregrinación, una mujer avanzaba cansadamente por un camino agreste porque sufría mucho a causa del reuma. Súbitamente fue poseída.

»Entonces dejó de detenerse a cada paso y prosiguió resueltamente sin sentir más dolor y sin esfuerzos aparentes.»

 

Al poseído no se le hace responsable de sus palabras y de sus acciones. Además, también es capaz de realizar acciones extraordinarias, como bailar sobre tizones ardientes o sumergir las manos en el fuego sin que su cuerpo se vea mínimamente afectado por ello.

Otro ejemplo significativo en este sentido nos lo suministran las prácticas de los pieles rojas, en las que los bailes y el canto dan lugar a experiencias de tipo estático que implican a toda la tribu. Entre los distintos rituales particulares (danza de la lluvia, invocaciones a los dioses protectores de los bosques, de las montañas y de los ríos, danza de los espectros, etc.) la danza del Sol tiene un particular interés.

Se trata de una fiesta religiosa y mágica celebrada por casi todas las tribus, desde los cheyenes a los arapahoes durante el solsticio de verano, es decir, entre la última semana de junio y la primera de julio.

Este ritual particular se basa en dos importantes mitos. El más antiguo de estos relatos tuvo su origen en la tribu de los sioux y tiene como protagonista a Cara Herida, un joven guerrero llamado así a causa de su fealdad.

Una noche soñó con el Sol, que le pronosticó la posibilidad de casarse con la hija del jefe de la tribu, a la cual Cara Herida amaba en secreto y en quien no se atrevía ni siquiera a pensar.

Pero el joven tuvo que dirigirse personalmente delante del dios Sol, que lo adoptó y le concedió la belleza y la sabiduría, pero que le dio también una tarea muy precisa.

«Cuando vuelvas sobre la tierra, para recordar siempre el don que te he dado, tendrás que dedicarme una ceremonia particular, que desarrollarás exactamente como yo te enseño.»

 

Cara Herida volvió a su tribu y, tal y como se le había prometido, consiguió casarse con la bella jovencita que amaba.

Siendo él un joven devoto y sincero, mantuvo su pacto e instituyó la danza del Sol.

 

El segundo mito narra la historia del hijo del Sol, llamado Estrella Matutina. Se enamoró perdidamente de una joven mortal, se casó con ella y se la llevó consigo al reino del padre. Pero la mujer, aunque era feliz, continuaba sintiendo una gran nostalgia por su tierra natal y un día, mientras excavaba un nabo vio, a través del terreno, la tierra que —según la cosmogonía piel roja— se encontraba debajo del reino del Sol.

Estrella Matutina, aun sufriendo, decidió enviar de nuevo a su adorada esposa a vivir entre los mortales y la bajó del cielo con una cuerda que atravesaba precisamente el agujero producido por el nabo.

Esta dulce historia de amor explicaría una parte del ritual original de la danza del Sol, durante el cual los participantes se traspasaban con ganchos y cuerdas para dejarse colgar alrededor del «palo sagrado». Este aspecto de la ceremonia, junto a otros igualmente crueles, se ha ido abandonando gradualmente, también a causa de las presiones de los colonizadores que, entre 1904 y 1935, prohibieron la celebración del ritual. Pero la tradición no se abandonó nunca y, desde el 1936 se empezó a celebrar de nuevo de forma oficial, transmitiéndose hasta nuestros días. De hecho, todavía hoy, a través de esta ceremonia, las tribus se regeneran, asegurándose protección y abundancia.

El núcleo central de esta celebración que, entre otras cosas, es muy significativa desde el punto de vista sociológico porque reúne durante unos días a tribus alejadas y de distinta cultura, es una forma de sacrificio, espiritual y material, por medio del cual se invoca al Gran Espíritu para que descienda sobre los presentes y les otorgue sus beneficios.

Cada objeto utilizado durante este ritual tiene un valor simbólico: la forma circular del tambor, por ejemplo, evoca el disco del Sol y representa también la idea del universo. El palo sagrado, en cambio, representa también la comunicación entre cielo y tierra (la cuerda a través de la que Estrella Matutina hizo descender a su esposa). Para construirlo se tienen que seguir reglas muy precisas. El árbol del que se formará luego el palo, por ejemplo, tiene que ser un álamo o un cedro de una altura mínima de cinco metros, que tiene que derribarse para esta ocasión, después de haber sido golpeado por los guerreros como si se tratara de un enemigo vencido. Mientras se transporta al pueblo, el árbol no tiene que tocar nunca al suelo; cuando ya ha llegado tiene que pintarse de verde, amarillo, blanco y rojo (los colores que representan los cuatro puntos cardinales) y se adorna con pieles de gamo, tabaco, flechas y otros objetos particulares. Alrededor de este palo, una vez iniciados los cánticos y las danzas, tienen que disponerse formando un círculo otros veintiocho palos más pequeños que tienen que permanecer unidos al palo central con vigas, de manera que formen una gran estrella. Cada palo representa un día del ciclo lunar.

Llegamos ahora a la descripción de la ceremonia, tal y como tendría que celebrarse según la tradición más antigua.

Al alba, todos los participantes suben sobre una colina y desde allí imploran al Sol para que les conceda la fuerza y el coraje para enfrentarse a un ritual tan complicado. Después de haberse sometido a la purificación, se pintan de rojo las manos y los pies y se dibujan rayas azules uno sobre la espalda del otro. Se adornan además con medallones, silbatos y otros objetos que los ayudarán en el autosacrificio.

Cada danzante es sostenido por alguien que ya ha probado la misma experiencia.

Las mujeres de los danzantes desempeñan una función muy importante, ya que, para ayudar a sus esposos, se someten a castigos corporales: colocan las palmas de las manos ante el chamán (el brujo o el mago) para que les haga varios cortes. Esta tradición se basa en la creencia según la cual las mujeres pueden aliviar el dolor de los maridos compartiendo con ellos el sacrificio en una especie de comunión física y espiritual.

Durante la danza, las mujeres secan el sudor y desinfectan las heridas de los esposos con hierbas medicinales que, conservadas con mucho cuidado, constituyen luego un potente talismán de amor.

Después de los distintos preliminares se pasa al núcleo central del ritual: se improvisa entonces una especie de batalla simulada durante la cual los nuevos adeptos son cogidos por los que en un pasado habían ya cumplido el sacrificio y les hacen varias incisiones sobre su piel.

A través de estas heridas se hacen pasar travesaños de madera unidos luego al palo central con cuerdas. Empieza entonces el canto y la danza, que se hará cada vez más frenética: las laceraciones de la piel son muy dolorosas, pero todos soportan el sacrificio y continúan silbando y mirando fijamente el disco solar. El ritmo del canto se hace tan apremiante y la sugestión alcanza tales niveles que provocan el éxtasis colectivo. El sacrificio representa la liberación de la propia individualidad a través del tormento físico y permite al espíritu elevarse y unirse al dios Sol que, purificando y bendiciendo a los devotos, los ayudará a librarse de la ignorancia, haciéndolos más libres y sabios.

Llegados a este punto, me parece conveniente repetir la diferencia existente entre el brujo y el poseído, que coincide con la diferencia entre la actividad y la pasividad. El mago, de hecho, se provoca el trance y, en esta condición, permanece como patrón de sí mismo. El poseído, en cambio, sufre el trance y pierde el control de sí mismo.

 

 

El yoga

 

Pataujali, el filósofo indio que ha proporcionado la definición más clásica del yoga lo define como un método que provoca la supresión de los estados de conciencia.

 

Esto presupone el conocimiento de todos los estados en los que se puede encontrar la conciencia humana:

 

estados ilusorios (sueños, alucinaciones, etc.);

experiencias psicológicas normales;

experiencias parapsicológicas hechas posibles a través del yoga.

 

A través de la concentración que provoca el yoga se pueden evitar las distracciones e interrumpir todos los automatismos mentales que caracterizan la conciencia normal. El hombre se vuelve capaz de dominar el propio pensamiento y ya no sufre más los influjos del mundo externo y del propio inconsciente de manera pasiva.

Esta capacidad de concentración es extremadamente difícil de alcanzar; pero existen varios ejercicios, enseñados por los yoguis más expertos que, si se practican con paciencia, llevan al resultado deseado. Resumiré algunos a continuación.[4]

 

 

Técnicas corporales

 

FRENOS (YAMA)

Se trata de una serie de reglas de carácter moral que facilitan la purificación del iniciado.

 

DISCIPLINAS (NIYAMA)

Se trata de una serie de ejercicios de carácter moral y ascético (por ejemplo, soportar hambre, sed, calor, frío, etc.).

 

ASUNCIÓN DE DETERMINADAS ACTITUDES Y POSICIONES DEL CUERPO (ASANA)

Se trata de un ejercicio de relajación; estas posturas se alcanzan con los famosos ejercicios físicos del yoga, de los que seguramente hemos oído hablar y que, suspendiendo la atención dirigida al cuerpo, favorecen la meditación.

 

CONTROL DEL RITMO DE LA RESPIRACIÓN (PRANAYAMA)

Se realiza a través de la reducción progresiva de las tres fases de la respiración: inspiración, conservación del aire en los pulmones y espiración; el perfeccionamiento de estos ejercicios permite además interrumpir la respiración.

Normalmente, el yogui calcula el tiempo de la propia respiración repitiendo mentalmente de manera obsesiva la sílaba om u otras fórmulas e invocaciones.

Es interesante subrayar que las técnicas respiratorias se han utilizado y todavía se utilizan en muchas comunidades religiosas para acercar el hombre a Dios y favorecer la concentración. Es el caso, por ejemplo, de muchos místicos islámicos y de algunas comunidades monásticas cristianas, que han elaborado una forma de plegaria que consiste en la repetición continua de la fórmula «Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí», que se tiene que pronunciar siguiendo el ritmo de la respiración, reducida al máximo.

 

 

Técnicas mentales

 

Citaré aquí las técnicas que, modificadas y simplificadas, constituyen la base de todas las iniciaciones, incluso de las modernas.

 

EMANCIPACIÓN DE LOS ESTÍMULOS EXTERNOS (PRATYARA)

Se alcanza a través del examen de los propios pensamientos que deben dirigirse intentando evitar las distracciones y las divagaciones de la mente.

 

CONCENTRACIÓN DEL PENSAMIENTO SOBRE UN SÓLO OBJETO (DHARANA)

Se alcanza asumiendo como punto de referencia un objeto, interno o externo al cuerpo, sobre el que se tiene que apuntar y mantener fija la atención mental.

 

MEDITACIÓN (DHYANA)

Constituye el nivel más profundo de la técnica de concentración del pensamiento sobre un solo objeto. Se accede, de hecho, a la fase de la meditación a través de la prolongación de la concentración sobre el objeto preelegido: se obtiene de esta forma el conocimiento pleno del propio objeto.

 

 

Métodos alternativos

 

El etnólogo peruano Carlos Castaneda ha descrito en algunas de sus obras algunos métodos particulares para alcanzar un estado alterado de conciencia: la técnica onírica y la interrupción del diálogo interno. Para estudiar las tradiciones de los indios mejicanos se convirtió en aprendiz de un brujo, don Juan. El texto que viene a continuación está sacado de la descripción de su iniciación.

 

«“Soñar” era una de las unidades pragmáticas fundamentales de su sistema que implicaba que se cultivase un peculiar control sobre los propios sueños, hasta tal punto que las experiencias que había tenido durante el sueño y las vividas durante la vela adquirieran el mismo valor pragmático.

»Los brujos afirmaban que, en contacto directo con el “soñar”, ya no valían los habituales criterios de diferenciación entre sueño y realidad.

»La técnica del “soñar” de don Juan era un ejercicio consistente en encontrar las propias manos en un sueño.

»En otras palabras, uno tenía que soñar deliberadamente lo que se proponía y reencontrar las propias manos en el sueño, simplemente soñando que se levantaban las manos al nivel de los ojos [...]. Don Juan me había advertido que el primer estadio preparatorio [...] consistía en una lucha mortal de la mente consigo misma, y que una parte de mí habría hecho cualquier esfuerzo para impedirme alcanzar el éxito.

»[...] Al principio de nuestras relaciones, don Juan me había explicado otra técnica: caminar largos trayectos sin colocar la mirada en un lugar concreto [...].

»Me había asegurado que este ejercicio era el único para conseguir interrumpir el diálogo interno [...]; había practicado durante años esa técnica sin experimentar ningún cambio.

»Pero un día me di cuenta desconcertado de que había caminado durante diez minutos sin decirme una sola palabra [...].

»Todo mi proceso de pensamiento se había interrumpido y me había encontrado prácticamente suspendido [...].

»“Ya había dicho que el diálogo interno es lo que se funda” observó don Juan. “El mundo es así y así, o diverso, porque nosotros hablamos a nosotros mismos de su ser así y así, o de forma distinta [...]. Cambiar nuestra idea del mundo es el punto crucial de la magia.

»E interrumpir el diálogo interno es la única forma para conseguirlo.”»[5]

 

 

Ejercicios de concentración: un ejemplo práctico

 

He descrito hasta ahora los diversos métodos de concentración con la intención de alcanzar estados alterados de conciencia. Propongo en este apartado una serie ejemplificativa y sintética de todas las experiencias descritas, de ejercicios prácticos a seguir para liberar la mente y la conciencia de la cotidianidad y de la autoconciencia. Estos ejercicios se distinguen en dos fases que corresponden a distintos niveles de preparación. Naturalmente es mejor empezar con la primera fase y proceder en orden: no debemos olvidar que estamos actuando sobre nuestra dimensión más profunda y que un proceso de esta importancia precisa mucha atención y paciencia.

Antes de nada hay que tener en cuenta una premisa muy importante: antes de dedicarnos a los ejercicios, es necesario que sigamos con constancia las indicaciones generales proporcionadas en el capítulo «Las características del mago» (y concretamente en su apartado «La iniciación»), porque de esta forma nos predispondremos del modo más oportuno a las experiencias que estamos a punto de experimentar.

 

 

Primera fase

 

Nos prepararemos un lugar adecuado para la realización de los ejercicios: tiene que tratarse de un ángulo tranquilo y cómodo. Podemos acomodarnos sobre nuestro sillón favorito y estirarnos sobre el sofá, la cama, o cualquier otro sitio donde nos encontremos cómodamente; lo importante es que la posición preelegida facilite la relajación.

Eliminaremos cualquier distracción (teléfono, timbre, radio, televisión, etc.) y nos aseguraremos de que nadie pueda venir a molestarnos.

Empezaremos con un ejercicio de control de la respiración (puede consultarse el apartado dedicado al yoga): tenemos que conseguir que nuestra respiración sea lenta y rítmica.

Durante un rato dejaremos correr nuestros pensamientos libremente, sin detenernos sobre ninguno ni dejar que las preocupaciones cotidianas nos molesten.

Permaneceremos en esta condición durante unos minutos.

Repetiremos este ejercicio durante unos días hasta que nos sintamos capaces de hacerlo correctamente.

Ahora tenemos que imponernos un solo y único pensamiento (puede estar dirigido a nuestro trabajo, a nuestro amor, a un cierto instante de nuestra vida, etc.). Lo más importante es que se trate de un pensamiento sencillo, no articulado, porque de otra forma nos haría divagar fácilmente. Por ejemplo, si pensamos en nuestra persona amada, debemos concentrarnos sobre un solo detalle de su rostro en particular.

También tendremos que repetir este ejercicio todos los días hasta que no seamos capaces de mantener perfectamente concentrada nuestra atención durante unos minutos.

La parte más difícil, con la que se concluye esta fase de ejercicios preparatorios, consiste en el intento de alcanzar de forma gradual el vacío mental. En la práctica es necesario que bloqueemos nuestros pensamientos, intentando visualizar únicamente una pizarra negra.

 

 

Segunda fase

 

Esta fase de ejercicios prevé la intervención de los cinco sentidos.

Se aconseja empezar ejercitando la vista de esta forma: escogeremos objetos que usamos cotidianamente (como, por ejemplo, llaves, un lápiz, un cuaderno, cubiertos, etc.).

Los cogeremos uno por uno y concentraremos en ellos todos nuestros pensamientos; los observaremos atentamente y contemplaremos detenidamente cada uno de los diversos aspectos (color, forma, tamaño, etc.).

Cerraremos luego los ojos e intentaremos recordar cada uno de los objetos con la mente con toda suerte de detalles.

Este ejercicio no es tan sencillo como pueda parecer, por lo que no debemos desanimarnos si los primeros intentos son decepcionantes.

La duración media de este ejercicio tiene que ser de unos quince minutos aproximadamente.

Pasaremos luego al oído. Con los ojos cerrados intentaremos conseguir el vacío mental; nos esforzaremos por escuchar luego el sonido de una campana de plata, el tictac de un reloj, el rumor de la lluvia o cualquier otro sonido que nos guste escuchar.

Podremos considerar que hemos llegado a buen punto cuando consigamos prolongar esta percepción durante unos minutos.

Practicaremos ahora el tacto. Cogeremos retales de tejidos de diversa consistencia (lino, algodón, lana, seda, raso, terciopelo, piel, etc.).

Siempre con los ojos cerrados, tocaremos un retal cada vez y nos esforzaremos en percibir las sensaciones que provoca en nosotros; intentaremos imaginarnos luego a nosotros mismos que pasamos a formar parte del tejido.

También este ejercicio se prolonga durante un cuarto de hora aproximadamente.

Para ejercitar el olfato, podemos concentrar nuestra mente sobre el perfume de las flores, de la fruta, del pan o también, si queremos, sobre olores desagradables.

Evidentemente, el ejercicio consiste en esforzarse en percibir los olores sin visualizar el objeto que los emana.

Se ejercita finalmente el gusto, intentando percibir el sabor de una comida al azar sin visualizarla.

Al realizar estos ejercicios se recomienda seriedad y paciencia: no debemos intentar acelerar el proceso de aprendizaje porque nos mentiríamos sólo a nosotros mismos y a la larga el tiempo nos perjudicaría.

Tenemos que prepararnos con la máxima escrupulosidad y, sin esperar resultados clamorosos, continuaremos con constancia.

Si estamos demasiado distantes o vivimos un momento de particular tensión, aplazaremos los ejercicios a un periodo más sereno, ya que nos arriesgaríamos de otro modo a empeorar nuestra situación.

¿Todo esto nos parece demasiado complicado? En realidad no se trata de una experiencia que todo el mundo pueda vivir, pero la magia no está destinada ciertamente a muchos y el camino de iniciación está repleto de peligros y trampas.

Quizás unos pocos de entre los que leen este libro tendrán el deseo de seguir este camino: muchos lo intentarán y luego desistirán. No importa: lo esencial es que se puedan aprender a vivir mejor con ellos mismos y con los demás: esto es ya una pequeña magia y un gran éxito. ¿No es cierto?