laceria
(De lacerar).
1. f. p. us. Miseria, pobreza.
2. f. p. us. Trabajo, fatiga, molestia.
3. f. ant. elefantiasis.
Entramos, primer domingo después de Cuaresma, en poder de la hambre viva, porque tal laceria no admite encarecimiento.
FRANCISCO DE QUEVEDO, La vida del Buscón llamado Don Pablos
lambrucio, cia
(De lamber, formación expresiva).
1. adj. coloq. Goloso, glotón.
La otra razón que ponía sobre los despotismos de Reina un candado en los labios de sus víctimas, era que todos los días aparecía esta a los ojos de aquellas con un papelón de dulces, bizcochos y tortas en la mano, bella como la fortuna que reparte sus dones, y tirándoselo aunque fuese en el suelo, si no hallaba mesa o banco a la mano, les decía con dignidad: tomad, lambrucias, engullid y hartaos.
FERNÁN CABALLERO, Lágrimas
lampo
(Del b. lat. lampāre, brillar).
1. m. poét. Resplandor o brillo pronto y fugaz, como el del relámpago.
Después, cual lampo fugitivo y leve,
como soplo veloz,
pasó el amor..., la ciencia de la vida...
mas... aun vivís los dos.
ROSALÍA DE CASTRO, Tú para mí, yo para ti, bien mío
lancinante
(Del ant. part. act. de lancinar).
1. adj. Dicho de un dolor: Muy agudo.
Aquel peligroso juego atraíalo como una emoción a la vez lancinante y deliciosa, por más que el fin estuviese previsto como una obra de su puñal.
LEOPOLDO LUGONES, Francesca
lardoso, sa
(De lardo).
1. adj. Grasiento, pringoso.
De sus ojos que le bailaban y del ansia de su resuello de mujer lardosa le salía el gozo de decir alguna noticia caliente.
GABRIEL MIRÓ, El obispo leproso
lauto, ta
(Del lat. lautus).
1. adj. p. us. Rico, espléndido, opulento.
Agora sí que tendremos
gusto abierto y rica jira,
regodeos hasta el tope,
lautas y limpias comidas.
Mudaremos este pelo
de sayal con cebollinas
martas.
MIGUEL DE CERVANTES, La entretenida
lazareto
(Del it. lazzaretto).
1. m. Establecimiento sanitario para aislar a los infectados o sospechosos de enfermedades contagiosas.
2. m. Hospital de leprosos.
Entro en el café del Siglo, donde creía encontrar a su hermano; pero Leopoldo Montes me dijo que no habiendo aceptado Villalonga la dirección de Beneficencia y Sanidad, había encargado a Juan Pablo un trabajo delicadísimo y muy enojoso... cosa de poner en claro unas cuentas de lazaretos; y me le tenía en la oficina de sol a sol.
BENITO PÉREZ GALDÓS, Fortunata y Jacinta
ledamente
1. adv. m. Con alegría, o plácidamente. U. m. en leng. poét.
En los días de sol —que no eran todos en la Arcosa cenicienta y húmeda que baña sus pies en un sacro río, de los infinitos que por la Península corren más o menos ledamente—, cuando salía yo a la calle, gozaba, con una alegría misteriosa, la sombra proyectada por el Arco, y mis ojos no acertaban a separarse de sus relieves, casi aniquilados por el tiempo.
EMILIA PARDO BAZÁN, El Arco
lenidad
(Del lat. lenĭtas, -ātis).
1. f. Blandura en exigir el cumplimiento de los deberes o en castigar las faltas.
¡Yo, que he abierto los ojos a la luz; yo, que me he arrancado la venda del insensato cariño que me hacía transigir con todas sus iniquidades; yo, que estoy arrepentido y avergonzado de mi lenidad y tolerancia para contigo; yo, que pido perdón a los hombres por haberte amparado, como te amparé varias veces, contra su justa cólera!
PEDRO ANTONIO DE ALARCÓN, El escándalo
lercha
(De or. inc.).
1. f. Junquillo con que se ensartan aves o peces muertos, para llevarlos de una parte a otra.
¡Oh encantadores aciagos y malintencionados, y quién os viera a todos ensartados por las agallas, como sardinas en lercha!
MIGUEL DE CERVANTES, Don Quijote de la Mancha
licnobio, bia
(Del gr. λυχνόβιος, que vive a la luz de la lámpara).
1. adj. Dicho de una persona: Que vive con luz artificial, haciendo de la noche día. U. t. c. s.
Pues a tal lugar, y de noche, y arrastrando ladridos tales, llegóse sin temor como quien conoce el terreno que pisa, el empecatado licnobio; y qué motivos le llevaron a pedir allí albergue por aquella noche.
JACINTO BENAVENTE, De sobremesa
ligamen
(Del lat. ligāmen, atadura).
1. m. Maleficio durante el cual se creía supersticiosamente que quedaba ligada la facultad de la generación.
2. m. Der. Impedimento dirimente que para nuevo matrimonio supone el vínculo de un matrimonio anterior no disuelto legalmente.
El mismo Pedro afortunado espectador único al que aquellas tres vulgares y derrotadas mujeres consideraban digno para exhibir ante él su subyacente naturaleza divina, sentía también la rotura del ligamen.
LUIS MARTÍN-SANTOS, Tiempo de silencio
liento, ta
(Del lat. lentus).
1. adj. p. us. húmedo (|| impregnado de agua).
Y, el cuerpo de él, como el de un toro salvaje, se agitó al liento enervante del deseo.
JOSÉ MARÍA VILA, Las horas de la tarde
lilao
(Del port. leilão, subasta pública).
1. m. coloq. Ostentación vana en el porte o en palabras y acciones.
¿Para qué es tanto lilao? sino a ojos cegarritas déjese de recancanillas y cásese, pues le viene muy ancho.
FRANCISCO DE QUEVEDO, Cuento de cuentos
limen
(Del lat. limen).
1. m. poét. umbral (|| pieza inferior o escalón de una puerta o entrada).
2. m. Paso primero o entrada al conocimiento de una materia.
Que en ese enjuto seno
se aposentaba el crimen,
desque al rubor ajeno
pudo salvar el limen
que lleva al desenfreno,
fue su ventura gota
de matinal rocío
que rudo viento azota,
o que ferviente estío
con seco rayo agota.
ADOLFO BERRO, Una mujer en la tumba
lipemanía
(Del gr. λύπη, tristeza, y manía).
1. f. Med. melancolía (|| monomanía caracterizada por la tristeza).
Hamlet y Don Quijote son los dos tipos humanos que más le subyugan. Él se sabe por qué. Pero es de advertir que Arturo padece, desde niño, la lipemanía de Hamlet, veteada por las violentas genialidades de don Quijote.
JUAN JOSÉ DOMENCHINA, La túnica de Neso
liróforo
(Del gr. λύρα, lira, y –´foro).
1. m. poeta.
Padre y maestro mágico, liróforo celeste
que al instrumento olímpico y a la siringa agreste
diste tu acento encantador;
¡Panida! Pan tú mismo, con coros condujiste
hacia el propíleo sacro que amaba tu alma triste,
¡al son del sistro y del tambor!
RUBÉN DARÍO, Responso a Verlaine
lobisón
(Del port. lobishome).
1. m. hombre lobo.
Pero ¿qué me dicen del lobisón, que anda desde el tiempo de Ñaupa y que se transforma en toda suerte de animales y alimañas; del hombre-perro, que nadie podía agarrar, y que todavía se aparece de vez en cuando; de las viudas que se presentan donde quiera, cuando menos se piensa, lo mismo ahora que cuando mi abuela vivía; del hombre-chancho, que anduvo cuando yo era muchacho por el barrio de los Corrales y de San Cristóbal, que le menearon bala y más bala, sin hacerle ni siquiera un rasguño?
ROBERTO PAYRÓ, El fantasma
longincuo, cua
(Del lat. longinqŭus).
1. adj. distante (|| apartado).
Esto decía, mientras ataba las bestias, Sancho, dejándolas a la proteción y amparo de los encantadores, con harto dolor de su ánima. Don Quijote le dijo que no tuviese pena del desamparo de aquellos animales, que el que los llevaría a ellos por tan longincuos caminos y regiones tendría cuenta de sustentarlos.
MIGUEL DE CERVANTES, Don Quijote de la Mancha
lubricán
(De lupus, lobo, y canis, perro, infl. por lóbrego).
1. m. crepúsculo.
Es el lubricán: la hora en que se confunde el perro con el lobo, el lobo con el can. Anochece. Es la hora de la tregua. Todo en la naturaleza se dispone al descanso.
ANTONIO GALA, La casa sosegada
ludibrio
(Del lat. ludibrĭum).
1. m. Escarnio, desprecio, mofa.
D. Eugenio sintió aquel nuevo agravio, y se lanzó sobre el tío Lucas como un basilisco. Pero la señá Frasquita metió el montante, apartando al Corregidor con el brazo de marras, y Su Señoría, en evitación de otra voltereta y del consiguiente ludibrio, se dejó atropellar sin decir oxte ni moxte. Estaba visto que aquella mujer había nacido para domadora del pobre viejo.
PEDRO ANTONIO DE ALARCÓN, El sombrero de tres picos
ludir
(Quizá del lat. ludĕre, jugar).
1. tr. Frotar, estregar, rozar algo con otra cosa.
No ensillaremos jamás el toroso Vaveo
de egoísmo y de aquel ludir mortal
de sábana,
desque la mujer esta
¡cuánto pesa de general!
CÉSAR VALLEJO, Trilce
lupanar
(Del lat. lupānar, -āris).
1. m. mancebía (|| casa de prostitución).
Le tranquilizo al respecto, diciéndole que le he dejado muy bien acompañado en un lupanar.
EDUARDO MENDOZA, El asombroso viaje de Pomponio Flato