acrimonia
(Del lat. acrimonĭa).
1. f. Aspereza de las cosas, especialmente al gusto o al olfato.
2. f. Agudeza del dolor.
3. f. Aspereza o desabrimiento en el carácter o en el trato.
Sonriendo para sus adentros, el magistrado pensó que estos humildes labradores —no había duda que procedían del Ande y que habían vivido en contacto con la gleba— lo hacían sentirse un padre acrimonioso que se niega a autorizar la boda de su hijo.
MARIO VARGAS LLOSA, La tía Julia y el escribidor
acucia
(Del b. lat. acutia ‘astucia, agudeza’, der. del lat. acūtus ‘agudo’).
1. f. Diligencia, solicitud, prisa.
2. f. Deseo vehemente.
Todos ponían acucia en aderezar sus armas y caballos y lo necesario, esperando que en saliendo aquellos reyes de aquella península, moviera el rey Lisuarte contra ellos.
GARCI RODRÍGUEZ DE MONTALVO, Amadís de Gaula
adamar
(Del lat. adamāre).
1. tr. p. us. Cortejar, requebrar.
2. tr. ant. Amar con vehemencia.
3. prnl. Enamorarse de alguien o de algo.
¡Ay!, ¡ama, campesino!,
¡adámate de amor por tus labores!
El encanto del campo está seguro;
para ti, en ti, por ti, de ti lo espero.
MIGUEL HERNÁNDEZ, Profecía sobre el campesino
adarce
(Del lat. adarce, y este del gr. ἀδάρκη).
1. m. Costra salina que las aguas del mar forman en los objetos que mojan.
Pero el ala de libélula está ahí;
suena entre los sentidos y el avaro sueño.
Ella sólo es verdad, duerme y despierta.
No vuelvas la cabeza porque todo el vuelo de la espuma se convertirá en adarce.
FRANCISCO PINO, Distinto y junto
adipocira
(Del fr. adipocire).
1. f. Grasa cadavérica; sustancia grisácea blanda y jabonosa constituida por una mezcla de jabón amoniacal con potasa, cal y ciertos ácidos grasos. Es producto de la descomposición de cadáveres sumergidos en agua o sepultados en terreno húmedo.
La ocena de esta mujer me solivianta el estómago. Su aliento huele a adipocira.
JUAN JOSÉ DOMENCHINA, La túnica de Neso
agibílibus
(Del b. lat. agibilis ‘ingenioso, diestro’).
1. m. coloq. Habilidad, ingenio, a veces pícaro, para desenvolverse en la vida.
2. m. coloq. Persona que tiene esta habilidad.
El conde actual secundado
por un viejecillo enteco
y apergaminado, que es
su agente y su consejero,
hacia grandes ganancias
procuradas en silencio
por aquel grande agibílibus,
en cálculos gran maestro.
JOSÉ ZORRILLA, La leyenda del Cid
agible
(Del b. lat. agibĭlis).
1. adj. Factible o hacedero.
Sí puede; y es tan agible
lo que dices, que se ve
que, en las posibles, no sé
otra cosa más posible.
MIGUEL DE CERVANTES, El laberinto de amor
agonal
(Del lat. agonālis).
1. adj. Perteneciente o relativo a los certámenes, luchas y juegos públicos, tanto corporales como de ingenio.
2. adj. Perteneciente o relativo al combate; que implica lucha.
Menos solicitó veloz saeta
destinada señal, que mordió aguda;
agonal carro por la arena muda
no coronó con más silencio meta,
que presurosa corre, que secreta
a su fin nuestra edad. A quien lo duda,
fiera que sea de razón desnuda,
cada sol repetido es un cometa.
LUIS DE GÓNGORA, De la brevedad engañosa de la vida
alacridad
(Del lat. alacrĭtas, -ātis).
1. f. Alegría y presteza del ánimo para hacer algo.
Acepto con alacridad y nos ponemos en marcha. Mis desviados pasos no me habían alejado demasiado de nuestro destino y al cabo de poco avistamos la casa.
EDUARDO MENDOZA, El asombroso viaje de Pomponio Flato
aladar
(Del ár. hisp. *al‘aḏár, y este del ár. clás. ‘iḏār).
1. m. Mechón de pelo que cae sobre cada una de las sienes. U. m. en pl.
Libre quedó,
como el Santo de Pajares.
Sobraron estos renglones
en que hallarás más razones
que en mi cabeza aladares.
LOPE DE VEGA, La dama boba
alafia
(Del ár. hisp. al‘áfya, y este del ár. clás. ‘āfiyah ‘salud’).
1. f. coloq. p. us. Gracia, perdón, misericordia. Pedir alafia.
Algo zafia
será la acción, mas con ella
quizá la que ahora os huella
os pida después alafia.
MANUEL BRETÓN DE LOS HERREROS, Finezas contra desvíos
albéitar
(Del ár. hisp. albáyṭar, este del ár. clás. bayṭar o bayṭār, y este del gr. ἱππιατρός).
1. m. veterinario (|| hombre que ejerce la veterinaria).
Era Don Lope Calderete, mesonero, comadrón y albéitar en Solana del Maestre.
VALLE-INCLÁN, La Corte de los Milagros
alcartaz
(Del ár. hisp. alqarṭás o alqirṭás, este del ár. clás. qirṭās, y este del gr. χάρτης ‘hoja de papiro’).
1. m. cucurucho (|| papel arrollado en forma cónica).
2. m. cucurucho (|| capirote).
A poco que escudriñásemos en nuestros jergones o debajo de nuestras almohadas, reuníamos sin gran esfuerzo una docena de bichejos asquerosos. Rendíamos nuestro tributo al inventor de la diablura, y él juntaba en un solo alcartaz las chinches de todos.
EMILIA PARDO BAZÁN, Una cristiana
alebrarse
(De a-1 y liebre).
1. prnl. Echarse en el suelo pegándose contra él.
2. prnl. acobardarse.
La perra agitó el muñón y olfateó con avidez la boca de la hura. Finalmente se alebró, la pequeña cabeza ladeada, y quedó inmóvil, al acecho.
MIGUEL DELIBES, Las ratas
alectomancia o alectomancía
(Del gr. ἀλέκτωρ ‘gallo’ y -mancia).
1. f. Adivinación por el canto del gallo o por la piedra de su hígado.
Sosteniendo un viejo gallo pataruco de mi padre, cacareante él, con las crestas y las carándulas cenicientas, y casi sin plumas, ejercí la alectomancia.
DENZIL ROMERO, Entrego los demonios
algente
(Del lat. algens, -entis, part. act. de algēre ‘estar frío’).
1. adj. poét. De temperatura fría.
Desnudo al látigo de la ventisca algente
doblegaré las garras de los aires estrellados
y templaré mi carne pordiosera
entre el blancor de alguna falda trágica
para llegar a las alturas níveas
de mi cumbre a toda asta
donde rodando aludes
despeñaré una lágrima.
ANTONIO DOMÍNGUEZ HIDALGO, Último amor
alhorre1
(Quizá del ár. hisp. *alẖúrr, y este del ár. clás. ẖur’ ‘excremento’).
1. m. Excremento de los niños recién nacidos.
Barístides sorteó complejos laberintos y me condujo a un fétido sumidero, cuajado de croantes y agónicas ranas. En medio de alhorres y cadáveres de batracios, me encontré al Vigésimo Gran Padre Mandarín.
MIGUEL ESPINOSA, Escuela de mandarines
alipori
1. m. coloq. vergüenza ajena.
Les estallan centrales nucleares a sus proveedores, y se acurrucan en sus sedes entre el susto y el alipori.
ALFONSO USSÍA, Cosas que pasan
amasio, sia
(Del lat. amasĭa, f. de amasĭus).
1. m. y f. querido.
Por una ventana abierta de par en par entre sus cejas negras distinguía una fogata encendida junto a cipresales de carbón verdoso y tapias de humo blanco, en medio de un patio borracho por la noche, amasia de centinelas y almácigo de estrellas.
MIGUEL ÁNGEL ASTURIAS, El Señor Presidente
amatividad
(De amativo).
1. f. Instinto del amor sexual.
Terminaba por incorporarse con mal humor y se ponía a pasear, sin el menor deseo de que volviera su marido, exuberante de amatividad...
ELENA SORIANO, Caza menor
ampo
(De lampo).
1. m. Blancura resplandeciente.
2. m. Copo de nieve. U. m. en pl.
Figuráos una casita blanca como el ampo de la nieve, con su cubierta de tejas rojizas las unas, verdinegras las otras, entre las cuales crecen un sin fin de jaramagos y matas de resedá.
GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER, La venta de los gatos
anabolena
(De Ana Bolena, mujer de Enrique VIII, rey de Inglaterra).
1. f. Mujer alocada y trapisondista.
¡Ay cuñada, soles y lluvia, andar caminos, pasar trabajos, fueron tus romerías en este mundo! ¡Ay cuñada, por cismas te despartiste de tus familias! ¡Y qué mala virazón tuviste para mí, cuñada! ¡Ay, cuñada, te movían lenguas anabolenas!
VALLE-INCLÁN, Divinas palabras
anacalo, la
(Cf. añacal).
1. m. y f. Criado de la hornera, que iba a las casas particulares por el pan que se había de cocer.
Mandaderos, mozas, anacalos y aprendices con bandejas, cuévanos y tablas de hornos y pastelerías.
GABRIEL MIRÓ, El obispo leproso
anaquel
(Quizá del ár. hisp. manáqil, pl. de manqálah, y este del ár. clás. minqalah ‘banco’, ‘soporte’).
1. m. Cada una de las tablas puestas horizontalmente en los muros, o en armarios, alacenas, etc., para colocar sobre ellas libros, piezas de vajilla o cualesquiera otras cosas de uso doméstico o destinadas a la venta.
A cada uno de los muros de cada hexágono corresponden cinco anaqueles; cada anaquel encierra treinta y dos libros de formato uniforme; cada libro es de cuatrocientas diez páginas; cada página, de cuarenta renglones; cada renglón, de unas ochenta letras de color negro.
JORGE LUIS BORGES, La Biblioteca de Babel
ancila
(Del lat. ancilla).
1. f. p. us. Sierva, esclava, criada.
No hay otra soberanía en el Estado sino es el Derecho puro, cuya acabada expresión es la supremacía de la ley civil, a la cual se doblega y sirve como ancila la fuerza armada.
RAMÓN PÉREZ DE AYALA, Hermann encadenado
andancio
(De andar1).
1. m. Enfermedad epidémica leve.
Es que no puedo remediarlo, subcomisario, que me estoy yendo por arriba y por abajo. Perdóneme, por favor, lo siento.... Es el andancio, es el andancio...
JUAN PEDRO APARICIO, Retratos de ambigú
andorga
(Cruce de andullo y pandorga).
1. f. coloq. vientre (|| cavidad del cuerpo de los vertebrados).
Y nadie diga que Madrid es caro, porque para aquel que se mantiene con prudencia, siempre es bastante barato. El pobre llena la andorga con sus cuatro cuartos corrientes, y el rico con su caudal.
FEDERICO GÓMEZ ARIAS, Recetas morales, políticas y precisas para vivir en la Corte
andrómina
(De or. desc., quizá del n. p. de Andrómeda, personaje mitológico).
1. f. coloq. Embuste, enredo. U. m. en pl. No me vengas con andróminas.
¡Vamos, vamos, déjese de esas andróminas, señorito; a cenar y a la cama! ¡Y mañana será otro día!
MIGUEL DE UNAMUNO, Niebla
anfractuoso, sa
(Del lat. anfractuōsus ‘lleno de vueltas o rodeos’).
1. adj. Quebrado, sinuoso, tortuoso, desigual.
Allá a lo lejos, la oscuridad azulosa de los montes del fondo, con sus perfiles de puntiagudos picachos y denteladas rocas que se cortan oscuras en un ángulo de anfractuosas sinuosidades sobre el diáfano azul pálido del cielo y la blancura deslumbrante de las nubes matinales.
JOSÉ ASUNCIÓN SILVA, De sobremesa
antruejada
(De antruejar).
1. f. Broma grotesca en tiempo de carnaval.
En un carnaval ha de haber crueles antruejadas, rey de gallos procaz, gran regocijo, desacato; el entierro de la sardina ha de ser blasfemo y sacrílego; y luego, que truenen los curas desde el púlpito llamando a la penitencia.
JOAQUÍN VIDAL, «¿Máscaras, me conoces?», artículo en El País
añagaza
(Del ár. hisp. annaqqáza ‘señuelo’, y este del ár. clás. naqqāz ‘pájaro saltarín’).
1. f. Artificio para atraer con engaño.
2. f. Señuelo para coger aves. Comúnmente es un pájaro de la especie de los que se trata de cazar.
¿Quién es el hijo cruel
que a su madre despedaza
y luego, con añagaza,
ella se lo come a él?*
Adivinanza popular
* El arado.
archipámpano
1. m. fest. Persona que ejerce gran dignidad o autoridad imaginaria.
Paula y Blas convinieron un día en que si sus respectivas herencias se convirtiesen en una sola propiedad y se añadiesen a ésta algunas reses en aparcería y algunas tierras a renta, se podría pasar con todo ello una vida que ni la del archipámpano de Sevilla.
JOSÉ MARÍA DE PEREDA, Tipos y paisajes
areópago
(Del lat. areopăgus, y este del gr. ᾿Αρειόπαγος ‘colina de Ares’).
1. m. Tribunal superior de la antigua Atenas.
ORTOGR. Escr. con may. inicial.
2. m. Grupo de personas graves a quienes se atribuye, las más veces irónicamente, predominio o autoridad para resolver ciertos asuntos.
Aquí en el Paraguay, antes de la Dictadura Perpetua, estábamos llenos de escribientes, de doctores, de hombres cultos, no de cultivadores, agricultores, hombres trabajadores, como debiera ser y ahora lo es. Aquellos cultos idiotas querían fundar el Areópago de las Letras, las Artes y las Ciencias. Les puse el pie encima. Se volvieron pasquineros, panfleteros.
AUGUSTO ROA BASTOS, Yo, el Supremo
aristarco
(Por alus. a Aristarco, famoso crítico de la antigüedad).
1. m. Crítico entendido, pero excesivamente severo.
Se llamaba a sí mismo el Ícaro de tus pies de miel —imagen que le había valido las burlas de un aristarco de Caras y caretas—, y el poema no era más que un salto supremo en pos del ideal imposible y por eso más bello, el ascenso a través de los versos en un vuelo desesperado hacia el sol que iba a quemarlo y precipitarlo en la muerte.
JULIO CORTÁZAR, Octaedro
arrepticio, cia
(Del lat. arreptitĭus).
1. adj. Endemoniado o espiritado.
Que me perdonen los arrepticios que creen que no se puede elogiar a un adversario por nada.
AZORÍN, Sobre la elegancia
artejo
(Del lat. articŭlus, dim. de artus ‘artejo’, ‘nudo’).
1. m. nudillo (|| de los dedos).
2. m. Zool. Cada una de las piezas, articuladas entre sí, que forman los apéndices de los artrópodos.
Y de este bien del alma a veces redunda en el cuerpo la unción del Espíritu Santo y goza toda la sustancia sensitiva y todos los miembros y huesos y médulas, no tan remisamente como comúnmente suele acaecer, sino con sentimiento de grande deleite y gloria, que se siente hasta en los últimos artejos de pies y manos.
SAN JUAN DE LA CRUZ, Llama de amor viva
asendereado, da
(Del part. de asenderear).
1. adj. Agobiado de trabajos o adversidades.
2. adj. Práctico, experto.
Pero nada veía, si no era la espantosa representación de su cadáver, magullado por las peñas del río y dando tumbos con la corriente. Salíase también de aquel mal paso; y otra luz se ofrecía a la vista del asendereado candidato.
JOSÉ MARÍA DE PEREDA, Hombres de pro
astrífero, ra
(Del lat. astrĭfer, -ĕri).
1. adj. poét. Estrellado o lleno de estrellas.
El ingenioso Ortiz, y aquella rara
musa, de nuestro astrífero Mejía,
y del Menandro, bético Malara.
JUAN DE LA CUEVA, Ejemplar poético
atrición
(Del lat. attritĭo, -ōnis).
1. f. Rel. Pesar de haber ofendido a Dios, no tanto por el amor que se le tiene como por temor a las consecuencias de la ofensa cometida.
En la atrición del rostro descarnado
y en las sombras amargas de tu frente,
pincel sublime retrató inspirado
el acerbo dolor que tu alma siente.
VENTURA RUIZ AGUILERA, Mirando un cuadro de la Magdalena
aurívoro, ra
(Del lat. aurum ‘oro’ y –́voro).
1. adj. poét. Codicioso de oro.
Dejando en las ciudades (si ahora gime,
en vuestro pecho) el odio que os merece
la perfidia de amigos desleales,
la ambición turbulenta que os oprime
y la aurívora sed que os empobrece.
JUAN BAUTISTA DE ARRIAZA, Emilia