Un cuervo vio a una zorra y se acercó a ella. Dio una vuelta a su alrededor, la miró intenso y dijo sugestivo: «Dígame, señorita, ¿es que nos hemos visto antes?». La zorra no respondió, tal vez porque no era señorita. Pero el cuervo de intenso y sugestivo pasó a ser insistente. Volvió a dirigirse a la zorra: «¿No nos conocemos de ninguna parte?». Ella, una vez más, no respondió. Pero el cuervo no se dio por vencido: «Dime, nena, dónde. Que te conocí y te conozco». La zorra permaneció, sin embargo, inmutable. El cuervo insistió en su insistencia: «¿Tal vez Cairo? ¿Oxford 1959? ¿Beaujolais del mismo año?». La zorra se había ido, silenciosa, cuando el cuervo seguía todavía preguntándole a gritos DÓNDE DEMONIOS TE VI ANTES, MUÑECA???
Moraleja: Las fábulas son inútiles, ya que nadie aprende nada con ellas, como se ve en esta última fábula. Sólo una página más tarde un animal tan listo como el cuervo olvidó que las zorras no entienden una palabra de lo que dicen los cuervos.