Llamado Mallarmé, a pesar de su enorme pene-
tración crítica y su gusto por un buen cená-
culo, para disipar los desórdenes de caca-
túas literarias por su poema en el viejo Chi-
cago, donde se le leyó muy mal. Fue su ano-
tador chino, E La-pun, orientalista que Singa-
pur reclama, aunque nació en pleno río Orino-
co, quien se encargó de subir solo al Titi-
caca para depositar las cenizas de este es-
teta en un túmulo, mandándole a hacer una paja-
rera de vastas dimensiones, abusando del cono-
cimiento que tenían los indios hijos de putu-
mayos en el arte de trenzar su propia pinga-
chas o crin, no cabellera. La culpa de las dis-
putas la tuvo en parte su madre, que fue quien
puso Stéphane a alguien ya llamado mal armé.