¿QUÉ HACER

con Li Ssu, el influyente primer ministro que indujo al emperador Ch’in Shi Huan Ti a la quema de «todos los libros anteriores» a su dinastía, trescientos años antes de Cristo; con los sobrios atenienses que asesinaron a esa fuente de filosofía y de libros que fue Sócrates; con la destrucción de la biblioteca de Alejandría y su gemela en Serapis, no por Julio César accidentalmente, ni por Amrou, capitán del califa Omar, deliberadamente, como hicieron creer hasta hace poco sus verdaderos destructores, esos asiduos re-escritores de la historia: los cristianos; con los monjes medievales que borraron los pergaminos con las comedias de Menandro, casi todos los poemas de Safo y todo Píndaro, para copiar sermones y simonías; con el Santo Oficio de la Inquisición, con el Index Librorum Prohibitorum, con Calvino; con la criada de Carlyle que, convirtiendo ella sola la tragedia colectiva en comedia doméstica, usó el manuscrito de La Revolución Francesa para encender el fuego renuente; con la pacata Mrs. Clemens, que expurgó los escritos de Mark Twain antes de ser impresos; con los aterrados nativos que pegaron fuego a la choza decorada por el diablo en que murió Gauguin; con la primera esposa de Hemingway, quien perdió, entre París y Zürich, una maleta de manuscritos sin copia; con los agentes de la NKVD que destruyeron las últimas viñetas de Babel y casi todos los poemas póstumos de Mandelshtam; con los oficiales SS que quemaron en el ghetto de Drohobycz los manuscritos últimos de Bruno Schulz, antes de pegarle un tiro en la nuca; con las dos guerras mundiales que destruyeron catedrales, bibliotecas y museos, y la ciudad de Dresden en una sola noche; con el comisario cubano que mandó echar abajo el mural enorme de Amelia Peláez, culpable abstracto de matar con una de sus alas caídas a una mujer que tomaba el sol abajo en la piscina del Hilton Hotel llamado ya Habana Libre? ¿Qué hacer con ese pasado irrecobrable? ¿Qué hacer con los muchos Montags irredimibles que nos prepara el futuro peligroso por incierto—o tal vez por previsible? ¿Qué hacer con el porvenir, próximo o pospuesto, que acabará con las ideas que acabaron con los hombres que acabaron con los libros tratando de acabar con las ideas? ¿Qué hacer con el tiempo que lo destruirá todo? ¿Qué hacer con el mañana remoto indiscernible del remoto ayer? ¿Qué hacer con la eternidad, contra la nada? ¿Nada?