RECADO AL SR. GOGH

Encontramos sus dibujos muy interesantes, llenos de vida y demás. Ellos nos permitieron ver la justeza—y justicia— de su colaboración, que le agradecemos de todo corazón. En cuanto a la apreciación artística que nos solicitara, podemos decirle, sin calificarnos de expertos en la materia, que creemos que su sentido del color es un tanto exagerado; pero siempre dentro de las normas del buen gusto y jamás ofensivo. Debe, eso sí, hacer más firme su línea, que tiende a la voluta, al arabesco y a una cierta influencia—¿morisca?— cargante y cargada. Lamentablemente, carecemos de espacio para publicar todos los dibujos que nos envían nuestros atentos lectores y lectoras. Será, amigo Gogh, en otra ocasión.

En cuanto al resto de sus opiniones—que estimamos en lo que valen—, por supuesto que no dudamos por un momento en la veracidad de todo lo que relata su larga carta, tan llena de amor filial, fraternal, humano en una palabra, por lo que no creemos necesario que nos envíe pruebas al efecto. No tiene usted que molestar a ese señor Gau Guin (ni mucho menos, por favor, a esas señoras benefactoras suyas) para que le devuelva su apéndice auricular. Deseche, se lo ruego, esos pensamientos negros y toda idea malsana y concéntrese en el aprendizaje de su métier. Un último consejo: cuide, sobre todo, su ortografía.

Otrosí: si no logra descollar un día en el dominio del dibujo comercial, profesión tan bien pagada, piense siempre que la pintura de «caballete» es un gran hobby. Recuerde a Churchill, Eisenhower y demás. Por otra parte no olvide a donde puede conducir una pasión desmedida por el óleo. ¡Remember Adolfo H! Así que, como dijo el sabio oriental Confucio, «Nada en demasía».