De veras, quisiera estar muerta!
Ella, al dejarme,
vertió muchas lágrimas.
Y decíame esto:
«Por lo demás, hermanos, gozaos en el Señor. A mí no me es molesto el escribiros las mismas cosas, y para vosotros es seguro. Guardaos de los perros, guardaos de los malos obreros, guardaos de los mutiladores del cuerpo. Porque nosotros somos la circuncisión, los que en espíritu servimos a Dios y nos glorificamos en Cristo Jesús, no teniendo confianza en la carne.»
Ay, qué pena tan grande!
«Aunque yo tengo también de qué confiar decíame esto: en la carne. Si alguno piensa que tiene de qué confiar en la carne, yo más: Safo, créeme, dejarte me pesa.»
Y yo, contestando, le dije:
«Circuncidado del octavo día, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de hebreos; en cuanto a la ley, fariseo»:
Ve en paz y recuérdame
pues sabes el ansia en cuanto a celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia que es la ley, irreprensible, con que te he mimado. Y, por si no, quiero recordarte... Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdidas por amor de Cristo (cuánto gozamos) y, ciertamente, aún estimo todas las cosas como pérdida a mi lado, muchas coronas por la excelencia del conocimiento de violetas y rosas también (de Cristo Jesús), te ceñiste el cuerpo, mi señor, y en torno de tu suave cuello, por amor del cual he perdido todo, muchas guirnaldas entretejidas y lo tengo por basura que hicimos con... para ganar a Cristo, flores, y ser hallado en él, y con un perfume, no teniendo mi propia justicia, que es por ley precioso y propio de una reina, sino lo que es por la fe de Cristo frotabas la justicia que es el cuerpo de Dios por la fe»;