11. ¡TÚ! (... SÍ, TÚ)

... ERES UN MONO CREATIVO

El cambio que esperas en ti,

no te llegará

por combustión espontánea.

Tú necesitas encenderte primero.

Nota de autor

Repítelo: ¡NO es imposible, es sólo DIFÍCIL!

Hazlo tuyo, como si de un mantra se tratase.

Insisto, perdón por ello:

No digas que algo es imposible.

Di mejor que tan sólo es difícil.

Nos ponemos muchos límites a nosotros mismos, convirtiéndolos, algunas veces, hasta en algo patológico. Quizá el más peligroso de los límites es el límite definitivo, el que no tiene vuelta atrás. Cuando zanjamos la cuestión diciendo que algo es, directamente, imposible. Y a lo mejor lo es, por supuesto que hay cosas que están fuera de nuestro alcance (que yo gane un partido de tenis jugando contra Rafael Nadal).

No deberíamos confundir el conocer la realidad de nuestros límites, nuestra geografía de límites, de la que ya hemos hablado en capítulos anteriores, con ponernos límites ficticios, límites que estén dentro de nuestras posibilidades de actuación, de cambio, de aprendizaje y mejora. ¡Son dos cosas bien distintas!

En el primer caso se trata de un estado de optimismo inteligente.

En el segundo de bloqueos e inmovilidad. Son falsos, son seudolímites.

El nuevo mono sabe destruir estos límites y entenderse, sin sufrir, con sus verdaderos límites temporales.

Los seudolímites nacen de juicios prematuros y son totalmente gratuitos. Tienen su origen siempre en alguno de estos tres elementos: del miedo, del dogma o de la autocomplacencia. Tres claves de las que hablé con mucho detalle en mi libro anterior El factor H.

Con frecuencia, nos damos por vencidos sin haber sopesado bien nuestras opciones. Al decir que algo es imposible de una manera tan categórica, automáticamente nuestro cerebro deja de pensar en ello. Lo aparta de su interés. Es como una compuerta que se cierra. Se deslizan las vigas, se traban los goznes, se sellan las aberturas y ya no hay manera de que pase nada por allí. Todas esas alternativas que están ahí fuera, esperándonos, quedan, desde ese instante fatídico, fuera de nuestro alcance.

Para salir de esta situación, muchos profesores, padres, gurús del momento, coaches, etc., tratan de convencernos con la siguiente sentencia recurrente: «Hay que saber salir de la zona de confort». No estoy tan de acuerdo con ello. Dentro de la zona de confort, a mí me gusta más llamarla caja de comodidad, pero eso es manía del autor, se puede ser muy creativo y generar muchas opciones de mejora y crecimiento, como ya nos demostrará Johari con su famosa ventana.

Es muy posible, lector, que tu nivel de inglés sea razonablemente bueno. Que te defiendas bien en este idioma. Que sepas que sabes inglés, al menos para defenderte en tu trabajo y relaciones personales con personas de otros países. Cuando hablas inglés te encuentras en tu zona de confort. Estás cómodo; quizá menos que con tu castellano del alma, pero suficientemente cómodo como para no sufrir mucho. Quédate con esta idea: «Sabes que sabes inglés». En esta zona puedes seguir aprendiendo mucho más inglés. Creciendo. Mejorando. También eres consciente de esto...

Al mismo tiempo, tal vez, querido lector, es muy probable, a riesgo de equivocarme con algun@ de vostr@s, que no sepas chino. Y aunque seas vagamente consciente de que el chino es un idioma pujante y con cada vez mayor presencia fuera de las fronteras del gigante asiático, gracias a la imparable apertura cultural, económica y poblacional del país, en realidad no saber chino no te cause demasiada angustia. Total, sabes español, te defiendes en inglés y quizá chapurreas el francés o el alemán, y nunca necesitarás más para desenvolverte por el mundo. Ese no conocimiento de chino como idioma, en el ejemplo que estamos utilizando, algo complaciente por tu parte, de lo que sabes que no sabes, pero te da bastante igual, también forma parte de tu caja de comodidad.

Es decir, en tu caja de comodidad habita lo que sabes que sabes y, se le llama confort. Y aun así, puedes mejorar. Y también lo que sabes que no sabes. Y la verdad, te da bastante igual.

Sabemos que tenemos carencias pero no es algo que me preocupe en exceso porque las tenemos localizadas y, más o menos, bajo control. En ambos casos, ambas situaciones están bajo estado de consciencia. Somos conscientes de lo que sabemos y de lo que no.

Por otro lado, creo que deberíamos ocuparnos más, en términos de desarrollo personal y profesional, de aquello que no sabemos que sabemos y vive en nosotros como una fortaleza oculta. Y también lo que no sabemos que no sabemos, un área ciega de nuestro desarrollo que nos puede estar haciendo cometer errores de forma continuada en el tiempo. Ambos estados, el de área ciega y el de fortalezas ocultas, tienen una característica común: los vivimos desde la inconsciencia.

¿Y si la mejor forma de crecer, avanzar, cambiar, desarrollarnos..., fuera trabajándonos y mejorando las áreas ciegas, a la vez que descubriendo y potenciando las fortalezas que tenemos ocultas?

Uno de los principales retos a los que nos enfrentamos para ser capaces de actuar mucho más creativamente y generar múltiples alternativas potenciadoras de un nuevo futuro deseable es que sabemos muchas más cosas de las que creemos, que las sabemos sin ser conscientes de ello, sin saber que las sabemos por lo que no las aprovechamos, no las convertimos en oportunidades.

El nuevo mono ha aprendido a sacar a la superficie esos conocimientos ocultos. Tú también debes aprender a sacar a la superficie los conocimientos que tienes aunque nos seas consciente de ellos, tus fortalezas ocultas.

Especialmente esta: ¡TÚ ERES CREATIVO!

Sí, sí, sí... ¡TÚ!

Una pregunta muy directa al lector: ¿eres creativo?

Si tu respuesta es afirmativa, es que se han entendido los apartados anteriores de este capítulo.

Si tu respuesta es negativa, déjame que comparta la definición de creatividad que hace la Real Academia de la Lengua Española.

Dice así: «Capacidad humana para generar contenidos mentales», sabiendo que se refiere a «contenidos mentales» como sinónimo de ideas.

De nuevo una pregunta para ti lector: ¿Eres humano?

Porque, aunque sólo fuera por hacerle caso a la RAE, si eres humano no puedes no ser creativo.

Muchas personas creen que son poco o nada creativas. Lo afirman incluso sintiéndose orgullosos de ello... con un «que piensen otros»...

Quizá sea que tienen una imagen deformada (o incompleta) de sus propias capacidades. Tal vez porque nunca han destacado en las actividades que normalmente tenemos asociadas a la creatividad: la música, la escritura, el dibujo... O porque no son el típico miembro del grupo que destaca por su chispa y su sentido del humor. Son personas que no se ven «talentosas creativamente» en el sentido artístico de la palabra. Pero eso no son más que clichés.

La creatividad no es un don, no es un regalo que te toca o no te toca en la lotería de la genética. No va impresa en el ADN como el color de los ojos, el género o la raza. Es un proceso de trabajo al acceso de todos, que se puede aprender, que depende de técnicas, de un modo de hacer las cosas. Un hábito profesional y personal que, como cualquier otro, cuanto más se practica, más se interioriza y mejores resultados arroja. Con esto no quiero decir que no haya personas mejor dotadas, es decir, más talentosas que otras para pensar de una manera creativa. Las hay. No todos podemos ser Picasso.

Pero saber que en creatividad hay mucho de alquimia y de método que se puede aprender, nos la dejará a nuestro alcance de un modo más disponible. Como toda disciplina.

La creatividad, el pensamiento creativo, como casi todas las competencias y habilidades profesionales, se puede entrenar.

Existen reglas, procesos y técnicas que pueden ayudarnos a pensar creativamente.

Así que cualquiera que en este momento esté leyendo este libro puede aprender creatividad, generar múltiples ideas, romper con lo establecido, al menos desde la imaginación, y mejorar sus mecanismos de pensamiento lateral.

Tú también.

¡TÚ ERES CREATIVO!

Sí, sí, sí... ¡TÚ!

¿O no has tenido alguna idea alguna vez? ¿O has dejado de ser humano? ¿O no se te ha ocurrido nunca añadir algo diferente a la tortilla? ¿O dibujar un esquema mientras escuchabas a alguien?...