El día que me dijeron que el mundo no era una fantasía, yo casi me caigo de mi unicornio.
Autor desconocido
El mundo tiene muchos nombres.
Para los débiles es lo inalcanzable.
Para los temerosos, lo desconocido.
Para los valientes, una oportunidad.
VICTOR HUGO
«VIAJE A ÍTACA»
Cuando emprendas tu viaje a Ítaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.
No temas a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al colérico Poseidón,
seres tales jamás hallarás en tu camino,
si tu pensar es elevado, si selecta
es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.
Ni a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al salvaje Poseidón encontrarás,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no los yergue tu alma ante ti.
Pide que el camino sea largo.
Que muchas sean las mañanas de verano
en que llegues —¡con qué placer y alegría!—
a puertos nunca vistos antes.
Detente en los emporios de Fenicia
y hazte con hermosas mercancías,
nácar y coral, ámbar y ébano
y toda suerte de perfumes sensuales,
cuantos más abundantes perfumes sensuales puedas.
Ve a muchas ciudades egipcias
a aprender, a aprender de sus sabios.
Ten siempre a Ítaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.
Mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el camino
sin aguardar a que Ítaca te enriquezca.
Ítaca te brindó tan hermoso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene ya nada que darte.
Aunque la halles pobre, Ítaca no te ha engañado.
Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,
entenderás ya qué significan las Ítacas.»
C. Cavafis (Antología poética)
Con este fantástico poema del poeta griego Constantino Cavafis he querido empezar este capítulo.
Casi todo está ya escrito en sus palabras.
El nuevo mono lo necesitará aplicar más que nunca antes en toda la historia de la humanidad. Esta recomendación de Cavafis está en vigor, no ha caducado... más bien está totalmente actualizada.
El nuevo mono, y también su compañero social el viejo simio, deben saber y compartir que como todo viaje interesante y de valor, el fin no es el final, la meta no es el objetivo, que el secreto está en el camino.
Cómo hacer ese camino cambiará la historia de éste.
Y, quizá, es que nunca tenga un fin.
Viajar, tal vez como siempre ocurrió, no es ir de un punto A a otro B; porque viajar, metafóricamente hablando, y en el caso al que nos referimos, no es desplazarse. No tiene origen. No tiene destino.
No tiene principio. No tiene fin.
El viaje es lo que ocurre mientras se avanza. Eso es viajar.
En la mente puede haber una meta, o múltiples metas hacia donde dirigirse, pero ese destino es sólo la excusa para empezar y avanzar por el camino. El camino cobrará su vida propia a medida que se vaya recorriendo.
Y atravesará valles, y montes, y desiertos, y lagos, y mares...
Y, en numerosas ocasiones, no se sabrá lo que hay al otro lado hasta que se llegue allí. El camino, según se avanza, va generando sus propias incertidumbres.
El nuevo mono lo sabe. Sabe que su vida es un viaje a Ítaca.
En la época de los primeros homínidos no existían los psicólogos ni los psiquiatras, pero de haber existido, se habrían forrado tratando problemas de estrés. Nuestros lejanos antepasados no tuvieron una vida sencilla. Rodeados de peligros, a merced de depredadores y toda clase de accidentes, enfermedades, fenómenos naturales e inclemencias climáticas. Vivir era una aventura peligrosa.
Y quizá fue una suerte para ellos... aunque en aquellos momentos no la hubieran calificado de «suerte», sino de «abismo».
Sin duda, todas esas enormes dificultades a las que se enfrentaron, que hoy no podemos ni imaginar, les ayudaron a progresar.
De no haber sido por el acicate de tener que estar constantemente luchando por su supervivencia, cuestionándose cada situación como nueva, aún seguiríamos viviendo en las cuevas, o, más probablemente, no viviríamos ni en las cuevas ni en ningún otro lugar porque hace siglos que nos habríamos extinguido.
La amenaza, la inestabilidad, la zozobra, en general se vivía bajo un estado de altísima incertidumbre, o lo que muchos autores han dado en llamar de INSATISFACCIÓN PERMANENTE.
Aquellos primeros homínidos de los que descendemos eran ya muy creativos. La creatividad no tiene unos pocos siglos de existencia. Estuvo siempre formando parte de lo humano. Nos hizo humanos.
A aquellos viejos monos no les quedaba más remedio que ser muy creativos, encontrar múltiples alternativas ante los peligros cotidianos si querían dominar el mundo hostil, incierto e infectado de trampas en el que les tocó vivir.
Ya que la biología no les había dotado con un físico especialmente poderoso en relación al resto de los animales coetáneos, tuvieron que poner todas sus limitadas, pero voluntariosas capacidades mentales a trabajar para encontrar modos alternativos de dominar a los elementos. Contaban con el fuego, un regalo de la naturaleza que con el tiempo aprendieron a manejar a voluntad. Y más tarde, cuando su cerebro alcanzó la capacidad suficiente para ello, comenzaron a desarrollar herramientas.
Desde siempre, la INSATISFACCIÓN CRECIENTE Y PERMANENTE ha sido lo que ha hecho que nuestro cerebro se ponga en movimiento, en marcha, que se ponga las pilas para tratar de hallar una salida ante cualquier dificultad. Si la jirafa no hubiera visto peligrar su especie ante la ausencia de alimento a ras de suelo nunca se le habría ocurrido levantar la vista hacia los árboles.
El ingenio creativo, el pensamiento lateral, habita, de alguna forma, en el peligro. O al menos, en el peligro imaginado por el propio individuo.
Un cerebro satisfecho y con el estómago lleno no ve más allá de sus narices, no genera alternativas, no se pone en modo búsqueda. Un cerebro satisfecho generalmente no es creativo.
El cerebro del nuevo mono no vive de la satisfacción, del acomodamiento, sino más bien de la insatisfacción continua y creciente, del cuestionamiento habitual de todo, de una forma exponencialmente creciente, como ya hemos visto...
El nuevo mono vive bajo una gran tempestad social, profesional, cultural..., de una rapidez inigualable a cualquier otra época anterior; donde todo parece que pase instantáneamente y siente la amenaza como algo habitual, que le llega de todas partes.
Todo es para ya. Todo es para ayer.
Vive a un ritmo desenfrenado. Sin frenos. Bajo una presión por momentos agobiante. Estresante. En un mundo en el que no tiene tiempo para adaptarse poco a poco, como sí lo tuvo la jirafa...
Su mundo es disruptivamente acelerado.
El conocimiento que adquirió ayer, hoy está ya en tela de juicio.
Un ejemplo de amenaza actual muy consistente en este nuevo mundo de dominancia digital e inteligencia artificial: un ordenador es más rápido que el cerebro humano para muchas cosas. Pero nunca lo será, aparentemente así se ha pensado y dicho desde siempre, para tener la riqueza, profundidad y sutileza del pensamiento humano. Sin embargo, al tiempo que pensamos y decimos esto, un profesor, científico e investigador, Andreas Nowatzyk, en San José, California, del departamento de Quantum Mechanic en Google (podéis seguirle en LinkedIn), ha sido ya capaz de copiar el cerebro de un ratón e imitar su funcionamiento «cognitivo». Sus circuitos cerebrales tridimensionales y sus complejísimas conexiones, trabajando con nanotubículos.
¡Ufff...! Parecería que es un primer paso para lo que puede estar por llegar...
¿Has pensado que la lenta evolución biológica puede verse afectada por la rápida evolución tecnológica?
¿Has pensado que la perspectiva de avance vital ya no es lineal?
¿Has pensado que el futuro ya no puede ser interpretado como un calco de los procesos que ocurrieron en el pasado?
Grandes amenazas nos llegan...
¿Dónde encontraremos, como ya hizo la jirafa, nuestros nuevos arbustos en los que comer y habitar? ¿Cómo tendremos que alargar nuestro cuello? (Analogías básicas para comprender el momento actual y sus amenazas.)
La inteligencia humana ha sido siempre, hasta ahora, la capacidad de resolver problemas con recursos limitados, incluido el recurso del tiempo.
El tiempo de nuevo aparece...
(El lector que me haya leído antes sabrá la importancia que este autor da al «tiempo» y al manejo de éste. Recordatorio: Vivir es consumir tiempo.)
Algunos autores, entre los que se encuentra Kurzweil, del que ya se ha hablado en este libro, consideran que estamos viviendo una época de tránsito entre lo humano y lo artificial donde ambas inteligencias se fusionarán, con destino a una nueva evolución que han dado en llamar trans-humanista, y teorizan que la humanidad podría no ser el fin de la evolución, sino el principio.
Kurzweil lo ha descrito así en su tratado La singularidad está cerca: «Se ha visto la evolución como un drama de mil millones de años que condujo inexorablemente a la creación más grandiosa: la inteligencia humana. El surgimiento a principios del siglo XXI de una nueva forma de inteligencia que compita con la inteligencia humana, y finalmente la supere significativamente, será el acontecimiento más importante de cualquiera de los que han dado forma a la historia de la humanidad. No será menos importante que la creación de la inteligencia que la creó, y tendrá profundas implicaciones en todos los aspectos del quehacer humano, en la naturaleza del trabajo, en el aprendizaje, en los gobiernos, en las artes, en las guerras y, sobre todo, en el concepto sobre nosotros mismos... Lo que estamos discutiendo, en mi opinión, será la próxima etapa de la evolución a través de la fusión entre humanidad y tecnología».
En la serie futurista de tanto éxito, que produce y en la que actúa como actriz principal Halle Berry, llamada Extant, ya han creado un ser biónico, mitad humano mitad robot, que han llamado Homo humánico.
El que esto sea una realidad está más cerca de lo que imaginamos.
Kurzweil se apoya en una nueva ley, dictada por él y su equipo, que han dado en llamar la Ley de los Retornos Acelerados. Una nueva versión de la Ley de Moore. Viene a decir que el orden y el conocimiento se incrementan exponencialmente por lo que el tiempo también se acelera exponencialmente.
En consecuencia, estos nuevos profetas, basados en la nueva ciencia y en los avances de la tecnología y su velocidad de implicación, nos vienen a decir que un proceso en evolución, como es la vida y la inteligencia que la acompaña, no es un sistema cerrado. Luego no se cumple la segunda Ley de la Termodinámica, y por lo tanto no es capaz de crear su propio orden creciente. Más bien, en un proceso evolutivo, en un sistema que es abierto, el orden (nuevo conocimiento y su uso, el nuevo talento al servicio de la tecnología) se incrementa exponencialmente. Y la magnitud tiempo también. Por lo tanto, los output, o retornos del propio proceso evolutivo, se aceleran.
Conclusión: la evolución biológica, que forma parte de un sistema de evolución cerrado, se ralentiza. Mientras que la evolución paralela tecnológica, que vive bajo las condiciones de en un sistema abierto, se acelera. Así, según estos evangelistas del futuro, la aceleración progresiva de la tecnología desde la biología creará la primeras máquinas conscientes.
¿No os da un poco de miedo?
Y así vamos por la vida, a toda velocidad...
¡De locos! En un entorno caótico. Donde el caos, encima, genera según estos expertos sistemas abiertos que permiten acelerar todavía más los procesos que dependen de la llamada inteligencia artificial.
Pues bien, y todo esto ¿para qué? en este libro... aquí y ahora.
Porque es en este momento actual, en el que el nuevo mono y su compañero de viaje, que le acompaña más inconscientemente y alejado de todo esto, el viejo simio, transitan por el camino buscando Ítaca... Y porque bajo la modesta opinión de este autor de poca monta, es ahora cuando más necesitará saber gestionar su VIAJE INTERIOR, su capacidad de convertir todo este futuro incierto que se nos predica en una oportunidad de desarrollo personal y social, desde un presente satisfactorio, aceptativo, sin convertirlo en agobio, sabiendo que ahora, más que nunca antes, necesitará de herramientas personales de desarrollo individual, que necesitará del yoga, de las religiones, de la práctica del mindfulness, del estar presente en el presente, de la ventaja que le da la capacidad de sentirse resiliente, del autoconocimiento, de la autorregulación... En definitiva, el ser humano en su versión más humana posible.
Y quiero volver a dejar claro, por si alguien lo duda, que esta opinión, la de este autor, no es contraria al desarrollo de la tecnología, ni a la llegada de la inteligencia artificial, ni a la nueva época anunciada de la robótica, de la revolución 4.0, ni de la transhumanidad. A lo largo de este texto lo he intentado dejar muy claro, evidenciarlo...
No es nostalgia.
No es vivir en el pasado.
No es estar en contra del futuro.
Nada de esto tendría sentido, porque nada de lo que está en el camino de esta Ítaca se parará... ni queremos que pare.
Es tan sólo un querer volver, para no perder los registros de lo humano, más allá de que se ascienda a un plano más artificial.
Es hacer uso de todas esas herramientas, humanas, que nos permitan mantener la calma y vivir sin agobios ni miedos tóxicos, innecesarios, mientras hacemos el camino y nos encontramos ciertas tempestades, o a los lestrigones y cíclopes de los que nos hablaba Cavafis en su poema.
Debemos, creo yo, mirar el futuro con optimismo inteligente.
El llamado Optimalismo. Vivir y mirar la vida con objetividad desde un prisma optimista, positivo. Ser realistas y aceptar la nueva normalidad sin apartar la vista del futuro, a la vez que no quitar peso al presente aprovechando lo que hoy realmente ES y SUCEDE.
Ésta siempre ha sido mi definición preferida de resiliencia: la capacidad de vivir el presente sin quitar la vista del futuro.
La capacidad de convertir una adversidad en una oportunidad.
La que hemos llamado en el libro EL FACTOR H, paradoja creativa.
La creatividad resiliente, el pensamiento disruptivo, en el que el nuevo mono es experto, al servicio de las oportunidades que le llegan desde los nuevos entornos y contextos.
Si quieres practicar tu resiliencia no olvides que en todo momento puedes re-escribir tu historia, re-nacer; las cosas no son iguales para siempre, el pasado no tiene por qué ser mejor que el presente ni que el futuro. Y no olvides tampoco que todo esto no es contra ti, contra tu persona, porque si no, no podrás liberarte del miedo nefastamente tóxico, llamado temor, ni podrás descansar del estrés negativo, paralizante.
Si quieres practicar tu resiliencia sé consciente de tus potencialidades y también de tus límites. Acéptalo sin resignarte, sin dejar de aprender y de crecer.
Confía en tus capacidades. Y es a ellas a las que no debes poner límites. No confundas tu potencial con tu capacidad. Ambas cosas son necesarias en tu desarrollo.
Si quieres vivir mucho más resilientemente, practica el vivir la vida en presente. Es lo único que existe. Es lo único que tienes. Practica la consciencia plena, el llamado mindfulness. Tienes a tu disposición libros y otro tipo de documentos muy buenos para aprender de ellos sobre esto. Búscalos. Pídeles ayuda. Aprende y, sobre todo, practícalo.
Si quieres tener una vida más resiliente, rodéate de personas que tengan actitud positiva. Cultiva estas amistades. Dales espacio en tu vida. Ábrete a ellas.
Y no intentes controlar todas las situaciones. No puedes. Sólo te generará tensión adicional y estrés negativo. Es imposible controlar todo, lidia con la incertidumbre, disfrútala en la medida que puedas...
Abraza el cambio, desde la flexibilidad y sin perder la estabilidad en tus valores personales.
Y no olvides ser muy tenaz en tus propósitos. Son tus proyectos de vida, tanto personales como profesionales, los que te sostendrán.
Afronta la vida con HUMOR. Es decir, con una disponibilidad mental positiva ante los hechos y acontecimientos que te llegarán, unos controlables y otros no.
Así necesita vivir el nuevo mono en este nuevo entorno que ya se está «pre-cociendo» alrededor de él. Lo sabe.
Y sabe que, cuando pasen unos años, estará más decepcionado por lo que no haya hecho que por lo que hizo, aunque no le saliera todo lo bien que hubiera querido.