Dieciocho

 

David se abalanzó hacia Becca en un fútil intento por protegerla con su cuerpo. Fue demasiado tarde… aunque no para el gato negro. El animal saltó directamente hacia la jeringuilla, evitando la aguja pero variando su trayectoria. La inyección cayó al suelo, al lado de la camilla.

David se volvió hacia Geoffrey, rabioso, con la pistola en la mano, pero se había evaporado. Escuchó sus pasos en la escalera que comunicaba con la casa. Un minuto después oyó un chillido, seguido de un fuerte estrépito.

Geoffrey cayó rodando por los escalones. Tenía las manos en la garganta mientras su cuerpo se convulsionaba sin cesar, con espasmos. Tenía una jeringuilla clavada en el pecho. Al parecer, se había llevado consigo una aguja cargada de veneno para defenderse de David. No había conseguido escapar. Había tropezado con algo y se había caído, clavándosela en el corazón.

Las convulsiones cesaron. Ya era demasiado tarde para ayudarlo. Geoffrey se había matado con su propio veneno.

David se volvió hacia el gato negro que parecía observarlo todo desde las sombras, maullando suavemente. Tomó el pulso a Geoffrey solo para asegurarse de que estaba muerto. Cuando volvió a alzar la mirada, el gato había desaparecido.

Corrió hacia Becca y la sostuvo en sus brazos, cerciorándose de que su vida no corría ningún peligro. Acto seguido llamó a una ambulancia, y susurró unas palabras de consuelo a Claire antes de volver con ella.

—Sé que ahora mismo no puedes comprenderme bien, pero te amo, Becca. Te amo más que a mi vida. Quiero pasar el resto de mi vida contigo. No quiero vivir en el pasado. Solo quiero amarte…

—Tranquilízate, David… estoy bien. Soy Tasha.

Pronunció las palabras con esfuerzo, dificultosamente, en un susurro. David no estaba muy seguro de haber oído bien.

—No intentes hablar ahora, Becca.

—He vuelto, David. Por fin he vuelto a casa.

 

 

La Fantasía de Otoño se desarrolló tal y como todo el pueblo había esperado: había música, comida, bailes, gente vestida a la antigua usanza, como en los tiempos de la fundación de Moriah`s Landing… La noche estaba despejada, brillaban las estrellas y una enorme luna llena colgaba en el cielo. Los misterios que habían acosado a la población durante veinte años se habían resuelto, y Geoffrey Pierce descansaba por fin en el cementerio, no muy lejos de la tumba de McFarland Leary.

David seguía despertándose cada mañana intentando convencerse de que su vida no había sido un sueño. En aquel instante se abría paso entre la multitud, de la mano de Tasha, hacia el cenador del parque donde se habían citado con Drew y Brie. Apenas podían dar un par de pasos sin que alguien se acercara para abrazar y felicitar a Tasha.

Y, lo que era ciertamente asombroso: mucha gente estrechaba también la mano de David, y le agradecía su papel por descubrir a los dos criminales. Tenía que admitir que su nuevo status de héroe le gustaba mucho más que el anterior. Incluso la cicatriz no repelía tanto a la gente, y a él lo molestaba menos cada día. Tasha lo amaba, y le bastaba con eso.

Tasha. Todavía se le hacía raro llamarla así, y no Becca. Amaba a la nueva mujer en que se había convertido tanto como a aquella de la que se había enamorado hacía cinco años.

—Mira. Nos está esperando la banda entera —lo informó Tasha mientras saludaba a sus amigas—. Drew y Brie, Kat y Jonah, y Elizabeth y Cullen.

—Claire también está.

—Oh, Dios mío, sí… es ella. Está preciosa. Me resulta difícil imaginármela como la mujercilla asustada que era hace apenas unas pocas semanas.

—Y, hablando de mujeres preciosas, ¿te he dicho ya que estás impresionante esta noche?

—No estoy muy segura —repuso con coquetería—. Dímelo otra vez, por si acaso…

 

 

Tasha, Elizabeth, Kat, Brie y Claire se hallaban sentadas en torno a la mesa, mientras los hombres guardaban turno en la barra de las copas.

—Nunca imaginé que volveríamos a reunirnos todas así, como estamos ahora, en este momento… —comentó Brie, emocionada—. No me lo puedo creer.

Elizabeth extendió las manos sobre la mesa. Las bombillas de colores que colgaban del tejado arrancaban reflejos irisados a su anillo de compromiso.

—Ha pasado mucho tiempo desde aquella noche en el cementerio.

—Sí. Yo tuve que volver de aquel infierno —terció Claire—. Y no lo habría conseguido sin la ayuda de todas vosotras.

Kat le apretó una mano, conmovida.

—Ojalá hubiéramos podido hacer más.

—Supongo que la mayor parte del mérito recae en David Bryson —comentó Brie—. Si no hubiera sido por él, Tasha habría desaparecido sin que nadie supiera que en realidad no estaba muerta… y que vivía en Becca.

—Lo amo —pronunció Tasha.

—Como si no nos hubiéramos dado cuenta —bromeó Brie, y todas se echaron a reír.

—Bueno, es el héroe del día. No solo salvó mi vida y la de Claire, sino que además ha inventado una medicina que puede salvar a la madre de Brie.

—No dejo de rezar para que así sea…

—Y nosotras —repusieron las demás, al unísono.

—Ha sido un año horrible para Moriah’s Landing —dijo Elizabeth—. Asesinatos, intrigas de todo tipo. Es como si el mal se hubiera materializado de repente… para ser vencido y pisoteado por la justicia. Y cada una de nosotras ha tenido una experiencia parecida.

—Todavía no consigo comprender cómo ha ocurrido todo —les confesó Brie.

Elizabeth aprovechó al vuelo aquella oportunidad para explicárselo.

—Verás. Todo empezó…

—La versión popular, para legos en la materia, Elizabeth —la interrumpió Brie—. Recuerda que no estamos en la facultad de criminología.

—De acuerdo —alisó el mantel de la mesa, dispuesta a ayudarse de los cubiertos para sus explicaciones—. Tenemos a Geoffrey Pierce, al doctor Leland Manning y, antes que todos ellos, al doctor Rathfastar. Todos formando parte de la sociedad secreta de científicos, todos empeñados en encontrar el llamado «gen W» que, según ellos, poseían las antiguas brujas de la localidad. El doctor Rathfastar era demasiado… extremista para el gusto de los otros miembros, y lo expulsaron del grupo.

—Lo echaron por las bravas —añadió Kat, separando uno de los tenedores que su amiga había alineado en el mantel—. Y montó en cólera.

—Así es. De modo que se dedicó a capturar a los sujetos de experimentación del doctor Manning y a asesinarlos, robándoles la sangre para sus propios experimentos. Por eso, cuando Rathfastar fue detenido, el festín criminal aún no había acabado.

—En ese momento apareció Jonah —intervino Kat—. Jonah consiguió interrumpir los suministros médicos, es decir, los cuerpos momificados de antiguas brujas inglesas, que un miembro de la sociedad estaba introduciendo en el país. Y durante su investigación, se descubrió que Ernie McDougal era quien había matado a mi madre, hace veinte años —separó otro tenedor.

—Y entonces surgió un nuevo villano —dijo Brie—. El doctor Leland Manning, el monstruo que intentó hacer experimentos con mi hija. Y que mató a su propia esposa e intentó matar a Drew —apartó un tenedor más.

—Y, finalmente, Geoffrey Pierce. Es extraño cómo se ha cerrado el círculo —comentó Tasha, recogiendo todos los tenedores—. Todos estuvieron buscando el «gen W», y yo, por ejemplo, lo tengo. Lo que significa que esa teoría, que desencadenó tantos crímenes, es falsa.

—Yo no estaría tan segura —repuso Claire—. Fueron cinco veces las que burlaste a la muerte. La noche de la explosión del barco, tu enterramiento en vida, la caída con el coche en la carretera de Old Mountain, el atentado de Kevin Pinelle y, por último, el ataque de Geoffrey Pierce.

Tasha volvió a dejar los tenedores sobre la mesa, estremecida.

—No pensaréis que yo soy una bruja… ¿verdad?

—Claro que no —respondió Elizabeth—. Solamente, y ya es bastante, una mujer con suerte.

—Juntemos las manos —propuso Kat— al igual que lo hicimos aquella noche, en el cementerio. Solo que esta vez pensaremos en todas las cosas que nos unen como amigas.

—Amigas para siempre —añadió Tasha, tomando las manos de Brie y de Claire.

Cerraron los ojos y Tasha se concentró en pensar en sus amigas, una a una. Era tan afortunada de tener unas amigas así, de haber encontrado el camino de regreso a Moriah’s Landing y a la gente que amaba… La magia de aquel momento duró lo que un pestañeo, pero, de algún modo, fue eterna.

Amigas para siempre. Afortunadas en el amor. Afortunadas de seguir vivas.

 

 

—Ha sido una noche perfecta —murmuró Tasha.

—Casi perfecta —repuso David mientras deslizaba una mano por su cintura, seductor.

—Podríamos hacerla perfecta… una vez que volvamos a The Bluffs. ¿Estás listo para irnos?

—Todavía no —la abrazó bajo la guirnalda de bombillas de colores que pendía de uno de los robles del parque.

—Pareces tan serio. No irás a dejarme, ¿verdad?

—Jamás. Pero es cierto, estoy serio —se llevó una mano al bolsillo de la chaqueta, para asegurarse de que el anillo todavía seguía allí. Había hecho eso mismo cinco años atrás, exactamente lo mismo, pero entonces no estaba tan nervioso como ahora. Tomándole la mano izquierda, clavó una rodilla en tierra—. Te amé como Tasha y te amé como Becca Smith —había ensayado mil veces el discurso… pero no recordaba ni una sola palabra—. ¿Querrás casarte conmigo?

Tasha se arrodilló frente a él.

—Nunca llegamos a encontrarnos en el altar, pero me casé contigo hace cinco años, con mi corazón y con mi alma, David Bryson. Y nuestro amor fue tan fuerte, que me arrastró hasta Moriah’s Landing a pesar de que había perdido la memoria, y ni me acordaba de ti ni de este lugar —al acunarle el rostro entre las manos, pudo ver que tenía los ojos llenos de lágrimas—. Tú siempre has estado conmigo, en mi corazón. Y siempre lo estarás.

—¿Eso es un «sí»?

—Desde luego —lo abrazó, besándolo en los labios.

—¿Debo volver a pedirles permiso a tus padres? —le preguntó David mientras se levantaba, ayudándola a hacer lo mismo.

—Pidámosles simplemente su bendición, David. Nos la darán. Dado que me has salvado la vida dos veces, ten por seguro que ya te han proclamado el héroe del año. Y Drew también. Tan pronto como resulte elegido alcalde, probablemente te entregará las llaves del pueblo, a modo de homenaje.

—Yo no necesito nada. Todo lo que necesito lo tengo ahora mismo entre mis brazos, esta noche.

Le deslizó el anillo en el dedo. Luego le enjugó una lágrima con un beso, justo en el instante en que la banda de música comenzaba a tocar. Era la famosa balada de la Bella y la Bestia.

—¿Bailamos? —le susurró al oído—. Están tocando nuestra canción. Pero no esperes que me convierta en un hermoso príncipe. Eso únicamente sucede en los cuentos.

—Ya lo eres.

Una lechuza ululó en lo alto de sus cabezas, escondida en la fronda del roble. Tasha se estremeció instintivamente, temerosa de que fuera un mal presagio, un augurio de que su felicidad les sería nuevamente arrebatada. Pero David la estrechó entre sus brazos y empezó a bailar. La magia del momento ahuyentó aquel temor. El amor era el único augurio en el que creería a partir de ahora.

Un amor que, frente a la adversidad, los había reunido de nuevo. Claire había tenido razón. Estaba hechizada por David, y él por ella. Hechizados para siempre.