Al final, vamos cinco. Liam piensa que un equipo funciona mejor junto. O tal vez quiere deshacerse de nosotros. Como sea, Topher, Xander, Sawyer, Mandy y yo somos enviados para explorar el centro de la ciudad durante cuarenta minutos y volver para rendir un informe. Los demás nos esperarán en el túnel. Si no regresamos después de una hora, dos exploradores irán a buscarnos. Si ellos no regresan, la misión se va al garete, supongo.
Cuando salimos del túnel y emergemos cautelosamente a la luz del día, Sawyer suspira de manera teatral.
—Ahhhhh, ¿sienten eso?, ¿lo oyen? —dice—. Es el sonido del cretino más grande del mundo desvaneciéndose en la distancia —se inclina y habla directamente a la cámara que Liam, con gran reticencia, le permitió a Mandy amarrar a su casco—. ¿Escuchó eso, comandante?
Los cinco reímos todo el camino hasta llegar a la superficie. Salimos, como era de esperar, al sur del estadio. Montones de nieve se apilan contra las puertas de vidrio. Avanzamos para investigar, con la nieve hasta los muslos. Detrás de las puertas de vidrio hay una escena a la que ya debería acostumbrarme. Restos tanto preservados como en descomposición salpican las entradas y las anchas escaleras.
—Supongo que intentaron esconderse aquí —dice Xander.
Continuamos, pegados al lado oeste de las altas paredes del estadio. Cientos de autos están en un estacionamiento aparentemente interminable. La mayoría de ellos, para variar la escena, están vacíos. Sawyer revisa el tanque de gasolina en algunos y comprueba su contenido.
—Hay mucho combustible aquí —dice—. Tenemos que pensar en cómo podemos volver a la base. Deberíamos haber venido aquí hace semanas.
—Estábamos esperando ser rescatados —digo—. “Manténganse en donde se encuentren”, ¿recuerdas? —parece casi gracioso ahora.
Al otro lado del estacionamiento, en una estrecha calle del paso elevado para peatones, como se prometió, está Shoppers, una de esas tiendas que afirman tener una gran sección de artículos esenciales para la comida. Las ventanas del frente están intactas, la puerta está cerrada y no hay cuerpos visibles a través del vidrio. Afuera hay dos cuerpos y, aunque sea difícil de creer, dos rifles y dos pistolas, todavía cargados.
Creo que hay algo indescriptiblemente triste en el hecho de que dos hombres pasen sus últimos minutos en la Tierra custodiando alimentos que nadie comerá, medicinas que nadie jamás usará. Entonces recuerdo que esta tienda podrá mantener los bienes vitales para la supervivencia de la base y en silencio agradezco a los dos guardias muertos, mientras que Sawyer y Xander toman sus armas.
—Vamos a ver esto y luego husmearemos un poco más lejos en la ciudad —dice Sawyer. Traquetea la puerta cerrada con llave—. Quédense atrás.
Un segundo después, una de las ventanas se derrumba con una ensordecedora cascada de vidrio. Pasamos a través de ella.
—Bien, formen parejas. Topher con Xander, Rave conmigo. Mandy, estás de guardia, tú tienes la mejor puntería. Revisen toda la tienda. Salidas, entradas, escondites, la bodega trasera, baños, todo. Si el equipo completo regresa aquí, necesitaremos al menos una hora sin interrupciones. Quiero conocer este lugar al derecho y al revés.
Sawyer y yo nos dirigimos a la izquierda, hasta el final de la tienda, mientras que Topher y Xander van a la derecha. Mandy se mantiene en pie con dos armas cargadas al frente de la tienda.
Sawyer me lleva por el primer pasillo, y observa indiferente las estanterías. Empieza a meter cosas. Lo miro, con las cejas levantadas.
—Fósforos —dice.
—También debemos buscar los medicamentos —digo, pensando en la lista que Mandy nos dio a todos—. Insulina, penicilina, sedantes, y, ehhh… baterías para audífonos y…
Sawyer levanta la mano para detenerme.
—De acuerdo, pero confía en mí con los fósforos.
Rápidamente guardo tantos como puedo en los bolsillos de mi pantalón. Luego, seguimos adelante.
Llegamos al final de la tienda. Hay dos puertas batientes a nuestra izquierda. Meto la cabeza a través de una y tomo nota de un almacén forrado de estantes llenos, y una gran puerta de cortina que da a la parte posterior de la tienda.
—Hay una salida allí, cerrada —digo y dejo que la puerta cierre con un crujido oxidado.
Volvemos y nos dirigimos hacia el siguiente pasillo. Parece ser comida tipo picnic en todos los colores y texturas y tamaños de tarros de vidrio y bolsas de plástico.
—Condimentos —dice Sawyer, dando vuelta al pasillo—. Dios, con lo que he extrañado la salsa Tabasco —mete una botella en su bolsillo.
Mientras seguimos por el pasillo, escucho un ruido detrás de nosotros. Me vuelvo a mirar, pero Sawyer no se percata de ello.
—¡Aceitunas! —dice. Cuando me vuelvo a él otra vez, está abriendo un tarro, luego mete pequeñas aceitunas negras en su boca.
Escucho el ruido de nuevo. Esta vez lo reconozco: es el crujido oxidado de las puertas batientes.
—Espera aquí —susurro y camino de puntillas hasta el final del pasillo. Me asomo y veo que la puerta se balancea. Todavía. Pero no hay nada ahí.
Regreso con Sawyer. Él está sonriendo y comiendo aceitunas mientras corro hacia él.
—¿Algo? —pregunta con la boca llena.
—Cuando regresemos, tendremos que poner guardias en esa puerta.
Llegamos al final del pasillo y volvemos al frente de la tienda. Miro hacia adonde dejamos a Mandy. No está ahí.
Mi garganta se cierra y tomo a Sawyer por la muñeca y lo empujo de regreso al pasillo.
—¿Dónde está Mandy? —susurro.
Sawyer pone el frasco de aceitunas a medio comer en el estante, entre frascos de comida para bebé. Desenfunda sus dos armas, y sigilosamente, les quita el seguro dentro de su chamarra para amortiguar el sonido.
Desenfundo mi pistola y lo imito.
—Bajo el mentón —susurro, a través de los dientes apretados por el esfuerzo de no hablar. Sawyer asoma su cabeza por el extremo del pasillo y echa un vistazo. Maldice en voz baja mientras retrocede. Nos quedamos allí, esforzándonos por escuchar. Oigo pisadas crujiendo a través del cristal roto.
—¿Vimos algún escondite? —susurra Sawyer con una mirada irónica. Niego con la cabeza.
—¿Podemos entrar a la habitación trasera?
Justo entonces oímos pasos fuertes en el pasillo junto a nosotros. Siento un deseo desesperante de llamar a Topher, pero sé que no debo hacerlo. Sawyer cruza un dedo sobre sus labios y apunta hacia el fondo de los estantes. Me deslizo con cuidado hasta el suelo y me vuelvo para mirar por debajo del pequeño espacio entre el estante y el piso.
Hay cuatro juegos de botas Nahx. Me vuelvo hacia Sawyer, y la mirada que me devuelve es apologética. Apunta hacia mí y luego hacia la parte trasera de la tienda, en donde está el almacén. Sacudo la cabeza, NO. Apunta hacia su hombro con enojo. No está propiamente uniformado, pero si lo estuviera, ahí es donde se encontrarían sus insignias de teniente. Apunta hacia mí de nuevo, de manera contundente, y luego a la parte posterior de la tienda. Lo miro y supongo que mis ojos deben mostrar cierta aquiescencia. Adiós, dice con los labios. Levanta cuatro dedos, tres, dos, uno…
Me levanto de un salto y corro en una dirección mientras él corre en la otra, gritando maldiciones a todo pulmón. Entro de golpe a través de las puertas oscilantes cuando oigo cuatro disparos y luego un gemido y el zumbido de tres dardos.
Luego, silencio. Sawyer está muerto, pienso. Cierro con fuerza los ojos. Las lágrimas harían mi vista borrosa. Y la necesito.
Apoyo mi espalda contra la pared sucia. A mi izquierda veo una pequeña puerta abierta y un baño detrás. No me esconderé en un baño otra vez. Lo que necesito es una salida. Me asomo detrás de un alto estante hacia la puerta de cortina que da a la parte posterior.
Está abierta ahora y un transporte Nahx está estacionado en el área de carga.
Mi corazón late con fuerza. ¿Cómo supieron que estábamos aquí? ¿Por qué no los escuchamos? No quiero considerar que pudo haber sido el Nahx de la casa rodante. Tal vez nos ha estado siguiendo todo este tiempo, llevándonos a una trampa. No puedo pensar en eso.
Me arrastro de regreso hasta la puerta batiente y me asomo para mirar a través de las sucias ventanas de vidrio. No hay Nahx en mi campo de visión. Ninguno de mis amigos tampoco. ¿Dónde están Topher y Xander? ¿Encontraron un escondite en el otro lado de la tienda? ¿Otra salida?
Corre, pienso. Éste no es momento de esconderse. Tengo que volver con los demás. Encontrar a Topher primero y largarnos de aquí. Esta misión es un desastre. Es casi seguro que Sawyer esté muerto y también Mandy, dado que no dio la señal. Los Nahx deben habernos visto cuando llegamos. Deben haber estado observando todo este tiempo.
Me deslizo con sigilo a través de las puertas batientes y las vuelvo a cerrar para que no crujan. Ahora estoy de regreso en la planta principal. Me asomo al pasillo donde dejé a Sawyer, pero está vacío. Me quedo quieta, esforzándome por escuchar algo. Al final del pasillo puedo ver otros dos transportes flotando en silencio fuera de la puerta de vidrio rota. ¿Cómo pueden estar en silencio? He oído el ruido de sus motores antes. Debe ser algún tipo de silenciador o eliminador de sonidos.
Me pican los ojos. Ahora sé que yo también estoy muerta; todos lo estamos. Me esfuerzo por seguir hacia la parte trasera de la tienda hasta que puedo asomarme por el siguiente pasillo.
El cuerpo de Sawyer yace allí, al final, con dos dardos en su pecho y un montón de frascos caídos y rotos a su alrededor. El olor a vinagre me provoca náuseas.
Por lo menos, pudo comer algunas aceitunas antes de morir, es la estupidez que aparece en mi cabeza. Después pienso en Topher, y cómo se sentirá perderlo. Él no es perfecto, pero no merece esto. Debería estar buscando a sus padres, o de regreso en la base embarazando a alguna chica dispuesta a llevarlo a la cama. O en su búsqueda de venganza, en nombre de Tucker.
Camino de puntillas por el pasillo hasta el cuerpo de Sawyer. Está recostado sobre su espalda, con los ojos abiertos, sin mirar nada, con una pistola todavía aferrada en una mano. Mi mente se llena de amigos muertos: Felix, Tucker, Lochie, Mandy. Nunca volveré a verlos. Tal vez nunca volveré a ver a nadie. Saco uno de los dardos del pecho de Sawyer, rompo la punta afilada y lo guardo. Esto parece tener sentido. Le pongo el seguro a su pistola y la meto en mi chamarra.
De regreso, fuera de la vista de los transportes en las ventanas del frente, camino a lo largo del pasillo. Me toma una eternidad, ya que debo moverme como un fantasma para evitar que los fósforos traqueteen en mis bolsillos. Cada músculo se tensa por el esfuerzo de permanecer en silencio. Cuando llego al final del pasillo, oigo los pesados pasos de al menos tres Nahx. Están a pocos metros. Rápidamente, me tiendo en el suelo, boca abajo. En el último momento saco el dardo de mi bolsillo y lo meto debajo de mi cuello. Cierro los ojos y contengo la respiración. Espero que haya más de un equipo aquí. Con suerte, no tienen ninguna forma de comunicarse a quiénes han matado y a quiénes no. Ojalá no me disparen de nuevo para asegurarse, como lo hicieron con Felix.
Ahora sé el verdadero significado de la esperanza: es lo que te une a la tierra de los vivos. Si la pierdes, mueres.
Los pesados pasos dan vuelta por el pasillo. Se acercan lentamente y se detienen sobre mí. Uno de ellos empuja mi muslo. Tenso los músculos de mi cuello para mantener el dardo en su lugar. Todo dentro de mí está gritando, rezando para que no se den cuenta de que no hay venas negras en mi cuello. Cuento en silencio para evitar explotar. Se siente como si estuviera sosteniendo mi aliento para siempre. Por fin, los pasos se alejan. Sigo su sonido hasta el otro extremo del pasillo y exhalo suavemente cuando desaparecen. Me quedo allí acostada durante mucho tiempo. Se siente como una hora. Luego, me atrevo a abrir los ojos y moverme. Me arrastro por el pasillo de nuevo, más allá del cuerpo de Sawyer, y echo un vistazo a la ventana delantera.
Los transportes se fueron.
Me paro y me muevo en el frente de la tienda, caminando en círculos, con dos armas cargadas y listas delante de mí. Detrás de un banco, cerca de la ventana por la que llegamos, encuentro a Mandy. Un dardo sobresale de su ojo. Su rostro es un laberinto de líneas oscuras. La sangre de plata aceitosa gotea por su nariz. La cámara de su casco está rota en el suelo.
Topher, pienso. Por favor, no estés muerto. No estoy preparada. No estoy dispuesta a perderlo también.
Me muevo al otro lado de la tienda, donde Topher y Xander comenzaron su búsqueda. Hay grandes contenedores abiertos llenos de frutas y verduras podridas y secas. Las pilas de cajas y montones de cubos vacíos proporcionan cierta cubierta. Me inclino detrás de una pila de bolsas de pan frito.
Silencio. Miro alrededor y tomo nota de los detalles de este lado de la tienda. Las ventanas están fuera de la vista. Las puertas de cortina que dan a la parte posterior están en el otro extremo. Si Topher y Xander estaban aquí cuando los Nahx llegaron, quizá no los vieron. Me deslizo por el suelo, agachada, para revisar detrás de cada cubo y pila de cajas. No me atrevo a llamarlos. Podría haber un Nahx por aquí todavía. Llego a la parte trasera de esa sección, donde grandes y altos refrigeradores cubren las paredes. Están llenos de cartones de leche. Una sección del aparador está vacía. La miro y sigo adelante, pero algo me detiene. Echo otro vistazo. Hay una cortina de plástico claro pero sucio en la parte posterior del refrigerador. Un escondite.
Abro el refrigerador con cuidado. Me agacho y me esfuerzo por ver a través de la cortina de plástico. Detrás de ella parece haber una pequeña habitación con pilas altas de cajas y cajas de leche. O lo que era leche, pienso. Tal vez son de yogur ahora.
Doy una última mirada detrás de mí, para comprobar que no haya algún Nahx. Lo último que quiero es llevarlos al escondite de Topher y Xander, si es que están aquí. Cuando me siento segura de que nadie está viendo, guardo mis armas y entro en el aparador, paso a través de la cortina de plástico y cierro con cuidado la puerta a mis espaldas.
La habitación es muy oscura. Me toma un momento que mis ojos se ajusten. No puedo ver movimiento, pero hay media docena de lugares donde podrían esconderse. ¿Un Nahx se escondería aquí?, me pregunto. Lo dudo.
—¿Topher? —murmuro finalmente.
—¿Raven? —es el sonido más hermoso que jamás haya escuchado.
Los encuentro detrás de una pila de cajas de crema batida.
Xander está acurrucado en una esquina, con una pistola apoyada en cada rodilla. Topher está encerrado a su lado, con su ballesta cargada.
—Esconderse o correr, ¿eh? —dice.
Nunca había deseado tanto abrazar a dos chicos. Siguiendo el impulso, agarro a Topher y lo beso en la cabeza. Xander inclina su cabeza, amablemente, y le planto un beso a él también.
—¿Tenías una pistola? —pregunto, mirando la ballesta de Topher. Él sacude la cabeza. Saco la pistola de Sawyer y se la entrego.
—¿Mandy y Sawyer? —pregunta Topher mientras mete la pistola en su cinturón.
—Muertos —respondo. Topher baja la cabeza entre sus piernas y suspira con pesadez. Xander se ve aturdido. Se vuelve y mira la pared.
—¿Los transportes se fueron? —pregunta Topher, levantando la vista.
—Los que estaban en el frente sí, pero había uno también en el fondo, y un montón de Nahx vigilando la puerta de atrás.
Miro a los dos chicos, el terror y la desesperanza en sus rostros. ¿Qué estamos haciendo aquí? Esta incursión fue idea de Liam. Por derecho, debería estar muerto bajo un mostrador con un dardo en el ojo. Debería estar tirado entre un montón de tarros rotos.
—Voy a asesinar a Liam cuando volvamos —dice Xander.
—Yo también —digo, y no me molesto en recordarle que Topher y yo fuimos los que preparamos el plan suicida para regresar a Calgary—. ¿Dónde está la otra puerta?
Topher señala una pared. En la oscuridad, apenas puedo distinguir el contorno de una puerta. También tiene una pequeña ventana.
—¿Han revisado?
—No hace poco —responde Topher—. La última vez había cuatro Nahx vagando por allí.
Tan silenciosamente como puedo, me levanto y me muevo hacia la puerta. La ventana redonda es tan alta que tengo que voltear una caja de plástico y subirme sobre ella para ver. Me asomo por un microsegundo, pero no percibo movimiento en el almacén del otro lado.
—Está despejado —digo.
—¿Segura? —pregunta Topher.
No estoy segura. Y lo dejo claro con un encogimiento de hombros casual que parece adecuado para el juego mortal que estamos jugando.
—¿Cuánto tiempo creen que podamos quedarnos aquí? —pregunta Xander.
—Hasta que encuentren la puerta —dice Topher.
Me bajo de la caja y me reúno con los chicos en el suelo, detrás de la crema batida.
—Pueden salir por el frente —digo.
—¿Y si nos oyen o nos ven? Están a sólo treinta metros de distancia.
—Van a tener que ser distraídos.
Topher toma mi muñeca.
—¡No! ¡De ninguna manera! Podemos esperarlos afuera.
—No lo creo —libero mi muñeca—. Están buscando en el área, se están instalando. Estoy segura de que saben bien que somos un grupo de reconocimiento y esperan a que llegue el resto —Topher comienza a protestar, pero lo detengo—. Cosa que sucederá —continúo—, si no regresamos a informarlo. Ése era el trato, ¿recuerdan? Los otros vendrán después de una hora y hemos estado aquí unos cuarenta minutos. Tienen que regresar al túnel antes de que más gente caiga en esta trampa.
La cara de Topher se endurece.
—Raven, no. Tú puedes regresar al túnel, burlarlos de alguna manera.
Está buscando un resultado más aceptable que el que Sawyer me ofreció a mí. Veinte minutos más de mi vida parecen mucho para morir por ello, pero supongo que si eso me permite ayudar a Xander y Topher a escapar, habrán valido la pena.
—No voy a dejarte ir —dice Topher.
—Yo iré —dice Xander.
—¡No! —Topher y yo decimos al mismo tiempo.
—No, está bien —dice Xander—. No tengo que salir por el almacén. Si vuelvo a la tienda a través del refrigerador de la leche y llego a la salida del frente, puedo hacer suficiente alboroto para sacarlos del almacén trasero. Podré escapar si salgo al estacionamiento y me quedo abajo. No me atraparán. Y ustedes podrán salir por atrás y reunirse en el túnel. Entonces todos nos largamos de aquí.
Topher y yo guardamos silencio por un momento.
—Ése es un plan terrible —dice Topher.
—Es mejor que el de Rave —apunta Xander.
—No hemos revisado la puerta —atajo—. Quizá no se abra por dentro.
Topher me lanza una mirada asesina. Se levanta y se acerca a la puerta, intenta mover la manija, que da vuelta con un clic sorprendentemente sonoro. Todos nos encogemos por el miedo a ser escuchados. Topher mira a través de la ventana redonda y suspira.
—Nada —dice—, es posible que ni siquiera estén en la parte de atrás. ¿Cómo sabemos que el último transporte no ha despegado?
—No lo sabemos —digo—. Escucha, por esta puerta y al otro lado del almacén hay una puerta al área principal. Podemos escapar de aquí sin que nos escuchen. Hay una posibilidad de que todos podamos llegar hasta esa puerta y atravesemos la ventana del frente sin que ellos lo noten. Sólo necesitamos mantener el silencio. Tal vez ni siquiera saben que estamos aquí. Todos podemos ir juntos.
—Prefiero eso, tengo que admitirlo —dice Xander.
Topher piensa por un momento.
—Está bien, es un mejor plan. Nos mantenemos juntos. ¿Todos listos?
—No —decimos Xander y yo al unísono. Pero nos levantamos y preparamos nuestras armas. Lenta y silenciosamente, Topher abre la puerta.
Salimos al almacén. Topher cierra con cuidado la puerta detrás de nosotros y nos conduce por una pared, detrás de un estante lleno de brillantes y coloridas cajas de galletas. Xander toma una y la mete bajo su chamarra.
Avanzamos poco a poco a lo largo de la pared. Todavía puedo oír el zumbido del transporte fuera del área de carga, pero hasta ahora no hemos visto señales de algún Nahx. Es posible que ya hayan abordado y estén listos para salir. O bien, podrían estar esperándonos fuera de las puertas abatibles.
Nos volvemos, y Topher levanta la mano para detenernos. Se asoma más allá de la estantería y la inclina hacia atrás con un gesto. Levanta tres dedos.
Tres Nahx, creo. Tres rifles de dardos. Si corremos, seremos objetivos móviles y será mucho más difícil que nos alcancen. Tal vez uno de nosotros logre regresar con los demás para advertirles. Por otra parte, quizá los Nahx ya los encontraron en el túnel y les insertaron pulcramente un dardo en la frente.
Topher se mueve de nuevo hacia adelante. La puerta batiente está a pocos metros de distancia, pero para alcanzarla tenemos que pasar detrás de una estantería a otra y luego cruzar hacia la puerta, arriesgándonos a ser vistos. De hecho, ni siquiera es un riesgo. Es casi un hecho, nos verán.
Topher se vuelve hacia nosotros. Una mirada a su rostro es suficiente para saber lo que está pensando. Ya he visto esa mirada antes, en el rostro de Sawyer.
No, digo con los labios. No, no, no, pienso. Tiene que haber alguna otra manera de salir de esto. Los tres necesitamos tener alguna oportunidad de salir de aquí. Ya he olvidado cuál era el plan de Xander y cuál era mi plan. Todo lo que quiero es tomar a Topher y Xander por la muñeca y arrastrarlos hasta un lugar seguro. Éstas son las personas que quedan en mi vida. Que quedan en el mundo, tal vez. Eso es todo.
Tengo la sensación de que voy a empezar a reír, y aprieto mis labios para reprimir la risa. Topher mira de nuevo detrás de la estantería, y antes de que pueda detenerlo, se mete a través de la abertura y detrás de la otra estantería. Se queda allí por un momento, pero no pasa nada. Comienza a ser real para mí que los Nahx que están en el área de carga no saben que estamos aquí. Si lo supieran, nos estarían buscando. Tal vez tengamos oportunidad de salir de esto con vida.
Topher está detrás del estante y nos llama. Empujo a Xander hacia adelante. Él se asoma, toma un respiro y se avalanza hacia el otro estante.
Topher lo empuja hacia atrás, y ambos se agachan por un momento. Todavía no hay reacción de los Nahx afuera. Topher me llama en silencio. Lo miro. Su rostro está lívido y mira con ojos salvajes. Detrás de él, Xander tiembla, asustado como un niño pequeño en la oscuridad. Topher me llama de nuevo. Sacudo la cabeza.
Topher me mira y me dice en silencio, con sus ojos, que conoce mi plan y no lo aprueba.
Ve, dibujo con los labios. Su rostro se estruja. Sacude la cabeza. Lo siento, añado. Luego, empujo mi estante.
Cajas y latas se estrellan. Les dirijo a Topher y Xander una mirada final que dice: Si no corren ahora, todo habrá sido en vano. Xander toma el brazo de Topher y corren. Los veo atravesar las puertas batientes justo en el momento en que los Nahx aparecen dentro del área de carga. Corro de regreso, vuelvo a ocultarme en el refrigerador y cierro la puerta. Mi esperanza es que los Nahx no sepan de la cortina de plástico, y que yo pueda escapar de esa manera. Es mi única esperanza.
Empujo cuantas pilas de crema batida y leche puedo. El olor es tan terrible que casi vomito, pero logro no desmoronarme hasta que puedo volver a pasar por la cortina de plástico. Pronto me encuentro dentro del pequeño armario de leche una vez más, chorreando porquería maloliente. Me estiro y trato de abrir la puerta de vidrio. No se mueve. Detrás de mí veo la gran puerta empujando contra las pilas de leche y crema, y el cañón de un arma de dardos. Saco mi pistola de mi chamarra, le quito el seguro y disparo directamente hacia el vidrio, que estalla alrededor de mí.
Con los oídos zumbando, ruedo por encima de los vidrios rotos y salto entre la comida podrida.
¿Correr o esconderse? ¿Correr o esconderse? Podría encontrar un lugar donde esconderme entre los exhibidores de frutas y verduras. Tal vez enterrarme bajo los plátanos podridos. O podría correr por mi vida, de regreso al exterior y a través del estacionamiento, pasar el estadio y bajar la rampa hacia el túnel. Tengo medio instante para decidir. En ese instante escucho el rugido de los motores de los transportes activados a su máxima potencia afuera. Ya dejaron de esconderse. Y yo también.
Elijo correr.