RAVEN

El tiempo transcurre, o el sueño pasa. El problema es que se trata de un mismo tiempo que se repite. Una y otra vez el Nahx en el estadio vuela hacia abajo sobre mí. A veces me despierto gritando, y el dolor se dispara a través de mi caja torácica, sólo para hundirme otra vez en el sueño febril. A veces el sueño progresa más allá de lo que realmente sucedió. Muero en algunos. En otros me convierto en un Nahx como él y me vuelvo contra Topher cuando trata de rescatarme; lo aplasto con mis puños blindados. En un sueño, Topher mata al Nahx, luego me toma en sus brazos, me baja hacia el suelo y besa la sangre de mi boca. En otro, Topher es el Nahx, y es Tucker quien me rescata y me abraza. En algún momento, mis sueños se degradan en los sueños gordos, mal ajustados y deformes de la fiebre, sin más peleas ni besos.

A veces mi Nahx está ahí cuando abro los ojos y a veces no. Una vez despierto para encontrarlo metiendo en mi boca algo caliente y salado con una cuchara. Trago, dolorosamente, y siento el calor hundiéndose en mí. Pero la siguiente vez que despierto, estoy vomitando todo de nuevo. Mi Nahx aparece con un paño y me limpia la cara y el cuello.

—¿Qué eres? —pregunto, parece que más de una vez. Hace señas, pero no las entiendo. A veces sólo se encoge de hombros. Si alguna vez me da una respuesta coherente, no soy lo suficientemente consciente para procesarla. En el delirio, le doy mis propias designaciones: monstruo, demonio, asesino, extraterrestre, máquina.

Y entre sueños me recuerdo mi propia designación: Rage, Rabia, la luchadora, la soldado que no se rinde. Ni a este Nahx, ni a nadie. Y tampoco a la muerte.

Sueño con fuego. Mi piel está en llamas. Siento el calor que se levanta de mí en ondas. Pone paños húmedos sobre mi cabeza y mi pecho. El dolor en mi pierna se apodera de mis pensamientos por un momento, hasta que no puedo encajar una sola idea. Yazco en silencio ignorante, sin oír, sin ver, flotando sobre una cama de cuchillos y brasas ardientes y fuego.

No sé cuántos días transcurren. Veo la luz del sol y la oscuridad casi en igual medida. Y veo al Nahx, a mi lado a veces y otras veces en las sombras, en la esquina de la habitación. Si grito de dolor, no tarda en aparecer, y una vez que me mira y revisa mi herida, lo observo sacudir la cabeza. ¿Piensa que voy a morir?, me pregunto. ¿Se está preparando? ¿Y por qué le importa?

Una vez me despierto en la noche, o siento que estoy despierta, y veo a Tucker parado junto a la ventana, observando el cielo oscuro. Haré que se vuelva, que me mire, pero continúa mirando hacia afuera en silencio. En esto se convierten los muertos, pienso, sombríos centinelas que no ven ni oyen nada, que vigilan las estrellas. Tal vez si muero, volveré con Tucker.

Otra noche, después de unos días de flotar en este mundo febril, me pierdo. Sólo toma un momento. Un minuto estoy consciente y tras un breve parpadeo de lucidez, mi fiebre ha llegado a algún lugar más allá de la vida y la recuperación. Es una especie de vestuario psíquico donde me despojo de todo lo que me hace ser quien soy para poder entrar en un mundo donde sólo los espíritus desnudos pueden acceder. Dejo ir la ira. El coraje hacia mis padres, hacia Tuck y Emily, hacia mí. El coraje hacia el Nahx. Los dejo ir a ellos también, a mis padres, a Tuck, a Emily, a todos ellos. Incluso a Topher, aunque es difícil soltarlo. Sus dedos se enganchan a los míos, pero al final la gravedad de lo que espera es demasiado fuerte. Él desaparece. Dejo ir la rabia, y luego todo se esfuma. Me salgo de todo. No tengo forma, ni tamaño, ni memoria, ni nombre. Todo lo que tengo es lo inmediato, lo que siento y veo. Siento calor. Veo fuego. Veo una sombra moverse en el fuego.

Luego, nada.