La primavera llega a la base como un cortejo fúnebre. Lo primero que exige es excavar tumbas para aquéllos que no sobrevivieron el invierno. Ahora que el suelo se ha descongelado, nuestros amigos pueden descansar con más dignidad que simplemente ser apilados en la nieve, fuera de la salida norte. Un hombre con diabetes murió, como se predijo, y el niño con leucemia. Hubo dos suicidios. Un infarto. Y una anciana murió mientras dormía, junto a su bisnieto quien descansaba a su lado. Alguien se sobrepasó con el licor casero. Tal vez un accidente, tal vez no. Y gente murió en dos funestas misiones de recolección en las ciudades cercanas.
Aquéllos que no recibieron un dardo de los Nahx son enterrados primero, porque sus restos se descompondrán. Me apunto como voluntaria para cavar, dado que tengo una espalda fuerte y un corazón frío. Veo estas muertes no con resignación, sino con determinación. Permanecer aquí es un suicidio lento; la comida se terminará en algún momento y todos sucumbiremos como tiburones en un tanque demasiado pequeño. Ahora sólo hay una esperanza. Durante los meses desde mi regreso he negociado diariamente con Liam sobre un éxodo a la costa. Ahora que la primavera está aquí, se convierte en una idea real y no sólo en algo sobre lo cual discutir en los oscuros pasillos. Prefiere esperar, armarse, esquivar y engañar a los Nahx que están ahora tan ausentes como los mitos. Sólo las venas grises en la cara muerta de Britney nos los recuerdan. Su encuentro con ellos fue lo último que cualquiera de nosotros ha sabido. Podemos esperar para siempre una oportunidad de venganza.
Tuve la mía, por supuesto, y la dejé ir, como copos de nieve en el viento. Ahora no quiero desperdiciar todo lo que él me dio, todo lo que me entregó, sólo para dejarme morir de hambre en una cueva. Le debo eso. Se lo debo a todos los que nunca perdieron la esperanza en mí. Tucker, mis padres, incluso Topher. Topher quien vio cómo era llevada por un Nahx y nunca se dio por vencido.
Y Augusto. Me trajo de regreso de una muerte cierta. Mi vida es su vida.
Liam ahora comanda la base, ya que Kim murió hace dos meses en una incursión por comida y medicina. Liam, cuyo estado mental es cuestionable en el mejor de los casos; muchos de sus amigos murieron en esa misión. A Kim la enterramos primero porque, por la razón que sea, el Nahx que la atrapó eligió romperle el cuello en lugar de dispararle. El cadáver de Britney es tan bonito y delicado como lo era ella en vida. La enterramos junto a Kim, y dejamos a Liam allí sentado en el barro; su rostro es una máscara.
Topher me jala detrás de uno de los camiones y nos abrazamos, respirando el sudor de cavar toda la mañana, el olor húmedo y podrido de la primavera, y las agujas de pino, los árboles volviendo a la vida a nuestro alrededor. Hacemos esto algunas veces. Caer en los brazos del otro no como amantes, sino más como amigos. La primera vez fue la noche que llegué a la base, cuando Topher salió corriendo con los pies descalzos y me cargó hasta el interior, donde nos derrumbamos juntos en el suelo, sollozando. Él con alivio, yo con algo por completo distinto.
Muchas veces desde entonces hemos caído juntos de esta manera, cuando ya no podemos soportar el mundo arruinado que nos rodea. Nos cerramos en un círculo privado de consuelo y arrepentimiento. Nunca dura mucho tiempo. A veces nos besamos, pero la mayoría de las veces no lo hacemos.
—Te amo, Raven —miente, murmurando en mi oído. Presiono mis labios en su boca porque no quiero que diga más, como a veces hace. Se mantiene diciendo cosas dulces, cosas cada vez más desesperadas, anhela quizá que algo cambie entre nosotros. Pero eso no pasará y no puede saber por qué. Mi corazón está en otra parte, se quedó allá afuera, en la nieve, en la parte superior de la ruta oculta; ahora se descongela y se derrite en la tierra blanda con todo lo demás. O tal vez se dirige hacia otros humanos escondidos, tratando de no recordarme. O murió. Tal vez esté muerto.
Quizás. Ojalá.
No le he contado a nadie sobre Augusto. Todos en la base consideran mi regreso como un milagro. La historia que conté fue que el Nahx que Topher vio cargándome se desplomó por la herida de su flecha, unos minutos después. Me arrastré dentro de un pequeño supermercado, sola traté mis heridas y me recuperé hasta que fui lo suficientemente fuerte para regresar al túnel. Encontré el camión. Conduje hasta que el combustible se agotó. Caminé desde allí. Es inverosímil en extremo, pero nadie lo cuestiona. Topher sospecha, estoy segura, pero tal vez no quiere saber la verdad.
Han pasado cuatro meses desde mi milagroso regreso. Cuatro meses desde que no he visto a Augusto, salvo durante todas las noches, en mis sueños.
—Lo digo, y es como si ni siquiera me escucharas —dice Topher. Pero le he dicho que yo también lo amo, muchas veces. Es Topher quien no puede oír lo contundente que es eso. Cómo lo que tiene ahora es todo lo que alguna vez habrá.
Nada de esto es real. Su idea de amarme no es más real que un recuerdo. Lo sé. Conozco la diferencia. A veces importa y a veces no.
—Tucker no volverá. Podemos pertenecernos —dice, metiendo un rizo de mi cabello bajo mi bandana sudorosa.
A veces siento que estoy teniendo estas conversaciones con un cadáver. Porque todo lo que Topher dice que siente por mí es imaginario. Está tan muerto por dentro como su gemelo lo está en todos los sentidos. Es posible que eso no importe tampoco. Su cuerpo presionado contra el mío hace que mi piel hormiguee y mi corazón golpee contra mis costillas. Necesito esto ahora mismo. Y él también. ¿Cuál es el daño? Lo beso de nuevo.
—¿Por qué no muestran respeto, imbéciles? —dice Liam, apareciendo a un lado del camión—. Acabamos de enterrar a nueve personas.
Topher es castigado. En teoría, es el segundo al mando de Liam, y yo soy la última persona que Liam querría en su círculo íntimo, así que nuestra relación, tal como está, es un punto de discordia entre ellos.
—Tienes razón, lo siento —dice Topher, alejándose de mí—. Raven estaba enojada y nosotros… —no contradigo esta verosímil mentira—. No volverá a suceder.
Liam levanta una ceja, de forma obscena para mi gusto. Considero por un momento escupir en su rostro, pero lo pienso mejor.
—Tengo que verte en el centro de mando, Raven —dice Liam, volviéndose—. En cinco minutos.
—¿A mí también? —pregunta Topher.
—No. Cava otra tumba. Hubo un suicidio anoche.
Me tomo mi tiempo en lo que subo al centro de mando, mucho más de cinco minutos, quizá como veinte. Me gusta hacer esperar a Liam. Y me da tiempo para tranquilizarme con respecto al suicidio; vi a todos los que me importan aquí durante el desayuno.
Sin embargo, Liam está tranquilo cuando llego. Me invita a sentarme en una de las mesas largas y hace lo propio frente a mí. Nos hemos sentado al otro lado de esta mesa muchas veces, yo abogando por la idea de largarnos de aquí, por una ruta que Xander trazó y que nos llevaría fuera de la tierra alta ocupada en sólo una semana, Liam desestimando mi argumento. Él recluta civiles todos los días, de modo que quedan sólo unos pocos ancianos o los más jóvenes desarmados. Los equipos de asalto traen tantas armas como comida y medicinas de sus incursiones en cabañas y granjas cercanas. Los que regresan, quiero decir. Algunos vuelven en pedazos, como el equipo de Britney y Kim. Algunos no vuelven. Yo tranquilamente espero que regresen a las montañas y sigan el mapa de Xander, que estén en su camino hacia la libertad. Pero tal vez eso sea un sueño desesperado. Los Nahx podrían prescindir de un equipo de asalto de seis personas en segundos, silenciosamente, apenas levantando polvo.
—¿Quién se suicidó? —pregunto mientras me siento. Nunca hice nuevos amigos aquí. Los amigos con los que llegué son Topher, Xander y Emily, pero la amistad que tuve con ella se ha ido. Una frialdad se apoderó de ella durante mi ausencia. Hay rumores de un aborto involuntario, pero nunca pregunté los detalles. En cierto modo, admiro el hielo en ella. Es duro, impenetrable. Como una armadura.
En cuanto a Liam, él y yo discutimos sobre estrategias, alegamos sobre todo, y de vez en cuando se sienta conmigo en las comidas, intentando sostener charlas triviales sobre los viejos días, los libros que leo o la música que me gusta. Es extraño, pero lo tolero. Aunque odio admitirlo, necesito a Liam como aliado. Todos los demás son extraños para mí.
—Jill. Esa chica cuyo novio nunca regresó de patrullar. ¿La conoces?
Sacudo la cabeza, aunque su rostro flota delante de mis ojos. Nunca hablamos, pero reconocí su dolor. Sé lo que pasa cuando alguien que te importa desaparece. No me molesto en preguntar cómo lo hizo. Algunos detalles no importan en realidad.
—Es hora de considerar el retiro —digo, porque sé que eso se espera que diga—. Quiero decir, considerarlo en verdad. Podríamos llegar a la costa para el verano. Aunque no haya nada allí, eso nos daría tiempo para establecer algún tipo de asentamiento antes de que regrese el invierno.
—No iremos a ninguna parte.
—Liam, tenemos una oportunidad, una verdadera oportunidad. El mapa de Xander es sólido como una roca. La ruta está muy por debajo de seiscientos metros de altura durante casi noventa por ciento del camino. Uno de los videos incluso sugirió que podría haber patrullas humanas en sitios tan cercanos como Prince George. Está a poco más de trescientos kilómetros de aquí. Dos semanas como máximo y podríamos ser rescatados.
—No irás a ninguna parte —dice Liam, y algo en su tono me hace sentir tensa, como si tuviera que huir rápidamente. Pero creo que quizá sólo esté molesto conmigo y con Topher. Enojado de que tengamos algo juntos, de que Topher no haya entregado los últimos vestigios de su humanidad de la manera que Liam quiere que hagamos todos. En verdad no tengo el hígado para atender hoy la ira de Liam. Me levanto.
Liam golpea ambas manos sobre la mesa antes de que incluso enderece la espalda.
—¡Siéntate de una puta vez!
Me siento. Esto es más que el mal humor ordinario de Liam. Empiezo a buscar en mi comportamiento reciente, tratando de encontrar algo que hubiera podido ganarse este tipo de confrontación. Pero la actitud de Liam se serena. Descansa las palmas de sus manos sobre la mesa por unos segundos, inhalando y exhalando, antes de tomar una carpeta grande que está en el borde de la mesa. Extrae un libro delgado y lo lanza boca arriba delante de mí.
“El cuervo”, de Edgar Allan Poe. Y he visto este libro en particular antes. Me quedo mirándolo fijamente hasta que mi visión se nubla, con miedo de mirar de nuevo el rostro de Liam, de mostrarle el mío.
—¿Y bien? —pregunta.
—¿Bien qué?
Cuando Liam se estira por el libro, resisto el impulso de arrebatárselo y huir. No sé adónde ni por qué. Si Augusto dejó este tesoro, o perdió cualquier interés o recuerdo de mí, o está muerto. O peor, supongo. Hay una tercera opción. Me parece que no puedo soportar que esto se prolongue más. Pero antes de que yo abra la boca, Liam abre el libro. Lee mi dedicatoria.
—“Para Augusto. Cuídate, Raven”. Simple, en serio. Conciso. ¿Tenías prisa cuando escribiste esto? No sé quién es Augusto, pero lamento decirte que tal vez esté muerto. Encontramos esto en un Nahx.
—¿Muerto? —logro decir. Estoy tratando de reconstruir esto en mi cabeza desde el punto de vista de Liam. Por supuesto que él no asumiría que fue a ese Augusto a quien le di el libro. Ese Augusto es el Nahx. Pero ahora no estoy segura de por qué está tan enfadado.
—Tu amigo Augusto trajo hasta aquí a un explorador Nahx de alguna manera. Estoy seguro de que ahora está muerto en el aguanieve, y se lo merece, carajo, por haber sido tan estúpido.
Cierto. Un chico humano. Y Liam piensa que es Augusto. De alguna manera seguido por un Nahx. Quien creo que en realidad es Augusto.
Augusto. Está. Aquí.
—¿Él está…? Quiero decir, ¿el Nahx está…? ¿Mataste al Nahx?
Liam se reclina, con una pequeña sonrisa en su rostro.
—Raven, eso es frío. ¿No te preocupa quienquiera que sea este Augusto? Algún desventurado pueblerino que te escoltó al menos parte del camino hasta aquí, me imagino ¿Hiciste que valiera la pena? ¿Por eso vino detrás de ti? ¿Podrá haber tenido otra prueba de lo que Topher está disfrutando tanto?
Quiere que pierda el control, lo sé. Liam me provoca cada vez que tiene oportunidad, porque lo que él quiere más que nada es una razón para patearme el trasero en un combate a puño limpio. Me encantaría darle el gusto, pero hay cosas más importantes en este momento.
—¿Está muerto el Nahx? —pregunto—. Quiero decir, si él… si escapó, entonces definitivamente necesitamos largarnos. Traerá una legión de ellos. Estaremos acabados —si Liam supiera lo falso que es esto. Si supiera cómo mi corazón está palpitando en mi pecho, sostenido de la débil esperanza de que Augusto, el verdadero Augusto, mi Nahx, esté vivo.
—No matamos al Nahx —dice Liam con una sonrisa burlona—. Hicimos algo mejor: lo tomamos prisionero.