Este libro se los dedicamos a Dios, quien nos hizo el milagro de vivir para compartir nuestras experiencias con ustedes.
El que habita al amparo de Elyon y mora a la sombra de Shaddai,
diga a Yahve: “Refugio, baluarte mío, mi Dios, en quien confío”.
Pues él te librará de la red del cazador, de la peste funesta;
Con sus plumas te protege, bajo sus alas hallas refugio: escudo y
armadura es su fidelidad.
No temerás el terror de la noche, ni la saeta que vuela de día,
ni la peste que avanza en tinieblas, ni el azote que devasta a mediodía.
Aunque caigan mil a tu lado y diez mil a tu derecha, a ti no te alcanzará.
Basta con que fijes tu mirada, verás la paga de los malvados, tú qué dices:
“Yahvé es mi refugio”, y tomas a Elyon por defensa.
El mal no te alcanzará, ni la plaga se acercará a tu tienda; que
Él ordenará a sus ángeles que te guarden en todos tus caminos.
Te llevarán ellos en sus manos, para que en piedra no tropiece tu pie;
pisarás sobre el león y la víbora, hollarás al leoncillo y al dragón.
Puesto que me ama, lo salvaré, lo protegeré, pues me reconoce.
Me llamará y le responderé, estaré a su lado en la desgracia, lo salvaré
y lo honraré.
Lo saciaré de larga vida, haré que vea mi salvación.
Salmo 91
Dios no nos ha dado un espíritu de temor y timidez sino de poder, amor y autodisciplina.
2 Timoteo 1:7