Eran las 4:00 a.m. y no estaba más cerca de conciliar el sueño que en las horas anteriores. Cada uno de mis pensamientos se encontraba ligado a Alexa Cassidy y a su maleficio. Mi novio, Michael Darmoon, un brujo, había enojado a su exnovia Alexa eligiéndome a mí y ella había decidido maldecirlo con un conjuro llamado Corazón de piedra. Su regalo de despedida antes de morir.

No estábamos seguros de si la magia había funcionado. Sin embargo, no podía dejar de pensar en sus ojos. Cuando se despidió de mí hacía solo unas horas, había visto una sombra en sus hermosos ojos azul oscuro. Una sombra que no debería estar allí.

Ese era el problema de salir con un joven que descendía de una larga línea de brujas de Salem. Alguien podía hechizarlo, privándolo de sus sentimientos.

Y ese no era el único problema. Su hermano Gabriel formaba parte de un grupo de brujas que practicaba vudú y hacía sacrificios humanos. El Club del Grim.

Él y otro Grim, cuya identidad desconocíamos, habían logrado escapar y sus padres estaban haciendo todo lo posible por encontrarlo. Gabriel Darmoon había participado en la matanza de más de un inocente, incluyendo la de mi amiga Katelyn Spence. Debía afrontar las consecuencias, ser castigado.

Giré hacia el otro costado de la cama, esperando a que el cambio de posición me ayudara a dormir. Si solo pudiera pausar mis pensamientos y descansar por unas horas.

¿Qué sucedería si el maleficio había funcionado? ¿Michael dejaría de amarme? ¿Cómo lo romperíamos? ¿Su hermano intentaría vengarse?

Esas eran algunas de las preguntas que persistían en atacar mi cabeza, manteniéndome despierta. Después había otras como: ¿dónde estaba Galen? ¿Qué haría conmigo ahora que no podía seguir controlándome?

Galen era un Antiguo, un longevo, su vida era más larga que la de una persona normal y para sustentarla debía tomar sangre de alguien que poseyera magia. Alguien como yo. En mi cabeza no se diferenciaba mucho de un vampiro. Bebía sangre y había estado controlándome usando algún tipo de hipnosis.

Eso había llegado a su fin. La noche anterior conseguí romper su control y al llegar a casa había tomado una poción que tenía preparada desde hacía tiempo para evitar que volviera a hacerlo.

No dudaba de que volvería a verlo pronto. Galen siempre se las ingeniaba para llegar hasta mí, incluso sabía cómo manipular el cerrojo de mi casa.

Tomé la almohada en mis brazos, concentrándome en la respiración. Necesitaba dormir. Mi cansancio era tal que el hecho de que siguiera despierta no dejaba de asombrarme.

Cerré los ojos por décima vez. Momentos después, un gato negro saltó ágilmente sobre la cama, acomodándose contra mi espalda. Mi familiar, Kailo. La calidez de su pequeño cuerpo hizo que finalmente me relajara.

La voz de Marcus Delan me despertó horas después. Podía oírlo golpeando la puerta principal y gritando mi nombre. Salí de la cama, refunfuñando, y fui a abrirle. Su alegre rostro no fue una mala manera de empezar el día.

—Hey, Ashford… —Hizo una pausa—. Lo siento, pensé que ya estarías despiertas.

Mi pelo era un lío, mis ojos se estaban adaptando a luz y estaba en pijama. Le murmuré que se pusiera cómodo mientras iba al baño a arreglarme.

—¿Tienes comida? —preguntó desde la cocina.

—No mucha. Olvidamos pasar por el mercado —respondí.

Vivía con mi mejor amiga Lucy Darlin, quien siempre se encargaba de ese tema. No solo era una excelente cocinera, ya que su madre era chef, sino que además de hacer las compras, horneaba todo tipo de cosas deliciosas. Eso y era una Gwyllion. Una ninfa con habilidades especiales que le permitían cierto vínculo con la naturaleza.

Peiné mi pelo negro con una colita; fue la única manera de controlarlo tras moverme en la cama la mitad de la noche. Busqué unos jeans y una camiseta de manga larga.

Eran los primeros días de febrero, lo que en Boston, Ma­ssachusetts, significaba frío y nieve.

Al regresar a la cocina, encontré a Marc comiendo un paquete de papas fritas. Conocía todos mis escondites.

—Necesitamos comida de verdad —dijo.

Su pelo castaño caía de manera arremolinada sobre su rostro y tenía pequeñas pecas en su nariz. Además de ser compañeros en la universidad, Marc y yo éramos buenos amigos. Era la persona más graciosa que conocía, carismático, y hasta hacía unas semanas algo mujeriego. Eso había terminado cuando comenzó a salir con Maisy Westwood. La prima de Michael y una bruja de Salem.

—Sí, vayamos a comer algo —dije.

Mi estómago estaba haciendo ruido, exigiendo comida.

—¿Hablaste con Lucy?

—Está en la casa de Ewan, con seguridad lo está cuidando como a un bebé —dije riendo.

Ewan Hunter era el novio de Lucy y un miembro de la Orden de Voror, una antigua cofradía cuya misión era proteger a personas inocentes de lo sobrenatural. La noche anterior nos había ayudado en nuestra pelea contra el Club del Grim y se había dislocado el brazo.

—Tengo ganas de comer pasta —dijo Marc pensativo.

—Estoy contigo —respondí.

Tomé mis cosas y fuimos a un restaurante italiano que quedaba a unas cuadras. Ordenamos dos platos de espaguetis y devoramos toda la cesta de pan. No recordaba la última vez que había comido. Ser parte de una comunidad de brujas no iba a ser tarea sencilla. No cuando siempre había algo de que preocuparse.

Busqué mi celular, preguntándome si Michael estaría despierto. La verdad acerca de su hermano lo había afectado. Él y Gabriel eran cercanos.

Yo 13:28

Buen día : ) ¿Dormiste bien?

El mozo trajo la pasta y apenas apoyó los platos Marc y yo comenzamos a enroscar los espaguetis en el tenedor.

—Esto está delicioso —dijo Marc.

Asentí, demasiado ocupada para responder. Comimos en silencio hasta calmar nuestros estómagos y luego nos relajamos contra los respaldos de las sillas.

—Apenas dijiste nada sobre lo que pasó ayer.

—No hay mucho que decir —respondí—. El hermano de Michael se dio a la fuga, Alexa está muerta.

Marc consideró mis palabras.

—Estás fuera de peligro —concluyó contento—. A menos que haya alguna otra amenaza de la que no sepa. Ya sabes, demonios, momias, dragones, vampiros…

La última palabra dio en mis nervios. Galen no era exactamente un vampiro, pero no estaba lejos de serlo. Quería contarle a Marc sobre él, solo que no me animaba a hacerlo. Era vergonzoso admitir que me había tenido bajo su control, bebiendo mi sangre como si fuera un refresco.

—Creo que estaré bien —respondí.

Mi celular sonó y me apresuré a agarrarlo.

Michael 13:46

Buen día, linda. He tenido mejores noches. ¿Qué hay de ti?

Yo 13: 46

Lo mismo.

Terminé de comer lo que quedaba en el plato. Tal vez debería ir a su casa para asegurarme de que estuviera bien. Ansiaba volver a verlo para comprobar si en verdad había algo diferente en sus ojos.

—Voy a pedir postre —anunció Marcus.

—Este lugar tiene los mejores —respondí contenta—. ¡Podríamos pedir una torre de triple chocolate! Eso o un tiramisú; aunque también está la tarta de manzana con helado de crema.

Evaluamos cada opción y nos decidimos por la torre de chocolate. Nadie podía resistirse a tres tipos de chocolates diferentes.

—¿Qué harás después? —preguntó Marc.

—No lo sé. Creo que iré a ver a Michael.

Soné más preocupada de lo que me hubiera gustado.

—Maisy me contó sobre el embrujo que hizo esa chica loca Alexa. ¿Crees que en verdad se convierta en un zombi?

—No, no en un zombi. Pero he visto suficientes cosas como para saber lo poderosa que puede ser la magia —repliqué.

Marcus llevo su mano a la mía.

—Michael estará bien, no perderá sus emociones —dijo.

—Eso espero.

El postre trajo una nota más alegre. El chocolate era como un pedazo de cielo. Tibio, esponjoso, completamente delicioso. Lo terminamos en cuestión de minutos y batallamos con las cucharas por el último bocado.

Michael 13:59

¿Qué estás haciendo?

Yo 13:59

Almorzando con Marc. Hay un postre llamado «Torre de triple chocolate» que definitivamente debes probar. ¿Quieres que pase por tu casa?

Marc movió su mano, llamando mi atención.

—¿Qué?

—¿Cómo vienes con el trabajo de Marketing II? —preguntó.

Lo miré, sin saber de qué estaba hablando.

—El que hay que entregar el martes…

—Lo olvidé por completo —respondí.

Todo el tema de la brujería era como tener una vida paralela. Mis calificaciones habían pasado de buenas a aceptables. Por momentos, incluso olvidaba la universidad por com­pleto.

—Siempre eres tú la que me recuerda a mí las tareas, no al revés.

—Lo sé —dije con resignación.

—Descuida, Ashford. Te daré el mío y puedes copiarlo —respondió Marc—. Dios sabe que he copiado más de un trabajo tuyo.

Eso era cierto. No quería estimar números, pero seguro de que era uno de dos cifras.

—Gracias.

Miré el celular y encontré tres mensajes nuevos.

Maisy 14:06

Necesito que vengas a casa. Samuel está en un estado deplorable. Nos vendría bien tu ayuda.

Maisy 14:06

Trae ropa, la suya ya no sirve.

Maisy 14:06

Y comida.

No quería imaginar el estado en el que debía estar Samuel si Maisy quería tirar su ropa. ¿Y qué hacía allí? Pensé que estaría con su familia.

—Maisy necesita que la ayudemos con Samuel. Le pediré al mozo comida para llevar y necesito algo de tu ropa —dije.

Marc me miró, procesando cada palabra.

—¿Sigue en su casa? Pensé que se habían deshecho de él —respondió.

—¿Sabías que estaba allí?

—Cuando salimos de aquel hospital embrujado Lyn nos pidió que aguardáramos junto a ella hasta que llegaran los Cassidy. Su madre estaba llorando y apenas le dijo dos palabras. Y su padre dejó en claro que no lo llevarían con ellos —dijo Marc—. El sujeto estaba fuera de sí. Balbuceando sobre fantasmas y bebiendo de una petaca.

¿Cómo era posible que sus padres lo abandonaran de esa manera? ¿Que no le permitieran velar a su hermana junto a ellos? Era indignante. Samuel estaba lejos de ser el hijo ejemplar, pero aun así era su hijo.

Yo 14:13

Maisy me pidió ayuda con Samuel. ¿Nos vemos en su casa?

Michael 14:14

Nos vemos allí. Te quiero.

Sonreí.

Yo 14:14

Yo más.

Michael 14:14

Imposible.