Observé a Lyn alejarse con una botella de vino. ¿Qué pasaba por su cabeza? Samuel claramente necesitaba ayuda y ella iba a «descansar». El trágico chico a mi lado estaba ojeando el sándwich como si de solo mirarlo fuera a vomitar. Insistí en que al menos comiera algo, pero alejó el plato con el sándwich, y se concentró en la tarta.

Maisy y Marcus lo estaban mirando de manera prudente. No podían creer que en verdad representaba un peligro. Samuel no estaba en sus cabales, pero era un alma sensible, no podía imaginar que fuera a lastimar a alguien.

El timbre hizo que un cosquilleo recorriera mi estómago. Un cosquilleo combinado con mariposas y pequeñas chispas de ansiedad. Tenía que ser Michael. Le indiqué a Maisy que yo iría y me apresuré hacia la puerta.

Acomodé mi colita del pelo; a pesar de que no había mucho que pudiera hacer por mejorarla. Mis dedos se cerraron en el picaporte y no perdí un segundo en abrir.

Michael Darmoon me recibió del otro lado. Su tupido pelo claro caía a ambos lados de su rostro de manera despeinada. Al parecer, no era la única que se había revuelto en la cama. Sus ojos seguían siendo de un tempestuoso azul, solo que… más oscuros. No me encontraba segura de si era paranoia, algún truco de mi imaginación, o si en verdad sus ojos se veían un poco más oscuros.

—Hey… —dije.

Michael me tomó en sus brazos y me saludó con un beso. Sombra o no, sus labios se sentían tan bien como siempre. Su mano se posó en el hueco de mi espalda, sosteniéndome contra él. El beso pasó de dulce a acalorado en cuestión de segundos. Tiró de mi pelo, soltándolo de la colita, y enredó sus dedos en él.

—Estamos en la puerta —dije riendo.

Separó su rostro del mío, respirando de manera agitada.

—Hola.

—Hola —respondí.

Entrelacé mis dedos con los suyos y comenzamos a ir en dirección a la cocina.

—¿Cómo te sientes? —pregunté.

—Igual que siempre, deja de preocuparte. Sigues siendo la chica más hermosa que he visto —hizo una pausa y agregó—. Solo que con el pelo más revuelto.

Eso me sacó una risa.

—¿Cómo está Samuel? —preguntó.

—Mal, su familia prácticamente lo abandonó y está con resaca.

Apenas entramos en la cocina, Maisy se acercó a nosotros para saludarlo. Sus ojos celestes se detuvieron en los de su primo, analizándolo de manera detenida.

—¿Todo bien, Mais? —la saludó.

—Sí, ¿qué hay de ti?

Revoleó los ojos, algo irritado.

—Estoy bien, dejen de mirarme de esa manera —replicó.

Saludó a Marc estrechando su mano y continuó hacia Samuel. Este iba por la mitad de la tarta de manzana y tenía la mano apoyada en su frente.

—¿Sam, quieres una aspirina? —pregunté.

—Necesitaré al menos tres —respondió.

—Dos —dije.

Miré a Maisy.

—Creo que hay en el baño —se volvió a Michael—. ¿Alguna noticia de Gabriel?

Negó con la cabeza.

—Mi padre intentó buscarlo con un hechizo, pero está bloqueando la magia. Dudo de que regrese. Al menos por un buen tiempo —dijo Michael.

Pasé mi mano por su hombro, animándolo.

—Lamento lo de tu hermano. Y yo que a veces me quejaba de ser hijo único…

—¡Marc!

Este se encogió de hombro.

—¿Sabes si…? ¿Hubo un funeral? —preguntó Samuel.

Michael se volvió hacia él.

—Creo que fue esta mañana —respondió.

—Oh. Me hubiera gustado ir. Alexa… hizo cosas terribles, pero era mi hermana. Mi hermana mayor, nos llevábamos un año —dijo Samuel.

Marc me miró y movió los labios formando las palabras «Hijo único». Negué con la cabeza, tentada.

—Dudo de que te hayas perdido de mucho.

Miré a Michael extrañada. Todos odiábamos a Alexa, sin embargo, decirle eso a Samuel era un poco cruel. Maisy regresó con una tableta de aspirinas y se las alcanzó junto a un vaso de agua.

—¿Tienes algo más fuerte? —preguntó este.

Tenía que estar bromeando.

—Samuel, te encontrabas en un estado tan deplorable que Lyn y yo debatimos dejarte en el jardín —respondió Maisy en tono firme—. De ahora en más, solo tomarás agua. ¿Me entiendes?

La miró perplejo.

—Sí —respondió algo intimidado.

—Bien —dijo ella.

Marc fue a su lado y la rodeó con sus brazos.

—Me gusta cuando hablas con aquel tono autoritario —le dijo—. Es sexy.

—Sí, sexy… —murmuró Samuel.

Maisy le lanzó una mirada de advertencia y este tomó las aspirinas con el vaso de agua.

—¿Qué harás el resto del día? —me preguntó Michael.

—No lo sé. ¿Alguna sugerencia?

Era domingo. Debería estar haciendo el trabajo para Marketing II que mencionó Marc. Debería. Lo único que quería hacer era estar con Michael.

—Tengo algunas cosas que hacer. ¿Paso por ti a la noche? Podemos cenar juntos, y luego… —Hizo aquella media sonrisa de él.

—Me guste ese plan —dije.