Un gordo que pasea por la acera junto a su gran danés saluda a uno de sus vecinos nada más cruzarse con él. Número dos pone su cara más amable y dibuja una sonrisa de cabreo asintiendo con la cabeza. Christie Ave es un bonito lugar para vivir. En su bloque de edificios hay más hierba que acera y el barrio tiene una pinta de pueblecito muy alejada de la imagen de la New York de los rascacielos.
El tipo llega a casa tan tranquilo como el que acaba de salir a comprar un diario. Conteniendo todos sus demonios dentro.

-¿Cómo ha ido?- Le pregunta número tres desde la cocina nada más oírlo dejar las llaves en la entrada.

Al ver que número dos no responde la chica se asoma y repite la pregunta.

-¡Sí, sí! ¡Te he oído!- Responde número dos exasperado soltando la bolsa sobre el sofá de mala gana.

Número tres baja los fuegos y sale de la cocina entendiendo que ha pasado algo malo.

-Tenías razón,- le reconoce el tipo duro- esa maldita policía es muy peligrosa.
-No me digas que estaba allí.- Se sorprende ella.- N-no puede ser... nadie sabe que había un francotirador en el High Line. Es imposible que estuviera buscando algo allí. El FBI ni siquiera ha valorado esa posibilidad y...
-¡Pero estaba allí!- Le corta.- ¡Ha subido conmigo en el ascensor!
-¿Pero cómo...? ¿Por qué?
-No lo sé, no lo sé, no sé qué cojones buscaba en esa azotea pero ha encontrado la bolsa.
-No me digas que se la has quitado.
-No he tenido opción, no podía llevarse la bolsa. El tonto de número cinco tiene aquí su libreta con sus anotaciones, las llaves del piso, las identificaciones,... era capital coger la bolsa para poder seguir actuando.

La chica se queda pensativa antes de concluir:

-Es decir, tenemos una policía que nos tiene identificados a ti y a mí, y que encima va detrás de número cinco. A este paso solo quedará número cuatro fuera de su red.
-Sí, pero de número cuatro hace semanas que no tenemos noticias suyas. El jefe le asignó un trabajo especial en un tema de drogas y desde entonces no hemos vuelto a saber de él.- Dice antes de encender un purito.- Habría que preguntarle al jefe.
-¿Y entonces qué hacemos?
-Esperar.- Anuncia el tipo antes de dar una calada.- Esperaremos nuevas instrucciones y rezaremos para que no se te queme la comida.- Le dice a número tres, que sale corriendo siguiendo la estela de humo que sale de la cocina.

 

En Queens Boulevard Doug Sloans mira al suelo renegando con la cabeza tras recordar, una vez más, las explicaciones de Nadia. La bronca del FBI parece que no ha sido suficiente porque ella insiste en que lo que ha hecho no tiene nada que ver con la investigación Federal. El fiscal del distrito mira al cielo antes de encarar las escaleras que llevan a la entrada del Queens County Criminal Courts Building. Nadia sigue con su charla al viento. Un periodista se acerca al fiscal con intención de preguntarle por la última hora del atentado del Eagle, pero Doug le pide que se espere un momento. Le está sonando el móvil.

Mientras Sloans conversa por teléfono Nadia atiende al periodista. No hay nada relevante que explicar, el FBI dirige la investigación y la oficina del fiscal del distrito no es más que un mero peón. Por lo que el chico se marcha decepcionado a buscar información por otro canal.

Tras cerrar la llamada el fiscal avisa a Nadia de que tienen una cita urgente ahora mismo, así que cogen el coche de Sloans y ponen rumbo al 33-02 de Queens Boulevard. "Eso está en dirección Manhattan." Se dice Nadia situándose. El fiscal no le ha dicho de qué se trata y no se atreve a preguntar.
La chica iba a recogerse el pelo con su ridícula coleta cuando Doug la frenó en seco. "Ni se te ocurra." Le dice muy serio. "Vamos a entrevistarnos con alguien que dice que tiene algo que nos interesa. Así que hemos de causar buena impresión." Le advierte. "O por lo menos la suficiente para que no nos peguen un tiro." Concluye amargado.

El 33-02 es el Allure Club & Lounge, un nightclub con fama de ser muy elegante. Un lugar al que ni Nadia ni el fiscal habían entrado antes. La fachada del edificio es completamente lisa, pintada de rojo en los bajos y de gris en el resto de pisos. En la parte alta se puede ver el cartel de la New York School para asistentes médicos especializados en el tratamiento dental. Las líneas de ventanas de los tres pisos son muy altas y contienen varios conjuntos de cuatro, cinco o seis cristales.
La entrada al club está cerrada, pero ya desde fuera parece muy elegante. Las entradas están resguardadas de la nieve gracias a dos toldos negros y tienen hasta cámara de seguridad filmando toda la acera.

-Parece cerrado.- Aprecia Nadia mirando a través de la ventanilla del coche.

Efectivamente, las tres puertas tienen echadas abajo las persianas negras, pero hay un par de tipos vestidos con traje oscuro y gabardina gris fumando un cigarrillo fuera. Son muy corpulentos y llevan la cabeza rapada.
Tras dar un par de vueltas buscando aparcamiento dejan el coche en la treinta y cinco, entre el Boulevard y la cuarenta y siete. Nadia le pide prestada la chaqueta al fiscal pero este responde: "Te aguantas." Parece que el cupo de amabilidad terminó tras invitarla a comer y comprarle unos zapatos nuevos.

Sloans y Nadia se acercan la entrada del club caminando tranquilamente. Los aprendices a esbirro de supervillano los ven llegar. Uno hace un gesto con la cabeza para señalarle a su compañero que ya llega quien estaban esperando y el otro da un par de golpecitos en la persiana.

-Nos van a pegar un tiro y van a tirar nuestros cadáveres al río.- Susurra Nadia.

Doug mira al cielo buscando paciencia. Nada más plantarse frente a los hombres de traje oscuro uno de ellos les hace una pequeña reverencia al tiempo que con la mano les da paso al interior del Allure.

A esa hora el local está cerrado al público. El ambiente es oscuro y silencioso. No hay nadie, solo un par de empleados. Un barman con cara de preocupación limpia por limpiar mientras el camarero apoyado en la barra no sabe qué hacer para calmar los nervios. Por su lado pasan los matones escoltando al fiscal y a su detective a lo largo del pasillo que sigue la barra hasta la zona VIP. Una sala llena de sofás blancos semicirculares con unas mesitas negras en el centro. Nadia mira los círculos de cristal a través de los cuales una luz morada ilumina la sala. Es una cristalera con zonas opacas que distribuyen los círculos como si estuvieran en una cuadrícula.
Tras pasar por varios sofás encuentran a quien les ha hecho venir. Una silueta de mujer oculta entre las sombras les da la bienvenida.

-Tome asiento fiscal.- Dice la mujer invitándoles a sentarse frente a ella.- Me alegra que haya aceptado entrevistarse conmigo.

Nadia se queda parada al reconocer esa voz antes de que un escalofrío recorra su espalda.

-Dijo que tenía información acerca del francotirador- dice Sloans sentándose tras quitarse la gabardina- y aquí estoy.

Doug mira a Nadia, que sigue en pie sin reaccionar. Solo ella sabe que se han metido en la boca del lobo.

-Es-estoy bien de pie.- Responde ella finalmente.
-Siéntate querida,- insiste la mujer con tono imperativo- no faltes al respeto de tus anfitriones.

Finalmente Nadia toma asiento junto al fiscal.

-Vayamos directos al asunto.- Dice la mujer antes de girar la cabeza hacia uno de sus subordinados para hacerle una señal.

Al momento, dos tipos vestidos con monos de trabajo azules entran por la puerta de servicio arrastrando a número cinco. El francotirador está atado, amordazado y con los ojos vendados. Los dos hombres, que cargan fusiles de asalto a la espalda, dejan al preso arrodillado frente a la mesa.

-Aquí tiene a su francotirador.- Le anuncia Irisia triunfante.

El fiscal traga con fuerza, pero antes de que pueda decir nada su detective se le adelanta.

-Este no es el francotirador.- Replica Nadia.

Tanto la mirada como la expresión de Irisia no son nada agradables. No le gusta nada que la interrumpan.

-Tenemos fotografías suyas apuntando con su fusil desde la azotea de un edificio.- A su comentario le acompaña un pequeño gesto con la cabeza que hace que uno de sus hombres despliegue una serie de fotos por encima de la mesa.- Le interrogamos en busca de más información pero no paraba de repetir "cinco" una y otra vez. Es un tipo muy resistente y parece haber recibido entrenamiento militar. Íbamos a empezar a romperle algunos huesos pero creo que a la fiscalía preferirá capturarlo sano y salvo.

Sloans sigue anonadado mirando a número cinco sin saber qué decir. Las fotografías son algo circunstancial.

-¿Y el fusil?- Pregunta Nadia intentado tirar por los suelos el trabajo de los rusos.

Irisia le pega una fuerte calada a su cigarrillo haciendo que un trozo de ceniza caiga sobre la mesa. Al momento uno de sus hombres se pone unos guantes de látex y saca una maleta alargada que estaba escondida en el sofá de al lado. El matón abre la maleta y muestra un fusil de francotirador.

-Evidentemente el fusil tiene sus huellas.

"No puede ser." Se dice Nadia desconcertada. "O todo esto es un montaje o este tipo no trabaja solo."

-A-agradecemos su colaboración.- Dice Sloans, que no termina de salir de su asombro.
-Y ahora,- añade Irisia asintiendo hacia Nadia- quería entregarle un pequeño regalito a la ayudante del fiscal.- Sonríe.- Como muestra de buena voluntad.

El mismo matón que retira la maleta con el fusil para dejarla recostada al borde del sofá, coloca ahora una gran caja cuadrada con agujeros sobre la mesa.

-Ábrelo.- Le pide Irisia todavía sonriente.

Nadia aparta la tapa y abre la boca sorprendida antes de lanzar un "oooooh" desarmando su alma. La caja contiene un gatito gris de ojos negros que es rápidamente abrazado y acariciado por su nueva dueña.

-¿Por qué no lo llevas a la barra del bar a que le den un poco de leche?- Le sugiere la rubia.- Los mayores todavía tenemos algunos temas que discutir.

La chica se levanta de la mesa con su gatito en brazos y se marcha hacia el bar. Ya ha oído cuanto necesitaba para hacerse una idea del resto de la conversación.

Al cabo de un rato uno de los hombres de Irisia le pide a Nadia que avise a un coche patrulla para que recojan al tirador. A su vez le informa de que el fiscal le da permiso para que se marche a casa.
Con la tarde libre, Nadia se sube al coche patrulla que recoge a número cinco. Ella habla con el francotirador, intenta mostrarse amable y cercana pero, tal como dijo Irisia, éste no deja de repetir "cinco" como respuesta a cada frase.

Los policías dejan a Nadia frente a su Nissan y esta se va a casa. Tiene que instalar a su nuevo inquilino, hacer un poco de limpieza y dormir unas horas, que esta noche hay trabajo. El gatito ya tiene nombre: Johnny Five. Johnny por el fallecido gato de la vecina que en realidad se llamaba Katz, y Five en honor al robot de la película 'Short Circuit' (1986).

 

Recordando el frío de esta mañana, la chica ha cambiado la falda por unos pantalones... y sus bambas negras. Es la una de la mañana y no está de servicio. Así que nadie le dirá nada por llevar la chaqueta deportiva, esa a la que tiene tanto cariño, por encima de la seria americana.

Como siempre, la cabina de la veintinueve está desierta y sin luz. De no ser por la linterna del móvil ni la habría encontrado. La llamada es a cobro revertido. Si conoces las máquinas tragaperras de Las Vegas no tentarás tu suerte con una cabina telefónica.

-Soy yo.- Dice Nadia antes de darle una calada al cigarro mientras mira hacia el cielo.- Hay novedades. Tengo una buena pista.

Su interlocutor le pregunta intrigado.

-El fiscal del distrito ha capturado al francotirador y mañana será interrogado. El fiscal me ha citado para que le acompañe a un juicio mañana por la mañana. Y yo necesito- remarca- necesito, estar en ese interrogatorio.

La respuesta parece satisfacer a Nadia.

-Bien.- Responde ella.- No se preocupe, no le defraudaré. Tengo un plan bien preparado.- Añade antes de colgar.

Hoy no toca, pero Nadia siente curiosidad por ir al Caprice. Podría tener suerte y además está cerca. Así que pasea tranquilamente hasta llegar a la cola de entrada. Sin placa no hay pase VIP.

Ella está tan tranquila fumando su cigarro detrás de un par de "mujeres" adolescentes con ganas. Con muchas ganas. Y con mucho descaro. Tanto que no les importa intercambiar condones de sabores mientras Nadia mira al cielo armándose de paciencia.
De repente alguien coge a la ayudante del fiscal por el brazo y la saca de la fila. Se trata de una pelirroja espectacular. Una chica de su edad de pelo corto y con un flequillo que cae arqueándose por su frente. Tiene una altura similar a Nadia. Bajo la gabardina viste un vestido negro escotado bastante corto. "¿Cómo puede ir con esa falda con el frío que hace?" Se pregunta Nadia mientras es llevada hasta la puerta de entrada.

-¡Ey!- Saluda la pelirroja al negro trajeado que vigila la entrada.

Para sorpresa de Nadia el portero se muestra amable. Sonriente incluso. Nada más ver a la pelirroja ya la invita a entrar, pero cuando Nadia va a pasar este la detiene mostrándole su enorme mano de forma poco amistosa.

-No te preocupes,- le dice la pelirroja abrazándose a Nadia- viene conmigo.

El negro levanta una ceja sorprendido mientras tuerce la boca. Su expresión termina cediendo, pero antes de dejar entrar a las chicas coge el cigarrillo de Nadia y lo tira al suelo.

-Aquí no se permite fumar.- Dice muy seco antes de dejarlas pasar.

La chica coge a Nadia de la mano y la lleva hasta la barra. "Me llamo Alice." Se presenta. Nadia se la mira no con tan buenos ojos cuando Alice le mete la mano en el bolsillo trasero de los tejanos.

-Perdona.- Le sonríe Nadia mostrándole su arma para que mantenga las distancias.
-Oh, vamos.- Contesta la pelirroja.- Yo siempre trato muy bien a mi chica.
-A mí no me van las chicas.- Replica Nadia con un tono muy seco.
-Eso siempre depende de las copas que tomes,- le dice cogiéndola por la cintura- ya verás cómo no te arrepientes de pasar una noche conmigo. Además, hasta hace unas horas era la dueña de este local. Así que no has de preocuparte por las consumiciones, la barra libre entraba dentro del trato.
-Me parece muy bien pero...

Nadia se queda petrificada al ver lo que llevaba meses esperando. Ignorando completamente a Alice, bebe de un trago la copa que le servía el barman. La pelirroja sonríe satisfecha porque parece que su ligue empieza a hacerle caso, pero lejos de eso Nadia le da la espalda y se abre paso hasta el otro lado de la barra.
Allí está un grupo de amigos charlando y tomando unas copas amistosamente. Un par de chicos guapos que no paran de reír, uno corpulento y uno más tímido que lleva gafas.

Sin pensárselo dos veces Nadia se coloca junto al moreno de pelo corto y gafas. El chico todavía lleva la camisa blanca y el pantalón del trabajo, lo que indica que no ha tenido tiempo de pasar por casa para cambiarse.

-Hla.- Le dice Nadia empujándolo un poquito con su hombro.
-Hola.- Responde él sorprendido.
-¿Te apetece que demos una vuelta? Tú y yo solos.- Le propone ella.

El grupo de amigos se queda boquiabierto ante la sorprendente entrada de Nadia. Pero antes de que él pudiera dar una respuesta una Alice muy enfadada agarra a su nueva amiga por el cuello trasero de la chaqueta.

-Qué me dejes plantada por un tío bueno... pase.- le dice Alice a Nadia como si le escupiera con orgullo.- ¿Pero por este... paleto?- Añade con desprecio.
-¿Se puede saber qué haces?- Le replica Nadia.

La detective ya se llevaba la mano a la pistola cuando dos enormes matones de traje negro interrumpieron la escena. Los tipos implantan la ley del miedo y el silencio. Entretanto Nadia mete disimuladamente su tarjeta de visita en el bolsillo del pantalón del chico de las gafas al tiempo que muestra su sonrisa más forzada.

-No estábamos haciendo nada malo.- Les dice Alice permitiendo al chico escurrir el bulto tras sus amigos.

Nadia mira hacia arriba, el más alto de los tipos. Impone mucho. "Debe medir como dos metros." Piensa la chica antes de asustarse por ver una de esas manazas sobre su hombro. El tipo la mira fijamente y hace que no con la cabeza mientras hace un ruidito chasqueando la lengua.

Alice también decide desaparecer con disimulo. Nadia aparta su mano de la pistola y les muestra las palmas de las manos a los dos matones.

-La jefa te están esperando.- Le informa el hombre de dos metros de altura con un tono muy serio.

La detective mira hacia Alice en un primer instante, pero enseguida recuerda que ella le ha dicho que ya no es la dueña. Intrigada, decide seguir la corriente al hombretón. Los dos hombres trajeados la guían hasta el segundo piso del edificio.
Se supone que la parte de arriba está cerrada. Pertenece a una inmobiliaria que aprovecha cualquier trocito de fachada para poner su anuncio con su teléfono. Pero la realidad es muy diferente, en el piso superior hay un casino ilegal en el que juegan todo tipo de indeseables. Los crupieres son chicas en bikini a las que más les vale embelesar a un tío con pasta. Antes de que decidan que ya no son rentables y les peguen un tiro cual caballo de carreras que se ha roto una pierna. Las esclavas tienen una horrible carrera contra la muerte de la que ni ellas mismas son conscientes. Si Nadia estuviera en su lugar no dudaría en suicidarse, para ella ese es el destino más feliz que puede tener una esclava.

El paseo termina en un despacho. Nadia camina hacia la mesa dejando atrás a los matones. Que se quedan en pie junto a la puerta observándola. La butaca de la jefa está girada y no puede ver quién la ha hecho venir. Es una habitación muy bien aprovechada, con un mueble a un lado sosteniendo los monitores de las cámaras de seguridad y un sofá en el otro lado junto a un pequeño mueble bar.

-¿Me buscaba?- Pregunta Nadia.

La butaca gira revelando a la jefa.

-Buenas noches detective.- La saluda Irisia.- No esperaba verla tan pronto por aquí.

Nadia traga con fuerza.

-S-si es p-por el soborno s-semanal...- Balbucea antes de ser interrumpida.
-¡Oh!,- la sorprende la rusa- no te preocupes por eso, acabo de hacer un trato que nos librará a ambas de ese molesto arancel.

Irisia enciende un cigarrillo y suelta el humo dejando una nube de superioridad en el ambiente.

-Tengo una oferta para ti, detective.- Le anuncia antes de dar otra calada.- ¿Qué te parecería dirigir este local?
-Si me permite la pregunta: ¿Para qué quiero yo el Caprice?- Responde Nadia con tono inocente.
-¿Dinero? ¿Deudas? Vamos, vamos detective, he hablado con el fiscal. Y está deseando largarte de su equipo. Tienes los días contados.- Sonríe con una mueca de maldad.

Esa no se la esperaba. Nadia intenta pensar rápido, hay mucho que analizar en las palabras de Irisia. Unas palabras que exigen un salto al vacío. La oferta es, a priori, tentadora. Dejar la policía, regentar un negocio propio. Sería lo más parecido a una vida normal de esas que salen por la tele. Pero a qué precio.

-Este- sigue Irisia ofreciéndole unos papeles que tenía sobre la mesa- es el contrato de propiedad del Caprice.

Nadia coge los papeles y empieza a leérselos.

-Tan solo hay que poner tu nombre y firmar.- Añade la rubia mientras uno de los matones le entrega una pluma para que pueda rellenar los impresos.

La chica toma asiento tras coger la pluma. Sigue leyendo los contratos. Es todo legal, no hay nada raro. Solo estampando su firma ya sería dueña del Caprice.

-No te demores.- Insiste Irisia tentándola.- Todo el dinero de este mes será tuyo, incluido el cinco por ciento de los beneficios del casino.

Nadia sopla antes de morderse el labio inferior y firma los contratos. "¡Qué empiece la buena vida!" Dice para sí.

-Muy bien.- Dice Irisia dándole los contratos al tipo de dos metros.- Buena chica.- Sonríe.- Y ahora, si me disculpas, tengo asuntos que atender.

Irisia chasquea los dedos con fuerza y entran al despacho dos chicos musculosos vestidos con un tanga.

-Disfruta de la noche.- Se despide la rubia satisfecha por el trato.

Ya con las puertas del despacho cerradas, Nadia se abraza por la cintura a los dos chicos y se los lleva al sofá que hay a un lado de la habitación. La chica se relaja sentándose entre ellos. Abrazando al rubito.

-Desnúdate.- Le dice al negro.

El rubio le acaricia el pecho e intenta empezar a desnudarla, pero ella enseguida lo golpea en la mano como si fuera un chico malo. "Nononono." Le dice. "Aquí mando yo." Añade lamiéndole la mejilla como si quisiera comérselo.
La chica iba a montarse un buen numerito con los dos chicos, pero entonces se fijó en uno de los monitores de las cámaras de seguridad que se veían en el mueble de enfrente. "¡El fiscal del distrito!"

El fiscal del distrito entraba en el Caprice dirigiendo una redada. Un gran número de policías tapan las salidas. La música se para, se encienden todas las luces, la gente deja de bailar. "Como entre al casino ilegal y encima encuentre droga o algo, estoy jodida." Se dice Nadia antes de empezar a improvisar un plan.

-¡Tú, desnúdate!- Le ordena al rubio apuntándolo con su pistola.- Ponte a cuatro patas, ¡venga! ¡rápido!

El chico obedece.

-Y ahora tú,- le dice al negro- empieza a darle por culo.

Ninguno de los dos es gay, pero la amenaza de la pistola les dio la motivación necesaria para convertirse a la causa.

Los chicos están despaldas a la puerta cuando el fiscal y su equipo irrumpen en la escena.

-¡Oh, dios!- Dice Sloans.- ¡Separadlos!

Los chicos del FBI separan a los concubinos antes de empezar a registrar la habitación.

-¡¿Y Nadia?! ¡¿Dónde está Nadia?!- Grita el fiscal.
-Estoy aquí.- Dice ella entrando por la puerta como si acabase de llegar.

La detective se ha escondido tras la puerta, y en cuanto han entrado todos ha aprovechado la distracción para salir sin que nadie se diera cuenta.

-¿Se puede saber dónde estabas? Te dejé un mensaje en el móvil hace una hora.
-Es que vine a pie.- Se excusa ella antes de maldecirse por no revisar los mensajes.

Uno de los agentes llama al fiscal. Ha encontrado los contratos sobre la mesa y el dueño del local tendrá muchas cosas que explicar. De dónde ha sacado el dinero para adquirir el Caprice, el casino ilegal o los ocho camellos que han encontrado durante el registro a los clientes entre otras cosas.

Y mientras esto ocurre, Irisia viaja en su limusina. La rubia tira los contratos por la ventanilla antes de soltar una fuerte carcajada.

-Muy lista.- Le reconoce a Nadia.