Todos nos hemos hecho a nosotros mismos. Pero sólo quien ha tenido éxito lo admite.
Earl Nightingale
Lo reconozco, siempre me había sentido muy orgulloso de decir que soy una de esas personas hechas a sí mismas. Cada vez que alguien me preguntaba cómo, después de todo, he llegado a ser la persona que soy, hinchaba el pecho y soltaba mi frase: «Me he hecho a mí mismo». Quizá no era yo el que respondía, sino mi ego. Por suerte me lo quité de encima hace tiempo.
Tal como lo veía en ese momento, me parecían admirables aquellas personas que decían estar hechas a sí mismas porque a pesar de sus circunstancias personales y su entorno, habían logrado romper con su teórico destino y diseñar sus propias vidas. ¡Guau, qué inspirador!
Pero con el tiempo me di cuenta de que la frase «una persona hecha a sí misma» carece de significado.
Si lo piensas bien, todos nos hemos hecho a nosotros mismos; para bien o para mal. Y en esto tienen mucho que ver nuestros hábitos y nuestra mentalidad.
Quienes han adquirido hábitos negativos, los han introducido en su vida por su propia cuenta. De acuerdo, quizá de forma inconsciente, pero lo han permitido.
Nadie te obliga a fumar, a llevar una vida sedentaria o a procrastinar, por ejemplo. Pero si aceptas y toleras estos malos hábitos en tu vida, el culpable eres tú (lo sé, verlo así duele un poco).
Se podría decir que eres el resultado de todos tus hábitos.
¿Eres una persona organizada o superdesorganizada? Resultado de tus hábitos.
¿Estás en forma o el único ejercicio que haces es saltar para tumbarte en el sofá? Resultado de tus hábitos.
¿Eres un ahorrador concienciado o gastas hasta el último céntimo que hay en tu cuenta bancaria? Adivina..., resultado de tus hábitos. Y cómo no, tu éxito también es un resultado de tus hábitos.
Lo que haces de forma repetida y continuada es lo que te hace ser la persona que eres.
La cuestión es que adquirir buenos hábitos te puede catapultar al éxito, de la misma forma que no adquirirlos o tener malos hábitos estará bloqueando la liberación de tu máximo potencial.
Y lo que te voy a explicar en esta parte del libro es el ingrediente secreto en la receta del éxito. Si hay algo que verdaderamente puede darle una vuelta a tu vida son tus hábitos y tu mentalidad.
No te preocupes porque no tendrás que hacer nada que no seas capaz de hacer, ni vas a tener que cambiar tu vida drásticamente. Sé por experiencia que intentar hacer cambios de forma brusca suele llevarnos al mismo punto en el que estábamos antes de empezar.
De lo que se trata es de hacer pequeños cambios graduales y reemplazar las rutinas que no te sirven de nada por unas nuevas que crearán el camino a una vida mejor.
Y da igual si eres un emprendedor, una empresaria, si estás empezando con un nuevo trabajo o si no trabajas. Los hábitos que te mostraré en los próximos capítulos representarán un punto de inflexión en tu vida y te llevarán a un siguiente nivel que impactará de forma positiva en muchas áreas de tu vida, incluyendo tu salud, tus relaciones, tu mentalidad, tu trabajo y mucho más.
Sólo ten presente que no importa tu situación actual, sólo importa el destino al que te diriges. Pero para eso tendrás que adquirir el compromiso y la determinación de querer llegar hasta allí. Y sin compromiso y determinación vamos listos.
Los hábitos son rutinas que tu cerebro lleva a cabo en piloto automático, y según algunos estudios conforman el 40 por ciento de las acciones que realizamos en nuestro día a día.
Nuestro cerebro trata de ahorrar energía y la forma de hacerlo es automatizando procesos. Para simplificar, imagina tu cerebro como si fuese un entramado de circuitos por los que pasa la información. Cada hábito es un circuito. Cuando creamos un nuevo hábito, lo que estamos haciendo es crear nuevos circuitos en nuestro cerebro, y ese proceso es lento y duro, además de requerir de mucha fuerza de voluntad.
Hasta hace poco, una creencia muy extendida rezaba que un nuevo hábito se acababa consolidando a los 21 días. Esto se debe a que en los años cincuenta, el cirujano plástico Maxwell Maltz observó que sus pacientes tardaban una media de 21 días en habituarse a su nueva imagen tras una operación. Esta teoría la publicó posteriormente en 1960 en el libro llamado PsychoCybernetics, cuya repercusión fue altísima y de ahí que se haya extendido tanto esta teoría.
Pero ésta realmente no es tan acertada. Un estudio posterior realizado por Jane Wardle y publicado en la European Journal of Social Psychology determina que necesitamos un mínimo de 66 días para consolidar un hábito y dejar de depender de nuestra fuerza de voluntad para llevarlo a cabo.
De forma que nuestra fuerza de voluntad juega un papel clave en todo esto, pero el problema es que la fuerza de voluntad se agota.
Por eso si tratas de cambiar muchos de tus hábitos a la vez te resultará casi imposible lograrlo. Es mucho mejor empezar con un solo hábito (cuanto más simple mejor) e ir introduciendo nuevos objetivos conforme vayamos avanzando y consolidando.
Si te interesa profundizar en el funcionamiento de los hábitos, te recomiendo el libro El poder de los hábitos, en el que Charles Duhigg explica cuál es el funcionamiento de un hábito y cuáles son las fases que lo conforman. Aquí va un breve resumen que te ayudará a entender cómo funcionan:
En primer lugar, el hábito se dispara con una señal que da lugar a una rutina (el hábito en sí), que una vez completada tiene una recompensa. El hecho de conseguir esa recompensa a la larga crea un deseo por ella, que es lo que hará que el hábito con el tiempo se consolide.
Mientras se está construyendo el hábito, el deseo por la recompensa todavía no se ha formado (por eso cuesta tanto consolidar un hábito); pero en el momento en que el deseo aparece antes de conseguir la recompensa, es cuando el hábito ya estará creado.
EL CICLO DEL HÁBITO
Pongamos de ejemplo el mal hábito de fumar.
Si no eres fumador, todavía no has adquirido el hábito y no hay deseo de la recompensa por tu parte (aliviar la ansiedad). Sin embargo, si eres fumador, el estrés, la ansiedad o el simple hecho de ver una cajetilla de tabaco hacen que se despierten tus ganas de encender un cigarrillo (si fumas, probablemente tan sólo leyendo esto se despierte tu deseo por una dosis de nicotina). Ésa es la señal que activa el hábito. Fumarte el cigarrillo es la rutina, y la recompensa es el alivio de la ansiedad. Cuando el hábito está formado, el deseo y el ansia por la recompensa aparecen antes de conseguirla.
Llevemos esto a un ejemplo más saludable: hacer ejercicio.
Aquellas personas que han desarrollado el hábito de hacer deporte han conseguido ansiar el deseo por la recompensa antes de lograrla. Las señales que lo activan podrían ser muchas: salir del trabajo, ver las zapatillas de deporte junto a la cama por las mañanas o tener la necesidad de aliviar el estrés diario. La rutina es la actividad física realizada durante el entrenamiento. Y la recompensa son las endorfinas que se generan cuando hacemos deporte, o lo que es lo mismo: la sensación de bienestar.
Cuando consolidamos el hábito de hacer ejercicio, el deseo de esa sensación de bienestar es lo que hace que se activen las señales del hábito.
Como ves, un fuerte deseo por la recompensa es lo que hará que se inicie el bucle del hábito y que éste se repita una y otra vez.
Grábate a fuego en la mente que para diseñar y hackear tu éxito es crucial adquirir los nuevos hábitos de los que te hablaré en esta parte del libro. Las personas que han logrado ser la mejor versión de sí mismas han conseguido automatizar estos hábitos en sus vidas. Te anticipo que no será sencillo en absoluto, pero verás que merecerá la pena intentarlo:
• En primer lugar, selecciona el nuevo hábito que quieras instaurar en tu vida. Sólo uno. Si quieres cambiar muchas cosas de golpe no podrás, porque no tendrás la fuerza de voluntad ni la energía suficientes. Así que es mejor seleccionar un solo hábito que, a ser posible, no requiera de mucho esfuerzo por tu parte. Ya sabes mi lema, lo sencillo siempre gana a lo complejo. Algo tan simple como hacer una lista mental o escrita de las 10 cosas buenas que te han pasado durante el día podría ser un buen nuevo hábito.
• Ahora necesitas encontrar una señal que active tu hábito. Por ejemplo, el momento de acostarte. Ten preparada en tu mesita de noche una libreta y un boli; así cuando te acuestes y la veas, tendrás la señal que activará este nuevo hábito. Colocar algún post-it en los espacios en los que más tiempo pasas también te puede servir de recordatorio.
• Busca una buena recompensa para este nuevo hábito. Sin recompensa no podrás crearlo, puesto que no habrá nada que celebrar en caso de que lo hagas. Pero si encuentras una buena recompensa, poco a poco irás creando el deseo y consolidarás el hábito. Por ejemplo, si te gustan los M&M (esos cacahuetes cubiertos de chocolate) y no sueles comerlos, puedes recompensarte con un M&M cuando hayas acabado de hacer tu lista diaria de agradecimientos. ¡Cuidado, uno solo! Ahora no se trata de comerse una bolsa entera cada noche antes de dormir. Si no te gusta el chocolate, puedes buscar una recompensa más gratificante para ti y que te motive a cumplir con el nuevo hábito. El momento en que desees el M&M antes de hacer los agradecimientos será señal de que estás consolidando esa nueva rutina en tu vida.
• La mejor forma de iniciar un hábito es dar el primer paso sin dilación. Capitán Obvio al rescate, lo sé. Esto es algo obvio pero muchas veces es obviado. Empezar es la única forma de ponerte en el camino para lograrlo. Una vez que has empezado, te será más fácil seguir con la dinámica del hábito.
• Nada más levantarte y antes de acostarte son buenos momentos del día que te servirán como señal para introducir un nuevo hábito en tu vida.
• Si quieres crear un hábito en cualquier otro momento del día, lo ideal es que bloquees un espacio de tiempo en tu agenda para llevarlo a cabo.
• Tanto la señal que inicia el hábito como la recompensa son piezas clave en este proceso, por lo que te recomiendo indagar en lo que es válido para ti.
• Un deseo intenso por la recompensa hace que crear el hábito sea más sencillo. Algunos hábitos llegan a parecerse a las adicciones y hacen que el cerebro pase a la ejecución en modo automático.
• Eliminar un mal hábito es muy difícil. Mucho más factible es reemplazar la rutina del mal hábito por una rutina buena para nosotros. Hay estudios que indican que una vez que un hábito se crea, éste se queda de por vida grabado en los ganglios basales. Por ejemplo, el jugador de fútbol Johan Cruyff cambió la rutina del tabaco por la de comer chicles o Chupa Chups. La señal y la recompensa eran las mismas, pero reemplazó la rutina por otra.
• Para no llevar a cabo un mal hábito trata de eliminar todas las señales que te conducen a él. Haz una lista de todo lo que te hace disparar el hábito y elimínalo de tu vida.
• Buscar el apoyo de otras personas que te ayuden a consolidar el hábito suele funcionar muy bien. Si quieres hacer deporte, únete a gente que ya lo esté haciendo. Si quieres dejar de fumar, trata de alejarte de las personas que fuman. Simple.