Capítulo 14

Ricardo y Cam viajaron a Barcelona a una convención de telecomunicaciones. Ella se había decidido en el último momento a acompañarlo; le apetecía estar unos días a solas con su marido. Mientras él acudiera a las conferencias, ella haría turisteo por la ciudad; después podrían pasear y conocer lugares nuevos con él.

Habían dejado a los niños con los abuelos, que estuvieron entusiasmados de poder disfrutar y malcriar a sus nietos.

A él no le hacía gracia que Cam estuviera todo el día en una ciudad desconocida, pero ella se empecinó. Sabía que si iba con él a esas charlas se quedaría dormida en dos segundos. Y ella se salió con la suya.

La llamó al mediodía y ella le respondió que estaba comiendo en la plaza de Cataluña, en una terraza. Estuvieron hablando unos minutos.

Luego llamó a Joel, él contestó al segundo tono.

—Hola, tío, ¿qué tal por Santander?

—Supongo que por allí todo bien, estoy en Barcelona.

—¿Qué haces tú aquí? No me lo puedo creer.

—He venido a la Feria de Telecomunicaciones.

—Podrías haberme avisado, habría despejado mi agenda.

Joel no estaba del mejor de los humores, aunque trató de que no se le notara en la voz. Esa misma mañana había recibido un correo electrónico de la persona que hacía semanas que lo increpaba. Allí no había terminado; cuando bajó al aparcamiento en busca de su Lexus deportivo, se encontró un sobre en el parabrisas. Lo abrió, y dentro había una foto de él con una mujer con la que había tenido una cita la semana anterior y una nota donde le ordenaban que empezara a reunir dinero, que al día siguiente se pondrían en contacto con él para decirle cuándo y dónde tenía que entregarlo. En caso contrario, esa foto y otras llegarían al bufete de forma anónima.

Primero pensó en seguir ignorándolo, pero si con las fotos mandaban alguna nota donde insinuaran a lo que se dedicaba por las noches... Gaudí Abogados no querría verse envueltos en un escándalo; no podía permitir que ninguno de sus socios supiera de su otro empleo.

Estaba de un humor de perros, y la llamada de Ricardo, aunque lo alegró, no podía dedicarle el tiempo que querría, además de que podría salir salpicado con toda esa mierda.

—¿No me digas que no tienes unas horas para tomarnos unas copas?

La tentación era grande, su amigo lograría hacerlo olvidar por un rato de lo que sucedía, pero... ¿Y si lo reconocían como propietario de la cadena televisiva...? No quería pensar en lo que podía pasar.

—Lo siento, estoy con un caso complicado que me absorbe todas las horas del día.

—Joder, joder, joder...

Joel se maldecía por mentir a su amigo, lo que pretendía era protegerlo de posibles extorsiones. Algún día se lo contaría, pero en esos momentos no estaba dispuesto. Debía alejarlo de él.

—Tío, me sabe mal.

—Tranquilo, tranquilo, te iré llamando estos días. Y si tienes un hueco nos tomamos unas copas y te presento a mi mujer, que ha venido conmigo.

Joel maldijo para sus adentros, le apetecía conocer a la mujer que había puesto en vereda a su amigo. Sin embargo, no los expondría al peligro, no sabía a lo que se enfrentaba.

Después de despedirse, Joel pensó en Marga; no era que la hubiese olvidado, de hecho, pensaba en ella a todas horas, a veces tenía miedo de que se le escapara su nombre mientras estaba con alguien. Parecía que la disciplina que se había impuesto lo había abandonado al conocer a aquella mujer que con sus ojos plateados lo tenía como embrujado. Con un sobresalto se dio cuenta de que en los últimos días había rechazado varios trabajitos. Trataba de convencerse de que era por esos malditos e-mails que lo tenían de mal humor, pero si era sincero consigo mismo, lo hacía por ella.

Marga había despertado una parte de Joel que él creía que no poseía. Como nunca en su vida había experimentado nada parecido al afecto, no reconocía lo que se le enroscaba en las tripas cada vez que se había despedido de ella.

***

Cuando a las seis de la tarde Ricardo y Cam se reunieron en la plaza de España, a las puertas del recinto ferial, ella estaba muy cansada.

Ricardo la llevó al hotel donde se alojaban y la hizo descansar.

—Mañana vendrás conmigo.

—Me pasaré el día durmiendo, ¿es eso lo que quieres? Eso lo puedo hacer aquí —se burló tendida en la cama mientras él le masajeaba los pies—. Qué bueno es esto. Algún día tendrás que explicarme dónde has aprendido a dar estos masajes.

Él soltó una carcajada.

—Cariño, dedícate a disfrutar de ellos.

Cam sonrió, era consciente de que su marido tenía un pasado como lo tenía ella misma. Cerró los ojos y a los pocos minutos se quedó dormida.

Ricardo la miró con una sonrisa en los labios, la dejó que descansara mientras él revisaba los folletos que se había llevado de la feria, las tarjetas que le dieron para poder hablar en privado con algunos posibles interesados en trabajar en la cadena de la cual su padre era el presidente y propietario.

Dos horas más tarde, bajaron a cenar. Estaban en el restaurante del hotel y ella empezó a interesarse por cómo le había ido el día. Él hablaba cuando de repente le pareció advertir a Joel por encima del hombro de Cam. Estaba en un ángulo que no le permitía verle bien la cara, pero esa ancha espalda parecía la de su amigo. Estaba cenando con una señora que podría ser su madre, pero al darse cuenta de los gestos acaramelados que compartía la pareja... No, no podía ser él. Hizo memoria y nunca habían hablado de familia. Mientras los observaba, vio que la mujer levantaba una pierna, ponía el pie en los huevos de él y lo movía sugerentemente. Perdió el hilo de lo que decía.

—Ricardo, ¿te encuentras bien? —Cam se preocupó al ver el ceño fruncido de su marido.

—Sí, cariño, es solo que he confundido a un tipo que está cenando en el otro extremo del comedor.

Ella empezó a contarle que había estado en la Sagrada Familia, que era espectacular y que, si tenían tiempo, a él le gustaría ir. Que paseó por el parque de la Ciudadela y que se montó en las barcas que hacían un pequeño recorrido por el mar.

—Las ramblas son espectaculares, con todos los puestos de flores y de libros...

—Ahora entiendo por qué estás tan hecha polvo.

Cam hizo chasquear la lengua.

—¿Qué esperabas, que no me moviera del hotel? Esta ciudad es maravillosa.

—Cuando termine con mis compromisos la recorreremos juntos. Si quieres nos quedaremos unos días más. Los abuelos estarán más que contentos.

La mirada de Cam se iluminó, y él supo que la haría feliz acompañándola y recorriendo aquella ciudad con ella de la mano. Se propuso complacerla.

Un rato más tarde vio que la pareja que le había llamado la atención se marchaba y los siguió con la mirada; los ojos se le abrieron como platos al ver que la mano de la mujer se posaba en el culo de quien había confundido con Joel y se lo apretaba descaradamente.

Los días pasaron, la feria terminó y Ricardo pudo dedicarse a complacer a su mujer. Recorrieron la parte antigua de Barcelona, fueron al castillo de Montjuic, a la Sagrada Familia, y una noche cogieron un taxi que los llevó al parque de atracciones del Tibidabo, cenaron allí y después contemplaron la gran ciudad a sus pies. Encantados con aquella panorámica, se prometieron volver con los niños, una vez que hubiese nacido el que estaban esperando.