A la noche siguiente, Joel, Ricardo, Hugo y Javi cenaban en el restaurante de su amigo. Armaban un buen jaleo; cuando dejaban a sus mujeres e hijos en casa, se despendolaban. Encima se habían reunido porque Joel volvía a Barcelona al día siguiente, era como una especie de despedida. O mejor un «hasta pronto». La amistad que los unía a Joel era genuina, pero no sabía él cómo reaccionarían si supiesen de su otra manera de ganarse la vida. Muchas veces estuvo tentado de decírselo y al carajo con lo que pensaran, aunque cuanto más los conocía, más se convencía de que no les importaría. Una vez que pasara la sorpresa, de que pensaran que les estaba tomando el pelo, y se convencieran, no cambiaría su relación. Eran hombres de mente abierta.
—¿Qué tal con aquella mujer que querías impresionar? —preguntó Ricardo de repente.
Hugo y Javi se mostraron muy interesados por lo que él fuera a responder.
Joel pensó en Marga, en cómo la había cagado al besarla.
—Mejor no preguntes.
—No me lo puedo creer, te dio calabazas. —Ricardo y los demás estallaron en carcajadas.
Él no quería hablar de la noche anterior, pero sabía que Ricardo la conocía, ¿por qué demonios había sido tan bocazas?
—No me digas que estás perdiendo encanto con las mujeres —intervino Hugo—. Porque no me lo creo.
Por la mirada que les lanzó a sus amigos supieron que les estaba ocultando algo.
—¿Qué ocurrió? —preguntó Javi.
Joel sabía que si no les daba algo de carnaza no lo dejarían en paz en toda la noche. Eran como verdaderos granos en el culo.
—Ella estaba más que dispuesta, pero yo preferí comportarme como un caballero, cosa que no entendió.
—Joder, joder, joder... —exclamó Ricardo—. No te reconozco. No me puedo creer que no aprovecharas la oportunidad.
—No se merece que la trate como a un pañuelo de papel.
—¿No te das cuenta de que quizá era eso lo que quería? Que yo sepa es joven, saludable y debe tener un buen apetito sexual —aseveró Ricardo, que sabía de quién hablaban.
—Sí, lo sé. Pero despertó en mí una ternura que no pude pasar por alto.
—¡Ay, Dios! —Javi lo miraba con los ojos muy abiertos, como si hubiese descubierto algo que a sus amigos se les escapaba. Entonces soltó una carcajada.
Todos se giraron hacia él, no entendían la hilaridad de su amigo. Cuando dejó de reír...
—¿Nos dirás qué es eso tan divertido? —lo aguijoneó Hugo.
—¿Es que no os dais cuenta?
—¿De qué?
—Tú no deseas un polvo rápido con esa mujer, quieres mucho más.
Las miradas se trasladaron a Joel, que se mantenía callado.
—¿¡No me jodas que te has encoñado con ella!? —exclamó Ricardo—. Pues lo tienes crudo, os separan setecientos kilómetros.
—¿Podemos cambiar de tema, por favor?
Hugo, Javi y Ricardo se miraron y asintieron, sabían que era Joel quien debía darse cuenta de lo que sentía.
Después de la cena se fueron a un club a tomar una copa. Se lo pasaron muy bien con la expectación que despertaban en las mujeres. Cuatro hombres solos y atractivos... Más de una trató de llamar su atención, pero ellos, que estaban felices con sus parejas, no les hicieron ningún caso.
***
Cuando Joel se acostó, recordó lo que había dicho Javi. No estaba de acuerdo, él era un profesional y nunca se enamoraría. Era consciente de que la decisión tomada tanto tiempo atrás lo marcaría para siempre. Había muchas cosas a las que había renunciado y jamás podría tener una familia. Se negaba a que señalaran a nadie por la calle por su manera de ganarse la vida, mucho menos a su pareja o a sus hijos.
Se convenció de que si estaba de ese extraño humor era por haberse negado el placer de pasar la noche con ella. Solo necesitaba probarla para que ese anhelo desconocido se le pasara.
Allí desnudo y solo en aquella suite, decidió que no volvería a Barcelona a la mañana siguiente. Volvería a verla, la agasajaría; y si ella le daba la oportunidad, se divertirían juntos. Después dejaría de sentirse tan mal por haberla rechazado.