Empezó la nueva semana de idéntica manera a la anterior. El cansancio se le acumulaba en el cuerpo. Después de todo lo que había sucedido durante el fin de semana, apenas había pegado ojo. El hecho de haber descubierto que Aarón tenía la habilidad de mover cosas con la mente no había hecho más que aumentar su desconcierto y sus temores a que, tanto él como Rubén, hubiesen estado en manos de la misma gente.
Eran demasiadas coincidencias en los dos como para pasarlas por alto.
Desde que hubo dejado a Rubén en su casa cuando abandonaron el centro de menores, había dedicado todo el tiempo a revisar la información que poseía sobre el caso de Aarón. Añadió las nuevas pistas y repasó todo más de una vez. Solo tenía suposiciones, ni una certeza, ni un nombre salvo el de Graciela Márquez.
Según el informe que Eloy le había proporcionado, Graciela se había escapado de un hospicio de Segovia en 1994. Se puso en contacto con el centro, pero no tuvo suerte de que siguiera trabajando allí nadie que recordara a Graciela, por lo que esa línea de investigación se había quedado congelada. De igual forma, los datos que le proporcionaron en el hotel en el que trabajó un mes fueron exiguos. Nadie la recordaba, nadie había reparado en ella y la dirección de contacto que había dado en ese trabajo resultó ser falsa.
Era como perseguir a un fantasma.
Cuando le había dicho a Rubén que solo podían aferrarse a sus recuerdos, obvió comentar que ella tenía otro hilo por el que tirar. Aún recordaba la matrícula del coche rojo aparentemente olvidado al lado de la fábrica que después los había seguido durante kilómetros y estaba decidida a no dejarla pasar. Hizo las llamadas pertinentes y quedó a la espera de recibir el nombre del propietario del coche. Estaba segura de que eso le proporcionaría una pista que los acercaría al hombre de la cicatriz.
Por último, había escuchado la grabación de Rubén más de una veintena de veces y seguía dándole vueltas sin sacar nada en claro.
* * *
Había aceptado el caso del posible cliente con el que Jorge le había concertado la cita la semana anterior porque le resultaría muy sencillo de resolver y le reportaría bastantes beneficios. Después de atenderlo, se había encontrado una vez más con el caso de Aarón taladrándola.
Se decidió a escuchar la grabación de Rubén una vez más y lo hizo poniendo todos sus sentidos en ella.
Rubén no se daba cuenta de que tan pronto utilizaba la tercera persona como la primera. Decía que lo veía como un espectador en ocasiones y en otras se metía en la piel de alguien que no era él. Hablaba tanto en presente como en pasado. Tampoco había reparado en que había añadido más detalles en su narración a los que le había proporcionado cuando se lo había contado de pasada. Eso solo podía significar que, si seguía insistiendo en ello, era muy probable que recordase más cosas.
Escucharlo tantas veces resultaba cada vez más confuso, desordenado, pero Kira estaba convencida de que todos los retazos encerraban la verdad de unos recuerdos terribles en los que había permanecido recluido, perseguido y probablemente torturado en algún tipo de ritual extraño.
Todo su relato era bastante escabroso, pero lo que más le llamaba la atención era el hombre león. Le dio muchas vueltas, hasta que tuvo una idea.
Cogió el teléfono y marcó el botón que comunicaba con la recepción.
—Jorge. Ven un momento, por favor.
—A la orden, jefa.
Transcurrió menos de un minuto hasta que su secretario llamó a la puerta del despacho y la abrió sin esperar respuesta.
—¿En qué puedo ayudarte?
—Quiero que escuches una cosa.
Jorge se apoyó sobre la mesa, justo a su lado, y Kira echó hacia atrás la grabación, hasta el punto en que Rubén hablaba de su último recuerdo.
—¡Qué voz más sexy! ¿Quién es?
—Presta atención —advirtió al secretario.
—Está bien.
Jorge obedeció y se echó hacia adelante, como si eso le ayudara a concentrarse mejor. Cuando llegó al final de la parte en la que mencionaba al león, Kira paró la grabación.
—Uh, ¡me han dado escalofríos! —exclamó el muchacho.
—¿Qué opinas?
—Pues que ese chico tiene mucha imaginación o un gran problema.
—Vale, Jorge, ahora en serio —amonestó Kira—. ¿Lo del hombre león te dice algo?
—Bueno, los híbridos entre hombre y bestia son figuras comunes en todas las mitologías, desde la mesopotámica o la egipcia y la griega, incluso la hindú. Es difícil de determinar sin más pistas. Si el chico de la voz atractiva me hiciera un dibujo, podría ser más preciso y decirte a qué pertenece.
—Genial. —Aplaudió Kira—. Procuraré que lo haga. Muchas gracias, puedes volver al trabajo.
—¿Ya? ¿Y me dejas así, jefa?
—¿Qué más quieres que te diga?
—Ya lo sabes. ¿Quién es? —preguntó Jorge señalando con la cabeza al teléfono.
Kira se echó hacia atrás y resopló. Jorge era muy entrometido y tan insistente como un crío. No se callaría hasta que no le diera más datos.
—Es Rubén. Me está ayudando con la investigación del niño.
—Creí que quien te ayudaba era Eloy.
—Y también lo hace. Bueno, en realidad Rubén más que ayudarme, está involucrado.
Jorge fue a por la silla, le dio la vuelta y se sentó a horcajadas apoyando los brazos sobre el respaldo. Era su postura favorita cuando trataba de sonsacar información a alguien.
—¿Cómo de involucrado?
—Hasta la médula —admitió Kira.
—Oh, me parece que este va a ser nuestro caso más interesante. ¿De dónde lo has sacado? ¡Cuéntamelo todo!
—Está bien, te lo diré, pero ni una palabra a Eloy, aún no lo sabe.
—Estaré más callado que un muerto —aseguró Jorge con el semblante más serio de lo acostumbrado, aunque Kira detectó que los ojos le brillaban a causa de la emoción que contenía.
—Eso espero…
—Me insulta tu falta de confianza, jefa —refunfuñó el chico.
—Ya nos conocemos, Jorge.
—Bueno, vale, tienes un poquito de razón, a veces se me escapan las cosas, pero me muero por saberlo, ¿me lo cuentas, porfi?
—De acuerdo —claudicó Kira—. Verás, estoy convencida de que el caso de Aarón y el de Rubén están relacionados.
—¿Y cuál es el caso de este chico?
—Apareció en el mismo lugar que Aarón, en circunstancias muy similares hace veinticinco años.
—¡Te estás burlando de mí!
—Claro que no.
—Pues, por lo que dice en la grabación, parece víctima de una secta —dedujo Jorge.
—O puede que ambos fueran secuestrados para formar parte de rituales satánicos.
—Tampoco es descabellado pensar en ambas cosas, jefa. Pero, a ver que me entere, ¿dónde encontraste al hombre de la voz sexy?
—Eso es lo más curioso, Jorge, no me topé con él investigando, sino que ya lo conocía; desde hace mucho tiempo. Nos reencontramos en la boda y volvía con él en el coche cuando Aarón se cruzó en nuestro camino.
El rostro de Jorge empezó a cambiar de pronto. Pasó de la mera curiosidad al estupor producido por un gran descubrimiento.
—Así que es el chico que mencionaste, ¿no? El exnovio interesante con el que bailaste.
Kira enmudeció durante un breve instante y se preguntó cómo había sido capaz de atar tantos cabos con tan poca información. Estaba claro que vivir con Eloy y trabajar con ella había incrementado sus dotes para encontrar fuego donde solo había humo.
—¿Por qué supones eso?
—Por tu cara, jefa. Tienes la misma expresión que cuando lo mencionaste la semana pasada y se te han encendido las mejillas.
Kira reaccionó tocándose la cara. Su temperatura era normal, a pesar de lo que dijera su secretario, quien se limitó a sonreír de manera traviesa.
—Tengo razón, ¿a que sí?
—Sí —admitió Kira a regañadientes.
—Ahora esto se ha puesto mucho más interesante. ¿Cómo os conocisteis? ¿Cuánto duró?
Kira levantó las manos para detener la batería de preguntas que estaba por venir.
—Para el carro y no me atosigues —cortó—. Nos conocimos en el instituto y estuvimos juntos dos años y medio.
—¿De verdad? ¡Un primer amor! Esos marcan de por vida —suspiró, soñador.
—Bueno, eso no es siempre así.
—Mentira —rebatió el secretario—, y en tu caso es bien cierto. Te brillan los ojos, jefa. No te hagas la remolona y cuéntame qué pasó. Porque me da la impresión de que aún te gusta.
Kira emitió un hondo suspiro antes de responder. Ella misma se había hecho esa pregunta muchas veces y la única respuesta que había obtenido resultaba muy dolorosa.
—Su familia se mudó a París durante un año por trabajo de su padre y allí conoció a otra chica.
—Oh —exclamó su ayudante con evidente decepción.
—¿Esperabas algo distinto?
—Por supuesto. Me imaginaba algo rollo amor prohibido en el que vuestras familias no os dejaban estar juntos por ser demasiado jóvenes.
Kira no pudo evitar reírse de las disparatadas teorías de su secretario, aunque era cierto que ella también hubiese preferido que su historia con Rubén terminase de otra manera, pero era lo que había sucedido y no podía cambiarlo, como tampoco podía cambiar el hecho de que empezaba a ser consciente de que aún tenía sentimientos hacia él que no se limitaban a que fuera el hermano de su mejor amiga, ni siquiera un antiguo amigo, sino alguien que había anidado en su corazón y a quien nunca había podido arrancar, a pesar de que lo había intentado en numerosas ocasiones.
—Anda, Jorge, deja de leer tantas novelas y céntrate en el trabajo —ordenó al muchacho—. Basta de charla por hoy, que ya te he contado más de lo que debía.
—Está bien, como ordenes —protestó poniéndose en pie y dejando la silla en su lugar de origen.
—Y ni una palabra a Eloy —insistió.
—Soy una tumba —dijo Jorge mientras se marchaba de su despacho.
Kira negó con la cabeza al verlo salir. No tenía arreglo.
Miró la bandeja del correo electrónico y comprobó que tenía uno nuevo. Era la respuesta a su consulta sobre la matrícula del coche rojo. Leyó el nombre del propietario y no fue lo que estaba esperando.
—Esther Galán —dijo en voz alta.
Creyó que estaría a nombre de un hombre que, muy probablemente, sería el tipo de la cicatriz, pero se había equivocado. No obstante, no podía dejarlo pasar. Tendría que averiguar más sobre esa mujer, pues su nombre no salía en los informes que Eloy le había pasado.
Hizo un rápido chequeo en internet para comprobar si tenía redes sociales. Estuvo un buen rato indagando y descartó varias mujeres que resultaban demasiado jóvenes para tener un coche a su nombre y otras que ni siquiera vivían en el país.
Lo malo fue que, después de aquella criba, aún tenía demasiadas mujeres para investigar. Estuvo varios minutos pensando en cómo filtrar más nombres hasta que recordó el vehículo. Por el modelo y la matrícula tendría, al menos, treinta años, así que volvió a teclear el nombre de la mujer junto con el año 1989.
Tras más de dos horas frente al ordenador, lo único que encontró que pudiera servirle de guía fue un artículo publicado en 1990 en el que se hablaba de varias misteriosas desapariciones de mujeres que no habían sido resueltas y Esther Galán estaba entre ellas. Tenía entonces diecinueve años, trabajaba en un bar de carretera (la misma en que había aparecido Aarón) y un buen día no había regresado a casa después del trabajo.
Kira imprimió el artículo, subrayó el nombre de la mujer y guardó el papel en la carpeta junto con el resto de las pistas que había ido recopilando. Se lo enviaría más tarde a Eloy por fax y con un poco de suerte, pronto encontrarían más pistas sobre Esther, su coche y el hombre de la cicatriz.
Se retrepó sobre el asiento, cogió el teléfono y decidió enviar un mensaje a Rubén. No podía olvidar lo que Jorge le había pedido, así como tampoco podía olvidar los pensamientos que había tenido acerca de Rubén cuando le había contado a su secretario parte de la historia que habían compartido.