1995, Molde, Noruega
No es oro todo lo que reluce. Las galas, los premios y la fama a veces esconden detrás duras injusticias, y el fútbol no ha podido evitar caer en ellas. Así, pese a que supuso un gran avance celebrar la entrega del primer Balón de Oro femenino en 2018, aquel galardón traía tras de sí una gran reivindicación: la igualdad en el deporte, esa misma que ha estado ausente desde que en 1956 Stanley Matthews alzara el primero de estos trofeos.
Que nadie echara en falta en todos esos años a las futbolistas en este premio deja constancia de todo lo que queda por avanzar. Casualidad o no del destino, el primer Balón de Oro femenino supo elegir con acierto a su campeona, no solo por premiar su gran rendimiento deportivo, sino por el efecto que tuvo después de que Ada Hegerberg recogiera este galardón. «Es un gran paso para el fútbol femenino. Quiero acabar este discurso pidiendo algo a las niñas de todo el mundo: por favor, creed en vosotras», dijo la delantera noruega sobre el escenario.
Sin embargo, este momento histórico, que hizo crecer las ilusiones de muchas de las que anhelan seguir sus pasos, se vio manchado por una broma machista. El discjockey de la gala, Martin Solveig, le preguntó a la recién proclamada mejor jugadora del mundo: «Est-ce que tu sais twerker?», o, lo que es lo mismo: «¿Sabes perrear?». La respuesta fue contundente: «No». Estas dos letras, acompañadas de un gran gesto de enfado de Hegerberg, tenían tal significado que con ellas bien podría escribirse un libro, o dos. «Podría haberme preguntado por cosas de fútbol», recriminó la noruega.
Polémica a un lado, Ada Martine Stolsmo Hegerberg, más conocida como Ada Hegerberg, se sirvió de la gloria para ir más allá. Con el Balón de Oro bajo el brazo, la delantera noruega quiso hacer visible la desigualdad en el fútbol y luchar por un deporte más justo. Así, la futbolista que lo ha ganado todo con el Olympique de Lyon, en el que se ha convertido en la mayor goleadora histórica de la Champions y ha ganado hasta cinco cetros continentales, renunció al Mundial de 2019 como protesta. La Copa del Mundo disputada en Francia se quedó sin la gran estrella del momento en el fútbol femenino. Y no fue por mero capricho: Hegerberg tenía suficientes razones de peso para hacerlo, aunque a muchos les pareciera una decisión desacertada.
Su postura no fue improvisada. La jugadora del Lyon ya avisó en 2017 de que no volvería a jugar con Noruega hasta que se pusiera fin a las desigualdades existentes entre hombres y mujeres en el fútbol de su país. Aquella «amenaza» ocasionó una reacción inmediata de la Federación de Fútbol de Noruega, que firmó un acuerdo histórico por el que las jugadoras del equipo nacional tienen ahora el mismo sueldo que sus homólogos. Pero, pese a que todos tienden a pensar en ello, el reclamo de Ada va más allá del salario. La atacante noruega alzaba la voz por una igualdad de oportunidades y de trato y una preparación más profesionalizada en todos los aspectos. Hegerberg no reclamaba nada que no tuvieran ya los niños y los jugadores adultos en su tierra. «Quiero que todas las personas, especialmente las chicas jóvenes, crean que el fútbol es también para ellas», reivindicó, con un claro matiz siempre presente: «No se trata solo de dinero».
En su cruzada, Ada ha sido capaz de llegar a renunciar a un Mundial, una de las citas más esperadas por cualquier futbolista, hecho que demuestra que el precio por la igualdad ha sido y está siendo muy alto para todas las pioneras que han luchado por este deporte. Hegerberg es un ejemplo más en pleno siglo XXI, y tuvo que sacrificar su gloria por una gran causa, su éxito por el futuro.
En la mente de la delantera noruega no se concibe un fútbol desigual. Ella se curtió en un país que fue uno de los pioneros en el fútbol femenino mundial. Como curiosidad, Noruega ganó su primer Mundial femenino el 18 de junio de 1995 y Ada nació menos de un mes después. La vida da tantas vueltas que aquella niña acabaría diciendo «no» a esta cita por un bien común décadas después.
Ada, que se crio en una familia futbolera, con unos padres, Stein Erik y Gerd, futbolistas y entrenadores amateur, lleva la pasión por este deporte en las venas. Su madre, además, le transmitió el compromiso por una igualdad real. «Mi madre nos dio a mi hermana y a mí la confianza y el valor para usar nuestra voz y ser capaces de hacer sacrificios en nuestra carrera en el fútbol para que las siguientes generaciones crezcan con unas condiciones mejores», confesó en una entrevista con la CNN la jugadora, cuyo nombre futbolístico enaltece el apellido materno.
Esta humildad dejó una gran anécdota en la gala del Balón de Oro, en la que Hegerberg puso el premio en el suelo para no tenerlo encima todo el rato. Aquello provocó que Roberto Carlos se acercara a la estrella del Lyon y le dijera que no podía ponerlo ahí. «Es el Balón de Oro», exclamó el crack brasileño, que añadió: «Dámelo, yo lo protegeré por ti». Y así fue como Roberto Carlos sostuvo durante toda la noche el trofeo de Ada, que se convirtió en la primera mujer que brillaba con él.
El éxito llegó tras mucho sacrificio. Con el fútbol como modo de vida, Hegerberg creció entre balones junto con sus hermanos. Silas, el primero, juega como aficionado en Noruega. Andrine, dos años mayor que ella, lo ha hecho a nivel profesional y ha llegado a ser internacional con Noruega. Pero la gran celebridad llegó para la tercera de la saga Stolsmo Hegerberg, que empezó su idilio con este deporte con siete años, cuando siguió los pasos de su hermana y empezó a jugar en el Sunndalsora. Ambas fueron siempre de la mano, pero Ada pronto empezó a destacar.
En su siguiente club, el Kolbotn noruego, la primera Balón de Oro de la historia debutó con apenas quince años en primera división con una explosión prematura. Una temporada después destacó como gran goleadora del campeonato noruego. Después pasó por el Stabaek FK de su país y el Turbine Potsdam, en el que recaló de la mano de su hermana. En suelo germano, las dos maduraron entre los egos de ambas. Fue una época exigente que forjó su relación y terminó con caminos diferentes para las hermanas Hegerberg. Andine se marchó al Kopparbergs Göteborg sueco, y Ada puso rumbo a Lyon, donde ha conseguido deslumbrar con luz propia.
En Francia, la delantera noruega no deja de acumular distinciones y grandes premios, y aprovecha cualquier momento de protagonismo para reclamar un fútbol más justo para las mujeres. La lucha de Ada no tiene límites. Sin perrear. Sin Mundial. Solo importa la igualdad, pese a que esta tenga a veces un coste demasiado alto.