1987, Santiago de Compostela
El balón corría por las antiguas calles de Santiago de Compostela. Tras él, una niña, Vero Boquete, una de las pocas valientes que jugaban al fútbol en la capital gallega. Muchos veían en su afición una hazaña, un desafío a este deporte. Mientras, para ella solo existía la ilusión por un sueño: el de poder llegar a ser la futbolista en la que nunca se pudo fijar. Sin ejemplos a la vista, Vero creció con el balón y no tuvo espejos femeninos en los que mirarse. Pero no le hizo falta seguir los pasos de nadie.
La gallega ahogó las diferencias de género en el fútbol, en el que se adentró junto con su padre, Nicasio, entrenador, y su hermano, Adrián, que también lo practicaba. Ambos la trataron de igual a igual y los tres convivieron con la pelota en su vida desde que Vero tuvo uso de razón, haciendo de su madre, Mercedes, una forofa más. El fútbol que practicaba la familia Boquete Giadáns en las playas, en las calles o en su propia casa era pura pasión. Era fútbol, sin más. No había reprimendas, ni un «tú sí y tú no». Pero en la vida real les esperaba una realidad injusta contra la que Vero tuvo que luchar. Lo tenía todo en contra, desde prohibiciones absurdas hasta el desprecio de instituciones y personas.
Cuando tenía cinco años ya surgían de Vero brotes de estrella y, pese a tener más que de sobra el nivel para jugar con niños de su edad, no podía hacerlo. El mundo arrojaba un ejemplo más de desigualdad, y la gallega tuvo que enfrentarse a una directriz que le prohibía jugar con niños. Así, entrenaba como una más e iba a todos los partidos, pero no podía vestir de corto. Su calidad no podía demostrarse en el campo, pero siguió creciendo alrededor de él, desde la grada, y empezó a maquinar cómo hacer del fútbol un mundo más justo. «No tardé mucho en darme cuenta de que quería vestirme de princesa para jugar al fútbol», asegura ella misma en su biografía, escrita por el periodista David Menayo.
Aquella norma encontró su fin en Vero, a la que bien podría colgarse el cartel de «abrecaminos», por este hecho y por muchos más. Ante la injusticia a la que se vio sometida, su padre y el presidente del club hicieron todo lo posible para que aquella imagen no se volviera a repetir. Ambos recurrieron a la Federación, fueron al Consejo Superior de Deportes y pusieron fin a aquella situación, exterminando la presencia de más Veros en las gradas del fútbol gallego sin poder jugar con sus compañeros.
Con esto, aquella pequeña jugadora pudo empezar a vivir el fútbol al completo, aunque de manera diferente: con insultos, rechazo, trabas. Y, a pesar de que fuese difícil de entender para una niña de su edad, Vero lo supo digerir con inteligencia para mirar al futuro con las ideas muy claras. Ella hizo de lo diferente algo único. Supo esquivar patadas para llegar a ser la primera española en ganar una Champions (2015) y la primera en estar nominada al Balón de Oro, además de haber capitaneado y liderado la selección española hacia la Eurocopa de 2013 y el primer Mundial Femenino disputado por España en Canadá en 2015.
Fueron unos logros que se quedan incluso pequeños para una futbolista que busca siempre la calidad y el crecimiento del fútbol femenino. Vero Boquete nunca se ha callado y siempre ha hablado con respeto para defender lo que era justo y pedir una mayor consideración para este deporte. Es «la Vero», tal y como la conocen en Barcelona, donde se ganó el cariño de todos en su paso por el Espanyol. Es una chica cercana, familiar y con grandes valores, cualidades que hacen que solo quepa admiración en todos los que han coincidido con ella.
Sus inicios, en los que compaginó el fútbol sala y el fútbol 11, no fueron sencillos, pero para Vero la felicidad siempre pendió de un balón, y para seguir pateándolo, con la idea de que ser jugadora profesional solo podía ser un milagro, esta compostelana se encomendó en más de una ocasión a las meigas (porque «haberlas haylas», como se dice en Galicia). Gracias o no a estas peculiares hechiceras, Vero se ha convertido en bandera del deporte español, en el ídolo que ella nunca tuvo durante su infancia. Su nombre ya se erige como uno de los primeros estandartes de un país que miró durante mucho tiempo el fútbol femenino con desconfianza y recelo.
En este crecimiento, Vero ha protagonizado una carrera de fondo, que arrancó con su paso por el Zaragoza C. F. F., su primer club en la primera división española, o el Espanyol, con el que ganó sus dos primeros títulos (dos Copas de la Reina) y en el que se quedó su corazón y que la convirtió en una perica más por el mundo. También se enfrentó a un duro reto tras cruzar el charco para jugar en la mejor liga femenina del mundo en Estados Unidos, donde llegó a ser nombrada mejor jugadora en alguna ocasión. Aquella fue una de las tantas veces en que Vero ha atravesado una frontera con el balón por delante, honrando el espíritu de peregrinaje de su tierra. Y es que mientras el mundo marchaba hasta su ciudad en el camino más antiguo y concurrido de Europa con rumbo a la tumba del apóstol Santiago, ella peregrinaba de un país a otro para seguir haciendo valer su fútbol.
Con una maleta llena de goles y de regates, Vero Boquete ha conquistado los campos de juego de hasta ocho países (España, Estados Unidos, Rusia, Suecia, Alemania, Francia, China e Italia), siempre con una espina clavada: la de no poder triunfar en su amada Galicia y en el fútbol femenino español, que en sus inicios estaba lejos del profesionalismo.
De él tuvo que emigrar para crecer, por lo que su figura se alza ahora con orgullo pero también con vergüenza; la que provoca el ver que una de las mejores jugadoras del mundo no ha podido explotar su carrera en su patria. Esta le ha pedido perdón en forma de detalles. En Galicia, el estadio de la Sociedad Deportiva Compostela lleva su nombre, lo cual trae a la memoria todas las veces en que Vero pasó por allí soñando con ser una estrella de este deporte en ese campo, que estaba entre su casa y la de sus abuelos.
Años después, Vero es más que una jugadora, aunque sobre todo es futbolista. Su estela sigue brillando sobre el verde y nunca se apagará, y esto no es fruto de la casualidad o de las meigas, sino de su gran carisma y de su trabajo. Ya fuese con el 21 de Dani Jarque o el 9 de goleadora, la gallega es una de esas figuras emblemáticas de las que hablarán a sus hijos y nietos todos los que han disfrutado de su calidad en el campo. No ha habido un gran premio para ella, aunque los mereciera todos. Sin embargo, Vero Boquete es uno de los grandes patrimonios del fútbol español.